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La presidenta Cristina Fernández dijo el otro día frente al Nóbel de Economía Joseph Stiglitz que el actual no es un “verdadero capitalismo”. Para ello apeló a la tradicional contraposición entre capitalismo financiero (malo) y capitalismo productivo (bueno). Más allá de lo discutible de esta afirmación ella tiene la virtud de dejar en claro que lo que se buscaría es llevar adelante un buen capitalismo, lo que de una u otra manera es el objetivo de todos los gobiernos nacionalistas y progresistas de la región. ¿Se puede hacer otra cosa?
Por el momento parece difícil, aunque quizás se podría avanzar un poco en la discusión sobre el tema. En algunos de estos gobierno (no del argentino) hay algunos sectores interesados en esas discusiones. Con todo, las izquierdas anticapitalistas carecen hoy de horizonte. En primer lugar el discurso sobre “la crisis del capitalismo” no aporta en general muchas claves interpretativas salvo anuncios de mayores catástrofes, las que pueden sin duda ocurrir, pero ya es claro a esta altura que la izquierda radical no consigue capitalizar mucho esas coyunturas. Cierto marxismo analítico sí es bastante sofisticado pero desarticulado respecto a las luchas sociales realmente existentes.
Por otro lado, las críticas de izquierda al capitalismos se suelen centrar en cuestionamientos moralistas en contra de los ajustes, lo que no está mal pero eso no sale del difuso sentido común keynesiano (se suele sostener que se trata de una crisis de consumo como si eso fuera una evidencia). Criticar hoy a los bancos no es muy difícil. la expresión más extrema de esa contraposición capitalismo productivo/capitalismo financiero son los larouchianos estadounidenses, que son ultraconservadores, bastante locos además, y quieren llenar al mundo de infraestructuras.
Hoy en América Latina, una parte de la izquierda (por ejemplo la izquierda del PT brasileño) brega porque en algún momento las condiciones para el socialismo sean mejores pero obviamente en un horizonte bastante lejano. Al final de cuentas el gobierno de Lula y Dilma buscan reforzar al capitalismo brasileño con mayores niveles de inclusión social y no parece que haya muchas chances de radicalizaciones a futuro. Otra izquierda marxista más minoritaria -incluyendo al trotskismo- espera que la crisis catastrófica del capitalismo resuelva todo. Pero es una izquierda testimonial. Quienes con sus programas no suelen llegar al 1 o 2% de los votos con sus programas radicales sostienen -desde sus burbujas ideológicas- que los problemas de los gobiernos es que no son suficientemente anticapitalistas… que todo se resuelve radicalizando las políticas. Entretanto, el socialismo del siglo XXI logró salir de una primera etapa de expresión de deseos y Venezuela se debilitó como proyecto alternativo.
Desde el lado “pachamámico” hay una crítica supergenérica y desinformada sobre la crisis de la civilización occidental que mete demasiadas cosas en la misma bolsa y echa toda la culpa de nuestros males a un Occidente bastante difuso con polaridades falsas como comunitarismo/individualismo. Para estas visiones el capitalismo estaría en crisis por una suerte de exceso de individualismo.
Las izquierdas anticapitalistas actuales carecen de marcos conceptuales para discutir hacia dónde va el mundo. Los cambios geopolíticos (creciente peso de Asia) quedan fuera de sus análisis como si la crisis capitalista afectara a todos por igual. En verdad esa crisis afecta a algunas geografías del capitalismo tradicional (aunque al menos por ahora un país central como Alemania sigue fuera de ella). ¿Qué pasa en China, India, Corea del Sur…? ¿es posible aplicar ahí las teorías clásicas del imperialismo? Menos aún se entiende la actual globalización “desde abajo” -con fenómenos como la feria de la Salada en Argentina, las redes de comercio aymara en Bolivia, los comerciantes informales del DF en México- que forman parte de un capitalismo popular frente al cual la izquierda anticapitalista no tiene nada que decir y que tiene como corazón a la diáspora china.
Frente a estas carencias, el anticapitalismo de sectores como los indignados españoles se expresan en una defensa del viejo estado de bienestar, una suerte de programa socialdemócrata tipo Partido Laborista británico 1945. La izquierda holandesa que está creciendo -los socialistas ex maoístas- echan mano del euroecepticismo para poder aumentar su nivel de votos….
En ese marco de debilidad global de las izquierdas, en América Latina, el nacionalismo de izquierda ha logrado aprovechar la buena situación global respecto a las materias primas para lograr avances no despreciable en términos sociales y estatales. Hasta ahí llegamos. Y esa debería ser la base para discutir hasta dónde podemos avanzar y en qué direcciones…así no peleamos contra molinos de viento.
La lucha por el poder concentrado sigue y sigue mientras el distribuido espera y espera.