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viernes, noviembre 22, 2024

ECUADOR: ¡NI GOBIERNO NI OPOSICIÓN! ¡NI DERECHAS NI IZQUIERDAS! ¡POR LA AUTONOMÍA Y LA RUPTURA PROLETARIA! Proletarios Revolucionarios

proletariosrevolucionarios.blogspot.com

Análisis y posicionamiento comunista anárquico sobre la coyuntura actual en este país

 

Ni Izquierda ni derecha

 

 

La crisis capitalista mundial y los gobiernos del “socialismo del siglo XXI”

El actual contexto mundial es de crisis capitalista generalizada y catastrófica, lo que en algunas regiones y países estalla en forma de guerras (ej: Ucrania, Irak, Siria, Palestina)[1] y en otros en forma de protestas y revueltas motivadas por las medidas de austeridad que la misma crisis exige implementar a los gobiernos tanto de derecha como de izquierda (ej: Brasil, Chile, España); así como también en forma de epidemias mortales como el évola (África Occidental) y de “disturbios raciales” (EE. UU. – Ferguson)[2], respectivamente administrados y/o reprimidos por los gobiernos; o en otros casos, en forma de cumbres interestatales (ej: BRICS, G20) y acuerdos comerciales internacionales (ej: Ucrania, Colombia, Perú, Ecuador), entre otros hechos “candentes” y relevantes. Todo esto como un conjunto de válvulas de escape y compensaciones a la sobreproducción, la desvalorización masiva y la caída de la tasa de ganancia que caracterizan a la crisis capitalista, y en general para mantener el orden social y político capitalista mundial. El Ecuador no es ni puede estar ajeno a este catastrófico contexto global que más bien lo sobredetermina.

Desde sus inicios, los gobiernos del “socialismo del siglo XXI” tuvieron la misión no sólo de reestructurar y acelerar la modernización del capitalismo en estas tierras “subdesarrolladas”, sino también de salvar al Estado burgués de una crisis que amenazaba con radicalizarse o con desarrollar características insurreccionales y anticapitalistas a causa de la creciente y, en algunos casos, desbordante protesta social durante las últimas décadas en esta región (ej.: Bolivia hace algunos años). Por eso tuvieron que canalizarla o capitalizarla de manera política -y populista-, vía electoral y con reformas. En pocas palabras, la misión histórica de los gobiernos progresistas ha sido administrar o gestionar la crisis del capital y del estado en esta región. En lo cual ciertamente han tenido “éxito” y han logrado durar algunos años.[3]

Pero, como dice la canción, “todo tiene su final/nada dura para siempre”. Los hechos de febrero del presente año en Venezuela -cuyo gobierno es el adalid del “socialismo del siglo XXI”- fueron una demostración irrefutable de que los gobiernos de izquierda son cada vez menos capaces de administrar la crisis capitalista. Hoy día en Ecuador están apareciendo síntomas precisamente de esto mismo.[4] Y no sólo porque todo gobierno es capitalista o porque la izquierda es la izquierda del capital (ver más abajo), sino porque, al contrario del mito socialdemócrata que cree que se puede controlar al capital mediante el Estado, en realidad el capital es ingobernable y por tanto su crisis también lo es.[5]

La contrarrevolución ciudadana en Ecuador se desnuda y comienza a flaquear

El gobierno de Correa -como todo gobierno, de cualquier época, lugar e ideología- siempre ha sido capitalista y contrarrevolucionario: concretamente, a punta de mayor intervención del Estado, extractivismo, mayores impuestos, obras de infraestructura, incentivo a la demanda o al consumo mediante el empleo y el crédito, asistencialismo, populismo, desmovilización, criminalización y represión de la protesta social, entre sus principales particularidades.

Pero durante este año -por decir lo menos- la verdadera naturaleza de este gobierno se ha vuelto cada vez más evidente y hasta “escandalosa”. Para muestra su más o menos reciente “paquetazo” de decisiones, leyes y medidas de diversa índole. Entre las cuales destacan: la decisión de explotar el petróleo del Yasuní-ITT[6], lo que va estar comandado por el capital extractivista y financiero internacional (con China a la cabeza), y que se hace debido a las enormes ganancias que va a arrojar así como para subsanar la no declarada crisis fiscal y así sostener a este gobierno no sólo económicamente; la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea (UE), que a ésta le sirve como válvula de escape para su crisis capitalista regional así como para competir contra Rusia y China, y que aquí no beneficia a nadie más que a los grandes agroexportadores (ej.: bananeros) e importadores, es decir a la burguesía comercial (“oligárquica”); el Nuevo Código de Trabajo –al menos su último borrador-, que “ampara” legalmente un aumento de la tasa de explotación de la fuerza de trabajo que la actual crisis exige (jornada laboral, horas suplementarias, etc.), “nuevas formas” flexibles y precarias de trabajo (pero que quieren hacer pasar como “mayor inclusión social”), reducción del salario indirecto (décimos, pensiones jubilares, etc.) y sobre todo que quiere amoldar una “ciudadanía laboral”, es decir unos trabajadores más disciplinados o sumisos (restricciones a la organización y a la huelga, mediación de conflictos, etc.): como siempre, se trata de un dispositivo de explotación y dominación del capital sobre la clase trabajadora; la Nueva Ley de Aguas y la de Tierras, que otorgan más poder al Estado sobre estos “recursos estratégicos”, apoyan y consolidan la industria extractiva y la agroindustria, dejan intacta la gran propiedad de los capitalistas-terratenientes o la burguesía latifundista (también “oligárquica”), y más bien dejan abierta la puerta a una nueva fase de acumulación por desposesión o despojo de los campesinos así como también a la privatización; el Nuevo Código Penal, que blinda jurídicamente aún más al Estado (monopolio de la decisión y de la fuerza) y avala aún más la criminalización y represión de la protesta social por parte de este gobierno (empresarios, políticos, jueces y policías siempre han sido “buenos amigos”); el Nuevo Código Monetario y Financiero, que a pesar de contemplar un mayor control gubernamental e incluso en caso de “desdolarización” y de una nueva crisis financiera (como la de 1999), sólo beneficia y beneficiará a la banca privada, la fracción financiera de la burguesía (también “oligárquica”); la Nueva Ley de Comunicación, que de algún modo garantiza el control estatal sobre el discurso ideológico a través de los medios de comunicación (discurso que, aparte de tener un estilo “goebbeliano”[7], hoy es un negocio millonario –el “marketing político”-), manteniendo intacta a la prensa burguesa, su interlocutor favorito (por más que ésta se queje de la “falta de libertad de expresión” y que el gobierno le tilde a cada rato de “prensa corrupta”, etc.); la activa participación de este gobierno en la última Cumbre de los BRICS, como ratificación de su rol de satélite del nuevo imperialismo chino (así como del subimperialismo de Brasil); los nuevos “diálogos” y “acuerdos” con el FMI y el Banco Mundial –órganos del Estado capitalista mundial-, para renegociar la deuda externa y financiar el déficit comercial y fiscal bajo la condición de considerar sus “recomendaciones” de hacer “ajustes” (ajustes de cinturón, paquetazos), reafirmando y consolidando así la histórica dependencia y subdesarrollo capitalistas de este país, y sobre todo que no son los gobiernos los que gobiernan al capital y su crisis, sino que, por el contrario, es éste el que se impone a los gobiernos de cualquier tipo y determina qué es lo que tienen que hacer.

A lo anterior hay que sumarle: el aumento del precio del gas de uso doméstico y la tendencia a sustituirlo por “cocinas de inducción” (para beneficiar a las industrias y comerciantes de las mismas, pero que también va a hacer subir el precio de la luz eléctrica); la tendencia a aumentar el precio de los pasajes del transporte público (lo que obviamente golpearía al bolsillo de la mayoría de la población); el aumento de algunos impuestos; el aumento de los precios o del “costo de la vida” en general; los desalojos violentos por parte del Estado –a través del ejército- a los pobladores de invasiones de tierras en algunos suburbios (de Guayaquil); los despidos tanto en el sector público como privado; la reducción de utilidades, en un sector, y de fondos, en otro; el desempleo, la informalidad y la pobreza que siguen y seguirán existiendo, en fin… La cruda realidad para nada es como se esfuerza en encubrirla y venderla este gobierno a través de su discurso y sus estadísticas.

¿Y todas las “obras”, “conquistas”, “logros” y “beneficios” de este gobierno? Son obras, conquistas, logros y beneficios solamente para el capital y el estado, por ejemplo: las grandes obras de infraestructura sirven para beneficiar a la industria de la construcción y para acelerar la circulación de mercancías y la rotación del capital; las políticas de generación de empleo y de crédito (donde se ubican también ciertas políticas de “inclusión social”), para incentivar la demanda o el consumo y por tanto la realización del plusvalor contenido en las mercancías a fin de obtener ganancia o lucro, el que a su vez sólo es producto de la explotación capitalista de la fuerza de trabajo colectiva; y las políticas sociales, como la del “bono solidario”, no son más que caridad estatal para comprar votos, mantener legitimidad –hoy en cuestión y en caída- y evitar un estallido social, es decir evitar lo tarde o temprano inevitable, toda vez que los explotados y pobres siguen siéndolo del mismo modo en que los explotadores y ricos también siguen siéndolo a costa de aquéllos. Gobierno correísta, gobierno gatopardista: ha cambiado todo en apariencia para que nada fundamental cambie.[8]

De todo el cuadro anterior, podemos sacar al menos tres conclusiones lapidarias de distinto nivel. La primera es que el Estado y la ley no son neutrales: las hace y las controla la clase capitalista para su sólo beneficio en perjuicio de la clase trabajadora, a la cual se pretende desposeer, explotar, controlar y/o reprimir aún más. Siempre ha sido así, sólo que aquí y ahora esto resulta evidente. Y por si acaso alguien no lo ve: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.

La segunda es que no cabe duda de que este gobierno de tendencia “neodesarrollista” o de izquierda está adoptando medidas abiertamente “neoliberales” o de derecha. Pero este no es el problema de raíz, y sólo los socialdemócratas o reformistas de distinto matiz se pasan lamentando o quejando de esto (ver abajo). Estructural e históricamente, Capital y Estado son inseparables (el Estado es el Estado del Capital, por ende de los capitalistas), así como lo son mercado y estado. La “mano invisible” del mercado nunca ha podido funcionar sin la “mano dura” del estado, incluso en tiempos “neoliberales” (ej: salvatajes bancarios, represión a las protestas…). Y viceversa: el estado nunca ha podido funcionar sin el mercado, como de hecho ocurre en tiempos “posneoliberales” o “neodesarrollistas” (en los términos usados por los socialdemócratas, claro). Lo que pasa es que así mismo es cómo funciona la gestión del capitalismo, fundamentalmente para explotar y dominar al proletariado, sea en la época, lugar y forma o “modelo” que sea, porque el capitalismo histórico-mundial es uno solo y es invariante.

Y la tercera conclusión es que, tal como hemos venido diciendo desde hace ya algunos años, era cuestión de tiempo que el actual gobierno ecuatoriano comience a tomar medidas de austeridad como de hecho lo está comenzando a hacer, porque la crisis capitalista mundial así lo exige. Precisando un poco más: el modelo neokeynesiano o neodesarrollista de gestión de la crisis capitalista aplicada por este gobierno (con sus particularidades ya mencionadas: extractivismo, obras de infraestructura, mayores impuestos, incentivo al consumo mediante el empleo y el crédito, asistencialismo, desmovilización/represión de la protesta social, etc.) ya está comenzando a mostrar sus debilidades y límites, incluso se podría decir que ya se está agotando. Razón por la cual está volviendo a la agenda neoliberal y a las medidas de austeridad, que es lo que la crisis capitalista mundial exige y que de hecho es lo que la mayoría de gobiernos –tanto de derecha como de izquierda, eso es indiferente- han estado, están y seguirán haciendo. Probablemente sea cuestión de tiempo también que las contradicciones acumuladas en estos años comiencen a estallar nuevamente como luchas de clases propiamente dichas –esperamos que por fuera y en contra de los tentáculos estatales y de la izquierda del capital-.

En este punto es importante tener claro que las medidas de austeridad (ej.: aumento de impuestos y de precios, recortes de subsidios y de “gastos sociales”, cuando no despidos masivos y hasta congelamientos o rebajas salariales, etc.) son medidas que tienden a aumentar la tasa de explotación y el empobrecimiento de la clase trabajadora, a extraerle más plusvalor y transferirlo al capital, para compensar y tratar de recuperar la caída de la tasa de ganancia. Son ataques del capital-estado contra el proletariado, muy propios de tiempos de crisis como el actual. Pero el proletariado también sabe responder o contraatacar con protestas y hasta con revueltas: desde el 2008 hasta la presente fecha, ésta ha sido la constante en diferentes países y regiones de todo el mundo. Donde no ha luchado por alguna ideología en particular (a pesar de la existencia de distintas ideologías o mistificaciones e ilusiones en su seno), sino por necesidades materiales vitales. Y, puesto que el capital es la dictadura democrática de la economía sobre las necesidades humanas, esta lucha es anticapitalista aunque no se asuma ni se denomine o etiquete como tal. Además que ésta también produce en el seno de la propia clase minorías revolucionarias que, con su praxis militante y a contracorriente, avivan la llama de la lucha proletaria contra el sistema capitalista. Como diría Marx, el capital produce a su propio sepulturero. De hecho, éste ha reemergido internacionalmente durante los últimos años: el proletariado internacional está vivo porque está luchando.

¡¿Y aquí, en Ecuador, cuándo?! Aquí el proletariado todavía sigue siendo el gran ausente (en comparación con sus hermanxs de clase de otros países y regiones).[9] Y aunque cada vez más sectores de la clase trabajadora de este país comienzan a salir de la “borrachera” y el “chuchaqui” de la (contra)“revolución ciudadana” saliendo a protestar a las calles, todavía falta romper y superar la pugna interburguesa entre gobierno y oposición (de izquierda y de derecha por igual), y sobre todo todavía falta conquistar nuestra autonomía como clase en la misma lucha para que éste sea realmente anticapitalista o revolucionaria. (Ver más abajo)

La falsa dicotomía o falsa oposición entre izquierdas y derechas del capital

Decíamos que el hecho de que este gobierno “socialista del siglo XXI” esté adoptando medidas neoliberales no es el problema de fondo, y que sólo los socialdemócratas o reformistas se quejan de esto. Y también explicábamos que capital y estado o mercado y estado son inseparables, no pueden existir el uno sin el otro, más aún en tiempos de crisis capitalista como el actual. Por lo tanto, la dicotomía entre “neoliberalismo” (administración actual del capital y su crisis mediante el mercado) y “neodesarrollismo” (administración actual del capital y su crisis mediante el estado) es falsa. El debate entre neoliberales (o neoclásicos) y neodesarrollistas (o neokeynesianos) es falso y secundario, al igual que aquel debate de moda entre académicos “marxistas” sobre el “patrón o modelo de acumulación de capital”. Es más, la dicotomía u oposición entre izquierda y derecha es falsa (ni siquiera tiene sentido). Izquierda y derecha no son contrarias ni mucho menos antagónicas, sino complementarias: son la izquierda y la derecha del capital, siempre se han alternado en la administración política del capital-estado de un modo o de otro, bajo un “modelo” u otro, pero siempre contra el proletariado. Ambas, derecha e izquierda, son enemigas del proletariado.

De allí que a los proletarios revolucionarios nos parezca menos que secundario y aparente que la izquierda tradicional acuse a este gobierno de ser “de derecha” o “neoliberal”, y qué este a su vez la descalifique de izquierda “infantil”, “boba”, “retardataria”, etc., así como que cacaree sobre la “restauración conservadora” o de la derecha tradicional, y que ésta última, para completar la farsa, siga creyendo que el gobierno de Correa es “estatista”, “socialista” y hasta “comunista” (mentando el “cuco” de Venezuela y Cuba: estados capitalistas ambos). Insistimos: todas estas oposiciones son falsas, secundarias, aparentes, espectaculares. No son más que pugnas políticas interburguesas, intercapitalistas.

Ya vimos cómo la contrarrevolución ciudadana se comienza a desnudar y a flaquear. Por eso mismo es que anda tan paranoica y agresiva. Por su parte, la oposición de derecha lo que quiere es recuperar el poder político que perdió institucional y electoralmente hace 7 años (para ello su estrategia actual es ir de lo local a lo nacional, ej: el “23F”, trauma político para este gobierno[10]), toda vez que sigue detentando el poder económico, al cual este gobierno lo ha mantenido intacto y lo ha desarrollado. Mejor dicho, este gobierno “socialista del siglo XXI” ha trabajado y trabaja día y noche para los capitalistas, quienes entonces deberían estar contentos y agradecidos con él, p. ej. algunos empresarios y banqueros. Pero su fracción oligárquica, tanto en su versión “tradicional” –Nebot- como en su versión “renovada” –Rodas, el “Mahuad II”-, es tan mezquina y conservadora que otra vez quiere el poder político; lo cual, en caso de darse, no sería ni peor ni mejor que el régimen actual, sino esencialmente lo mismo. En cualquier caso, se trata de una disputa política o pugna de poder entre patrones, entre “capos” de la mafia burguesa y estatal. Al fin y al cabo, la competencia, en toda “esfera” (económica, política, etc.), es la base del progreso y la sobrevivencia del sistema capitalista bajo el cual padecemos lxs proletarixs y la naturaleza.

Mientras que la oposición de izquierda (sindicatos, partidos, frentes, intelectuales, etc.) se queja resentida de la “derechización” de este gobierno, de que es “traidor” y “neoliberal”, de su “falta de democracia”, de que “conculca derechos”, etc., y en cambio propone “que se respete la constitución”, los “derechos” y las “conquistas alcanzadas”, “que se escuche al pueblo”, que se haga una “consulta popular”, que se hagan “reformas que beneficien al pueblo”, e incluso un “nuevo gobierno popular y plurinacional”, “el sumak kawsay vs. el buen vivir”, etc. Es decir, le pide migajas o concesiones al patrón, al explotador, al opresor, al capitalista colectivo llamado Estado… o sueña con reemplazarlo. Como toda izquierda del capital, cumplen bien su rol de gestores de la miseria y de bomberos de la lucha. Encuadran y desvían la inconformidad, el malestar y la reivindicación de los proletarios en puros “derechos” democráticos (burgueses) y puras reformas.[11] ¡Reformistas! (“amarillos” y “rojos” por igual). Además que los pequeñoburgueses dirigentes gremiales y políticos de izquierda en realidad sólo “luchan” por sus creados intereses particulares y arribistas. ¡Oportunistas!

“Luchar” contra “el neoliberalismo”, por más derechos, más reformas y más Estado, dentro de los límites legales, constitucionales y democráticos, no es luchar contra el capitalismo sino por más capitalismo. Es una ilusión o utopía no sólo reformista sino reaccionaria. La oposición de izquierda no critica ni combate radicalmente al capitalismo, sólo quiere reformarlo y hasta administrarlo. Al igual que este gobierno del que tanto se queja resentida, la izquierda del capital criolla es el enemigo camuflado del proletariado y la revolución social; la cual, por el contrario, sólo se conquistará negando todo lo anterior y antidemocráticamente mediante la acción directa, autónoma y radical proletaria contra el capital y el estado hasta destruirlos y superarlos.

Las marchas y contramarchas del “17S” y los hechos de los días siguientes

Es innegable que el 17 de septiembre (“17S”) se puso de manifiesto en las calles el creciente descontento “popular” con este gobierno al mismo tiempo que la pérdida o deterioro de hegemonía de éste. Pero esto, a su vez, no deja de estar encuadrado en la pugna política interburguesa entre gobierno y oposición, en este caso de izquierda. En este sentido, tanto las marchas como las contramarchas (que tuvieron lugar en todo el país, pero centralmente en Quito, la capital) no fueron más que un espectáculo político de competición y medición de ambas fuerzas, incluso en términos numéricos (quién pone más gente en las calles). Las primeras convocadas por los sindicatos (de “trabajadores, indígenas, estudiantes, ecologistas”), y las segundas por el gobierno (pagadas y obligatorias para sus participantes, por cierto[12]).

Varios fueron los motivos de la marcha: la política extractivista del gobierno, el TLC con la UE, la nueva ley de aguas y de tierras, el alza del gas, el anuncio de una posible alza de los pasajes… pero su eje central sin duda fue el Nuevo Código de Trabajo, al menos su último borrador, al que el gobierno ya le ha hecho “más de 100 cambios” y que por conveniencia ahora dice que “no existe”, en fin, eso no deja de ser secundario. El contenido y el espíritu de dicho código –que “va porque va”- es fijar y avalar jurídicamente un nuevo ataque del capital a la clase trabajadora, que la crisis capitalista mundial actual le exige a este gobierno, el cual de manera cínica e hipócrita dijo que se trata de un código “revolucionario” y llamó a celebrar “la revolución del trabajo”, ¡lo que obviamente es una gran mentira!

Pero esto no significa que estemos de acuerdo con la marcha de los sindicatos, en lo absoluto, porque en resumidas cuentas éstos marcharon exigiendo un “trabajo digno”, que –“oh, coincidencia”- también es el discurso oficial del gobierno para el “mundo del trabajo”, y en efecto así lo saca a relucir siempre en sus falaces estadísticas laborales.[13] En realidad, el “trabajo digno” no existe, porque el trabajo asalariado es explotado, y la explotación no es digna. Además, el trabajo asalariado es precario por naturaleza; lo único que varía con los tiempos y según los lugares son los grados y las formas de la precariedad asalariada (como hoy se ve en los países dependientes o subdesarrollados). Entonces, ambas manifestaciones, aparte de ser políticas, acaso se disputaban el sentido del “trabajo digno”, pero jamás cuestionaron lo fundamental: el trabajo asalariado como explotación capitalista, porque de eso mismo viven o usufructúan tanto la una como la otra. Ambas manifestaciones también “celebraron” a “la clase trabajadora”, ambas le hacían “vivas” por aquí y por allá, obviamente no como clase revolucionaria y por implicación autónoma y antagónica, en lo absoluto, sino como esclava asalariada-ciudadanizada-sindicalizada. Y para rematar, una cuestión de egos institucionales, pues el gobierno tiene la intención de crear una central sindical única bajo su control (acaso como en los tiempos de los regímenes nacional-populares latinoamericanos, pero “del siglo XXI” claro), con lo cual desplazarían a las actuales centrales sindicales de sus labores y sus migajas “conquistadas”.

Sea como sea, los sindicatos siempre han sido órganos alternos del capital cuyo rol fundamental es negociar las condiciones de la explotación de la fuerza de trabajo, mas nunca cuestionarla ni combatirla de raíz. Por eso siempre tranzan con la patronal y el estado, y no dudan en aislar, delatar y hasta reprimir a los proletarios “incontrolados” o radicales. Sea cual sea su tendencia ideológica (llámense “reformistas” o “revolucionarios”), los sindicatos son contrarrevolucionarios por naturaleza. Por lo tanto, como sostenía Pannekoek: para luchar contra el capitalismo, también hay que luchar por fuera y en contra de los sindicatos. Aquí en Ecuador aún estamos lejos de eso, pero no por ello es menos cierto ni menos necesario para una lucha realmente revolucionaria.

De su lado, antes, durante y después de estas marchas, el gobierno ha insistido en llamarlas “desestabilizadoras” y en compararlas con las “guarimbas” de febrero en Venezuela, lo cual resulta hasta ridículo, pero que muestra el grado de inseguridad y paranoia gubernamental actual. Sus contramarchas y “festivales” fueron un show patético y repugnante. Y la vigilancia y represión policial a las marchas y otras manifestaciones callejeras lógicamente no podían faltar. Mientras los del gobierno bailaban, a unas pocas cuadras su policía reprimía a los manifestantes.

Los aislados enfrentamientos con la policía en la Plaza de San Francisco, el Colegio Montúfar, el Colegio Mejía y la Universidad Central no dejan de ser interesantes, considerando que en los últimos años este ha sido un país bastante aletargado en ese aspecto. Además que, por más “inconscientes” o “ideologizados” que estén, para nosotros el instinto y la rabia proletarios expresados en las calles siempre son reivindicables, en este caso de los jóvenes proletarios que estudian (más conocidos como “estudiantes”) motivados por el posible alza de los pasajes. Tampoco deja de ser interesante –y visualmente placentero- la quema de banderas del partido de gobierno, “Alianza País”. Pero no somos ingenuos ni ilusos al respecto: sabemos bien qué tipo de izquierdistas (estalinistas, maoístas) estuvieron involucrados en estas acciones, incluso por miserables intereses partidistas.[14] Para nada solidarizamos con estos reformistas de choque, pero en cambio sí solidarizamos con los más de 80 detenidos por la policía (más de la mitad de ellos menores de edad), con su inmediata liberación y con que no se les siga ningún proceso legal. Aunque lo cierto es que el gobierno igual lo va hacer como una sanción o “castigo ejemplar” acorde a su política de criminalización y represión de la protesta social, la que por supuesto hay que denunciar y combatir de manera directa y digna, y no humillándose ante la “intocable” autoridad estatal como lo están haciendo los padres y madres de los muchachos apresados al pedirle “perdón” al gobierno.

Sobre los 42 policías “atacados por los manifestantes” y heridos, y los “daños a la propiedad privada y pública”: ¡“pobrecitas víctimas”! -prácticamente esto es lo que, con lágrimas de cocodrilo, sigue lloriqueando el gobierno- ¡Esto ya es el colmo del cinismo y la hipocresía! ¡Fue la policía la que, como siempre, reprimió las protestas! ¡Y es mentira que “evitó el conflicto”, que sólo “respondió” y cometió algunos “excesos”: la represión es su razón de existir y su función fundamental; la brutalidad no es su excepción sino su regla! ¡Nada es más violento que el Estado –monopolio de la violencia, el único y gran terrorista- y que esta cotidianeidad de explotación, precariedad, miseria y alienación que soportamos lxs proletarixs! ¡Ojalá hubiesen sido –y sean- heridos más de esos desclasados que han decidido ser los perros guardianes uniformados de la propiedad y el poder de los capitalistas, enemigos y verdugos directos del proletariado en las calles! Pero quien a hierro mata…

Finalmente llama la atención y merece señalarse un hecho “marginal” pero “sintomático” observado en las mismas calles por donde pasó la marcha: algunos rayados anónimos de claras y fuertes consignas anarquistas con las cuales no podemos más que estar de acuerdo porque son verdad, no abstracta sino muy concreta aquí y ahora: “Izquierda o derecha: la misma mierda”, “¡Ningún Estado es revolucionario!”, “¡Abajo el Estado!” Sean quienes hayan sido, nuestro respeto y guiño a estxs compañerxs de clase contra el enemigo común: el capital-estado y la socialdemocracia.

Los días siguientes a las marchas y contramarchas tanto el gobierno como los sindicatos y demás “movimientos sociales” salieron a pavonear tanto su “victoria” como el “fracaso” del otro, en base al número de asistentes a ambos espectáculos políticos callejeros. Tanto los unos como los otros no hacen más que disputarse cuantitativa y superficialmente la misma mierda política y capitalista. Exageran –por decir lo menos- los que sesgadamente creen que la marcha fue un “capital político ganado” para los sindicatos y compañía. Y se equivocan fantasiosamente los que creen que el 17S fue “el día en que el gigante despertó” (?!). Mientras que el perturbado gobierno, so pretexto de los aislados enfrentamientos con la policía, desvía la atención desde el creciente descontento y el detrimento de su hegemonía que ciertamente evidenciaron los hechos de esta fecha hacia la falsa y absurda dicotomía entre “vandalismo vs. fiesta” e incluso entre “malos vs. buenos”. Contra “los mismos de siempre” (“los malos”), “los buenos somos más, muchísimos más”, se ha pasado chillando Correa en los últimos días. Los buenos capitalistas y represores, claro está.

En efecto, los días posteriores a la marcha el gobierno –con el “big boss” Correa y el “sheriff” Serrano a la cabeza- salió a hacer un recorrido policial tipo “CSI” por las calles donde ésta pasó y donde se dieron los enfrentamientos para “buscar evidencia” contra los “vándalos”, “delincuentes” y “criminales” (SIC). Ha hecho un gabinete presidencial para “evaluar las protestas” (hace poco inclusive reemplazó a algunos ministros, entre ellos al Coordinador de Seguridad Nacional y al de Defensa). Y desde sus medios de comunicación ha seguido deslegitimando sin cesar a las manifestaciones y vanagloriando sus contramarchas y “festivales”. No cabe duda: el gobierno está preocupado, inseguro, ansioso, hiperactivo, estresado, agresivo, violento (¡no puede ser de otra manera: el Estado es la violencia organizada y concentrada del capital y está en guerra permanente!). En la “sabatina” del 20 de septiembre -que no en vano fue en el Colegio Montúfar-, por ejemplo, Correa acusó a los participantes de las marchas “desestabilizadoras”, y en especial a los de los choques con la policía, de “ignorantes”, “mediocres”, “infiltrados”, “manipuladores” y “violentos”, justificando la sanción o el castigo ejemplar que se les va a dar a los estudiantes involucrados, y llamando como siempre a estudiar, trabajar, ir a las urnas y “ser los mejores” (los “winners” vs. los “loosers”), a ser “buenos ciudadanos” (porque “los buenos somos más”), o sea buenos borregos de la normalidad capitalista pastoreada por este gobierno contrarrevolucionario. Revelando una vez más que es un burgués-tecnoburócrata-policía además de ser un narcisista paranoide con poder, un mentiroso compulsivo pero hábil, y un moralista recalcitrante o conservador.[15]

Adicionalmente, un hecho que merece ser mencionado y criticado sin piedad es la creación el 18 de septiembre del Frente “Unidos”, frente de apoyo a la contrarrevolución ciudadana por parte de 15 variopintos partidos y organizaciones de izquierda y centro-izquierda. El gobierno arguye que es para enfrentar a la “restauración conservadora con estrategia de poder” (SIC) en marcha, en la cual supuestamente andan coludidas o “conspirando” tanto la derecha como la izquierda tradicionales (y aún si este fuere el caso, no sería de sorprenderse ni dejaría de ser secundario). En realidad, esa tal “restauración conservadora” no es más que una proyección y hasta una confesión inconsciente de lo que está haciendo y liderando el mismo gobierno actualmente,[16] tal como lo revela su último “paquetazo” de leyes y medidas criticado al principio de este texto. Por su parte, los “aliados” o corifeos de esta contrarrevolución ciudadana no se quedan atrás. En primer lugar, ya vimos que es falsa e interburguesa la dicotomía entre izquierda y derecha; por implicación, también es falsa e interburguesa la dicotomía entre “nueva izquierda” y “vieja izquierda” (que el moralista Correa además la equipara con la de “buenos” y “malos”), o sea entre fracciones de la izquierda del capital y el estado. La “nueva izquierda” es una izquierda burguesa (tanto por su composición social como por su programa político) en el poder, mientras que la “vieja izquierda” es una izquierda burguesa (no tanto por su composición social, pero sí por su programa político) fuera del poder. Aunque hay partidos de ésta última que por eso mismo se pasaron a la primera: el Partido “Comunista” (comunista de membrete pero anticomunista en la práctica), el Partido Socialista, el MIR, AVC, Pachakutik Chimborazo, etc. Demostrando de esta manera lo frentistas, oportunistas y contrarrevolucionarios que son… que siempre han sido y serán absolutamente todos los integrantes de este flamante y repudiable Frente, al igual que todos los frentes.[17]

Para completar el show, en estos momentos el gobierno anda preparando y anunciando agresivamente un nuevo “festival” para “no olvidar el 30S”: “el día que triunfó la democracia”, o sea el capitalismo y su Estado.[18] Obviamente lo hace, no tanto para volver a culpabilizar a los policías que ahora tanto defiende, sino para seguir atacando y deslegitimando a las manifestaciones del “17S”, a la “restauración conservadora”, porque “el pasado no volverá”, etc. Su trillado y farsante guión del momento, que más bien parece un cínico exorcismo simbólico de su propia esquizofrenia política debida a la evidente pérdida o deterioro de su hegemonía. Es cierto que “en un país de ciegos, el tuerto es rey”, pero en cambio “el rey se está comenzando a quedar desnudo”…

Un punto más que no se puede dejar pasar por alto: el discurso “revolucionario” del gobierno y sus borregos NO es revolucionario en lo absoluto aunque se lo quiera hacer pasar como tal. Típico de la socialdemocracia histórica: secuestrar la palabra revolución, vaciarla de contenido y degenerarla al máximo hasta invertirla. La “revolución ciudadana” no sólo que es una contradicción en los términos;[19] en realidad es una contrarrevolución burguesa reformista que -por decirlo figuradamente- cada vez es menos reformista y más burguesa. Todo el discurso del gobierno y sus borregos políticos es una farsa, una gran mentira. La única o verdadera revolución bajo el sistema capitalista es la que, guerra de clases y “destrucción creadora” mediante, se hace en su contra para abolirlo/superarlo total y radicalmente -desde sus raíces- a la vez que histórica y mundialmente: la revolución proletaria, comunista y anárquica mundial (ver más abajo).

Volviendo a las marchas (no sólo del “17S” sino todas las que han habido en estos últimos años), hay que decir que si bien en ellas participan proletarixs, aún no actúan como tales, es decir aún no luchan por su propias necesidades o intereses de clase de manera independiente o autónoma, sino por los intereses y las consignas de la izquierda del capital y sus dirigentes: derechos, reformas… migajas. Y lxs que no están en las marchas, se la pasan sólo trabajando, estudiando, comprando, viendo televisión y/o en el facebook, etc… sobreviviendo en la alienación ciudadana. Reafirmamos: el proletariado sigue siendo el gran ausente en la “escena nacional”. El Ecuador sigue siendo un país sonámbulo o zombi en términos de la lucha de clases, de la actual “fase ascendente de agitación proletaria” a nivel mundial, como dicen unos compañeros internacionales.

Pero esto no es ni será eterno. Si en los países del norte de África (Túnez, Marruecos, Egipto…), con gobiernos dinásticos y donde la historia parecía estar congelada, explotaron revueltas proletarias en los últimos años, es cuestión de tiempo que en este país -tal como están y pintan las cosas- se suscite un estallido social donde el proletariado vuelva a emerger y se sintonice con lxs proletarixs en lucha de otros países y regiones. No nos vayamos tan lejos: en Brasil, donde durante décadas su inmenso o masivo proletariado fue –literalmente- un “gigante dormido”, desde el 2013 ya no lo es más. Y qué decir de Chile donde, como bien dicen unos compañeros, el proletariado “se sitúa a base de pólvora y estructuras clasistas a la vanguardia del nuevo periodo de ascenso mundial de las luchas.” Un ejemplo más cercano tal vez sea el de Venezuela, donde en las protestas de febrero, en medio y a pesar de la pugna política interburguesa entre gobierno de izquierda y oposición de derecha, reapareció el proletariado en las calles defendiendo sus necesidades materiales (contra el desabastecimiento, la inflación, la miseria, la represión) mediante acciones directas (saqueos, quemas, enfrentamientos con la policía), aunque es evidente que le faltó autonomía y fuerza.[20] De todo lo cual, sin duda, lxs proletarixs que habitamos en este territorio tenemos mucho que aprender y replicar, pero para lo cual aún tenemos mucho sinuoso camino que recorrer.

También reafirmamos entonces que, aunque cada vez más sectores de la clase trabajadora de este país comienzan a salir de la “borrachera” y el “chuchaqui” de la (contra)“revolución ciudadana” saliendo a protestar a las calles, todavía falta romper y superar la pugna interburguesa entre gobierno y oposición (de izquierda y de derecha por igual), y sobre todo todavía falta conquistar nuestra autonomía como clase en la misma lucha para que éste sea realmente anticapitalista o revolucionaria. Esta es la tarea del momento para nuestra clase en este país, y por eso hemos titulado a este texto como lo hemos titulado.

Diferentes escenarios posibles, un solo camino para el proletariado

La historia de la lucha de clases demuestra que hay situaciones en las que el látigo de la contrarrevolución, en este caso de la contrarrevolución ciudadana -y sus inseparables acompañantes: la derecha y la izquierda del capital-, también puede hacer reaccionar al caballo salvaje de la lucha y la revuelta proletaria. Las medidas de austeridad que el actual gobierno ecuatoriano está comenzando a poner en marcha acaso sean una bomba de tiempo que le estalle en la cara en este sentido, y quizá el primer chispazo real lo tengamos con el alza real de los pasajes… como en Brasil.[21]

El escenario posible más inmediato y factible es que este gobierno se blinde, agazape, enquiste, “derechice” y “fascistice” aún más. La “radicalización”… de la contrarrevolución ciudadana, de la “restauración conservadora” que hoy lidera. Por eso, entre otros factores, es que el gobierno y sus corifeos a sueldo andan haciendo eco de la “reelección” de Correa en las elecciones presidenciales del 2017 –en las que de seguro participarán tanto la oposición de derecha como la de izquierda-, las cuales incluso podrían adelantarse para el efecto, porque ya no es tan seguro que el carismático y showman Correa vuelva a ganar en las urnas (un sueño húmedo que se la va tornando pesadilla a este “rey sol” de la “banana republic” versión “ciudadana” 2.0). Al mismo tiempo, son previsibles la continuidad y el aumento de las protestas y conflictos sociales debido a las medidas de austeridad de este gobierno, acaso el “regreso” de la lucha de clases. Pero aún en ese caso, el gobierno y las oposiciones de derecha y de izquierda por igual harán todo lo posible para desviar y transformar la lucha de clases en pugna intercapitalista, como ha sucedido y sucede en todas partes.

Otro posible escenario a partir de la situación actual es que la derecha tradicional (hoy reciclada o “tuneada”) se fortalezca y gane terreno, incluso que recupere el poder político de aquí a unos años –ganándole electoralmente a las izquierdas para el efecto-. De hecho, esta sería una de las estrategias del sistema para desviar y transformar la lucha de clases en una nueva pugna interburguesa. Pero no sería novedad ni tendría por qué ser el actor principal. Las protestas y conflictos sociales seguirán y en aumento, acaso el “regreso” de la lucha de clases. Y sobre todo, tenga la máscara o la apariencia que tenga (de izquierda o de derecha, civil o militar, hombre o mujer, blanco o indígena o negro, laico o religioso, etc.), el enemigo de nosotrxs lxs proletarixs siempre será el mismo: el Capital-Estado. Y “mientras haya miseria, habrá rebelión”.

En síntesis, en cualquiera de los escenarios anteriores: pugna intercapitalista entre gobierno y oposición, entre izquierdas y derechas. Pero, al mismo tiempo, continuidad y aumento de las protestas y conflictos sociales espoleadas por las medidas de austeridad, acaso una reemergencia de la lucha de clases propiamente dicha, no obstante amenazada de ser desviada, encuadrada y anulada precisamente por aquella pugna política interburguesa.

Ahora bien, no es que no hayan existido conflictos bajo este régimen o durante los últimos años; han existido, sí, pero el gobierno los ha sabido gestionar o gobernar: unos los ha apagado, otros los ha cooptado y otros simplemente los ha reprimido. Los sindicatos, partidos y ongs también han cumplido su rol contrarrevolucionario de intermediarios y bomberos. Además ha habido y hay conflictos (contra las actividades extractivas, laborales, otros) que ni siquiera han salido ni salen en los medios de comunicación, que están ahí latentes, donde obviamente también meten –y meterán- sus sucias manos el gobierno así como las derechas y las izquierdas del capital. Sin embargo, también es posible que, como consecuencia de todas las medidas de austeridad que está comenzando a imponer este gobierno, y sobre todo como consecuencia del mismo (sub)desarrollo capitalista en curso en este país, se avecinen nuevos conflictos o luchas de clase que se les empiecen a salir de las manos tanto a los unos como a los otros enemigos del proletariado.

En ese caso, lxs proletarixs tendremos que luchar con cabeza y mano propias, negando todo tipo de representantes e intermediarios (sindicatos, partidos, frentes, movimientos, ongs, etc.) por más “revolucionarios” o “compañeros” que digan ser -¡mentira!-[22], negando hacer concesiones y negociaciones con el enemigo de clase; sino, por el contrario, buscando imponer nuestras propias reivindicaciones o necesidades a la patronal y su estado. Asimismo, solidarizándonos activamente y articulándonos con los sectores de la clase que entren en lucha, pero siempre de manera autónoma –o independiente- y combativa.

En otras palabras, no sólo es previsible que continúen y aumenten las protestas, sino que es deseable que se generalicen y se radicalicen con el tiempo. Pero en ellas lxs proletarixs, para reivindicar y satisfacer nuestras necesidades reales de clase, tendremos que hacerlo como clase, es decir conquistando nuestra autonomía en la misma lucha, rompiendo con la pugna interburguesa entre gobierno y oposición tanto de derecha como de izquierda, y avanzando hacia una lucha realmente anticapitalista, revolucionaria. Sólo así el proletariado reemergerá como tal y se reconstituirá como una fuerza real en este país.

En esa perspectiva, a lxs proletarixs –en especial a lxs jóvenes proletarixs- que hoy en día aún se encuentran encuadrados o atrapados en organizaciones de la izquierda del capital de cualquier tipo (incluidas las dizque “marxistas” y “anarquistas”), no tenemos más que decirles que duden, cuestionen y rompan con sus dirigentes, sus organizaciones y sus ideologías. Que se organicen y luchen por fuera y en contra de ellas, como parte de la lucha proletaria por fuera y en contra de todas las estructuras del capital y el estado. Que levanten sus propias asociaciones proletarias y estructuras autónomas de lucha clasista.

Por nuestra parte y mientras tanto, lxs proletarixs revolucionarixs –de diferentes tendencias y lugares- hemos de reagruparnos, organizarnos, resistir, prepararnos, reapropiarnos de nuestra teoría revolucionaria o nuestro programa histórico, discutir, hacer propaganda y agitar a contracorriente de todo[23]: contra el gobierno, contra la derecha y contra la izquierda del capital por igual… contra el estado y el capital; y, en cambio, por la guerra de clases, la autonomía y la ruptura proletaria, por el comunismo y la anarquía siempre,[24] aquí y en todas partes… por la revuelta y la revolución mundial (porque la revolución social será mundial o no será).

No nos interesa “tener la razón” ni mucho menos ser “puros”, en lo absoluto; pero tampoco nos interesa debatir con pseudorevolucionarios o reformistas de ningún ropaje. Nos interesa que esta paz social de cementerio y este espectáculo mercantil-democrático que hoy rigen en este país se comiencen a quebrar y a caer. Nos interesa luchar, junto al resto de nuestra clase proletaria, contra esta inhumana y miserable realidad impuesta hasta lograr imponer nuestras necesidades humanas sobre las necesidades del capital y su estado.

No nos interesa tampoco “acumular fuerzas” para “conquistar el poder político” y así “redistribuir la riqueza” (el eterno programa socialdemócrata de mierda, en cualquiera de sus variantes). Todo lo contrario: nos interesa generar, mediante una comunidad de lucha real, las condiciones para nuestra autoemancipación, para reapropiarnos de nuestras vidas como una comunidad humana real, libre de explotación y dominación. Lo cual, a su vez, sólo llegará a ser real negando y destruyendo los fundamentos mismos de este sistema o las condiciones que lo hacen posible: la propiedad privada, la mercancía, el trabajo asalariado, el capital, el dinero, el estado, las clases sociales, las patrias, las ideologías, etc. Esto no es utópico o para un futuro inalcanzable: a golpes y tropezones, con limitaciones y contradicciones, pero sobre todo con fuerza y perspectiva, el proletariado internacional ya ha vuelto a abrir este camino histórico con sus luchas actuales. Y nosotrxs somos y seremos parte de él.

¡Abajo el gobierno y la oposición de derecha y de izquierda por igual!
¡Abajo el Estado y el Capital!
Proletarixs: ¡A luchar nuevamente como clase… contra clase!
¡Nada de representantes ni intermediarios!
¡Nada de concesiones ni negociaciones!
¡Autonomía, Antagonismo y Ruptura Proletaria!
¡Nada de “derechos” ni reformas!
¡Luchemos por nuestras necesidades humanas, por nuestras vidas!
¡No somos “ciudadanos” ni “pueblo”! ¡Somos el proletariado:
lo queremos todo y no podrán pararnos hasta conquistarlo!

Proletarios Revolucionarios

Quito-Ecuador, septiembre 2014

***

 

________________________________________
[1] Sobre Palestina, por ejemplo, puede verse ¡Contra la masacre proletaria en Palestina por parte del Estado de Israel!
[2] En realidad lo de Ferguson fue una lucha de clases con una forma racial debido a la colonialidad del poder o racismo histórico-estructural interno de EE. UU. Allí y en todo el mundo el capitalismo siempre ha sido racista. Ver Sobre la revuelta de Ferguson
[3] Acaso por eso el actual gobierno ecuatoriano hoy es tan “famoso” y aplaudido internacionalmente, llegando incluso a hablarse del “modelo Correa” y “el milagro ecuatoriano” (¡Patrañas!). De modo que criticarlo radicalmente adquiere también cierta relevancia internacional.
[4] Recordemos que esto había quedado demostrado ya en el 2008 en Grecia, en ese entonces epicentro de la crisis capitalista y la lucha de clases mundiales, porque su gobierno de turno era un gobierno “socialista”, de izquierda… del capital. Luego, durante el 2011-2013, fue lo mismo en España. Y en el 2013-2014, en Brasil y Venezuela. Ahora, al parecer, le toca el turno a Ecuador (¡por fin!)… así como también a Chile.
[5] El capital no es una cosa sino una relación social cosificada con base en la propiedad privada y en la alienación, imposición y explotación del trabajo humano, personificado por el proletariado, único productor de valor y plusvalor. Su forma material por excelencia es la mercancía, sobre todo la mercancía-dinero. Y su personificación social es la burguesía. Pero ni siquiera ésta gobierna realmente el mundo, sino que sólo es la principal agente del gobierno in-humano (y antropófago) del capital sobre la humanidad proletarizada y el planeta. El capital es, por tanto, valor valorizándose, un fetiche activo, un autómata global paradójicamente autodestructivo e incluso suicida, jamás controlado por los seres humanos, quienes menos aún somos los verdaderos dueños de nuestras vidas. Seguimos en la “prehistoria humana”, en una sociedad autoalienada donde gobierna el fetiche-capital y no la humanidad. Por su parte, la crisis es inherente o consustancial al capital, a sus contradicciones intrínsecas y de fondo, desde la contradicción entre valor de uso y valor de cambio hasta la contradicción entre el carácter privado (y privativo) de la propiedad y el carácter social de la producción.
[6] Al respecto se puede leer nuestro artículo Reflexiones críticas y radicales alrededor del problema del petróleo (a propósito del “día anti-Chevrón” y del Yasuní-ITT) (que también se encuentra en “Ellos no pueden parar la revuelta” N° 1). Aquí sólo agregaremos que la industria extractiva, en especial el petróleo, hoy en día es una de las principales puntas de lanza del capitalismo mundial para solventar su crisis sistémica… pero sólo temporalmente, porque esta “cura” a la larga le saldrá “peor que la enfermedad”.
[7] De Goebbels, ministro de propaganda del régimen fascista alemán en el siglo XX. A través de múltiples medios y estrategias, bombardeaba a la población con propaganda estatal “hasta en la sopa”, y una de sus frases célebres es: “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”. Cualquier parecido con el manejo del discurso por parte del actual gobierno ecuatoriano no es pura coincidencia.
[8] Hace un par de años, el mismo Correa hizo esta ya célebre confesión sobre su gobierno: “Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa.”
[9] Por enésima vez nos toca aclarar aquí que nosotros no reivindicamos al proletariado desde el punto de vista económico, sociológico, ideológico, etc., es decir desde el punto de vista del capital y sus ciencias sociales. Tampoco desde un punto de vista industrialista, obrerista, eurocentrista y ahistórico, es decir desde el punto de vista de la izquierda del capital. No. El proletariado es la clase social desposeída de medios de producción y que por esa razón tiene que vender su fuerza de trabajo (manual, intelectual, etc.) y ser explotada a cambio de un salario (formal, informal, por tiempo, a destajo, etc.) para poder sobrevivir. Es la personificación del trabajo humano abstracto en esta sociedad, única fuente viva creadora de valor y plusvalor, de capital, por lo que sin trabajo asalariado no existe capital. El proletariado es “la gallina de los huevos de oro” para este sistema. Entonces ¿por qué se lo niega o se dice que “ya no existe”? Porque el proletariado no sólo es una clase explotada sino también y esencialmente una clase revolucionaria, tal como la historia del capitalismo y la lucha de clases lo demuestra. El capital se basa en la producción de mercancías para obtener ganancias y no en la producción de valores de uso para satisfacer las necesidades humanas, para lo cual le niega o aliena éstas al proletariado así como le aliena o niega la propiedad sobre los medios de producción y de vida. Por lo tanto, cuando la humanidad proletarizada lucha como clase por sus necesidades humanas está luchando contra el capital. Es una lucha anticapitalista, revolucionaria. Y para resolver o superar este antagonismo de clases, el proletariado sólo puede y debe negar, destruir y superar toda esta sociedad basada en su esclavitud asalariada, es decir que tiene que negarse o abolirse a sí mismo de manera revolucionaria para devenir una comunidad humana real. En síntesis, ya que esta sociedad se basa en la negación del proletariado en tanto humanidad, el proletariado es en sí mismo la negación de esta sociedad, y sólo se afirma en su negación (de sí mismo como clase y de toda esta sociedad): “el proletariado es revolucionario o no es nada” (Marx). Además, al igual que el capital, el proletariado no tiene patria. Es en este sentido que reivindicamos al proletariado, y que, en algunos países como el Ecuador, todavía sigue estando ausente. Pero esto no es eterno, es temporal, más aún en este momento histórico donde el proletariado internacional –e internacionalista- ha reemergido, demostrando con su lucha que está vivo.
[10] Al respecto puede verse nuestra volante No se trata de cambiar de amo sino de no tenerlo (Sobre los recientes resultados electorales en Ecuador) y, de paso, nuestra otra volante ¡Contra las elecciones, contra la democracia!
[11] Para que quede clara la diferencia cualitativa entre reivindicación (proletaria) y reforma (capitalista), recomendamos leer el artículo “Reivindicación y Reforma” en Comunismo N° 60 del Grupo Comunista Internacionalista. Y para una crítica revolucionaria del mito de las libertades y derechos democráticos, la primera parte del libro Contra la Democracia de Miriam Qarmat.
[12] Una irónica y humorística consigna contra el “festival” del gobierno decía: “Alerta, alerta, alerta que camina… la bandeja de sánduches y la cola detrás de la tarima”. Otra decía: “La restauración conservadora está de fiesta en Carondelet”.
[13] Por ejemplo, en estos días el gobierno difundió por varios medios que “el Ecuador tiene la tasa de desempleo más baja del continente”, algo de por sí dudoso y cuestionable. Lo que no dice el gobierno al respecto es que han aumentado los límites de la informalidad, que hay trabajos temporales que son registrados estadísticamente como “pleno empleo”, etc. Mucho menos va a hablar de la crisis del trabajo ni tampoco de que el desempleo es estructuralmente necesario porque sin su existencia el capitalismo simplemente no podría funcionar.
[14] El eternamente reformista, oportunista y mafioso MPD (estalinista) hace poco fue descalificado del registro electoral, hace mucho que su brazo estudiantil no salía a protestar a las calles como antaño, y de algún modo tenía que vengarse y limpiar su nombre después de haber apoyado en sus inicios a este gobierno contrarrevolucionario, siendo incluso su fuerza de choque -así como también apoyó al gobierno “neoliberal” del coronel Gutiérrez y a otros en el pasado-.
[15] Es cierto aquello de que Correa se parece más a García Moreno que a Eloy Alfaro (por más que diga ser su continuador y hasta su pariente). No conforme con tratar de imponer su política económica y su discurso ideológico, quiere también imponer su moral de claro corte religioso, como si fuese el obispo o el cardenal de la tecnoburocracia capitalista y de la “ciudadanía” en este país. Ya sabemos cómo terminó García Moreno…
[16] Goebbels nuevamente: “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.” No, no es coincidencia ni exageración.
[17] No podemos negar que al ver este irritante y vomitivo show político recordamos y reafirmamos aquella canción que dice “La solución es una cámara de gas con los políticos adentro” (La Polla Records). Con los capitalistas y reformistas adentro.
[18] Al respecto puede verse nuestra volante 30 de septiembre del 2010: violento episodio de pugna interburguesa. Otra vez la miseria del Estado-Capital, de sus izquierdas y sus derechas.
[19] La “ciudadanía” es una categoría ideológica burguesa que cree y pretende hacer creer que no existen las clases sociales con intereses antagónicos, sino que todos son “ciudadanos”: el explotador y el explotado por igual. Lo real es todo lo contrario: las clases sociales y la lucha de clases existen. Por lo tanto, decir “revolución ciudadana” es contradictorio en sí mismo, absurdo, inexistente, como decir “abuelita virgen” o “león vegetariano”. De modo que no es más que un eslogan publicitario o rótulo discursivo de la contrarrevolución capitalista tecnoburocrática en este país.
[20] Al respecto puede leerse “El mito de la izquierda se cae de maduro” y “Apuntes sobre Venezuela 2014”, ambos en Ellos no pueden parar la revuelta N° 1.
[21] Si en estos precisos momentos el gobierno está dudando en hacer esto e incluso diciendo demagógicamente que no lo va a hacer, es ni más ni menos por las protestas del 17S y por lo que esta medida puede desatar. Con más razón, pasa lo mismo con el Nuevo Código de Trabajo aún “inexistente” oficialmente, al menos hasta nuevo anuncio.
[22] Aquí nos estamos refiriendo no sólo a los agentes de la contrarrevolución ciudadana, sino también a las diferentes camadas de la izquierda histórica del capital: leninistas, estalinistas, trotskistas, maoístas, guevaristas, etc., a los que ahora se suman ecologistas y “libertarios”. Reformistas de diferentes colores y matices todos ellos.
[23] Llamamos a todxs lxs individuos e incluso grupos que se sientan o reivindiquen como tales a hacer todo esto y más juntxs: para el proletariado revolucionario aquí hay “todo por hacer”… Las “diferencias ideológicas” –y terminológicas- habrá que asumirlas y discutirlas teóricamente pero sobre todo en la práctica, al calor de la lucha conjunta contra el enemigo común: el capital-estado y la socialdemocracia.
[24] Por enésima vez también aquí nos toca aclarar dos puntos importantes. El primero es que el comunismo no tiene nada que ver con esa variante estatista, brutal y gris del capitalismo histórico llamada “socialismo real”: URSS, China, Cuba, etc.; ni, por tanto, con esos partidos reformistas-contrarrevolucionarios mal llamados “comunistas”. Tampoco es una sociedad utópica o imposible, como nos han hecho creer los ideólogos burgueses. El comunismo es el movimiento real del proletariado que niega y suprime el orden social capitalista (Marx, “La ideología alemana”), que existe desde que existe el mismo capitalismo y que, por tanto, no desaparecerá como tal sino hasta que se le dé muerte a este sistema; y, al mismo tiempo, es una posible sociedad futura sin propiedad privada ni explotación asalariada ni dinero, sin clases ni estado ni fronteras nacionales, una comunidad humana real mundial, resultante de ese movimiento. En ese sentido –el comunismo entendido como movimiento destructor de esta sociedad y, a la vez, como sociedad sin clases y sin estado-, el segundo punto importante es que comunismo y anarquía son prácticamente sinónimos, por lo cual su separación y su oposición o dicotomía ideológica es falsa y nociva para el movimiento revolucionario, como lo demuestra la historia de las luchas proletarias en todo el mundo. Lxs proletarixs revolucionarixs precisamos, pues, criticar, romper y superar esta falsa dicotomía ideológica. De allí que algunos compañeros internacionales hoy prefieran hablar de “comunismo en anarquía”, de comunismo anárquico, o –como nosotros- de comunismo y anarquía de manera unitaria e indistinta.


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