Guerra Eterna <guerraeterna.co>
29 noviembre 2012
Hemos perdido Europa”, dice un alto cargo del Ministerio israelí de Exteriores. La derrota de Israel en la votación de la Asamblea de Naciones Unidas sobre el reconocimiento de Palestina como Estado observador de la ONU tiene varias lecturas, ninguna muy dramática, pero es esta la que más llamará la atención en Israel. En otras circunstancias, quizá si la UE tuviera un canal de negociación viable para decidir una posición muy común, el resultado podría haber sido diferente, pero aparentemente nadie tenía estómago para provocar una discusión que hiciera que la mayoría de los países europeos optara por la abstención, es decir, por borrarse del debate. Es lógico pensar que la razón más importante se encuentra en la última ofensiva sobre Gaza.
Es un fracaso más de la propaganda israelí, incapaz de convencer al mundo de que su guerra era contra Hamás, no contra los palestinos. Como es habitual, el valor de la propaganda depende en primer lugar de la calidad del producto que se vende, y la ocupación de los territorios palestinos no es algo que tenga mucha salida, ni siquiera en Europa. Llama la atención que el Gobierno de Mahmud Abás haya tardado tanto tiempo en presentar una iniciativa como esta o que cometiera el error anterior de apostarlo todo por una integración completa en la ONU a través de un voto en el Consejo de Seguridad que sabía que iba a ser vetado por EEUU.
Pero al menos es indudable que la comunidad internacional no asume la versión israelí del conflicto, que pasa por identificar a los palestinos con su versión más radical, la de Hamás en Gaza, mientras que alega que los miembros ultranacionalistas de su Gobierno, incluido el ministro de Exteriores Lieberman, son demócratas intachables. Eso ya no es aceptado ni siquiera en Alemania, que decidió al final abstenerse en la votación de esta noche.
En la tribuna de la ONU, el embajador israelí ha dicho que la iniciativa desmiente la voluntad palestina de participar en negociaciones de paz. Nadie le cree ya. Cuando tu Ejército ocupa un territorio extranjero, las conversaciones se hacen sobre el supuesto de cómo será la retirada y en qué condiciones quedará el nuevo Estado, no si esa retirada se producirá. 19 años después del inicio del proceso de paz, no hay más posibilidades de esconderse tras fórmulas negociadoras. El supuesto compromiso israelí por la idea de dos Estados se ve desmentida en la práctica por la continuación de la expansión de los asentamientos, que hace aún más difícil conseguir el acuerdo final. No hay que ser un genio de la diplomacia internacional para saber que hay algo extraño en la idea de colonizar más tierras en el lugar que aparentemente estás dispuesto a abandonar. Sólo hay que comparar el aumento del número de colonos israelíes en Cisjordania entre 1993 y 2012, pero ni siquiera eso es necesario.
Israel siempre ha sostenido, contraviniendo la legislación internacional, que tiene derecho a que esas poblaciones disfruten de un crecimiento “natural” que haga que se construyan más viviendas cada años con las que responder a las necesidades de esa comunidad. La realidad es que la expansión de esos asentamientos se ha hecho a partir de decisiones políticas tomadas por gobiernos que pretendían aumentar la presencia israelí en lo que ellos llaman Judea y Samaria, alegando una legitimidad histórica y religiosa que la comunidad internacional no acepta.
La única legitimidad que se puede admitir, con independencia de las ideas de cada uno, es la que proviene de la decisión de la ONU de crear el Estado israelí en 1947, y junto a él otro Estado para la población árabe local. Con su decisión de bloquear cualquier solución que convierta en real ese proyecto, Israel vulnera su propia legitimidad, lo que allí no preocupa demasiado porque su Estado es el más poderoso de Oriente Medio y cuenta con el apoyo de EEUU.
Además no hay nada de natural ni inevitable en el crecimiento de la presencia judía en Palestina, considerado por la mayoría de los países como un grave obstáculo para cualquier acuerdo de paz. Este mismo año se han construido más de 9.000 viviendas en los asentamientos de Cisjordania, lo que supone un incremento tres veces superior al experimentado por la población en Israel. La diferencia fue aún mayor en 2011. El reloj de Israel lleva parado cerca de 20 años. Como potencia ocupante, tiene múltiples formas de condicionar la negociación en su favor, y los palestinos lo saben desde 1993. Su posición es sólida y tiene las cartas en su favor en cualquier acuerdo que pueda firmarse. Desgraciadamente, la mayor parte de la sociedad israelí cree que puede mantener esa ocupación sin pagar ningún precio a cambio, y la votación de la ONU no cambiará esa mentalidad.