Lo grave es que en este caso la opinión pública presta más oídos a lo que dice Pinzón que a lo que dice el presidente de la República. La rabia y la desconfianza que mucha gente tiene con la guerrilla es aprovechada por los pregoneros de la salida militar y los eventos de incumplimiento son magnificados para no dejar ver los grandes beneficios que tiene el desescalamiento del conflicto.
Volvamos a los números. En los últimos cuatro años las Farc han estado realizando un promedio de 170 acciones por mes en las cuales le causan a la Fuerza Pública un poco más de 200 bajas entre muertos y heridos. Es un desangre brutal y silencioso de soldados y policías. Esto sin contar las agresiones a la población civil y el continuo ataque a la infraestructura. ¿Cómo no va a ser importante la drástica reducción de acciones que se produjo con la tregua? El mismo Pinzón reconoce que disminuyó sensiblemente la pérdida de vidas en las tropas.
También se ha utilizado como argumento contra la tregua la posibilidad de que en ese tiempo las Farc se hayan dedicado a acopiar armas, reorganizar sus fuerzas y diseñar planes para realizar una gran ofensiva en los meses venideros. Dudo mucho que esto ocurra. Lo más probable es que las Farc vuelvan a la dinámica que tenían antes de la tregua y poco a poco se sitúen en el promedio de acciones que han tenido desde 2009.
Nuevamente tendremos ante nuestros ojos las imágenes de soldados muertos o mutilados, los atentados a minas, petróleos y energía, las acciones de terror sobre la población civil. También tendremos, claro está, ante nuestra vista, muchos triunfos de la Fuerza Pública. Seguramente la baja de un destacado jefe insurgente. O la destrucción de campamentos donde mueren decenas de guerrilleros y se logra la captura o la entrega de otros tantos. Será así mientras se siga negociando en medio del conflicto.
Aunque el presidente Santos y la cúpula de las Fuerzas Armadas deberían hacer una evaluación juiciosa y desapasionada de esta corta tregua unilateral y sopesar también los avances de la negociación en La Habana para saber si cabe la posibilidad de hacer un compromiso bilateral para desescalar el conflicto. No tendría que llamarse tregua bilateral ni supondría una compleja verificación. Sería simplemente un pacto para abandonar algunas modalidades operativas y para sacar del conflicto a poblaciones particularmente golpeadas por la guerra.
Sé muy bien que en el país es más popular hablar duro y aupar el conflicto y a quienes sugerimos caminos para disminuir la confrontación nos tachan de ingenuos o de aliados de la guerrilla. Pero eso a mí no me arredra. He visto muy de cerca el dolor y la muerte y por eso celebro la vida que se mantuvo en pie con esta decisión de tregua unilateral de las Farc y llamo a las partes a que se pregunten si existe alguna manera de prolongar esta situación.