EL PERIODISMO ES MÁS QUE “CONTAR HISTORIAS”
Por Gustavo Abad http://www.rostroadusto.blogspot.com/
Uno de los efectos dañinos de los lugares comunes es impedir el libre flujo del pensamiento. Pretender que se puede explicar ideas complejas mediante frases prefabricadas es ponerle trampas al debate, levantar murallas para que todos nos estrellemos.
Justamente en estos tiempos, cuando los medios de comunicación están bajo la mirada crítica de la sociedad, algunos de los llamados “referentes” del periodismo ecuatoriano intentan defender esta profesión a partir de lugares comunes que sólo aumentan la desazón.
Cuando les preguntan qué es para ellos el periodismo, desempolvan lo que consideran una máxima irrefutable y contestan: “el periodismo es contar historias…”. Resuelto el problema, según ellos.
Admitamos que es tentador pensar así. Pero, en ese caso ¿Qué sentido tiene debatir una Ley de Comunicación? ¿Por qué tenemos que desvincular a los medios de la banca privada? ¿Servirá de algo luchar por mejores condiciones de trabajo para los periodistas? ¿Tiene alguna utilidad el reparto equitativo de frecuencias?… y otros temas álgidos si, al final de cuentas, todo se reduce a… ¡contar historias!
Según esta definición, evidentemente incompleta y tramposa, cualquier debate o normativa sobre el periodismo resultan banales y accesorios. Total, para contar historias no hacen falta. El “Cuentero de Muisne” también contaba historias y sólo necesitaba fantasía y poca vergüenza.
Los que se compran tal simpleza andan por ahí escribiendo sobre niños maltratados sin decir quién debe responder por sus derechos vulnerados; sobre trabajadoras sexuales echadas a la calle sin decir quién debe restituir su salud y su seguridad; sobre secuestros y extorsiones sin decir cuánto tiene que ver en ello la corrupción de la justicia; sobre violaciones a los derechos humanos sin señalar la responsabilidad del Estado…
Hace poco, en Teleamazonas “contaron la historia” de los niños que se suicidan en Chunchi como consecuencia de la migración de sus padres. Aparte de exponer los testimonios dolorosos de esos niños, nunca buscaron una respuesta ante las autoridades de salud (la depresión es un asunto de salud pública) ni de bienestar social (el abandono familiar es una forma de violencia) ni de migración (que tanto hablan de planes de retorno de los migrantes económicos) Nada de eso, se limitaron al cuento.
El periodismo cuenta historias, por supuesto que lo hace, pero es mucho más que narración dramática. Es una actividad intelectual basada en la búsqueda y difusión de información relevante para la construcción de sentidos acerca de la realidad. Por lo tanto, es una práctica comunicacional de intervención política, social y cultural, con profunda incidencia en la organización democrática de las sociedades contemporáneas.
Decir que el periodismo es contar historias es como decir que la política es elegir gobernantes. Si todo fuera cuento ¿Dónde quedan las relaciones de poder, que el periodismo no crea, pero puede ayudar a sostener? ¿Dónde quedan los derechos humanos, que el periodismo no inventa, pero puede ayudar a respetar? ¿Dónde queda la participación política, que el periodismo no garantiza, pero es capaz de facilitar?
Los maestros del periodismo narrativo dejaron grandes enseñanzas en cuanto a técnicas de reportería, usos del lenguaje, recreación de ambientes, ritmos del relato, entre otras cosas útiles. Por eso siguen siendo respetables. Pero no son pocos los casos en que ellos mismos perdieron de vista el trasfondo histórico y político de sus historias por apostarle a una matriz dramática que terminó por “ficcionalizar” la realidad aunque no se lo propusieran. Algún rato habrá que ocuparse más a fondo de ese tema.
Volviendo a nuestro medio, el “narrativismo” (digámoslo con esa palabra para resaltar su falacia) del que hablan nuestros “referentes” no va más allá de la autocomplacencia del narrador, de su pretensión estética. Ahí está la trampa, porque es una forma de periodismo evasivo, que rehúye a la posibilidad de interrogar al poder con un discurso capaz de sacudirlo. Dicho de otra manera, al poder no lo perturba el cuento ni el drama, sino la investigación rigurosa, la información organizada y los datos confirmados.
El periodismo es mucho más que contar historias. Digamos que aspira a contar la Historia con riqueza expresiva, con recursos lingüísticos idóneos, con imaginación y buena sintaxis. Eso es otra cosa y, si fracasa en el intento, por lo menos no suena tan despistado.