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miércoles, abril 24, 2024

Lucidez de Saramago y el voto nulo en Calacalí

Elecciones seccionales 2023

Por Carlos Terán Puente* 

José Saramago, premio Nobel de Literatura 1998, escribió la novela “Ensayo sobre la lucidez” que trata sobre el triunfo total y reiterado del voto en blanco en una ciudad capital. Narra el comportamiento de los gobernantes y funcionarios ante el inédito suceso. La ficción del novelista portugués y el triunfo de la anulación del voto en las elecciones seccionales 2023 en Calacalí, parroquia de la serranía ecuatoriana, nos mueven en la búsqueda de los sentidos del armazón social y político vigente. La papeleta electoral representa más que una preferencia por cierta candidatura y mucho menos que una participación democrática. El entramado institucional del sufragio tiene una lógica propia que sustenta y defiende a toda costa el orden de cosas. El artículo recuenta los entretelones de la novela y los aprendizajes del caso de Calacalí que levantó de categoría al voto nulo.

La lucidez de Saramago

Cada novela de Saramago es una profunda mirada crítica a la sociedad y a la vida. Puede decirse que cada creación suya es un enfoque de la realidad que, mediante sencillas historias, entrega un análisis brillante de esa realidad que describe.

En el caso de su obra “Ensayo sobre la lucidez”, Saramago cuenta sobre las elecciones en una ciudad capital. Su población decide votar en blanco y por encima de la preferencia de todos los candidatos y partidos. Por cuenta de su conciencia individual, la gente decide no entregar su confianza a los candidatos de ninguna de las tres corrientes ideológicas en juego. Tras el primer conteo, las autoridades electorales se ven obligadas a repetir las elecciones. Miran y remiran cada voto en las urnas, pero el triunfo del blanco se mantiene. En cada repetición del sufragio, el porcentaje de este voto, ni nulo ni por alguien, crece. Sin palabras, la población ha dicho la última palabra blanca, inequívoca. El gobierno y las instituciones están en jaque.

A partir de este insólito proceso, José Saramago muestra el funcionamiento del sistema político y su aparataje. Proyecta y amplía la mirada más allá de las urnas. Su relato va más allá de las votaciones y la conciencia ciudadana lúcida y pura como la papeleta en blanco. Narra, de la forma coloquial que es propia de su arte, los argumentos, decisiones y acciones de las autoridades de gobierno luego del triunfo del blanco. Muestra el pesar y el pensar de los funcionarios de turno que, puestos por el presidente, sienten que su deber es defender “la ley, los reglamentos, el orden y las estructuras”. Así, expone las preocupaciones, el miedo y la ferocidad de quienes manejan el gobierno.

Miedo que raya en pánico cuando ven que carecen de explicaciones ante la pregunta de los medios de comunicación ¿cómo ha podido suceder que la blanca votación silenciosa ocupe, de largo, el primer lugar en un sufragio de la capital? Miedo porque la formalidad del recuento de votos válidos, blancos y nulos, queda al descubierto. En definitiva, si en la papeleta se permite las opciones de votos nulo o blanco, no es para que triunfen, es tan solo para resaltar las preferencias de las candidaturas. La votación en blanco o nula no está en la papeleta para expresar la voluntad colectiva, menos aún masiva y triunfante. Miedo burocrático porque su responsabilidad es ofrecer respuestas al gobernante y a los medios. El funcionariado estatal entra en pánico porque el gobierno y el poder tras los gobernantes exigen un aceitado funcionamiento institucional sin traba ni tropiezo. Parte de este desempeño es que el recambio periódico de piezas en el engranaje mediante elecciones, sea ejemplar y perfecto.

Saramago dibuja el entramado de razonamiento de los empleados gubernamentales que resultan personajes acorralados y rígidos en sus percepciones, conclusiones y decisiones. En su obstinación por mantener limpio el sistema, se tornan tenebrosos por sus actos encubiertos justificados en ideaciones movidas por la sospecha y asignados a terceras personas. Orden superior para salvar una supuesta limpidez y perfección de las instituciones. Muestra la tozudez de un funcionariado seguidor de algoritmos que repiten a mansalva que solo ellos, los reglamentos y manuales de procedimientos, mantienen incólumes a las instituciones que encarnan la democracia. Nadie ni nada más sabe de preservar la ley y el orden. Están puestos por el gobernante y se han jurado a sí mismos defender la estructura imperante, la normativa vigente y los flujogramas de rigor. Su papel no es garantizar derechos sino asegurar la legislación.

En la novela de Saramago, medias, altas y altísimas autoridades concluyen que el enigma del mayoritario voto en blanco es un intento de desestabilización institucional inaceptable. Atentado terrorista moderno que merece ser investigado hasta las últimas consecuencias. Deducen que es indispensable que aparezcan culpables y que la sociedad los reconozca. Que estos instigadores sean castigados ejemplarmente, o desaparecidos, para que el mal ejemplo no se propague como una epidemia. Todo por bien de la democracia, la paz, el orden y el sistema político social. ¿Dónde queda el prestigio del proceso electoral si el blanco o el nulo triunfan?

En la novela se refiere la ferocidad del funcionariado para trazar especulaciones que permitan descubrir la punta del maléfico y masivo ovillo. Así, no tienen reparo en declarar la culpabilidad de quienes su imaginación ubica como los bandoleros. Elaboran rompecabezas con piezas forjadas y las juntan, aunque sea a fuerza bruta, como evidencia del delito que blanqueó el sufragio. Hacen de todo, incluyendo la imposición del estado de sitio a la ciudad desobediente. Están en juego los desdibujados y blandengues andamios del orden establecido. Defienden a todo precio los privilegios colaterales del gobernante, tributos, contratos, inversiones, nombramientos, facultades, etc., que solo ellos deben manejar en función de preservar sus bienes en paraísos fiscales sordos, ciegos y mudos.

En la historia, el autor hace comprender el miedo y terquedad del funcionariado mediante la simple narración y transparencia de las palabras que salen de ministros, directores, jefes y subjefes. Son diálogos a media voz y sin retorno. Se materializan en órdenes verbales -sin papeles ni facturas, para que no quede rastro ni nadie pueda exponer prueba alguna de sus haceres fuera de la ley o la constitución que dicen defender.

El voto en blanco como mayoría aplastante y las reacciones de los funcionarios, ponen al descubierto el rol de la maquinaria electoral. Es una rueda del entretejido de instituciones, secretarías, ministerios, corporaciones, cortes y demás, que ampara el estado de cosas que cada gobierno está llamado a preservar.

De la mano, Saramago nos lleva a comprender la lucidez ciudadana de la rebelión del voto en blanco multitudinario. Es una negativa de entregar la confianza a los partidos de derecha, de izquierda y a los indefinidos, como revela el autor del “Ensayo sobre la lucidez”.

Calacalí

Calacalí es una parroquia ancestral y fecunda en el norte de la Sierra ecuatoriana. Es hogar de miles de familias rurales y campesinas. En el cráter apagado del volcán Pululahua viven muchas familias que cultivan, pastorean, elaboran artesanías de lana, madera y pinturas. Llevan a cuestas la ilusión de una vida digna. En la zona hay un sinnúmero de atracciones turísticas y rincones gastronómicos. Es el terruño de Carlota Jaramillo, destacada artista de la música nacional.

Es una localidad muy cercana a Quito. El paralelo cero, la línea imaginaria que divide los hemisferios sur y norte, atraviesa su territorio. En el parque de la parroquia se halla un obelisco dedicado a la misión geodésica francesa que constató, casi exactamente, la línea ecuatorial a mediados del siglo XVIII. Calacalí es vecina de la parroquia San Antonio, donde se encuentra el testimonio arqueológico prehispánico que señala la mitad del mundo con precisión. Fue levantado por los Kitu-Kara, antes de la conquista española, y consiste en un observatorio que perdura hasta nuestros días. Es el cerro Katikillá e incluye una línea y circunferencia trazadas en piedra, que marca el paralelo cero, los puntos cardinales y los solsticios. Es un testigo secular de la sabiduría astronómica precolombina.

Calacalí forma parte del Chocó Andino, territorio declarado Reserva Mundial de la Biósfera por la UNESCO. Cuenta con diversidad de bosques, incontables reservas acuíferas, más de seiscientas especies de aves, mamíferos, insectos, reptiles y cientos de lugares de contacto con la naturaleza. Tiene más de 5 mil habitantes y la estadística dice que hay cuarenta por ciento de familias empobrecidas.

Por su gente, su insondable naturaleza y su historia, Calacalí brilla con luz propia y, luego del proceso electoral de mayo de 2023, destaca un poco más. En la elección de gobierno parroquial, la mayoría de la población decidió no entregar su confianza a ninguna candidatura. La mayoría rayó la papeleta, escribió algo, expresó que ningún postulante merecía representarla ni asumir la delegación para tomar decisiones por Calacalí. Se impuso la no preferencia.

¿Complot? ¿Subversión? ¿Lucidez? ¿Cómo explicar que el voto ganador haya sido el nulo? La gente afirma que está harta del engaño de los y las candidatas. Que se cansó de ofertas incumplidas y de promesas mentirosas de componer los problemas de siempre. Quienes ganan una elección, una vez electos y posesionados, dejan las cosas igual o peor. Se sabe, documentos al canto, que alguno hizo campaña por el voto nulo porque el tribunal le dejó fuera de la competencia. Seguro el frustrado, si hubieran sido calificado, habría propagandeado “voten por mí” como los demás. Por diversos caminos, la anulación prevaleció.

Lo sucedido en Calacalí puso a la burocracia electoral a pensar. Dilucidaron y luego de los demorados pasos que la ley exige, la autoridad decidió que lo legítimo y mandatorio. Dado que la ciudadanía no aceptó elegir como su representante a ninguna candidatura, decidió que habrá nueva elección de gobierno parroquial de Calacalí. No por fraude, no por conteos amañados ni por papeletas mal impresas, como ha sucedido en otras partes. Concluyó que el sufragio fue legal y que la voluntad ciudadana de anulación de la papeleta debe ser respetada sin discusión. La gente puso el dedo en la papeleta y levantó la anulación a una categoría mayor, a la misma altura que los votos por candidaturas nacidas de emprendimientos electorales de ocasión o de solventes empresas expertas en la materia eleccionaria que, finalmente, eso son los movimientos o partidos políticos.

El voto nulo en contexto

En Ecuador, votar no es un derecho de libre elección. Es una obligación controlada. Se acude a las urnas y se sufraga, a cambio de un certificado hasta con foto que luego, es indispensable exhibir en todo trámite estatal y hasta en algunas gestiones privadas. Es un chantaje legal para que las elecciones aparenten legitimidad y aceptación. El sistema y la legislación vigente sospechan que, sin la obligatoriedad, el ausentismo sería el ganador y que, en ese caso, el andamiaje institucional sería todavía más endeble.

El voto nulo ha sido, histórica y repetidamente, condenado, difamado y denigrado. De hecho, la campaña por esa opción fue perseguida como corriente subversiva. Los voceros del sistema sostienen que anular la papeleta es cómodo e irresponsable, que “por alguien hay que votar”, que “alguien tiene que representarte y gobernar”. Se asevera que a alguien se debe preferir como gobernante, aunque la deliberación sea escoger entre “el veneno o la guillotina”.

Aseguran que el rol ciudadano es “preferir uno y evitar el desperdicio del voto” sin importar que, a la vuelta de cien días, sobrevenga el arrepentimiento inútil. Ya habrá otra elección y puede ser que entonces, “gane” alguien mejor. Afirman que el sistema no es malo ni tiene la culpa, sino que los ciudadanos no saben elegir y se equivocan cada vez. Resulta entonces que, desde hace décadas y siglos, los gobiernos fruto de sufragios universales y secretos, son un error ciudadano que escoge mal y siempre.

Si las cosas están así, ¿por qué se incluye la anulación o el voto en blanco en las papeletas? Para el conteo del sufragio, son como la sal y la pimienta para que la sopa no sea desabrida. Votos blancos y votos nulos no son válidos, no entran en la determinación de porcentajes ganadores o perdedores. Se consideran válidas solamente las papeletas que escogieron a cualquier candidato. La ciudadanía que no confía o no le importa quien entre al gobierno, es de segunda.

El sistema apuesta que aparezca una mínima proporción de “genta indecisa” o “indiferente” o “infiel” a la democracia. Pero, no se acepta que una real decisión de rechazo o indiferencia a candidaturas o, al sistema mismo, tengan la misma validez que quienes votan por una candidatura.

Lo sucedido -inédito y digno de análisis, deja en evidencia que anular el voto es legítimo como expresión ciudadana. Lícito como el de quien decide por la cara bonita de A o por la verborrea delirante de B. Legal como el de quien vota por C porque no le convence ni A ni B. Calacalí ha patentizado que, cruzar la papeleta con una inmensa X es válido. Y toca preguntarse si, cuando la anulación es mayoritaria, expresa la desesperanza general que cunde entre los sufragantes. Si es así, ¿por qué se lo cataloga como sufragio no válido, de segunda?

Por vez primera, ha quedado claro que la votación nula es legítima. Pero existen cortapisas en el armazón electoral. Según la ley actual, no es reconocido, aunque sea la mayoría en una localidad y con mayor número que cualquier candidatura. Solamente se reconoce como válido y ganador si el total de votos obtenidos por todas las candidaturas, es menor que los anulados. Tienen que ser mayoría absoluta de todos los votos válidos.

¿Legitimidad o legalidad?

La tendencia ciudadana de anulación del voto es creciente en Ecuador. En varias provincias de la Sierra y de la Amazonía, en 2021, en el sufragio de segunda vuelta para presidencia, se ubicó en un significativo segundo lugar, llegando a treinta por ciento y más. El porcentaje de anulación del sufragio superó, en alguna provincia, al candidato presidencial de segundo puesto.

Ejercer la anulación del voto es una opción que la ley ubica como de segunda categoría. Si tuviera la validez y legitimidad de todos los votos, como el caso de Calacalí demuestra, bastaría que, si obtiene el más alto porcentaje, debería hacerse una nueva elección.

En la elección 2023 del organismo de participación ciudadana y control social, los resultados se explican solos. Ninguna candidatura tuvo un porcentaje mayor que los votos nulos. Los blancos fueron más altos que todas las candidaturas, excepto en representante de organizaciones sociales. Con estos resultados, ninguna candidatura puede afirmar que goza de la confianza ciudadana. Menos de 2 de cada 10 votantes los escogieron. Pero, casi 5 de cada 10 sufragantes, expresaron en la papeleta la anulación o la indiferencia. Este caso evidencia que el sistema electoral entrega los puestos sin validar la expresión ciudadana que obtuvo las más altas votaciones.

Saramago/La Línea de Fuego

La papeleta electoral es un medio por el cual la ciudadanía delega su soberanía a representantes que ocuparán ciertas funciones de gobierno. Las cortapisas reglamentarias electorales cuidan el delicado equilibrio del andamiaje social, político y económico vigentes, el sistema. La maquinaria electoral permite mantener una arquitectura llamada democracia.

La delegación del poder ciudadano en las manos de representantes electos, aunque las cifras de confianza reflejada en la votación no les alcancen, es cuestionable y preocupante. Este sistema de elecciones es el pilar de una estructuración económica y política que, desde hace siglos, genera el crecimiento exponencial de la desigualdad social, polariza cada vez más el enriquecimiento de pocos y el empobrecimiento mayoritario. Acomoda la norma para mantener la exclusión de las aspiraciones y derechos de millones de pobladores y trabajadores, mientras las tasas de ganancia de empresarios, banqueros y comerciantes crecen sin límites.

Epílogo

Saramago, maestro en la narrativa de situaciones que hacen aflorar los motivos y ocultas intenciones del poder, seguramente se alegraría de lo sucedido en las elecciones de Calacalí.  Evocaría que, su “Ensayo sobre la lucidez” trasciende el masivo voto en blanco de la gente en una ciudad sin nombre. Que recuenta el miedo y la ferocidad del sistema, mediante sus servidores, para perpetuarse sin alteraciones ni sobresaltos.

A la sombra del olivo en Lisboa, frente a la fundación que lleva su nombre, Saramago recordará que el pueblo es capaz de expresase. Pero también, alertará que el sistema puede complotar y crear fábulas contra supuestos terroristas, como en el caso de su novela, contra un médico y su compañera, acusándoles -sin base y con informes amañados, de ideólogos de la lucidez del voto en blanco generalizado. Los encargados de velar por las instituciones, la paz y el orden, no dudan en poner tras las rejas al uno y en urdir algo más, contra su esposa.

“La mujer se aproxima a la barandilla de hierro, pone las manos encima y siente la frescura del metal. No podemos preguntarle si oyó los dos tiros sucesivos, yace muerta en el suelo y la sangre corre y gotea hasta el piso de abajo. El perro viene corriendo desde adentro, olfatea y lame la cara de su dueña, después estira el cuello hacia arriba y suelta un aullido escalofriante que otro tiro inmediatamente corta. Entonces un ciego preguntó, Has oído algo, Tres tiros, respondió el otro, Pero había también un perro dando aullidos, Ya se ha callado, Habrá sido el tercer tiro, Menos mal, detesto oír los perros aullando”.

José Saramago (Ensayo sobre la lucidez, 2004)

El voto nulo de Calacalí deja un precedente y arroja luz sobre el sentido de las votaciones.

La maquinaria electoral vigente desconoce la expresión ciudadana cuando cuestiona el sistema. Lo cuida para que no se desmorone. Es la vía de escape para que se reacomoden las piezas. Es el aliciente cuando la “muerte cruzada”, decretada por el presidente para salvarse de la guillotina política. Es la salida del fugaz asombro de quienes -presurosos y entusiastas, se preparan para una nueva lid electoral y esperan retomar sus curules o -si la suerte sonríe, ser presidente, aunque sea por unos meses.


Carlos Terán Puente, Quito, 1957. Médico con maestría en salud pública e investigación. Profesor de posgrado en varias universidades. Consultor independiente en estudios y proyectos de salud y comunidad con organismos nacionales e internacionales sin fines de lucro. Comprometido con la defensa de los derechos de las personas, de los pueblos y de la naturaleza.

Fotografia principal: CNE


 

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