27 de Octubre 2015
El concepto de nacionalidad se utiliza en las ciencias sociales en dos sentidos. El primero se refiere a una comunidad históricamente conformada, que tiene lengua, cultura, referencias territoriales, memoria histórica, etc. El segundo, se relaciona con la pertenencia a un Estado.
Que la Ecuarunari esté entregando un pasaporte indígena equivalente al oficial, expresa las los dos sentidos mencionados. Consecuentes con estas concepciones, el pasaporte indígena es un símbolo que demuestra la capacidad de reflexión creadora de los pueblos indígenas, su situación en el país, su desarrollo político, la necesidad de expresar su identidad de pueblos, sus nociones espirituales y cultuales y, al mismo tiempo, implica una demanda al Estado para que este garantice los derechos y libertades que los pueblos necesitan.
Pero el pasaporte indígena no solo tiene significado simbólico de voluntad y conciencia. Exhibir un pasaporte propio, definido no por un Estado sino por la nación (nacionalidad), no es una idea descabellada como pretenden ciertos funcionarios del estado ecuatoriano. Es un asunto que se ha tomado con seriedad y respeto en algunos países. Los iroqueses, que llaman a su nación Huadenosaurnee, han emitido pasaportes para ser utilizados en viajes al extranjero desde 1923. A partir de entonces han sido aceptados o rechazados intermitentemente por Estados Unidos y por algunos países a los que los iroqueses han intentado movilizarse. En 2010, Hillary Clinton, en calidad de Secretaria de Estado de los Estados Unido, abogó por que se les otorgara a los iroqueses un pasaporte propio para viajar a Inglaterra.
Sin embargo no es el único caso de reclamo por un documento de identidad propio. En Catalunya, ente las demandas nacionales consta la del pasaporte catalán. La misma propuesta se incluye en la lucha de los galeses, que aspiran a un documento propio. Hay también el pasaporte mundial, aceptado por algunos países.
En pocos días el pasaporte indígena ya se ha convertido en Ecuador en un símbolo evidente de voluntad y conciencia. Los trescientos pasaportes que se emitieron el 12 de octubre de 2015, fecha que condensa un significado importante y extenso, resultaron escasos frente a la gran demanda que suscitaron. Pero ya está en imprenta otro tiraje del documento. Todo lo cual prueba que el gobierno ecuatoriano está muy lejos de aceptar la diversidad nacional del país.
El canciller Ricardo Patiño se refirió hace unos días al pasaporte indígena promovido por Carlos Pérez Guartambel, presidente de la Ecuarunari como “simple chifladura de un señor que quiere estar permanentemente en la palestra pública”. Es de lamentar la falta absoluta de preparación del gobierno para discutir con seriedad una cuestión tan fundamental como es la del Estado Plurinacional y el derecho a asumir una nacionalidad específica como sujetos políticos independientes, que tienen los pueblos originarios. El Estado Plurinacional no se ha puesto en práctica, solo ha quedado en declaraciones.
Hasta no hace mucho no tenía cabida la figura de un Estado Plurinacional. La imaginación sociológica se desenvolvía entre estructuras caducas y formales. Sin embargo, la idea que dio vida a la propuesta ha transformado la manera de pensar el país. La conciencia social se enriquece y descoloniza, alejándose de las concepciones racistas y deshumanizadas.
El contenido político del pasaporte se complementa con lo histórico y lo cultural. A pesar de que es un motivo para recordar el derecho de todos los pueblos indígenas, su contenido esencial tiene que ver con la historia y la cultura del pueblo quechua (quichua). El pasaporte expone con claridad el proceso de unificación de los quechuas en un solo pueblo, que se iba dando en la época incásica, pero que fue detenido por la invasión española.
Mártires y héroes quechuas (quichuas) aparecen en las páginas del libretín, desde Tupac Amaru hasta Daquilema. Combatientes libertarios de ayer y de hoy, desde Dolores Cacuango hasta Antonio Quinde. También figuran personajes que lucharon junto a los indígenas, como monseñor Leonidas Proaño, e imágenes de monumentos religiosos incas junto a nuevos signos de rebeldía, como el Yasuní.
El pasaporte muestra en la esquina inferior de cada página a jóvenes y niños quichuas que aparecen con sus vestidos tradicionales. Representan a una realidad nueva y diferente, resultado del empeño tenaz de un pueblo por vivir con el orgullo que merece. Niños y jóvenes que sonríen, que cantan, que tocan quenas y pingullos. Este pequeño librito-pasaporte es un texto importante, no tanto (ni como) por el conjunto de problemas enfocados e ideas tratadas, cuanto por el carácter prometedor que presenta.
Soy Indígena