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31 de mayo 2015
“La revolución me pedía la vida
para su triunfo. Me moría. Y era tan
suave irse bajo un sol que se hundía
en el alma sonriéndote y sonriendo a los
que quedaban para gozarla. A los hijos
de los hombres que tanto sufren. Hasta
dar la vida es poco por su alegría”.
Nela Martínez / Carta a Joaquín Gallegos Lara
El siglo XX ecuatoriano fue testigo del nacimiento de la utopía de la revolución, de la mano de la creación de las primeras organizaciones de izquierda y el advenimiento de un proyecto que proclamaba la justicia para las clases históricamente excluidas y explotadas.
La formación social ecuatoriana desde la etapa de la colonia había estructurado un orden social basado en los privilegios, a los cuales solo una minoría podía acceder, mientras una gran masa quedaba marginada de cualquier forma de riqueza que no sea su vida y su fuerza de trabajo. La hacienda serrana y las plantaciones cacaoteras fueron los espacios para la extracción del valor. El indio quedo reducido a la servidumbre y el negro a la esclavitud, mientras los mestizos tenían que solucionar su vida al servicio de criollos o grandes propietarios.
Esta división tanto social como racial del trabajo, provocó que hasta mediados del siglo XX el conjunto de las relaciones serviles se mantuvieran como naturales, y como parte de las relaciones sociales de producción. Sin embargo, a partir del año de 1895 algo empezaba a cambiar, tanto en el imaginario de las élites, como en el de las clases explotadas. Por un lado la oligarquía cacaotera necesitaba un nuevo marco jurídico que el Estado terrateniente ya no le ofrecía, y en ciertos plantaciones cacaoteras se habían iniciado procesos de concientización social acerca del papel del trabajador y de su familia dentro de las mismas.
El acontecimiento que abrió un nuevo panorama, tanto para las élites como para las clases populares fue la Revolución Liberal de 1895, la cual estuvo financiada por las élites del cacao. Eloy Alfaro quien acaudilló este proceso, logró sumar para su causa las montoneras que se habían formado en las provincias de Manabí y Esmeraldas, las cuales estaban compuestas por campesinos de extracción popular y algunos hacendados que habían sido excluidos de la riqueza generada por el cacao.
La Revolución Liberal, permitió una primera modernización del Estado
En términos políticos, la Revolución Liberal, permitió una primera modernización del Estado, al separar de éste a la Iglesia, y al darle a la educación un sentido laico. Además abrió las puertas para que la burguesía pueda fomentar su proyecto económico, pactando en ciertos aspectos con la clase terrateniente serrana. Como señala Alejandro Moreano (1976), con el transcurrir de los años y las disputas entre liberales radicales, moderados y terratenientes, dio paso a que el liberalismo machetero sea marginado y en su lugar sea el liberalismo plutocrático quien asuma las riendas del Estado.
En este marco, una de las secuelas de la Revolución Liberal fue el ampliar las condiciones para la conformación de una clase media, la cual al adquirir un determinado capital cultural, empieza también a exigir su participación dentro del Estado, a la par la modernización de las ideas y la introducción de nuevas ideologías tanto socialistas, nacionalistas, indigenistas como anarquistas fueron sentando las bases para la formación de las primeras organizaciones obreras con un inicial carácter clasista.
Al momento que se desarrolló una conciencia política ‘moderna’ dentro de la masa trabajadora, y al mismo tiempo que se abría un ciclo de crisis económica en el modelo de acumulación basado en el cacao, se juntaron las causas para uno de los hechos pioneros en la conformación de la izquierda ecuatoriana; este hecho es conocido como el bautizo de sangre de la clase obrera ocurrido el 15 de Noviembre de 1922, fecha en la cual, un número no calculado de trabajadores fue asesinado por el ejército bajo el mando del presidente José Luis Tamayo. Esta masacre dejó ver que frente a cualquier rebelión que atente al status quo, el Estado de las clases propietarias utilizaría la fuerza, y más si este tipo de rebelión estaba comandada por trabajadoras y trabajadores.
Esta masacre fue un detonante importante para el despertar de la conciencia, al contrario de tener consecuencias aleccionadoras, la sangre de trabajadoras y trabajadores permitió que ciertos sectores de la clase media cuestionen el manejo del poder en las manos de las élites cacaoteras. La clase media, que había sido producto de la Revolución Liberal, empezó también a protestar, y serán los militares junto a los sectores populares y cierta intelectualidad radicalizada, quienes encabecen una nueva revuelta denominada como: La Revolución Juliana.
La Juliana, tiene como una de sus causas fundamentales la exclusión de las clases medias para ascender dentro del Ejército, y a la vez, la forma en la cual se había venido manejando al Estado, en el cual, no se sabía si mandaban los banqueros o el gobierno, puesto que las élites económicas, como señala Marx en el Manifiesto Comunista, habían convertido al gobierno, en una junta de administración de los bines de la burguesía.
El 21 de Julio de 1925, una vez destituido el gobierno y formada la Junta Suprema Militar, encabezada por Luis Telmo Paz y Miño se proclama: “Es la hora de la prueba suprema, de la liberación política, económica y social de las clases populares. La juventud, las clases obreras, los elementos dirigentes, todos, todos, se aprietan férreamente […] contra la criminal locura de quienes quisieran eternizar el nefasto reinado de la dictadura, de la explotación y del engaño” (Coral, 1995: 3/Citado por Breilh y Herrera, 2011: 77).
Esta proclama encierra el sentido de esta revolución, pues el anhelo popular es el fin del Estado de privilegios de la oligarquía y las posibilidades de una nueva forma de gobierno que proteja a los sectores populares de la explotación. Una de las barreras que encontraron aquellos que protagonizaron esta gesta, fue la fragmentación regional de la dominación política y económica, frente a la cual, el reto era institucionalizar el Estado y centralizar el manejo de la economía como una forma de expropiar los privilegios que históricamente habían acumulado las élites ecuatorianas.
El programa de la Revolución Juliana es profundamente revolucionario para su tiempo
El programa de la Revolución Juliana es profundamente revolucionario para su tiempo, ya que dentro del mismo se contemplaba: la centralización de las rentas y los servicios administrativos, fortalecimiento económico a partir de recortar gastos innecesarios, establecimiento de un Banco Nacional que emita el papel moneda, desarrollo de un plan de construcción de obras públicas, modernización de la educación primaria y superior, leyes para el mejoramiento de la situación obrera, nueva organización del Ejército para que responda a las necesidades del país, leyes que dignifiquen a la raza indígena, modificar la Constitución para responsabilizar al presidente de sus faltas administrativas, imponer un impuesto del 25% a los capitales que salen del país; algunos de estos planteamientos iniciales como señala Breilh y Herrera (2011) quedarán plasmados en la constitución de 1929.
Como se puede observar, el Programa de la Revolución Juliana es ambicioso e intenta construir una dimensión política democrática y participativa, además de centralizar el Estado frente a los intereses regionales que se cernían sobre él. Sin embargo, las limitaciones de este proceso, se dieron en la medida de la férrea oposición de las élites, pues no iban a permitir el despojo de sus privilegios, aunque no les quedo otra alternativa que ceder, lo que no significó que la Revolución haya cumplido con la totalidad de sus objetivos.
Autores como Germán Rodas Chaves (2006) y Alexei Páez (2001) señalan que los factores para la formación de una tendencia de izquierda en el país a inicios del siglo XX fueron entre otros: la radicalización de algunos liberales que van transitando hacia el socialismo, la presencia de un artesanado con ideología anarquista, la masacre del 15 de Noviembre de 1922, y la Revolución Juliana; a esto habría que añadir un contexto de profunda crisis económica y de hegemonía por parte de las élites, y la presencia de núcleos socialistas conformados en algunas provincias del país, de manera especial por intelectuales, la mayor parte de estos grupos fue creado en 1919 como: La vanguardia (Loja); La Reforma (Tulcán); Grupo Lenin (Ibarra); Centro Socialista Doctrinario (Guayaquil) y el Núcleo Revolucionario de Manabí.
Estos núcleos habían desarrollado un importante trabajo en lo referido al acercamiento a las masas trabajadoras, en especial agrícolas por las condiciones productivas del país, vinculándose a conflictos dentro de las haciendas serranas o las plantaciones costeñas, además del sector de servicios públicos (alumbrado, recolección de basura, ferrocarril). En este contexto señala Hernán Ibarra (2013) aparece el periódico de tendencia socialista “La Antorcha” fundado por Ricardo Paredes. El conjunto de estos acontecimientos, abre el sendero para la formación de los primeros partidos políticos de izquierda, e introduce al Ecuador dentro de la utopía moderna de la revolución.
Bibliografía:
Breilh, Jaime y Herrera, Fanny (2011) El proceso Juliano: pensamiento, utopías y militares solidarios, Quito, UASB-E/Corporación Editora Nacional.
Ibarra, Hernán (2012) El ideario de la izquierda comunista ecuatoriana (1928-1961) en El pensamiento de la izquierda comunista, Quito, Ministerio Coordinador de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados.
Moreano, Alejandro (1976) Capitalismo y lucha de clases en la primera mitad del siglo XX, Quito, Editorial Universitaria.
Páez, Alexei (2001) Los orígenes de la izquierda ecuatoriana, Quito, FLACSO-E.
Rodas Germán (2011) Ricardo Paredes: el médico que se formó bajo la huella de la Revolución Juliana, Quito, Corporación Editora Nacional.
—– (2006) Partido Socialista Casa Adentro: aproximación a sus dos primeras décadas, Quito, Ediciones La Tierra.
Fuente: http://infotesisonce.blogspot.com/2015/05/historia-politica-del-ecuador-del.html
[…] Fuente: lalineadefuego.info […]