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martes, noviembre 5, 2024

El conflicto en Ucrania desvela una nueva lucha de superpotencias

Por César Rafael Espín

El ataque militar de Rusia contra Ucrania comienza a marcar un nuevo orden en la política internacional con tres grandes potencias compitiendo por posiciones de supremacía y control que amenazan la hegemonía de Estados Unidos.

Hoy los desafíos son diferentes a los que Estados Unidos  y sus aliados enfrentaron en la Guerra Fría. En la actualidad, Rusia y China se asocian mutuamente en un interés compartido por disminuir el poder de Estados Unidos. A diferencia del bloque chino-soviético de la década de 1950, hoy Rusia es un proveedor de gas fundamental para Europa, mientras que China ya no es la nación empobrecida y devastada por la guerra, sino una potencia económica mundial con un gran ejército y poder nuclear.

Al desplegar una enorme fuerza y ordenar el jueves lo que el presidente ruso, Vladimir Putin, llamó una “operación militar especial”, Rusia exige que occidente reescriba los arreglos de seguridad posteriores a la Guerra Fría para Europa y demostró que Rusia tiene la capacidad militar para imponer su voluntad, a pesar de las amenazas occidentales con bloqueos y sanciones económicas.

Para hacer esto, Putin desplazó unidades militares de la frontera de Rusia con China, mostrando confianza en sus relaciones con Beijing. Los dos poderes, en efecto, se están coordinando para remodelar el orden global en su beneficio, aunque sus lazos no llegan a ser una alianza formal.

Este aparente nuevo orden emergente deja a los EE. UU. enfrentándose a dos adversarios lejanos y dispares geográficamente y culturalmente hablando pero con cercanos y profundos intereses económicos y políticos. La administración de Biden ahora enfrenta grandes decisiones sobre si reajustar sus prioridades casa adentro contra los intereses en el extranjero, si aumentar el gasto militar y exigir a los aliados que contribuyan más, desembolsar ayudas económicas adicionales en Europa con el fin de reducir la dependencia de Europa de Moscú.

La situación de Estados Unidos como la única superpotencia del mundo, surgió como parte de los movimientos de Washington al final de la Guerra Fría. EE. UU. presionó duramente para promover la democracia en todo el mundo y expandir la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para incluir a los ex miembros del Pacto de Varsovia dominado por el Kremlin y algunas ex repúblicas soviéticas, respondiendo así a los anhelos de décadas por parte de las naciones de Europa del Este de liberarse del dominio de la entonces Moscú comunista. Sin embargo, Putin vio su rivalidad con occidente como un juego de suma cero y se dispuso a regresar a Rusia a ser la potencia que era en la era soviética, y con mucha más influencia sobre las naciones de su periferia.

China, por su parte, también percibió los movimientos de protesta a favor de la democracia en las ex repúblicas soviéticas como complots diseñados por Estados Unidos que, en última instancia, podrían usarse contra Beijing. En respuesta a esto, China reforzó los controles internos mientras aumentaba sus prácticas de guerra, tendencias que se aceleraron cuando Xi Jinping asumió el cargo hace una década. Cuando los manifestantes a favor de la democracia se levantaron en Hong Kong, Xi impuso duras leyes de seguridad, haciendo caso omiso de los acuerdos que sus predecesores hicieron para otorgar autonomía a la antigua colonia británica y centro financiero internacional.

Mientras La Casa Blanca busca establecer prioridades, el Pentágono por su lado, busca reorganizarse para futuros conflictos. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, ha presentado repetidamente a China como el “desafío en movimiento”, mientras que Rusia fue vista como el peligro menor a largo plazo.

Cuando Biden asumió como presidente, expuso su deseo de centrarse en la pandemia, la economía y otros asuntos internos, prometiendo una mejor política exterior que generaría beneficios para los estadounidenses después de las costosas guerras en Irak y Afganistán. Manejar las relaciones con Moscú ayudaría a la administración a concentrarse en la competencia militar, económica y tecnológica con Beijing. Con este fin, Biden celebró una cumbre con Putin para forjar lo que la Casa Blanca llamó una relación “estable y predecible”. Sin embargo, Putin trató de aprovechar este acercamiento de Washington, para seguir su agenda de llevar a Bielorrusia y Ucrania a la esfera de influencia de Moscú.

Tener que contrarrestar tanto a Rusia como a China también llevará a la administración de Biden a apoyarse más en las alianzas que Estados Unidos ha utilizado para aumentar su poder global. Durante la cumbre que Putin y Xi celebraron a principios de este año, emitieron una declaración  en donde se acusó a la OTAN, y a otras alianzas de occidente, de buscar “ventajas militares unilaterales en detrimento de la seguridad de otros”.

China y Rusia/La Línea de Fuego
Fotografía: Tomada de BBC News

China ha reforzado los puestos militares en el Mar de China Meridional, una ruta marítima global muy importante. También está construyendo una red de bases en todo el mundo que podría ser utilizada por su armada en rápida expansión. Estados Unidos está tratando de evitar que la armada china se afiance por primera vez en el Atlántico, presionando a Guinea Ecuatorial para que rechace los avances de Beijing.

Mientras La Casa Blanca trata de resolver los nuevos desafíos, el Pentágono parece estancado en diseñar una estrategia de defensa para disuadir la gama de amenazas que se presentan, y esto genera un debate sobre si el Pentágono debería dar el mismo peso a los desafíos que vienen desde de Beijing y Moscú o centrarse más en el Pacífico.

Más allá de lo militar, la nueva confrontación con Moscú también podría acelerar una mayor fractura de la globalización económica. China y EE. UU. están tratando de desmantelar las cadenas de suministro en el área de  tecnología. Si occidente impone sanciones económicas a los bancos rusos y a las principales empresas, es probable que Moscú se vuelva más dependiente de Beijing, que ha emitido una moneda digital y está construyendo un sistema de pagos separado del de occidente.

También es probable que la energía se convierta en un punto focal aún mayor para la seguridad nacional, debido a la dependencia de Europa del suministro de gas natural de Rusia, que representó el 29% del mercado de gas natural de Europa el año pasado.

Una encuesta reciente del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores señaló que la mayoría de los europeos ven la crisis de Ucrania como una amenaza más amplia para Europa, mientras otros ven que las alianzas de occidente y pro occidente puedan deteriorarse en los próximos años al tiempo que se debate la necesidad de un mayor gasto militar y cómo manejar las relaciones con Moscú para no provocar nuevas confrontaciones.

Lo cierto es que el conflicto de Ucrania está desvelando una nueva lucha de superpotencias y ante el progresivo y furibundo surgimiento de estas, Estados Unidos tendrá que replantearse su visión de “única potencia” y volver a acostumbrarse a operar en múltiples teatros simultáneamente, no solo militarmente, sino en términos de psicología y política exterior.

Mientras La Casa Blanca trata de resolver los nuevos desafíos, el Pentágono parece estancado en diseñar una estrategia de defensa para disuadir la gama de amenazas que se presentan, y esto genera un debate sobre si el Pentágono debería dar el mismo peso a los desafíos que vienen desde de Beijing y Moscú o centrarse más en el Pacífico.


*César Rafael Espín (Otavalo-1976) está radicado en Indianápolis USA. Es Ingeniero y Analista en Sistemas de Información Geográfica y Teledetección por Indiana University. Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Costa Rica. 


 

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