Karl Marx devela el carácter alienante, explotador y a histórico de la economía burguesa cuando entra en conflicto su modo de producción con las relaciones sociales imperantes, Marx considera que el cambio de modo de producción garantiza el desarrollo máximo de las fuerzas productivas, perspectiva que no omite el análisis de los problemas ambientales.
Compra solamente lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste un sólo céntimo, es caro”.
Séneca
Al exponer las contradicciones en la teoría del valor y la plusvalía, no deja de preocuparse por las consecuencias externas e inmediatas de la economía en crecimiento, como el problema ambiental, inherente a la irracionalidad del capitalismo. Superar irracionalidades sin afectar la trasformación utilitaria y humanista de la naturaleza, es su máxima ponencia. La depredación, mal desarrollo, tiene como solución superar el modo capitalista de producción. La economía ecológica no marxista imputa la responsabilidad no al capitalismo sino al desarrollo. Error.
Dice Marx: El comunismo superación real de la esencia humana por y para el hombre es retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana[1]. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia.
La superación del capitalismo devolvería al ser humano a su condición natural y social porque si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, el desarrollo pleno del dominio humano ocurrirá sobre las fuerzas naturales, como sobre su propia naturaleza (Marx).
Los economistas ecológicos proponen establecer nuevas relaciones entre economía y naturaleza e indican que los índices de economía ortodoxa –Producto Interno Bruto, ingreso per cápita– no reflejan el impacto negativo sobre la naturaleza[2] , pero su visión crítica puede expresar la dimensión de un nuevo capitalismo sostenible, asumido por empresas responsables que juegan al equilibrio autosuficiente. Maltratar obreros pero no a la naturaleza parece su lema. Su mirada de sostenibilidad es por demás metropolitana porque los sucesos de protección se gestan para el centro en detrimento de la periferia; así por ejemplo Noruega tiene excelentes políticas ambientales internas que se contradicen con su contribución al impacto ambiental negativo en el tercer mundo.
Para el marxismo, el respeto a la naturaleza es una necesidad imposible de evadir ya que “la naturaleza es la fuente de los valores de uso, que son los que verdaderamente integran la riqueza material, ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre” [3], pero esta se concibe al servicio de la sociedad humana, donde radica su valor histórico.
Cuando ocurre la crisis planetaria ecológica, lo que está al borde del colapso es la forma irracional del modo de producción que concentra la ganancia como sinónimo de desarrollo. El afán de lucro desmedido y asimétrico produce ventas que pueden ser contrarias a la finitud del planeta, pero la solución no es producir más o menos sino hacerlo racionalmente y mejorar la distribución, recuperando en la naturaleza su rol de valor de uso y necesidad.
La sociedad norteamericana es la mejor exposición de irracional demencia en el consumo destructivo, su producción de basura excede los parámetros de consumo por necesidad. Su economía empuja a la adquisición de bienes desechables, siendo inconsistente su modelo para el re uso y el reciclaje que dañaría su ritmo de movilidad económica. La sociedad norteamericana está atada a la hiperplasia del consumo fetiche.
Considerar nuevas relaciones economía – naturaleza impone redimensionar el concepto de desarrollo sin negarlo. Curiosamente tanto los predicadores metropolitanos, como los intelectuales orgánicos de la naturaleza en el mundo subalterno se dirigen a intentar mejorar las conductas ambientales de la periferia, cuando el problema lo produce fundamentalmente el centro, en un modelo de acumulación que tributa a países imperiales que ya cuidan su ambiente.
Marx y Engels ven necesaria la relación armónica de las condiciones materiales con la historia natural desde la categoría básica que es el trabajo. El fin de la explotación humana, hace posible el uso racional de la naturaleza como valor de uso necesario para establecer una relación feliz hombre-naturaleza.
La acción antrópica destructiva no es una abstracción subjetiva, es el ejercicio subsidiario de la explotación del trabajo que se proyecta a escala del medio ambiente global, fenómeno propio del capitalismo. Analizar el ambiente fuera del paradigma económico puede favorecer un caldo de cultivo ideológico que justifica el desarrollo desigual y dependiente porque no se trata de explicar la insostenibilidad del sistema sin ver la contradicción esencial, entre el capital y el trabajo. El capital procura solventar en el consumismo toda crisis de superproducción y el planeta sufre las consecuencias, porque aun en las colonias el consumo de bienes suntuarios supera la consideración de necesidades básicas y así la preservación de la naturaleza es contraria a la racionalidad de la economía. Preocuparse por la naturaleza sin el cambio de sistema es una quimera que da pie a una sentencia ya pronunciada: un planeta verde solo será posible en un futuro rojo o en programa mínimo: una ecología marxista es posible.
La evidencia es enorme, la economía capitalista o planificada ejerce presión sobre la naturaleza. El calentamiento global, la contaminación, el agotamiento de los recursos naturales son hechos innegables como innegables son los intercambios desiguales entre países del centro y de la periferia, estos últimos entregan parte de su naturaleza y no les es devuelta ni pagada pues priman términos de intercambio económico y ecológico desiguales.
Pero los defensores del medio ambiente se desorientan y los estados occidentales históricamente implicados, inculpan a otros la responsabilidad que les es inherente, así; el tercer mundo es cochino o China es el monstruo de la contaminación. Ciertamente contamina pues industrializa, dentro y fuera de sus fronteras, pero China es el que mejores planes tiene para “reciclar” el dióxido de carbono, reduciendo las emisiones en 9 millones de toneladas al año, esto es debido a su economía planificada, que ya piensa en superar el efecto del alto nivel de industrialización, con fábricas que durante décadas no estuvieron obligadas a cumplir la normativa medioambiental.
Xi Jinping, líder chino expresa; “somos la primera generación que ha experimentado los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo para solucionarlo” y agrega: “China está ahora en condiciones de plantearse un cambio en su modelo que mire más por el medio ambiente. Hemos pasado de un crecimiento económico rápido a uno moderado y es el momento de caminar hacia un modelo productivo que busque reducir sus emisiones contaminantes”[4].
A diferencia de otras potencias, el gigante asiático ha declarado una “guerra contra la contaminación” presentando una serie de iniciativas ecológicas que el mundo occidental oculta: ha desmantelado centrales eléctricas de carbón, disminuye niveles de emisiones generales y reduce las tasas de emisión de partículas. Ya se han logrado enormes avances en la calidad del aire; actualmente hay menos esmog en las ciudades.
También es indicador que China recicla el 70% de la basura mundial y tiene un Ejército que trabaja rutinariamente en reforestación. Posee mejor reglamentación ambiental y financiamiento ecológico. Recientemente, lanzó la Iniciativa de Gestión de Riesgos Ambientales creando Zonas sostenibles que implementarán los Objetivos de Desarrollo 2030 de las Naciones Unidas: Shenzhen zona que integrará tecnologías en el tratamiento de aguas residuales, aprovechamiento de residuos, restauración ecológica e inteligencia artificial para resolver problemas que van desde la administración de los recursos hasta la contaminación.
Guilin, zona que se enfocará en las innovaciones para la desertificación mediante la creación de soluciones regionales. Taiyuán zona exclusiva para instalar empresas con innovadores ecológicos [5]
Si la producción y el cálculo económico se rigen por las ganancias exclusivas de una clase que domina, el desastre ecológico es una certeza. La economía socialista promueve toma de decisiones y responsabilidades generando producción racional y planificada con la finalidad de producir lo útil e importante. Conserva y protege los ecosistemas, para “asumir perspectiva de largo plazo” con miradas puestas en el futuro de nuevas generaciones, algo que no puede hacer la sociedad capitalista donde se impone la competencia como argumento para expandirse o morir. Su lema es “enriquecerse rápidamente”. La sociedad socialista desarrollada se propone como metas: acabar desigualdades, sustentabilidad ambiental, balances racionales entre industria y agricultura, integración campo y ciudad. Bajo el capitalismo en contraste, los capitalistas y sus corporaciones no toman en cuenta los costos sociales y ambientales y le es indiferente que sean las futuras generaciones quienes paguen las consecuencias.
La sociedad humana tiene que llegar a preocuparse de los costos y beneficios de la actividad económica, pero la responsabilidad global en manos de las corporaciones y gobiernos súbditos, omite planificación sustentable pues es ajena a su lógica. Solo la movilización del conjunto antropológico puede reparar el daño acumulado y deberá crear condiciones para analizar y solucionar problemas y retos que se presenten en la continuidad de un proceso desarrollista que no ha culminado, porque el primer mundo vive nichos de desarrollo superlativo, mientras el mundo pobre vive aún su prehistoria. Para ello el cambio social es un imperativo. La necesidad de desarrollar proyectos energéticos alternativos y formas industriales “verdes” encuentra severos límites en economías no planificadas por la voracidad empresarial corporativa.
Nazi ecologismo
Para Murray Bookchin, marxista fundador del eco anarquismo, el eco fascismo existe, grafica que los neonazis proponen la regulación de la reproducción humana y la reducción de la población mundial con planes de ingeniería social en programa anti humano. Esto se vive en la cotidianidad “progresista” que llega a sectores medios neo malthusianos[6] que constituyen “familias” de papá mamá y gatos o perros.
Pentti Linkola, postulante de derecha, considera que la humanidad destruye el medioambiente y por eso plantea como solución la reducción de personas en el mundo y la desindustrialización. Su ideal de sociedad es una dictadura totalitaria, gobernada por una élite intelectual. Pentti no oculta su admiración por el régimen nacionalsocialista. La dictadura ecologista fuerte que propone es centralizada, con duras medidas de control de la población y castigo brutal de los que él considera son los abusadores del medio ambiente [7]. La sociedad ideal con la que sueña es una escalofriante pesadilla orientada hacia una única meta: la progresiva desaparición de la humanidad.
Para Pentti Linkola[8], el hombre debe pagar con su vida por los daños que ha causado al planeta y se posiciona a favor del uso de la violencia proponiendo un duro programa de choque. Para alcanzar su pavorosa utopía, destaca el repudio de los derechos humanos, reprimir la natalidad y la creación de campos de trabajo para reeducar a los cabecillas de la barbarie industrial.
El Nouvelle Droite, desarrollado por Alain de Benoist, se opone al cristianismo, neoliberalismo, democracia e igualitarismo. Teórico influyente estadounidense es aplaudido tanto por sectores feministas como identitarios, así como por activistas antoglobalizacion, une elementos de extrema derecha con la Nueva Izquierda, es acusado de eco fascismo raro pues resume antiglobalización, ambientalismo y etno-nacionalismo.
Se imputa de ecofascistas a ciertos grupos ecologistas xenófobos de que ven en la migración el factor responsable de la degradación ambiental y parecería que esta corriente es reciente, pero el origen del eco fascismo o nazifacismo no es nuevo y se encuentra en el mismo régimen nazi Ernest Lehman, se expresa: “Reconocemos que separar a la humanidad de la naturaleza, de toda la vida, conduce a la propia destrucción de la humanidad y a la muerte de las naciones. Solo a través de una reintegración de la humanidad en toda la naturaleza puede fortalecerse a nuestra gente. Esa es la el punto fundamental de las tareas biológicas de nuestra era. La humanidad sola ya no es el foco del pensamiento, sino la vida en su conjunto… Este esfuerzo hacia la conexión con la totalidad de la vida, con la naturaleza misma, una naturaleza en la que nacemos, este es el significado más profundo y la verdadera esencia del pensamiento nacionalsocialista”.
A pesar de un extenso registro documental, el tema ecológico y sus variantes ideológicas no es advertido por los ecuménicos intelectuales orgánicos de la naturaleza que viven del pluralismo y poli clasismo ambientalista. En los países de habla inglesa, así como en la propia Alemania, se vive la existencia de un “ala verde” en el movimiento neo nazi que forja superposición ideológica entre la conservación de la naturaleza y el nacionalsocialismo. Así, componentes ecológicos se advierten en fundamentos conceptuales con formas de ecología reaccionaria. El marxismo y el eco anarquismo convocan a discernir continuidades ideológicas para rastrear las genealogías políticas de un discurso modal y así lograr que la historia sea relevante en la revisión de la crisis ecológica actual.
El biocentrismo contemporáneo debe destacar el rol del proyecto humanista donde implícitamente el ser humano está en primer plano y debe acoger el fundamento de la jerarquía de la vida significante e irreductible. No hacerlo es falla reaccionaria porque no todos los seres vivos somos iguales: arbustos, gusanos, plantas, humanos, piedras. El irracionalismo fundamentó al eco nazismo en particular y a los fascismos en general donde el principio de igualitarismo biológico llevo al desprecio de la vida humana, a su subvaloración y a la justificación del racismo
Nadie debe negar la protección del suelo y de todos sus habitantes, pero el ser humano vive de la vida animal y vegetal como vive también de ambientes saludables. Hay que sospechar de quienes profesan una conexión mortal ¿moral? entre el amor por la tierra y el nacionalismo racista militante. El desprecio al humanismo sigue la siniestra tradición del fascismo y la racha ‘verde’ del reciente activismo ambiental debe ser cuidada de la deshumanización posible. Recordemos a Ernst Moritz Arndt, quien fue ideólogo, propagandista del nacionalismo alemán y predecesor del nazismo como del ecologismo, que criticó la industrialización y despotricó “contra la explotación de los bosques, con teorías ambientalistas que llamo “los derechos de la naturaleza”.
La “religión de la naturaleza” mezcla volátil de misticismo y anti humanismo irracionalista puede ser un retorno al “orden natural”, del fascismo con su holismo organicista que denigra a la humanidad frente a la naturaleza. La ruralización bucólica con la sobrevaloración de la cultura campesina es una condena indiferenciada de la modernidad que esta direccionada al mundo pobre que es el mundo rico y atrás del el romanticismo agrario se esconde el anti-urbanismo opuesto a la proletarización del planeta.
Bibliografía:
Antonio Verde Soria. El Pensamiento Ambiental Sociología Ambiental
Janet Biehl. Ecología” y la modernización del fascismo en la Ultra-Derecha alemana
Karl Marx Manuscritos Económicos y filosóficos 1844
Raúl Cortés Landázuri. Relación economía y medio ambiente un balance crítico sobre las convenciones y tensiones epistémicas de la disciplina
Julián sabogal Tamayo. Entre la economía política de Karl Marx y la economía ecológica
EFE verde 2019 el discurso con el que Xi Jinping, el líder del gigante comunista, se convirtió en Davos en el último gran defensor de la globalización
Reciclar en casa: la nueva obsesión de Shanghái hacia la China ecológica EFE verde 2019
Revista Diógenes nº 12 entrevista a Murray Bookchin 2018
El ecologista que quiere ser como Hitler Íñigo F. Lomana
Alain de Benoist . Metapedia 2019
Martínez, A., J. y J. Roca. Economía ecológica y política ambiental, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 2001.
Marx, K. Contribución a la crítica de la economía política, Bogotá, Oveja Negra, 1968.
Artículo interesante, pero me resulta sorprendente su defensa de China, uno de los países que más contamina como un paradigma del ecologismo y del marxismo.