“…..La desigualdad en nuestro país no es casual sino el reflejo de una estructura social que permite el incremento creciente, persistente, de la concentración de la riqueza…”
COLOMBIA. POBREZA E INEQUIDAD, ¿ESTRUCTURAL? ¿CIRCUNSTANCIAL?
Luciana Méndez Desdeabajo <www.desdeabajo.info>
Naciones Unidas, a través de Tania Patriota, la representante para la Población, ha informado que la pobreza en Colombia persiste: de los 46 millones de personas que residen en nuestro país, 21 millones la sufren.
Para la funcionaria internacional, es preocupante “tanta inequidad”. Para solucionarla se “deben fomentar decisiones políticas para responder a las problemáticas de la población más vulnerable, como son las mujeres, los adolescentes y los adultos mayores”.
La desigualdad en nuestro país no es casual sino el reflejo de una estructura social que permite el incremento creciente, persistente, de la concentración de la riqueza, situación materializada en la apropiación de sus principales bienes y de la renta nacional en pocas manos. Así queda reflejado cuanto se examina uno de esos bienes, la tierra, mayoritariamente en manos de una ínfima minoría de propietarios. El afán por concentrarla aún más, y con ello el poder, estimula en las altas esferas el afán de guerra. Millones de desplazados y negados son su consecuencia inmediata.
Mujer, juventud, embarazos
Para la funcionaria, más allá de los factores estructurales que propician la pobreza –en los cuales no repara–, la perpetuación de la desigualdad en nuestro país tiene varios fundamentos, entre ellos el “alto índice de embarazos a temprana edad”. En Colombia, “una de cada cinco mujeres embarazadas tiene menos de 18 años, una estadística muy alta para la población adolescente”. Este “es uno de los factores de perpetuación de la pobreza”, por lo que le recomendó al país una estrategia de planificación familiar.
La alternativa: “ofrecer más información a las adolescentes […] sobre sus derechos en materia de planificación familiar y la opción que tienen de aplazar su decisión de ser madres. “Lo ideal para el organismo es que las familias sean más pequeñas y los embarazos más esporádicos en el tiempo, a fin de reducir los altos niveles de pobreza e indigencia”, recomendó Patriota.
Es claro que una política en este campo es fundamental, para lo cual un modelo de educación totalmente laico, que llegue a todos los rincones del país, que acerque a los jóvenes a la sexualidad de manera desprevenida y alegre, es una de las principales estrategias. Pero no es suficiente. ¿Garantizan las familias pequeñas la desaparición de la desigualdad y la pobreza? El interrogante es válido.
Desempleo
Otro aspecto que realza la funcionaria de Naciones Unidas como causante de la pobreza es el desempleo, que no es ocasional o transitorio sino estructural. Una sociedad que carece de un proyecto de potenciación colectivo, donde naturaleza, consumo, reproducción, ambiente, educación, exportación, importación, no estén integrados como un solo aspecto de un todo, no puede dar cuenta del desempleo, por no decir de la informalidad, la cual no es considerada por la señora Patriota, y con la que el tema de los ingresos en Colombia se nos devela como espeluznante.
Un modelo social integral tiene que pensar en la situación de cada uno de sus integrantes. Ante los derechos y su concreción, ninguno es más y ninguno es menos. Todos y todas, como integrantes de ese conjunto –que en este caso se llama Colombia–, son fundamentales e indispensables para salir adelante. Y si uno solo entre todos y todas sufre injusticia, ello se debe a que la sociedad no ha logrado lo que se propone y por lo que se debiera esforzar: la felicidad como un derecho fundamental.
¿Es posible alcanzar tal propósito cuando el motor que potencia a los empresarios de todo tipo es simplemente el afán de lucro individual? ¿Y cuando el afán de trabajo no es la creación, la participación, la colectivización, la diversión, sino simple y llanamente el techo y la comida?
Bono demográfico y vejez
El tercer aspecto que retoma la funcionaria de las Naciones Unidas en su preocupación por la pobreza es la población vieja. A decir verdad, le preocupa más algo que se ha desaprovechado en Colombia: el bono demográfico. Con una población sustancialmente joven en sus últimas cinco décadas, población en capacidad de trabajar y propiciar una inmensa acumulación de riqueza que, ahorrada, pueda garantizar la subsistencia de millones en épocas de envejecimiento, Colombia se acerca al final de ese bono, pero, contradictoriamente, sin el ahorro necesario para poder velar por todos.
La estadística es simple: “En este momento, para cada adulto mayor hay dos jóvenes y en 2028 por cada adulto mayor habrá sólo un joven”. En 2040 “habrá más viejos que jóvenes, y esto plantea retos crecientes en materia de pensión y bienestar social”.
¿Cómo enfrentar de manera cabal esos retos, cómo impedir que llegue más pobreza si el trabajo decente no está garantizado para la mayoría de la población? ¿Cómo garantizar la atención cabal a las personas mayores si hoy el trabajo decente –que garantiza seguridad social y no sólo en salud sino también en el ahorro pensional– es una quimera?
Abocada a la supervivencia, sin un Estado que le garantice sus derechos más allá del papel, la mayoría de connacionales está obligada al rebusque, al sálvese quien pueda, y las consecuencias de tal destino están cerca de verse y padecerse por todos y todas: una sociedad cada vez más injusta, con índices de pobreza y exclusión que nos harán sonrojar ante el mundo.
Naciones Unidas no debiera hacer diagnósticos solamente, en este caso más que superficiales, sino además sancionar y llamar a la población que sufre las consecuencias del mal gobierno a no aguantar en paciencia que el final de los días le llegue y la apague.