Para nadie es extraño la crisis ambiental que sufre el planeta. Esta preocupación trascendió al debate de los científicos y académicos para posicionarse como un elemento movilizador de los pueblos que exigen revertir la tendencia del calentamiento global.
La crisis ambiental es el resultado de la crisis general del capitalismo que acentúa la acumulación en beneficio de determinados monopolios y transnacionales, mientras los trabajadores son explotados, los territorios expoliados y la naturaleza degradada.
La propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) está obligada a tomar correctivos para que el crecimiento de los países, especialmente de las superpotencias, guarde correspondencia con la reducción de las emisiones de gases hacia la atmósfera, por ello durante 25 años se han desarrollado las Conferencias sobre el Cambio Climático (COP).
En el año 2015, la COP mediante el llamado Acuerdo de París comprometió a los países del mundo a evitar que la temperatura media mundial supere 2° centígrados con respecto a los niveles preindustriales.
Más resulta que las promesas son falsas y los acuerdos vacíos, porque la última cumbre climática, COP-25 Madrid, no logró concretar las contribuciones nacionales que los países harán para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ni tampoco pudo recaudar los primeros $100 mil millones del Fondo Verde creado para financiar programas en los países en vías del desarrollo.
Esos incumplimientos conspiran contra el Acuerdo de París y con ello el destino de la humanidad pende de un hilo, más aún si se recuerda que 2° centígrados de diferencia determinaron el paso de la era del hielo a la modernidad.
La fallida cumbre climática tiene como responsables directos a las 90 transnacionales, que generan el 60% de las emisiones de gas invernadero, pues ellas presionan a los gobiernos por mantener el uso de combustibles fósiles. Los gobernantes, en cambio, actúan como asalariados de esas compañías extractivistas, muestra de ello es Donald Trump quien retiró a los Estados Unidos de Norteamérica del Acuerdo de París.
El destino del planeta, de la humanidad, debe cambiar de manos. Ni la urgencia ambiental, ni la desigualdad social serán resueltas por quienes originaron los problemas. El pueblo debe tomar el poder para transformarlo todo.
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Ud. se olvida de otros factores como la superpoblación y el agotamiento de los recursos naturales.