“Las leyes consideradas como la salvaguardia de la libertad son, sus peores enemigos porque encadenan, no sólo la generación en que se promulgaron, sino las generaciones futuras”
M Bakunin
Ley de comunicación, ley para el amor, ley para la igualdad, ley para desigualdad, ley para la bondad y para la maldad…leyes, leyes, leyes, macabras construcciones de entramados patéticos de quienes aborrecen la libertad. Las leyes son el engendro protervo de la promiscuidad heredada del poder, son influjos de privilegio de quienes tienen propiedad que defender o títulos y patentes que proteger.
La conquista de un futuro mejor no será a partir de nuevas leyes sino de la destrucción de casi todas, excepto las leyes naturales de la vida.
Las leyes del estado garantizan que pocos gobiernen y que el mandato de unos cuantos someta irrestrictamente a todos, tratando en lo posible que ni siquiera gobernemos nuestros propios actos, porque la acción de gobernarse así mismo, es negación del gobierno ajeno. Siempre libertad será suprimir la dualidad jerárquica de gobernantes y gobernados y construir la autonomía como fundamento existencial y moral de la liberación igualitaria.
Cuando la ideología del estado habla mal del ausentismo electoral, prohíbe olvidar, invalida al que vota nulo y hace de la a veces necesaria indiferencia una perversión en la versión estatal de responsabilidad solidaria. Los libertarios debemos recordarnos que la sensibilidad y la ternura emergen no como diferencia de la indiferencia ni como aceptación graciosa de la invitación del estado a la generosidad, sino como apoyo mutuo, clasista o individualista, principio contrario a la ética de los opresores. Hacer caso omiso a las normas que nos asfixian puede y debe ser una forma de contestar liberadora.
Debemos producir factores de alegría propia y ajena con libertad, debemos dar y no quitar, y debemos juntarnos frente a toda forma de poder expoliador. Gobernados por nosotros mismos, íntimamente en acuerdo común, debemos tomar decisiones sin cárceles fórmales o aparentes y así, forjar el género humano universal fuera de la autoridad. Digámoslo: también es darle mucha importancia al estado, andar protestando por cada estúpida ley, si más bien se trata de no obedecer, de no bailar la canción cancina del cantautor destemplado. Es hora de reemplazar la iniciativa disciplinadora del gobierno con el ejercicio libre de la desobediencia civil y no hacer caso a tanta cantaleta. Nuestra indiferencia revolucionaria…matar al estado con la fría indiferencia no es mala idea.
Debemos presumir, con un poco de audacia, que no tenemos miedo, aunque lo tengamos. Los que no sabemos insultar estaremos obligados a construir elegantes formas de mandar a la mierda en tanto que los insultadores soeces pero libres, que sepan preparar su mochila para la sentencia panóptica , y si de estos hay miles – ¡que bueno¡ – no alcanzará tanta cárcel…no alcanzará tanta sentencia…no bastarán tantos jueces ni tantas mascaras para encubrir muchas maldades.
Preparemos ya la gran protesta general que en la práctica cotidiana descomponga la jerarquía gubernamental para reemplazarla por la libre asociación, sustituyamos ya, desde ahora, la ley imperiosa por el contrato voluntario, la hegemonía de la fortuna y el rango por la universalización del bienestar. En la equivalencia de sentirnos seres iguales, solidarios y libres construyamos un mundo mejor.
“lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia”
Eric Frohmm
Soy de los que gustan de la difusión de soluciones también, por lo que, por las propuestas presentadas, los meñiques en alto.