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CUATRO TESIS SOBRE ESCRIBIR MONTUBIO[1] Por María Arboleda*

 

13 marzo 2015

 
montuvia

Con esta ponencia quiero presentar algunas tesis sociales, culturales y políticas que tocan por un lado el asunto de la lengua, su uso y la normatividad que hacemos sobre la misma y por otro lado el de quién tiene autoridad para cambiar la grafía de una palabra y sus significados.

Asumiendo el debate: ¿cómo escribir montubio?

El 11 de enero de 2015, en un editorial en El Comercio, la señora Susana Cordero contó que había logrado que el diccionario de la RAE (DRAE), escribiera la palabra montuvio con uve, y la dotara de un solo significado o acepción. En efecto, hasta la edición del DRAE de 2001, la palabra tenía dos acepciones; la primera como “persona montaraz, grosera” Y la segunda como “campesino de la costa”.

El 19 de enero del mismo año, escribí una brevísima nota al diario El Comercio, señalando mi indignación y sorpresa de que una persona se declarara autora del cambio de la palabra, que la autora pensara que la sustitución de una letra podía “limpiar” la acepción con la cual se denigra al pueblo montubio. Y expresé que esta “limpieza ortográfica y etimológica” revelaba autoritarismo, no consideraba el uso extendido de la palabra, tanto de manera escrita como hablada, ni en una consulta a los únicos que tienen potestad para cambiar la grafía y su contenido: el pueblo montubio. Y me declaré en desobediencia a la RAE y a las “limpiezas” y arbitrariedades cometidas con supuesta buena intención, “en nuestro nombre”.

En declaraciones posteriores al mismo diario, el Lic. Ángel Loor, Decano de la Facultad Ciencias de la Comunicación de la Universidad Particular San Gregorio de Portoviejo, aseveró ser el autor de una lucha de 10 años para retirar dicha acepción e introducir el uso de la “uve”. Hasta aquí, debo reconocer la bondad de la iniciativa. Sin embargo, afirmo que tanto prescribir de manera obligatoria el uso de la uve, como prescribir un solo significado a la palabras, conlleva implicaciones linguísticas, sociales, culturales y políticas que debemos discutir.

 

¿Qué es ser montubio luego del proceso constituyente de 2007/2008?

Sostengo que normar un solo significado para la palabra montubio afecta políticamente a su significado. La única acepción de la palabra como “campesino de la costa”, ata la condición de montubio al lugar donde se vive (las áreas rurales) y un tipo de actividad que se realiza para vivir (lo agropecuario y lo artesanal).

La nueva Constitución de 2008 declaró la plurinacionalidad del Ecuador reconociendo pueblos y nacionalidades, entre los cuales el pueblo montubio. El nuevo término “montuvio”, escrito con uve, va en vía contraria del avance cultural, sociológico, político que supuso la construcción del concepto de Pueblo Montubio como un amplio contenedor identitario y plural de quienes decidimos y queremos reconocernos en nuestra identidad étnica montubia, antes subsumida en la noción de campesinos y de mestizos.

Esta única acepción deja por fuera a más de un millón de ciudadanos/as que nos autodeclaramos montubios o montubias en el Censo de 2010. El pueblo montubio fue incorporado en la Constitución de 2008 después de álgidos debates, gracias a la revalorización de quienes nos identificamos como tales, independientemente de la manera en que nos ganamos la vida o donde hayamos fijado nuestra residencia. Hay montubios en Quito, en Madrid, en Santiago, en New York y en Caracas. Muchísimos no nos ganamos la vida como campesinos aunque honramos a quienes trabajan cerca de la Naturaleza.

Vale la pena señalar que, como miles de ecuatorianos/as, me declaré montubia en el Censo de 2010. Y que este desplazamiento social, cultural, económico, ecológico, político acerca de quiénes somos los y las montubios, es tan cierto que el mismo Lcdo. Angel Loor, según declaración suya a El Comercio, se declaró “montuvio”, aunque señala que nació en la ciudad de Portoviejo y por lo que expresa su cargo profesional, no parece dedicarse al cultivo de la tierra ni ser campesino.

 

José de la Cuadra y su propuesta de escribir montubio con uve

Uno de los argumentos de Loor y Cordero es que José de la Cuadra fue quien propuso escribir “montuvio” con uve. Recurrir a José de la Cuadra parecería dotar a la tesis de escribir montubio con uve de razón y de prestigio. Ciertamente, tenemos que reconocer a De la Cuadra y a algunos escritores de la “Generación de los 30”, la virtud literaria y política de haber colocado al pueblo montubio en un escenario protagónico que lo visibilizó, lo dignificó, lo insertó en una narrativa dramática, muchas veces épica y telúrica, que hizo que el país, América Latina y quizá otros países del mundo conocieran su existencia.

De la Cuadra anota que los montubios, ciertamente campesinos, ignorados e invisibilizados hasta fines del siglo XIX, cobran visibilidad con su importante rol en la Revolución Liberal, como montoneros. Pero, si bien ganan atención, de la Cuadra nota que ésta es despectiva (Karem Roitman, 2013). Además de “incultos”, un apelativo que se usa incluso hoy, en 2015, por supuestos/as académicos, el imaginario sobre los montubios los acusa de “personalistas y volátiles”, características que el pueblo montubio valora como capacidad de autonomía y disposición a no dejarse maltratar o violentar.

De la Cuadra, quien pensaba que Guayaquil sería la capital montubia del Ecuador, y otros escritores de la Generación de los años 30, se habrían propuesto reflejar “otra” imagen de la realidad montubia “auténtica”. Si bien se reconoce a De la Cuadra y a escritores de esta generación, el mérito señalado arriba, nuevos enfoques críticos leen estas obras bajo nuevos parámetros y, varios autores afirman que, a pesar de sus intenciones, estas obras terminaron esencializando y exotizando a los montubios (Roitman, 2013; Robles, 1996).

De la Cuadra habría señalado que la palabra, cuyos orígenes no han sido aclarados, proviene de monte y vida. Por ello, habría decidido enfrentar a la entonces Real Academia Española de la Lengua (RAE), que supuestamente derivaba a la palabra montubio de monte y biología, planteando escribirla con uve. Humberto Robles (1996: II), en una nota a pie de página de su estudio introductorio a José de la Cuadra, aduce que a la postre, se llega a lo mismo puesto que biología deriva del griego bios, es decir vida.

Es decir que han transcurrido entre 75 u 80 años de esta propuesta y…… ¡seguimos enfrentándonos a la Academia “española” de la Lengua. Es importante sin embargo, señalar que las visiones de los escritores de los años 30 sobre el pueblo montubio, sin quitarles su validez literaria y su mérito ético, son parte de las diversas interpretaciones que clases y grupos sociales –con proyectos políticos expresos sobre la nación y el país—han hecho sobre este colectivo. Para Robles (1996: V-XV), la narrativa de De la Cuadra y otros viene a presentar una nueva mitología sobre el montubio como un ser explotado y marginado que puede convertirse en un actor político en la causa del socialismo mundial. El “realismo” literario funda así una “verdad” sobre los montubios que no logra evitar ser funcionalizada a la teolología política de la corriente ideológico/política del comunismo en su vertiente crítica socialista.

¿Qué quiere decir esto? Que a pesar de sus intenciones literarias y antropológicas, De la Cuadra subsumió al colectivo montubio bajo la noción de clases sociales, bajo la idea de la explotación capitalista y de la utopía extranjerizante de un socialismo que no logró pensar realmente a nuestros propios pueblos ni a nuestro continente. La paradoja interpretativa del pensamiento de De la Cuadra sobre los montubios se concreta en la primera frase del epílogo de su obra sobre los montubios (1996: 61), cuando afirma que “A pesar de todo, se debe confiar en el montuvio. Es capaz de engendrar futuro”.

Esta negatividad del “A pesar de todo…..” de la De la Cuadra, resume la diferencia con los procesos actuales. No es “a pesar de” que el pueblo montubio está en posibilidad de engendrar futuro. Es al revés: es por la fuerza, por la vitalidad, del espíritu del pueblo montubio, por este deseo de afincarse en un modo de ser distinto que se niega a desaparecer a pesar de ser denigrado y a pesar de la fuerza del poder homogenizador del Estado capitalista, que estaría en posibilidad de engendrar futuro al haberse declarado material, simbólica y constitucionalmente como pueblo montubio.

Actualmente, “El carácter étnico, la identidad, ha tenido que separarse de una interpretación de ‘clase’ donde los montubios eran definidos como campesinos, y no como una ‘etnia’.” Karem Roitman, autora de la afirmación y a quien seguiré en esta parte de mi intervención, recuerda que la trayectoria del pueblo montubio por su identidad toma fuerza a partir de mediados de los años 90, levanta una narrativa distinta a la usada en el siglo XX que lo mira solo como campesino y reivindica su identidad como pueblo. Esto, señala, implica la existencia de una comunidad étnica montubia establecida que reclama su distinción de todo lo no-montubio, incluyendo grupos indígenas, afroecuatorianos y mestizos.

La decisión de usar su capital étnico, dice Roitman (2013), las características identitarias, demuestra la creciente importancia de la etnicidad como un instrumento político.?Autores como Willington Paredes adscriben también la fundación de la identidad montubia como un asunto étnico.

 

La legitimidad en los usos de la lengua y el poder en el uso del “español”

¿Importa el debate sobre la letra y la acepción? Importa. Hay razones político-linguísticas para que importe.

La constitucionalización del término montubio usó la letra “b”. Esto significa que las actorías sociales autoras del reconocimiento constitucional escriben de este modo. Por otro lado, donde quiera que una lea un texto impreso (literario, periodístico, sociológico, antropológico, etc.) o visual (digital), en la inmensa mayoría de casos y por décadas, está escrito de este modo: con b. El Doctor Iglesias, al abrir este panel, ha señalado que encontró en una obra de José Peralta del siglo XIX la referencia de la hacienda La Montubia, escrita con b.   Pronunciamos montubio con b.

En 1997, García Márquez hizo un discurso en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas, y creó una inmensa polémica. Su discurso se llamaba: Botella al mar para el dios de las palabras. ¿Qué significa tirar una botella al mar? Es la última esperanza, tirada a un Dios de las palabras puede que esté allí o puede que no esté. García Márquez habló del poder de las palabras. Dijo:

“Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. ….   La lengua española tiene que prepararse para un ciclo grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión…..

Llama la atención que el verbo “pasar”, dijo, tenga cincuenta y cuatro significados, mientras en la república del Ecuador tienen ciento cinco nombres para el órgano sexual masculino……Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempos no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo veintiuno como Pedro por su casa (negritas mías).

En ese sentido, me atrevería a sugerir, afirmó García Márquez (….), que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los ques endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?”

Entonces, ¿escribimos montubio con “b” o “v”? Más importante que esto: ¿quiénes tienen autoridad para decidir cómo escribimos montubio?

 

¿Quiénes tienen autoridad para decidir cómo escribimos montubio?

Pensando en la trascendencia de este panel, voy a proponer una tesis final:

Pocas cosas hay tan políticas como la lengua. Nuestra constitución como sujetos y sujetas a nivel personal, individual, y colectivo, está mediada por la lengua. La historia y la ciencia política han documentado en todo el mundo procesos de subordinación social, cultural y política que acabaron sometiendo y destruyendo lenguas y pueblos. Al revés, las mismas ciencias documentan procesos de recuperación de lenguajes por parte de pueblos que recuperan su libertad o pelean su autonomía, como sucede en la propia España o en el mundo, incluido el Ecuador.

La Lengua “española”, la mayor parte de su vida se llamó castellano, es decir: ha sido siempre la lengua de Castilla. Como actual idioma de toda España, el castellano ha subordinado –en espejo de la subordinación política—a otras 4 lenguas en su propio territorio: el vasco, el gallego, el catalán y el valenciano. Ya desde fines del siglo III a. C., el castellano se impuso a las lenguas ibéricas (fenicias y célticas) y al vasco. Con la acción del rey Alfonso X, en el siglo XIII, se potenció el vínculo de la lengua con el creciente poder de Castilla. Justamente el año de la llegada de Colón a América, 1492, se publicó la primera gramática castellana. Los americanismos empezaron a integrarse pronto, en principio proviniendo del kichwa, del guaraní y del idioma arawak. La colonización convierte al castellano en la lengua de la dominación en América cuando está en marcha el proyecto de constitución del Estado español bajo la hegemonía de Castilla y Aragón y la derrota del resto de comunidades ibéricas.

El castellano no solo terminó las lenguas que existían en Manabí, Guayas, Los Ríos, sino que cambió muchas las grafías de nuestras antiguas palabras, variándolas numerosas veces por más de 500 años. Por ejemplo, se ha señalado que los pueblos ancestrales conocían al lugar donde hoy está Portoviejo (Puerto Viejo) como Manapi o Manaphi refiriéndose a un colectivo que habitó en el valle central y oriental del río Portoviejo. Durante la colonia, los españoles habrían cambiado la letra P por la B de donde habría surgido Manabí.[2]

Como han documentado historiadores y estudiosos/as, la hoy Manabí es uno de los primeros territorios donde llegaron los conquistadores. A partir de 1526, se dice, el habla nativa del hoy Manabí inscribió el dejo, yo diría la cadencia que nos caracteriza hasta la actualidad. Se habla también de un influjo de origen arábigo-andaluz que fue apropiado por los habitantes de nuestros territorios. Y, en efecto, quien haya escuchado hablar o cantar a personas del pueblo romi en España, llamados con desprecio gitanos, podrán identificar como familiar el “comerse las eses”, la h aspirada que suena como jota y, sobre todo, la tonalidad festiva y alta, los parlamentos rápidos que interpelan comportamientos y personas, modos que se aprecian también en las formas del habla montubia.

No sigo más: podríamos extendernos, pero el tiempo apremia. No importa que en muchos lugares de Latinoamérica, no distingamos la V de la B, la C y la Z de la S, al pronunciar las palabras. El tema no es de ortografía: lo es de autonomía política en el derecho a nombrarnos y a usar la lengua. ¿Quién puede decirnos cómo escribir y significar montubio? ¿Con b o con v? Yo pregunto, ¿con la lengua de quiénes, con las ideas de quiénes, con qué diccionario debemos escribir y significar montubio?

Personalmente, solo le concedo autoridad lingüística y epistémica al pueblo montubio. Esto es parte de nuestra autodeterminación: decidir cómo queremos escribir la palabra que nos identifica como pueblo y asociarle sus sentidos. Es decir: dejemos de discutir con la Academia de una lengua que se sigue reclamando “española”, la forma en que queremos escribir el término con que queremos identificarnos, las acepciones con que queremos que se nos reconozca. Supuestamente, hace décadas la RAE nos impuso “montubio”. Hoy nos impone “montuvio”. ¿A qué se juega? Se juega el juego del poder. Esto sigue siendo colonialismo. Después de las independencias, a esto los teóricos lo llamaron neocolonialismo. Algunos pensadores actuales como Aníbal Quijano lo llaman “colonialidad del poder”: es decir, el dominio al que seguimos sometidos aunque supuestamente ya nos hemos liberado.

El colectivo decidido a asumirse como Pueblo Montubio del Ecuador junto a innumerables pueblos indígenas ancestrales, perdimos totalmente nuestras lenguas por el coloniaje español, portugués, europeo. Todos, los que quedamos sin nuestras lenguas y los que no, venimos aportando, por 500 años, a lo que hoy se llama “lengua española”: palabras, modismos, significados de nuestras hablas ancestrales, o creaciones nacidas de la vida cotidiana. Actualmente, hay menos de 50 millones de personas en España. Pero hay casi 400 millones de hispanohablantes en América Latina. Propongo, junto a todos lo que ya lo han hecho, que esta lengua de todos nosotros sea rebautizada como lengua iberoamericana. O Iberoamericana-filipina. Es decir, un nombre que dé cuenta de su verdadera realidad.

Pero sobretodo, que sus normas respeten lo que los pueblos decidan. Digo pueblos en su sentido sociopolítico y cultural. En Ecuador, en el último censo, un número prácticamente igual de indígenas, afroecuatorianos y montubios nos autodefinimos como tales: 7,4 como montubios, 7,2 como afroecuatorianos, 7.1 como indígenas (cito de memoria). Estas cifras muestran que el deseo de autoidentificación montubia podría ser uno de los fenómenos sociopolíticos del último período histórico. Digo “podría ser”, no afirmo que sea. El pueblo montubio ha emergido por ahora de la confusión del mestizaje en Ecuador: si queremos que llegue a donde creemos que podría llegar, tenemos que tomar como un desafío reconstruir la vigencia de nuestra identidad, asumir la re-creación social, política, cultural, material, de nuestra identidad.

Hay mucho que colocar aquí, mucho que discutir, mucho que consensuar. El proceso será largo. Pero, si se asume de modo folclórico, populista o clientelar, no habrá proceso. Con esta advertencia, ante esta audiencia me permito dejar una propuesta: iniciar un proceso constituyente del pueblo montubio del Ecuador, que se abra a todas las voces, a todas las experiencias, a todas las sensibilidades, que permita ir concretando una montubiedad autodeterminada que no se escriba colonizada pero tampoco folclorizada, que mire la cadena hacia atrás y hacia delante para que nuestra diferencia deje de ser catalogada negativamente, pero sobre todo para que podamos aportar a la construcción de leyes y prácticas de sociabilidad y estatalidad de descolonización cultural y de apertura de formas de vida en justicia, equidad y dignidad.

 

Referencias

De Carvalho Neto, Paulo (2001). Diccionario del Folklore Ecuatoriano. Quito: Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).

De la Cuadra, José (1996/ edición original 1937). El montuvio ecuatoriano. Quito: LIBRESA / Universidad Andina Simón Bolívar UASB.

Encalada, Oswaldo (2012). Geosemántica Popular. Cuenca: Cultura popular N° 59, revista de la Universidad del Azuay.

Malo González, Claudio (2012) La cultura popular y los otros. Cuenca: Cultura popular N° 59, revista de la Universidad del Azuay.

Paredes Ramírez, Willington (2005). Los Montubios y Nosotros. Guayaquil: Archivo Histórico del Guayas, Corporación Montubia del Litoral.

Robles, Humberto (1996) Introducción y notas, en De la Cuadra, José (1996/ edición original 1937). El montuvio ecuatoriano. Quito: LIBRESA / Universidad Andina Simón Bolívar UASB.

Roitman, Karem. Mestizaje montubio: rompiendo y manteniendo esquemas (Tema Central). En: Ecuador Debate. Identidades y diferencias, Quito: CAAP, (no. 88, abril 2013): pp. 69-86. ISSN: 1012-1498

http://es.wikipedia.org/wiki/Provincia_de_Manab%C3%AD

http://congresosdelalengua.es/zacatecas/

 

[1] Ponencia presentada en el panel organizado por la Casa de la Cultura Núcleo de Manabí el 13 de marzo de 2015.

[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Provincia_de_Manab%C3%AD

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