Tomado de Memoria
Abril 06 de 2014
Premisa
Un libro, más o menos conocido, de Jacques Bidet se intitula de manera significativa Que faire du Capital?
Creo que se podría ser más radical e ir un paso atrás para preguntar ¿Qué es El capital? A través de esta obra, Marx quería hacer comprensible el funcionamiento de la sociedad burguesa. ¿Pero cuál? ¿La de la Revolución Industrial? ¿O quería elaborar un modelo general que fuese más allá de la contingencia o la limitación de una fase determinada y que sirviese como cuadro general de referencia para subperiodos o para articulaciones posteriores? Pero en realidad el problema no consiste únicamente en establecer cómo entender el texto desde un punto de vista teórico: la pregunta puede ser orientada hacia la existencia misma del texto, sobre todo si se considera la nueva edición histórico-crítica de las obras de Marx y Engels, la segunda Marx-Engels-Gesamtausgabe (Mega 2).
Así, un texto de Marx publicado en tres volúmenes que por más de un siglo ha sido leído como El capital no existe como tal. Se ha leído en realidad la edición engelsiana de una serie de textos de Marx que se encontraban en un nivel de elaboración muy dispar entre sí. Mientras que para el primer volumen Engels podía contar tres ediciones cuidadas por Marx mismo (la primera y segunda alemanas y la francesa) y por material preparado para la tercera, para el segundo libro disponía de ocho manuscritos, ninguno de los cuales podía considerarse listo para imprimirse. No hablemos ya del tercer libro, del que había un único y gran manuscrito y algunas exposiciones parciales con argumentos específicos. También en este caso hablar de versiones listas para la imprenta sería, por mucho, inapropiado.
De acuerdo con lo expuesto, el discurso se complica: en vez de preguntar “¿Qué hacer con El capital?”, limitando el debate a la obra impresa que lleva este título y sugiriendo, cuando menos implícitamente, que ésta existiese en versión definitiva. Es más apropiado entonces hablar de “¿Qué hacer con la teoría marxiana sobre el modo de producción capitalista?” o de la “teoría marxiana del «capital»”, con la “c” minúscula y sin cursiva. Afrontar de esta manera la cuestión amplía el cuadro de referencia: los volúmenes por estudiar, de hecho, no son sólo 3 sino al menos 15. Veamos de lo que se trata.
Las reconstrucciones filológicas más acreditadas han mostrado cómo Marx comienza a desarrollar su teoría del capital y de la mercancía, desvinculándose de la teoría cuantitativa del valor de Ricardo, hasta después del Manuscrito de 1857/58, conocido como Grundrisse (volumen II/1 de las Mega), donde Marx por primera vez redacta toda o casi toda la teoría del capital. Posteriormente tenemos el así llamado Urtext, manuscrito preparatorio de la Contribución a la crítica de la economía política; esta obra fue impresa en 1859 (II/2). Al escribir la continuación, por segunda vez Marx redactó una nueva exposición (en parte en forma de investigación histórico-teórica) de toda la teoría. Los Manuscritos de 1861/63 constituyen entonces el segundo gran esbozo de la teoría de la producción capitalista (II/3). En 1863/65, Marx redactó todo por tercera ocasión, esta vez con la intención de imprimir la obra. Este tercer gran manuscrito comprende el volumen II/4. En 1867 salió la primera edición alemana del primer libro (II/5), seguida de un interesantísimo manuscrito preparatorio para la segunda edición alemana y para la francesa en la que Marx reescribe el primer capítulo fundamental sobre la mercancía (en II/6). Tenemos entonces la segunda edición alemana (II/6), la edición francesa (II/7), la tercera edición alemana, la primera al cuidado de Engels (II/8), la edición inglesa (II/9) y, por último, la cuarta edición alemana, la leída históricamente (II/10). Y esto no termina aquí, pues fueron recientemente publicados los manuscritos sobre los que trabajó Engels para dar a la imprenta la obra “definitiva”: los restantes siete manuscritos redactados entre 1868 y 1881 para el segundo libro (II/11), el manuscrito de redacción engelsiana para el segundo libro, utilísimo para entender sus intervenciones al texto (II/12); y, después, el segundo libro, que salió en 1885 (II/13). Finalmente, los manuscritos marxianos posteriores para el tercer libro y los materiales de redacción de Engels aparecerían en el volumen II/14, y el volumen II/15 correspondería al tercer libro como fue dado a la imprenta en 1894.
No entraré en los detalles por los que me remito a la bibliografía ahora disponible también en castellano.1 Subrayaré únicamente cómo éste sería hoy el objeto de investigación para quien quisiese ocuparse de la teoría marxiana del capital. Se trata de un material riquísimo, en buena parte inédito, a partir del cual se arrojarían nuevas luces sobre una teoría que, con demasiada rapidez, se ha querido tratar como fierro viejo.
Para dar una primera indicación del resultado de la reconstrucción filológica, puede abordarse el trabajo marxiano de esta teoría a partir de dos periodos:
1. El primer periodo precede a 1857, cuando Marx “se foguea”, primero estudiando a los clásicos de la economía política, luego criticando a los falsos críticos (Proudhon), después buscando explicar la realidad y dar razón de lo manifestado en la superficie: las tempestades monetarias.
2. El segundo periodo inicia en 1857 y corresponde a la construcción del modelo teórico del “capital” articulado a su vez en cuatro fases cronológicamente sucesivas: los manuscritos de 1857/58, los manuscritos de 1861/63, los manuscritos de 1863/65 y el lapso iniciado en 1867. Esta última fase se desarrolla en tres direcciones entretejidas: publicación y reelaboración del primer libro de El capital (manuscrito Ergänzungen…, segunda edición alemana, edición francesa, material para la tercera edición alemana y para la edición estadounidense que no llegó a realizarse); manuscritos para el segundo libro y manuscritos para el tercero.
A continuación expondré los resultados de mi investigación sobre la teoría marxiana del “capital” que presento aquí en forma de tesis, a falta del tiempo necesario para profundizar.2
El concepto de tronco se impone a propósito de la teoría general del capital. Se sabe que el plan general que Marx se proponía realizar consistía en escribir seis libros: Capital; Propiedad de la tierra; Trabajo asalariado; Estado; Comercio exterior y Mercado mundial (carta a Lasalle del 22 de febrero de 1858 mew 29, páginas 550-60 y Prefacio a Contribución a la crítica de la economía política). De éstos pudo concluir sólo el primero sobre el capital (y no por completo) y redactar los lineamientos generales del segundo y tercero (esto es, en la medida en que formaban parte de la teoría general del capital, aunque no se excluye la necesidad de escribir otros textos para tratar el argumento en específico). Pero los textos sobre el Estado, el Comercio exterior y el Mercado mundial, así como el asunto de su conexión con la teoría general, correspondiente al nivel de abstracción en que se situarían, permanecieron prácticamente sin respuesta orgánica por Marx, entendiendo que no hay un tratamiento ni una conexión sistemáticos con la teoría general del capital.
La teoría marxiana del modo de producción capitalista aparece entonces como un gran inicio de una teoría general de la sociedad burguesa a la que, sin embrago, faltan aún muchos ladrillos. El autor no pudo colocarlos en cuanto individuo psicofísicamente limitado (aunque extraordinariamente dotado). El proyecto trascendía, cuando menos, la disponibilidad de tiempo. Marx hizo la elección teórica de pensar la complejidad; tal vez en la aplicación de su teoría se ha optado por la vía del reduccionismo y la simplificación.
1. Estructura lógica y su nivel de abstracción
A la luz de los resultados alcanzados en el ámbito de la publicación de la nueva edición histórico-crítica y del debate desarrollado en torno a ésta, cabe concluir que el nivel de abstracción en que se sitúa la teoría marxiana sobre el modo de producción capitalista es muy alto: allí se describe a muy grandes rasgos la dinámica “epocal” de esta forma específica de reproducción humana en la naturaleza.
1.1. Líneas tendenciales y logros (productividad, mundialización, reducción del trabajo necesario como condición del reino de la libertad)
En este nivel, las adquisiciones “históricas” obtenidas gracias al modo de producción capitalista son, según Marx, principalmente tres: 1. Una extraordinaria productividad del trabajo que no tiene precedente y constituye la base material imprescindible para una nueva (posible) organización racional de la producción, como quiera llamársele; 2. A través de esta reducción del tiempo de trabajo necesario a un mínimo tal que permitiría la existencia de un tiempo para el libre desarrollo de los individuos (autodirección y no heterodirección de las necesidades); 3. A través de la reproducción social total a escala mundial, la unificación efectiva de la humanidad; por primera vez en la historia, este concepto no indicaría simplemente la abstracción del género sino que, gracias a la universalización del trabajo individual y viceversa, se indicaría el resultado de un proceso real, incluso como un hecho empíricamente existente.
1.2. Capacidad de predicción y verificación
Si éstos son los resultados epocales que, según la teoría marxiana del modo de producción capitalista, esta fase histórica de la reproducción humana en la naturaleza permite alcanzar, vemos que tales predicciones teóricas distan mucho de ser contradichas por la realidad empírica. Hoy, más que en el tiempo en que Marx escribió, los fenómenos previstos son una realidad. Esto confirma la fuerza extraordinaria de una teoría científica que, formulada hace ya 150 años, permitiría pensar en procesos cuyo desarrollo efectivo se verificaría sólo mucho tiempo después.
La ubicación de la teoría marxiana en un nivel de abstracción muy alto, de la época histórica en general, salva el sistema teórico general, lo que perdemos es la apropiación en el nivel sociológico, político, siempre reconocido en esta teoría. El movimiento político o los varios movimientos políticos que se sienten interpelados por la teoría marxiana tal vez han buscado en El capital indicaciones no generales sino concretas, cuando no concretísimas, preceptos políticos por seguir rigurosamente para transformar la actual en una sociedad socialista o comunista.
Cuando en la edición impresa del primer libro de su obra Marx insistió tanto en la descripción de la manufactura y la fábrica, y enfatizó también en determinados aspectos de la condición obrera e introdujo el concepto de Extrañamiento, sin duda pensaba en el uso político de su texto; sobre esto volveré en breve, pero ahora me interesa resaltar cómo la aplicabilidad, más o menos legítima, de ciertas fórmulas no agota el alcance teórico general.
1.3. Límites relacionados con el nivel de abstracción y teorías “de mediación”
Lo anterior no significa por supuesto que El capital tampoco pueda utilizarse con fines políticos. No obstante, para alcanzar un nivel de abstracción en el que este tipo de problemas pueda ser tratado es necesario proceder al descenso de lo abstracto a lo concreto, así como escribir los textos que Marx no escribió, pero que habría querido escribir, contextualizando la teoría general del modo de producción capitalista en los capitalismos empíricos, histórica y geográficamente cualificados. O evaluar en qué medida podrían situarse en las subfases, etcétera.
2. Política inderivable mecánica y automáticamente. Formas y figuras
Lo francamente impracticable hoy es derivar de la letra de El capital una doctrina política. También el papel del obrero en la fábrica es recontextualizado en este escenario. La teoría de la subsunción del trabajo bajo el capital puede interpretarse como una descripción histórico-sociológica del capitalismo situado en la Revolución Industrial. Éste es en verdad un aspecto presente, pero reducir a éste todo el sistema disminuiría mucho el aporte teórico. En realidad, Marx desarrolla con la subsunción una teoría de la transformación formal del proceso de trabajo en su concreción capitalista y distingue tres elementos formales fundamentales: el carácter cooperativo, el ser-parte y el ser-apéndice del trabajo vivo. Estas determinaciones formales son expuestas después en el contexto de su configuración determinada, la de la Revolución Industrial para ser exacto. Pero aquí no se agota el valor formal que permanece vigente también en otras figuras, siempre que se ajusten a las determinaciones de la forma mencionada. El fin de la fábrica no significa el de la apendización del trabajo individual, menos aún de la cooperación o del ser-parte, salvo determinadas figuras que aquellas formas han personificado. Me parece que hay un horizonte de investigación abierto a la valoración científica sobre cuáles figuras encarnan hoy aquellas formas.
Por otra parte, en la reducción histórico-sociológica, considerando las fases de subsunción como una sucesión cronológica ocurrida, y ahora sustancialmente concluida, se pierde de vista que aquellas categorías son funcionales al proceso de producción del plusvalor relativo y que, por tanto, varían –entran en juego y desaparecen, se reproducen, etcétera–, como variables dependientes del proceso de valorización. Por ello, nada impide que en determinadas configuraciones o, más concretamente, coyunturas se pueda retroceder; esto no genera ningún problema si se entiende dialécticamente la construcción del capital. En realidad, Marx expone aquí estas figuras en forma pura (aunque impuramente hablando también de determinadas figuras concretas) y sólo después, en el nivel de la dinámica general, se hablaría de su alternancia y concreción, de su dinámica efectiva.
Me parece que el esfuerzo gramsciano de los Cuadernos de la cárcel se entendería como el intento por tomar las figuras como concreción de las formas; es decir, de buscar la especificidad de subperiodización a la luz de una teoría general del capital y de la hegemonía. Éste es en efecto el nivel de la teoría política y de la acción, como decía, en un nivel de abstracción más bajo, al que debe descenderse a través de las teorías de mediación. Hoy, por tanto, me parece que desde un punto de vista político, la teoría del capital puede dar indicaciones de este tipo: 1. No derivar de ella, de manera inmediata, praxis alguna; 2. Usarla como presupuesto conceptual para una posterior concreción.
Así pues, no hay problema alguno en que Marx se haya dirigido a los obreros, pues en aquel momento ésta era efectivamente la figura. Pero las potencialidades políticas de la teoría marxiana son mucho más fuertes que la propia aplicación que pudo hacer el autor.
3. Teoría del modo de producción capitalista como teoría de la historia
El modelo teórico de la producción capitalista tiene su temporalidad: como fue concebido por Marx, tiene un inicio, una dinámica de desarrollo y una finitud intrínsecos. En el curso de este desarrollo emergen las formas (encarnadas en figuras) que anticipan, a su vez, formas de una sociedad futura, tal como en su inicio el capital heredó sus condiciones de partida no planteadas por él mismo. Hay por tanto una doble direccionalidad: hacia el pasado y hacia el futuro.
Que el capital tenga una finitud conceptual –consistente en crear una productividad impresionante aunque vinculada a la valorización y, por tanto, a partir de cierta fase de desarrollo y en adelante, aunque la quiera ya no la pueda utilizar– no significa, por sí, que éste colapse espontáneamente ni nada por el estilo. La contextualización de estas líneas tendenciales abstractas se halla de nuevo en un nivel muy bajo de abstracción.
3.1. Hacia el pasado. Tronco: falta la teoría de los otros modos de producción
El materialismo histórico, como teoría general de la historia, permaneció como un tronco o esbozo. Permanece en El capital como teoría de la fase capitalista de la producción humana en la naturaleza –por más que sea una notable exposición, confirmada por los hechos, sobre sus tendencias generales–, mas para las otras famosas fases, indicadas someramente en el prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política, no cabe hablar siquiera de delimitaciones generales (prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política: asiático, antiguo y feudal).
La teoría del modo de producción capitalista permite establecer un punto de partida lógico idóneo que es, a su vez, el punto de llegada de un periodo precedente. Si se sabe lo anterior, pueden hacerse al menos dos cosas: 1. Reconstruir historiográficamente cuáles acontecimientos han llevado a la posición de estos presupuestos iniciales en determinadas circunstancias y lugares, lo cual Marx lleva a cabo en la exposición de la así llamada “acumulación originaria para Inglaterra”; y 2. Tratar de elaborar una teoría en la que se reconstruya teóricamente el funcionamiento del modo de producción precedente cuyas líneas tendenciales llevan a la posición de lo que se presupone como modo de producción futuro. Esta última no tendría naturalmente una coincidencia empírica inmediata, pero describiría los modelos teóricos de explicación, como hace la teoría marxiana del capital. En esta dirección, sobre todo respecto a la tendencia de la disolución, Marx se sitúa en las formen (formas).
Gian Mario Cazzaniga3 ha mostrado en general y de manera eficaz las cualidades y los límites de la investigación marxiana en este sentido. Me parece sostenible que en Marx no haya una teoría del modo de producción feudal o asiático. Esto no significa que tampoco podrían existir sino, más bien, que éstas estarían aún por elaborarse. Sólo aquella elaboración permitirá evaluar efectivamente, con certeza teórica equiparable a la de la teoría del capital, así como se da en esa época la lucha de clases.
3.2. Hacia el futuro
Si la teoría del modo de producción capitalista da las indicaciones hacia el pasado, es decir, señala el punto de llegada del modo de producción precedente, ésta nos da también las indicaciones hacia el futuro: muestra las líneas de tendencia que llevan a la formación de figuras de subjetividad nuevas que representan en la forma capitalista los gérmenes del futuro modo de producción.
3.2.1. Figuras de subjetividad (capital accionario y cooperativo)
¿Cuáles son estas figuras? En primer lugar, la nueva forma histórica del trabajo instaurada gracias al modo de producción capitalista y que representa una adquisición histórica de importancia fundamental es la del trabajador colectivo. Con esto no se entiende de manera reduccionista al obrero-masa, sino que ésta podría ser sólo una figura de aquella forma; sin embargo. la realización del proceso socionatural de manera cooperativa con el fin general que subsume los fines parciales y con el trabajador individual como parte o apéndice o potencialmente ausente o presente sólo como supervisor de un proceso automatizado. La potencialidad productiva surgida gracias a esta nueva forma de subjetividad, el nuevo contenido material instaurándose gracias a la forma capitalista de producción, es lo que el modo de producción capitalista aporta como bueno a la historia mundial (aun cuando lo haga de modo cruento y contradictorio). La sociedad futura no debería volver atrás a la producción individual sino superar la forma capitalista contradictoria. El problema, que no es menor, consiste naturalmente en establecer cómo se supera tal forma y, sobre todo, qué la sustituirá.
Marx indica para este propósito una forma fundamental: la cooperativa. Ésta encarna ya, en el modo de producción capitalista, la forma autogestiva de la producción. Por otro lado, cuando nos referimos a la emergencia del trabajador colectivo en sentido amplio, ésta puede entender a la humanidad integrada que cooperativamente gestiona el intercambio orgánico con la naturaleza como sujeto integrado.
3.2.2. Desde Marx, sólo indicaciones de carácter muy general y, a lo más, un vínculo de diferenciación respecto al modo de producción capitalista
¿Pero cómo funcionará esta sociedad futura? Marx brinda para este propósito indicaciones generales y a menudo con relación de diferenciación respecto al propio modo de producción capitalista. Parece difícil, si somos realistas, obtener una teoría. Al proceder de esta manera, el concepto surgido con mayor frecuencia es el del plan como alternativa a la reproducción caótica en forma mercantil del capitalismo. Ateniéndonos entonces a las líneas fundamentales, diríamos que Marx vería en el trabajo cooperativo en la presencia de un plan y en la sustancial superación del mercado los factores determinantes para distinguir la sociedad futura de la actual. Sin embrago, debe tenerse en cuenta que la fuerza de la nueva sociedad consistiría justo en la superación de las contradicciones de la sociedad capitalista en la cual a la infinita productividad potencial corresponde el vínculo de la valorización: en la nueva sociedad, tal potencialidad debería poder ser disfrutable sin límites. La nueva sociedad vencería porque es más productiva.
Si pensamos en el llamado “socialismo real”, por el contrario, lo evidente es la amarga derrota respecto a este aspecto. Cierto, puede discutirse si tal resultado dependía de la realidad histórica rusa o si derivaba justo de la sociedad planificada como tal. Parece que diversos clásicos del marxismo han subestimado la complejidad y los problemas ligados a la planificación. Se ha sostenido con tono de autoridad que justo en la planificación estaría el germen de la ineficacia y de la burocratización, más allá de los excesos contingentes de naturaleza histórica o vinculados al carácter particular de una nación.
Sin embargo, si nos situamos en el método marxiano, no podríamos formular una teoría de la realidad futura hasta que ésta hubiese alcanzado cierto grado de desarrollo, cuando –por tanto– sus leyes hubiesen ya comenzado a actuar sobre el presente o estuviesen en acto. Quizás en los tiempos de Marx era demasiado pronto para llegar a este punto de vista; los albores de futuro no eran entonces más que destellos.
4. Conclusiones
La teoría marxiana del capital es más actual hoy que en los tiempos de Marx. Sus líneas tendenciales se confirman con los hechos, y esto ratifica su gran capacidad de predicción. Su nivel de abstracción es sin embargo muy alto. Para ofrecer una política y un análisis contemporáneos no basta “aplicarla”; para hacerlo, ésta sólo puede servir como premisa conceptual, pero resulta necesario descender hacia niveles de abstracción más bajos que tengan en cuenta subperiodizaciones, fases, sistematización analítica posterior (en el campo económico, por ejemplo), y aún está por escribirse y por actualizar lo que Marx comenzó a realizar.
Si tenemos esto presente, la teoría marxiana del modo de producción capitalista no es fierro viejo sino la única teoría en condiciones de explicar las tendencias históricas de lo que acontece todavía hoy. Si se pretende, por el contrario, que ésta sea todavía la palanca para todo, nos arriesgamos a cometer errores. La conclusión es que resta mucho por hacer y estudiar para llevar adelante lo que Marx “sólo” ha comenzado.
Traducción: Araceli Mondragón
1 R. Fineschi. “Karl Marx después de la edición histórico-crítica (Mega 2): un nuevo objeto de investigación”, en Dialéctica, nueva época, año 37, número 45-46, enero-junio, julio-diciembre de 2013. Véanse también los libros clásicos de Enrique Dussel.
2 Un desarrollo más articulado se halla en R. Fineschi. Ripartire da Marx, Nápoles, La Città del Sole, 2001; y en Marx e Hegel, Roma, Carocci, 2006.
3 G. M Cazzaniga. Funzione e conflitto. Forme e classi nella teoria marxista dello sviluppo, Nápoles, 1981.