Buenos Aires – Quito
El trabajo de Marc Becker (Pachakutik: Indigenous Movements and Electoral Politics in Ecuador) es quizá el primer y único estudio sobre la historia del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik – Nuevo País (MUPP-NP), al menos que se haya publicado en el Ecuador y en castellano. Se trata de una traducción actualizada de un libro publicado en Estados Unidos y escrito para un público que no necesariamente conoce los avatares de la política ecuatoriana, razón por la cual el texto avanza en un atento contrapunteo entre la descripción detallada de hechos históricos y el análisis socio-político a través de los distintos ejes que plantea el autor.
Desde la creación del MUPP-NP en diciembre de 1995, si bien han abundado análisis de coyuntura o tesis académicas donde se examina el accionar de esta organización política, no se ha estudiado el conjunto de su vida y desarrollo desde una perspectiva histórica. En términos generales, la historia de los movimientos sociales y las organizaciones de izquierda ha sido trabajada de manera esporádica e insuficiente. En los últimos años han proliferado abordajes desde la sociología y la ciencia política, reflexiones en clave de testimonio de los protagonistas o evaluaciones críticas de los principales referentes, pero no se ha planteado una línea sistemática de investigación que haya reflexionado sobre este campo de la historia ecuatoriana. Por eso la importancia de este señero aporte que propone Becker.
Cuando se analiza el MUPP-NP, generalmente se gira en derredor de dos lugares comunes: por un lado, se entiende su surgimiento y desarrollo como una extensión del movimiento indígena, aludiendo que es el “brazo político de la CONAIE”; y, por otra parte, se caracteriza al Pachakutik como un movimiento étnico; más todavía, que fue acelerando su etnización a partir de su efímera experiencia de gobierno en el 2003. La contribución de Marc Becker es justamente evidenciar estos lugares comunes, y pugnar por superarlos.
El surgimiento del MUPP-NP ofrece varias coordenadas de análisis en donde el movimiento indígena, más específicamente la CONAIE, es uno de los principales elementos que determinaron su surgimiento, aunque no el único. El autor registra de manera amplia y detallada la mayoría de las fuerzas organizativas que se movilizaron para definir y embarcarse en una estrategia electoral y dar vida al movimiento político, tanto las que estuvieron presentes dentro del movimiento indígena como las que vinieron de fuera de él. Y es que el Pachakutik fue la conjunción de casi la totalidad de las izquierdas ecuatorianas, al menos de aquellas que habían logrado sobrevivir de alguna manera a la debacle general y mundial que se desató a partir de la caída del muro de Berlín en 1989.
Los movimientos sociales y políticos de izquierda enfrentaron un doble proceso en los años 80 del siglo pasado. Por un lado tuvo lugar la consolidación inicial del neoliberalismo, que en Ecuador se instaló tras la muerte del presidente Jaime Roldós Aguilera en 1981 y los gobiernos que le sucedieron: el demócrata cristiano Oswaldo Hurtado y el socialcristiano León Febres Cordero, quienes reorientaron la economía ecuatoriana hacia el sector privado transnacional, de propiedad norteamericana principalmente, y plantearon la necesidad de reformar o “reducir el tamaño del Estado”. Por otro lado, y para ello, tuvieron que atacar y destruir los dos principales sujetos políticos que encabezaron las luchas populares hasta entonces: el movimiento sindical y el poblacional, ambos territorialmente ubicados en el ámbito urbano, principalmente en las grandes ciudades. A eso se dedicaron con éxito: a finales de los 80 el gobierno socialdemócrata de Rodrigo Borja (1988-1992) terminó esta tarea mediante las reformas al marco jurídico que regulaba el régimen del trabajo, lo que se conoce como flexibilización laboral.
Todas las organizaciones y partidos de izquierda que, de una u otra manera, se desarrollaron en medio de estos dos sujetos políticos, sufrieron los avatares de esta batalla con los gobiernos neoliberales. Ante su progresiva derrota, y para no desaparecer (lo que sucedió con la mayoría de ellos), se embarcaron en distintas estrategias. Algunas organizaciones se fusionaron y/o reagruparon en frentes políticos sociales, otras se refugiaron dentro de otro sujeto: el movimiento indígena. Si bien no afirmaríamos que los indígenas constituían un “nuevo” sujeto o un “nuevo movimiento social”, lo concreto es que sus organizaciones no solo estaban logrando sobrevivir, sino que, en un proceso más o menos silencioso o por lo menos moviéndose en un discreto segundo plano, estaban ampliando su base social y construyendo una nueva propuesta y organización.
La flexibilización laboral impulsada por el gobierno de Borja marca la derrota decisiva de los movimientos sindical y poblacional barrial. Sumando a esto, la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS profundizan aún más la derrota de la izquierda ecuatoriana. En medio de ese doble proceso, que incluía una debacle mundial, se produce el primer levantamiento indígena nacional, caracterizado con precisión en este libro. La magnitud de tal levantamiento no solo significó el surgimiento político del movimiento indígena, sino que también permitió convocar al reagrupamiento político e ideológico de los distintos procesos sobrevivientes de la izquierda ecuatoriana.
En los procesos fuera del movimiento indígena había un consenso más o menos general sobre la vía electoral, por ella transitaron muchos de ellos desde finales de los años 70, y aun antes, no solo como experiencias particulares sino como proceso de unidad. El más visible de ellos fue el Frente Amplio de Izquierda (FADI), en el que algunas organizaciones de base y/o dirigentes indígenas participaron, como bases de apoyo y como candidatos. Todos ellos, unos más que otros, sufrieron contundentes derrotas a lo largo de la década del 80 y para inicios de los 90 el FADI ya era un proceso en desintegración. Esta situación obligó a muchos sectores a refugiarse en una estrategia de resistencia y reubicación de sus objetivos. El anti neoliberalismo, expresado fundamentalmente en la lucha contra las privatizaciones de los principales sectores públicos y de los recursos naturales, permitió nuevas convergencias.
En cuanto al movimiento indígena, en el tiempo en que los movimientos sindical y barrial estaban siendo derrotados, pudo desarrollar tanto sus estructuras organizativas como su propuesta político-ideológica. De ahí que Luis Macas, uno de sus dirigentes históricos, haya hablado de los 80 como una “década ganada”. Pero ¿cómo surgió y cuál fue su desarrollo histórico? Aunque la historia de la CONAIE no es el tema del libro, Becker lo aborda de una manera amplia como matriz de la génisis del MUPP-NP, y su principal aporte en este punto es poner de manifiesto que el movimiento indígena está lejos de ser un proceso lineal y unívoco. El autor caracteriza al movimiento indígena atendiendo a su complejidad y contradicciones, a partir de las cuales se condensan procesos y propuestas diversas, separadas y unidas a la vez por realidades geográficas (Costa, Sierra y Amazonía) y procesos históricos diferenciados .
La CONAIE surge precisamente como proyecto pan indígena y campesino promoviendo la unidad general de todas las experiencias político organizativas del mundo rural en un solo proceso. Inicialmente la propuesta tuvo gran acogida, pero conforme avanzaban los debates se fueron definiendo las posiciones. Algunos procesos que lograron sobrevivir a la derrota agrarista con las reformas agrarias de 1964 a 1973, y algunas organizaciones campesinas indígenas surgidas a partir de la reforma agraria que no comulgaban con la propuesta de convergencia en ciernes, terminaron por salirse del proceso de unidad y seguir sus propios caminos. Además, la CONAIE se fue consolidando muy lentamente a partir de varios procesos regionales: la ECUARUNARI en la Sierra (aunque esta organización nacida en 1972 era, en sus inicios, un proceso nacional con pequeñas ramificaciones en la Amazonía y en la Costa) y la CONFENIAE en la Amazonía (que surgió a partir de las organizaciones kichwas y shuar, y que a partir de su primer Congreso de las Nacionalidades de la Amazonía Ecuatoriana consolidaron un proceso regional propiamente dicho). Todo este gran intento de unidad general desemboca en la creación de la CONAIE en 1986.
Un elemento que ha quedado pendiente para el análisis es la caracterización de la CONAIE no solo a partir de su proyecto político sino, y sobre todo, a partir de su experiencia histórica, ya que en cada coyuntura trascendental la organización nacional ha dado giros políticos, organizativos, ideológicos y generacionales. En efecto, la CONAIE de 1986 no es la misma de aquella que surge con el primer levantamiento de 1990, y esta no es igual desde la construcción del MUPP-NP.
En la década de 1990 todos estos procesos, unos en derrota y otros en ascenso, se ven obligados a converger por la violenta consolidación del neoliberalismo, sobre todo a partir del gobierno conservador de Sixto Durán Ballén (1992-1996) quien pretendía imponer una agresiva política de privatizaciones. Es más o menos a partir de 1994 cuando se empieza a gestar una amplia unidad de la gran mayoría de las fuerzas sociales y políticas de izquierda en la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), en la que se agrupaban organizaciones urbanas y rurales, entre ellas la CONAIE. La primera gran batalla que enfrentó con éxito este espacio de unidad fue la Consulta Popular que el presidente Durán Ballén convocó en 1995 en un intento de legitimar socialmente las privatizaciones, aprovechando la popularidad que había adquirido gracias a la guerra limítrofe con el Perú en ese mismo año y que desató una ola nacionalista. Sin embargo, las distintas fuerzas de oposición anti neoliberal, entre ellas la CMS, lograron derrotar al gobierno en la Consulta Popular y decirle “NO” a las privatizaciones. Este éxito de 1995, sumado al arrollador ascenso político y de movilización del movimiento indígena, provocó en las distintas fuerzas de izquierda un debate acerca de la estrategia a seguir.
En ese contexto las organizaciones se dividieron en varias tendencias, dos de las cuales tuvieron mayor visibilidad. Una de ellas abogaba por seguir una línea de resistencia al neoliberalismo en base a una movilización permanente; la otra era partidaria de una estrategia electoral, priorizando la conquista del poder mediante elecciones. Este debate de tendencias en el ámbito general de la izquierda ecuatoriana también se reprodujo al interior del movimiento indígena. El movimiento Pachakutik es el resultado de estas tensiones internas y a él se suma de manera coyuntural -pues solo estuvo en los primeros cuatro años- un sector de la clase media alta progresista que se agrupaba al derredor de la figura de Freddy Ehlers, quien, tras las dos campañas electorales (en las que resultó tercero y cuarto respectivamente), desapareció del escenario político para posteriormente resurgir él -ya no su movimiento- junto al gobierno del presidente Rafael Correa.
Lo que insistimos en destacar es que el MUPP-NP, en sus orígenes, fue un movimiento que tenía por objetivo agrupar a toda expresión social y política que se opusiera al neoliberalismo, y que se levantaba fundamentalmente sobre la base del movimiento indígena (que tampoco era un movimiento homogéneo) pero iba más allá de él. Precisamente describir las características de este proceso germinal del MUPP-NP es lo que logra con éxito Marc Becker en este libro. Tal como señala el autor, el proyecto político que propuso el Pachakutik no se sustentaba en una identidad étnica, sino que abogaba por representar al campo popular contemplando la heterogeneidad que lo compone. Incluso aquellos falsos dilemas que se han planteado entre movimiento social y movimiento político, o entre candidaturas propias y alianzas, no suponen interrogantes que remitan directamente a lo étnico. En países como los nuestros, sin dudas, no se puede ignorar la relevancia del racismo como forma de dominación a ser resistida y erradicada como parte de las luchas por el cambio social. Sin embargo, como señala Becker, no existen luchas aisladas. Así, introduce de manera simultánea interrogantes equivalentes respecto del poder: ¿qué hacer con el poder?, ¿qué hacer con el Estado?, ¿existe acaso una sola forma de lucha? Estos interrogantes se ponen en juego a lo largo del presente libro, y adquieren visibilidad especialmente en coyunturas críticas. Por ejemplo, hasta la coyuntura del golpe de Estado del 21 de enero del 2000, la conducción del Pachakutik se lograba en una especie de consenso entre la CONAIE y las otras organizaciones que integraban la CMS. Pero es precisamente esta coyuntura la que abre nuevamente el debate de la línea estratégica, tanto en el circuito del Pachakutik como al interior de las organizaciones que lo conforman. Este debate intentaba responder a grandes interrogantes: ¿la vía para la toma del poder es solo mediante elecciones o se pueden considerar otras, como las ocurridas el 21 de enero?, ¿además de las alianzas con las organizaciones populares, se puede considerar la apertura hacia otros sectores, como los militares “progresistas” y los llamados “empresarios progresistas”? Estas inquietudes no pudieron ser resueltas en el segundo Congreso del MUPP-NP del año 2001, y se fueron “resolviendo” conforme se fueron dando respuestas a los avatares prácticos de la política nacional.
Si bien el Pachakutik tuvo un relativo éxito electoral en sus primeros años de existencia, como sostiene Becker, fueron circunstancias objetivas y de su propio accionar contradictorio y errático lo que marcó el descenso y su posterior crisis. Al respecto, se han elaborado innumerables hipótesis, a las que sumaremos algunos elementos.
Como señala Becker, los dos principales pilares sobre los cuales se levantaba Pachakutik eran la CONAIE y la CMS. Esta última estaba constituida fundamentalmente por los sindicatos de trabajadores del sector público (trabajadores petroleros, de las empresas de telecomunicaciones, empresa eléctrica, de la salud, entre otros) y en menor medida por organizaciones barriales, muchas de ellas de matriz cristiana. A partir del triunfo en la Consulta Popular de 1995 y de las movilizaciones sociales que derrocaron al gobierno de Abdalá Bucarám en 1997, donde los sindicatos públicos desplegaron todas sus fuerzas, y en particular el sindicato de los trabajadores petroleros en oposición a las privatizaciones de este sector, tanto la Asamblea Constituyente de 1997 como los gobiernos de Jamil Mahuad (1998-2000) y de Gustavo Noboa (2000-2003) apuntaron a derrotar a estas organizaciones sindicales, y efectivamente lo lograron. El ataque fue tan eficaz que sus fuerzas se dispersaron: unas se refugiaron en sus reivindicaciones internas (salarios, condiciones laborales, etc.); otras cambiaron sus objetivos, aceptaron las privatizaciones a cambio de la estabilidad laboral, en definitiva, se quedaron sin capacidad de acción política más allá de sus ámbitos sindicales. Un caso particular fue el sindicato de trabajadores petroleros, cuya instancia dirigencial en este mismo periodo fue asumida por una corriente que era afín al Movimiento Popular Democrático, un partido de izquierda que llevaba adelante su propio proceso electoral, lo que provocó que este sector, el más fuerte y dinámico de los sindicatos públicos, se saliera de la CMS y, por ende, también del MUPP-NP. Profundamente debilitada y divida, la CMS pasó a ser peso muerto dentro del Pachakutik y, poco a poco, las organizaciones que seguían en su interior también fueron saliendo, no solo por sus respectivas debilidades, sino también por críticas al accionar, fundamentalmente parlamentario, de Pachakutik.
En estas circunstancias Pachakutik enfrenta un nuevo proceso electoral presidencial, a finales del 2002. La apuesta inicial era lograr una sola candidatura de lo que se dio en llamar el sector de centro izquierda, que iba desde el ex presidente Rodrigo Borja, pasando por León Roldós (hermano del difunto presidente Jaime Roldós) y llegando a Lucio Gutiérrez, a los que se sumaban otros candidatos poco conocidos pero vinculados a partidos y organizaciones de izquierda. El Pachakutik proponía la candidatura de Auki Tituaña, entonces alcalde de Cotacachi, que había logrado un buen prestigio como tal. Una alianza de esta envergadura, en un contexto de reflujo de las organizaciones de izquierda, tenía pocas posibilidades de concretizarse, y es lo que ocurrió.
Al interior del Pachakitik y de la CONAIE se debatía todavía la posibilidad de una alianza más allá de sus propias fuerzas. Finalmente, por descarte más que por opción, se definió la alianza con el ex militar Lucio Gutiérrez, que ganó la presidencia. El significado que tuvo para el MUPP-NP y para la CONAIE esa experiencia es solventemente analizado en este libro y constituye un nuevo aporte de Becker para entender esa coyuntura tan polémica.
A su vez, la coyuntura 2003-2006 es central para entender, en mucho, lo que actualmente ocurre con el movimiento indígena y con el MUPP-NP. En estos años se superponen varios acontecimientos que significaron un nuevo giro en el desarrollo histórico del movimiento indígena pero, a la vez, ha sido el más débilmente estudiado. Uno de los elementos que dio pie para el tratamiento limitado de esta coyuntura es el sobredimensionamiento de aquella línea de análisis que pretende ver todo el proceso como un viraje etnicista del movimiento indígena y, “por ende”, del Pachakutik, enfatizando la idea de que éste es el brazo político de la CONAIE. Muchas de esas lecturas, más que análisis, son posicionamientos políticos.
Para esta coyuntura se profundizan las diferencias en la línea estratégica entre una vía que enfatiza el fortalecimiento social desde las bases y una política de alianzas hacia la izquierda, y otra vía que prioriza lo electoral y habilita una política de alianzas con lo que llamaban “empresarios progresistas”. Estas dos líneas estaban tanto dentro de la CMS como de la CONAIE; en esta última también participaba, y con un buen nivel de incidencia, una línea etnocentrista que promovía una candidatura propia. A esto se suma que el Pachakutik había perdido el original consenso en su estructura dirigencial, justamente porque uno de los principales pilares sobre los que se sostenía se había desintegrado: la CMS se desfondó, y este hecho produjo a su interior un desbalance político. La dirección política tenía una estructura compuesta por nueve miembros, pero en estos años había una sobrecarga en la representatividad, pues seis de ellos provenían de lo que quedaba de la CMS, mientras que solo tres eran de la CONAIE. Tras la desastrosa experiencia de gobierno con Lucio Gutiérrez, el movimiento indígena, sobre todo su línea histórica de izquierda, criticó a quienes presionaron y condujeron la alianza con el ex militar, así como también puso en cuestión que se abriera el espectro de alianzas más allá del ámbito de la izquierda y de los sectores populares organizados. Estas críticas se expresaron en la configuración de la nueva dirigencia del MUPP-NP, que asume en el Congreso del 2005. La CONAIE pugnó para que fueran las organizaciones existentes las que tuvieran cupo en la dirigencia. Es así que aquellas organizaciones de la CMS que ya no eran parte de Pachakutik debieron dejar los espacios dirigenciales a otras organizaciones, y la CONAIE, al ser la organización mayoritaria, ocupó mayores cupos. Esta fue la razón por la que personas sin mayor representatividad organizacional fueron desplazadas de la dirigencia. Estos sectores argumentaron que su salida obedecía a una discriminación ya que el movimiento se había etnizado, se había convertido en un partido indio y los mestizos estaban siendo expulsados. El hecho es que se produjeron alejamientos y renuncias de un conjunto de dirigentes que fundaron Pachakutik, mestizos e indios, que respondían a una línea estratégica pragmática y negociadora.
Con esto queremos señalar que la CONAIE tampoco se mantuvo ajena al proceso de crisis y divisiones entre las tendencias que la componen. Desde nuestro punto de vista, la crisis de legitimidad y representatividad que pondrá en jaque al MUPP-NP luego de la alianza con Gutiérrez, es antecedida, acompañada y trascendida por una crisis más envolvente que estaba fragmentando la unidad interna de estas experiencias y que puso en crisis su proyecto político. Más allá de los errores cometidos por las dirigencias del MUPP-NP, de la debilidad con que asumió la alianza y los interrogantes irresueltos acerca de las implicancias del juego electoral, la incoherencia de las coaliciones, los cambios de prioridades y la desvinculación con los procesos sociales que les dieron origen, no puede ignorarse un trasfondo de desborde que le negó el acompañamiento a al MUPP-NP con la ya tradicional movilización en las calles. No estamos negando con ello la responsabilidad de Pachakutik por la pérdida de una oportunidad histórica de transformación social, sino incorporando interrogantes acerca de las relaciones entre movimientos sociales y partidos políticos de izquierda que también son necesarios trasladar al momento en que se publica este libro en Ecuador.
En aquel contexto vuelve asumir la presidencia de la CONAIE Luis Macas, bajo la cual se produjo un decisivo cambio en la estrategia. Con la idea de “un repliegue estratégico”, se priorizó la lucha y la movilización contra el Tratado de Libre Comercio (TLC) que el gobierno pretendía firmar con los Estados Unidos. Bajo esta política vinculada a la defensa de la soberanía nacional la CONAIE logró reactivar las movilizaciones en las comunidades con lo que, entre el 2005 y 2006, consiguió obligar al gobierno a cancelar definitivamente las negociaciones del TLC y también a que declare la caducidad del contrato de explotación petrolera con la transnacional estadounidense OXY. Al calor de aquellas luchas, la CONAIE no solo consiguió movilizar a sus organizaciones de base tradicionales, sino que sumó otras nuevas, algunas de ellas organizaciones de pequeños productores agropecuarios no indígenas, que pidieron su afiliación y que fueron aceptadas.
Inmediatamente después de las movilizaciones exitosas contra el TLC, el Pachakutik tuvo que enfrentar un nuevo proceso electoral. Al fracasar el intento de unidad con Alianza País y la candidatura de Rafael Correa, asumieron la candidatura propia, proclamando como candidato presidencial a Luis Macas. Los resultados electorales significaron el inicio de un nuevo ciclo de crisis que no ha hecho más que aumentar hasta la actualidad.
Tras los fracasos electorales posteriores al 2006 se ha instalado un debate crucial al interior de Pachakutik: algunos señalan que el movimiento cumplió su función histórica, y que, dadas sus circunstancias internas y el nuevo momento que vive el país, el MUPP-NP debe desaparecer y dar paso a un nuevo proceso. A esta posición se le oponen quienes creen que el movimiento tiene todavía futuro, que necesita algunos cambios, pero que su pertinencia histórica continua vigente.
La dirección de este debate, anclado en la coyuntura actual, deberá contemplar, a su vez, la experiencia histórica del movimiento. Al respecto, Becker plantea la diferencia de contextos: no es lo mismo luchar por una democracia más participativa e incluyente frente al avance neoliberal, que hacerlo frente a la “marea rosada” que atraviesa nuestra región desde el inicio de este siglo. Se trata de gobiernos que han sido catalogados como progresistas, postneoliberales, o socialistas del siglo XXI (no hay un consenso acerca de su nominación, ni suficiente conocimiento acerca de las especificidades de cada experiencia), desde los que se han impulsado transformaciones sociales históricas para nuestros países, a pesar de lo cual no han escapado a la lógica del capitalismo dependiente y extractivista. El caso venezolano, referido en varias oportunidades por el autor, es tal vez el más paradigmático en cuanto a la radicalidad y las limitaciones; y la reciente muerte de Chávez, una ausencia notable en el escenario regional, despierta inquietudes acerca del devenir de estos procesos. En Ecuador, ello ha implicado una nueva Asamblea Constituyente que derivó en el reconocimiento formal del Estado Plurinacional y los derechos de la naturaleza, dos hitos mundiales que responden a las luchas impulsadas por el campo popular ecuatoriano, narradas con precisión a lo largo de este libro.
Así, Marc Becker comparte un conjunto de interrogantes que también son comunes, por lo menos, a las izquierdas latinoamericanas, no solo a la hora de considerar las implicancias del llamado “instrumento político” (simultáneamente de manera situada e histórica), sino para reflexionar acerca de la vigencia y actualidad de los proyectos emancipatorios. La experiencia ecuatoriana es, a no dudarlo, un laboratorio que está siendo observado también por los pueblos en lucha de otros países de la región, y la relación conflictiva que se ha establecido entre las organizaciones sociales y Alianza País está siendo explicada desde varias vertientes y posiciones políticas.
En este sentido, creemos que esta historia del Pachakutik es también la historia de las izquierdas ecuatorianas en un determinado período y ello habilita otros debates ante el escenario abierto por el gobierno de Correa. Becker se pregunta por qué incluir a este gobierno en dicha categorización y analiza con precisión los límites y extravíos que esta experiencia ha implicado. A ello agregamos, por levantar un poco el avispero, ¿por qué incluir todavía a Pachakutik? En este contexto, no sería impertinente proponer una evaluación crítica luego de la apuesta perdida con la Coordinadora Plurinacional por la Unidad de las Izquierdas.
Para finalizar, creemos necesario subrayar que este libro pone en evidencia la entidad de fenómenos sociales y políticos de valor decisivo en los procesos históricos, no solo en el Ecuador, y que no han merecido un detenido estudio. En este aspecto la contribución de Marc Becker y su historia del Movimiento Pachakutik es de singular importancia, e indudablemente contribuirá en abrir un debate necesario y urgente.