Las encuestas no solo reflejan opiniones sino que las crean. Esta, cuyas limitaciones conocemos ahora, fue presentada mundialmente como la extremaunción temprana del plebiscito.
La encuesta de Ipsos que estableció que la mitad de los colombianos votará ‘No‘ a los acuerdos de paz frente a solo un 39 por ciento que votará ‘Sí‘, no está técnicamente realizada para pronosticar el voto. La grave afirmación no es una opinión mía sino una aclaración de Javier Restrepo, el director de Asuntos Públicos de la casa encuestadora, quien reconoció esto después de una serie de preguntas sobre el significado real de la encuesta publicada por SEMANA, RCN Televisión, RCN Radio y La F.m. de RCN.
Javier Restrepo reconoce que ni la metodología, ni la cobertura del estudio están calculadas para que pueda considerarse una encuesta electoral.
El investigador de opinión admite también que el margen de error de la encuesta de 3,1 por ciento – según la ficha técnica oficial – es mayor cuando se pregunta por la intención de voto. Restrepo acepta que lo correcto habría sido publicar todos los márgenes de error de las diferentes respuestas. Conocer estas cifras de confiabilidad es, además de un derecho del público, una obligación legal establecida por la normas electorales.
Debo decir que hace años conozco esta firma encuestadora y la contraté varias veces cuando se llamaba Napoleón Franco y compañía. Su fundador, Napoleón Franco, construyó su prestigio por la calidad y magnitud de los estudios de opinión que emprendía. También por ser los más costosos del mercado y porque trabajaba con un rigor que – como dijo García Márquez sobre el de Alejandro Obregón – “ya hubiera querido Dios para sus curas”.
Por intermedio de Napoleón conocí a Javier Restrepo, quien fue su mano derecha hasta sucederlo cuando el fundador se retiró del día a día después de vender la compañía a la multinacional francesa Ipsos. Tengo una gran opinión de Javier y valoro que –después de las preguntas– haya concedido que su estudio no puede pronosticar la intención de voto de los colombianos sobre el plebiscito.
La inquietud empezó por una de las preguntas de control de la encuesta. Decía que el 67 por ciento de los encuestados había votado en la segunda vuelta presidencial de 2014. Si la encuesta representaba a los colombianos con capacidad de votar significaría que en la elección Santos-Zuluaga lo habrían hecho casi 23 millones de personas. En realidad votaron menos de 16 millones.
Cuando le pregunté a Javier Restrepo por esa aparente inconsistencia aclaró que la encuesta no tenía cobertura nacional. Luego me dijo que la metodología no era la adecuada para una encuesta de intención de voto.
Señaló que para pronosticar la intención de voto es técnicamente necesario preguntar –inmediatamente después de la identificación personal y demográfica– si el encuestado va a votar y enseguida cómo va a votar. Cualquier información dada por las mismas preguntas induce la respuesta sobre intención de voto.
Imagínese el resultado de una encuesta electoral de 2009 que indagara en este orden:
1) ¿Está de acuerdo con que se use dinero público para subsidiar a empresarios agrícolas ricos, algunos de los cuales han apoyado las campañas del actual presidente?
2) ¿Qué opinión le merece el aumento patrimonial de los hijos del jefe de Estado?
3) ¿Le parece bien que el DAS haya seguido ilegalmente a magistrados, miembros de la oposición y periodistas?
4) ¿Votaría usted para reelegir al actual mandatario?
Restrepo afirma, con razón, que cualquier pregunta o información “lleva a la gente de la mano” y “crea sesgo”. Para evitar ese sesgo el cuestionario debe empezar por la intención de voto.
Sin embargo, la encuesta de Ipsos pregunta muchas cosas antes. Entre otras por el paro camionero, la carta de Santos a Uribe, el cierre de la frontera con Venezuela y hasta por el “apoyo a los ciclistas colombianos que participaron en el Tour de Francia”.
El director de Ipsos admite también que el margen de error del estudio cambia cuando en lugar de aplicarlo a la muestra general de 1.000 personas se aplica a la submuestra de los que van a votar que son el 59 por ciento de los encuestados. Reconoce su omisión al no haber publicado los diferentes márgenes de error que serían –según él- del 4 por ciento en unos casos y del 3 por ciento en otros. Una equivocación significativa que, sin embargo, mantendría la ventaja del No, pero irrelevante teniendo en cuenta que la encuesta toda tiene el pecado original de no poder pronosticar la intención de voto.
Las encuestas no solo reflejan opiniones sino que las crean. Esta, cuyas limitaciones conocemos ahora, fue presentada mundialmente como la extremaunción temprana del plebiscito sobre los acuerdos de paz.