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Con dinero o sin dinero hay que conservar el Yasuní. Y para ello, un plan C se ha delineado desde algunos sectores de la sociedad civil. La estrategia consiste en una consulta popular y que el pueblo decida. Un plan C que, al parecer, hecha sal y pimienta política a las heridas abiertas de ese “pulmón del mundo”.
En consulta popular seguramente ganará el plan A que, hoy por hoy, incluye ofertas de educación, salud y trabajo, para comunidades necesitadas, a quienes se les ha vendido la idea de que el progreso y el desarrollo solo viene del petróleo con acuerdos en los que, casi siempre, salen perdiendo las comunidades indígenas.
Mientras tanto, con consulta o sin consulta -o con decretos de consultas previas a las comunidades- el llamado desarrollo avanza por esas tierras a pasos agigantados. Hasta ahora, salvo Sarayaku, no hemos conocido comunidad que no se deje seducir, tarde o temprano, por las ofertas petroleras, por la idea de pueblos del milenio (aunque se talen varias hectáreas de bosque), cemento e Internet, e incluso internados para los niños indígenas, cosa que parecía abolida hace décadas.
Un plan C debiera centrarse en cosas más concretas que una consulta popular y que en la ensoñación en la que se ha convertido la iniciativa misma.
¿Cómo proteger lo poco que queda de Parque a estas alturas? Organizando ese territorio. Respetando las leyes que ya están en vigencia. Controlando el ingreso de trabajadores ilegales de madera y de otras ilegalidades en la zona. Exigiendo a las compañías que ya operan ahí, en el corazón del Parque (la española Repsol, la china Andes Petroleum, la estatal Petroamazonas, Río Napo) que asuman su responsabilidad social y con el entorno. Impidiendo la expansión de la frontera agrícola que ya pasó los límites del Parque. Impidiendo que se hagan más vías y carreteras tanto a los gobiernos locales como al Gobierno central. Exigiendo que se cumplan los códigos de conducta firmados por las compañías petroleras. Y por supuesto, con un claro plan de contingencia, conocido (o socializado, como dicen ahora) por moradores de la zona, autoridades, turistas, empresas de toda índole) y plan sanitario que evite más desgracias y muertes en el caso de los pueblos indígenas sin contacto a quienes se sigue ignorando y ocultando pese a todas las evidencias de su presencia: por donde ellos caminan, se preparan nuevos pozos y plataformas.
Un plan C debiera contemplar todas estas aristas. De lo contrario, más de lo mismo: foros por aquí, viajes por allá, el eterno deshojar margaritas, en un territorio que, a más de megadiverso, es rico por su gente diversa y por sus diversas culturas, por su patrimonio precolombino, casi ignorado por todos, y por ese patrimonio que es el más rico que posee el Ecuador: los pueblos aislados que han sobrevivido a todos los embates desde tiempos de la conquista.
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