18 Febrero 2015
Inteligente es el sentido del humor como estúpida es la amargura del estado. Cuando el actor ridiculiza con gracia, sea caricaturista, cantante, escritor o teatrero de la calle, se hace sentir fácilmente la bofetada a la soberbia autoritaria. Tenemos lo nuestro: Bonil, Jaime Guevara, Michelena y el pájaro Febres Cordero, que hacen de la risa un invento diabólico cuando enfrentan a la santidad del poder. Ya el gobierno no tiene ni bufones.
Siempre fue así, nació el Quijote tratando a la ligera las cosas graves y gravemente las cosas ligeras, retorna Chaplin con la conducta del humor contestatario, y Mafalda es inmortal. Todos llegan con su ola de chistes, de guiones incomodos, de dibujos o palabras que juegan articulando la respuesta en salto alegre y divertido, sin advertir la mirada severa y ridícula de la conducta razonable del estreñido ordenador.
Puede ser sutileza o majadería, ironía o mordacidad, pero la gracia de los comediantes libertarios en nada se parecen a las muecas gracejas de los ‘mandamás’; ellos hasta obligan a sus subalternos a reírse, ¿no es así condorito? El dominio y la alegría son inversamente proporcionales, pues la libertad de la gente relajada es contraria a la conducta aburrida de la intolerancia. En los regímenes totalitarios se vive la mala fe y el mal humor, la censura de la palabra que no admite críticas y solo se da valor al agradecimiento en aplausos. Pero la palabra libre y alegre se recrea, corre escurridiza, se filtra entre las hendiduras de los muros para provocar efectos y reacciones desde la crítica mordaz, directa, sin anestesia ni vaselina.
La risa, herramienta brújula, señala el norte, entretiene a los oyentes y a los no creyentes, desbarata la agenda entre jodienda y jodienda para hacernos comprender que el tedio vesperal del poder aunque nos estresa y a veces nos enferma, no puede con la risoterapia y sus consecuencias. VIVA BONIL
[…] Fuente: lalineadefuego.info […]