“¿Encontraste a Dios? Si nadie lo reclama en 30 días, te puedes quedar con él” “Duden de todo. Encuentren su propia luz” Buda
26 de enero 2016
En la Unión Soviética de 1918, los bolcheviques triunfantes sientan a Dios en el banquillo para juzgarlo por crímenes contra la humanidad. Un Tribunal Popular que lo preside el Comisario de Instrucción, Anatoly Lunacharsky, se declara competente para juzgarlo. Lunacharsky, el más culto de los bolcheviques, su mejor orador y, curiosamente, el primero que había planteado una reconciliación entre el marxismo y el cristianismo, organiza el ritual.
Se leyeron los cargos, el pueblo ruso –en representación de la especie humana– contra Dios. La imputación principal fue genocidio. En el banquillo de acusados se colocó la Biblia, y los fiscales presentaron pruebas de culpabilidad basadas en testimonios históricos, mientras que los defensores designados por el estado Soviético, aportaron argumentos en favor de la inocencia de Dios, pidiendo la absolución aduciendo “grave demencia y trastornos psíquicos” del acusado.
Finalmente, el Tribunal Popular declaró que Dios era culpable de los delitos que se le imputaban, y acto seguido, el presidente del Tribunal leyó la sentencia: “Se condena a Dios a morir fusilado a las 6:30 horas del 17 de enero de 1918, sin aplazamientos ni apelaciones.”
La pena de muerte fue ejecutada por un pelotón, que disparó simbólicamente cinco ráfagas de artillería contra el cielo de Moscú.
Otros juicios
En el 2005, un ciudadano rumano condenado por asesinato, acusó a Dios de no protegerlo. Pavel Mircea exigía además, indemnización, y acusaba a Dios de fraude y abuso de confianza
En el 2007, el senador de Nebraska, Ernie Chambers, planteó otro juicio contra Dios, acusándolo de ser el causante de todas las muertes y destrucción del planeta, también de “sembrar el terror en millones de personas sobre la tierra”. Lo curioso de este caso, es que el juicio fue admitido en primera instancia y dado a trámite, aunque luego fue desestimado ya que la Corte “no pudo tener acceso al acusado” por carecer de domicilio legal.
En Guayaquil un pastor evangélico violador confeso en 1998, llora por su inocencia y reclama al demonio haber ingresado en su cuerpo y a Dios por abandono,
Si lo anterior es sorprendente, lo es más por su tradición teológica la historia de un grupo de prisioneros judíos en un campo de concentración Nazi que decidieron enjuiciar a Dios. Los argumentos a tener en cuenta fueron: la historia, la ciencia, la teología y experiencias personales
¿De qué se le acusa? De asesinato, de no escuchar la agonía, de no hacer nada al respecto, de desoír el pacto con el pueblo elegido.
Sin querer ajusticiar a Dios, la Madre Teresa tenía dudas de su propia fe, “¿Dónde está mi fe?” escribió. “Incluso en el fondo… no hay más que vacío y oscuridad… Si hay un Dios – perdóname por favor.” “Si no hay Dios, no puede haber alma. Si no hay alma, entonces, Jesús, tampoco es real”. Estos fragmentos de sus cartas fueron halladas en la casa del arzobispo, Rev. Brian Kolodiejchuk, quien trabaja en el Vaticano para su santificación. Él dijo: “su obvio tormento espiritual en realidad la ayudaba en su obra”.
Desde los bolcheviques hasta Madre Teresa, ajusticiar o invocar a Dios pueden ser actos muy religiosos. Para entender la libertad en un mundo con historias de culpas, donde se hacen guerras a nombre del todopoderoso, donde los niños son asesinados y los gobernantes festejan su maldad, la noción de ausencia o presencia de Dios puede armar nuevos barrotes para encarcelar al espíritu. El mundo y la vida exigen paz y felicidad porque siendo la fe relativa, lo único absoluto es la esencia y no la idea.
De pronto la versión del ateísmo de Albert Camus, convocando a la santidad laica, sin ley ni historia, sea una respuesta clamorosa y buena, no es la fe ni la esperanza, es la vida que nos llama a la bondad, a amar todas las formas de existencia, a odiar la guerra, exista o no exista Dios. Su presencia o ausencia, en nada cambia la condición concreta del hombre. Ya lo decía el padre Camilo Torres al ingresar a la guerrilla: no importa de dónde viene el hombre, sino de donde viene el hambre.
Imagen: St Salvator church, God. (Photo by: Godong/UIG via Getty Images)