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miércoles, mayo 1, 2024

EL PRESIDENTE Y EL SOCIALISMO*: ANÁLISIS DEL ARTÍCULO DE JUAN PAZ Y MIÑO. por Por Jaime Muñoz Mantilla

Lo destacado de este artículo radica en que procura establecer la diferencia entre un socialismo marxista, caracterizado por la socialización de los medios e instrumentos de producción y, consecuentemente, la abolición de las clases sociales, frente a uno nuevo: el llamado socialismo del siglo XXI, (supuestamente aplicado con similares características por la Venezuela de Chávez – Maduro, el Ecuador de Rafael Correa y la Bolivia de Evo Morales).  Señala el autor que: “Este socialismo ‘moderno’, como también lo ha calificado el presidente Correa, ni atenta contra la empresa privada, ni busca eliminar la propiedad”.  Renglones más adelante afirma que “Económicamente es una nueva modalidad de ‘capitalismo social'”. Y pretende que “La diferencia está en lo político: la captación del Estado, para desplazar los intereses de las burguesías/oligarquías e imponer la hegemonía de los ciudadanos y sectores populares. Es un sistema de capitalismo social y Estado popular”.

Entonces, ¿Es “socialismo del siglo XXI” o es capitalismo social? ¿Cómo armonizar los dos conceptos? El capitalismo ha sido, siempre, posesión de medios e instrumentos de producción en manos de una clase, la burguesía, la cual explota, vía usurpación de la plusvalía, el trabajo de los asalariados. Por lo que preguntamos: ¿El ‘capitalismo social’ no está representado por una burguesía que explota el trabajo humano? ¿No echa mano del trabajo del asalariado? ¿No se apropia de la plusvalía? ¿Quién garantiza que esa burguesía no realiza el proceso de acumulación? ¿El Estado que, supuestamente, va en pos de distribuir “mejor” la riqueza? El Estado –no sólo desde el enunciado marxista sino desde las evidencias actuales, está al servicio de una clase.  Otra cosa es que se pueda apreciar un esfuerzo –ficticio o auténtico- desde el poder gubernamental, por encarrilar a los empresarios en el cumplimiento de sus deberes, como lo hace particularmente en su política tributaria. Lo cual, desde luego, debe examinarse para ver si tales políticas se aplican a todo el universo empresarial, o si existen privilegios, vistas gordas para algunos, contentos éstos con cumplir su rol de capitalistas “honestos”, ciudadanos cumplidores de sus deberes ciudadanos, aunque no participen directamente del manejo del poder político desde el gobierno.

El socialismo “real”, aquél que colapsó en la URSS y los llamados países socialistas de Europa Oriental -y al que también el autor alude- no fue, en rigor, la sociedad con la que, más o menos difusamente, soñó Marx.  Jamás, el filósofo alemán pensó en la estatización de medios e instrumentos de producción, como fue la política central en la organización de la economía de la URSS.  Él pensó en un socialismo caracterizado por la socialización de esos medios e instrumentos.  Y fue, precisamente, ese capitalismo de Estado, al que llamaron, de modo eufemístico, socialismo real, el que produjo ese engendro burocrático que dio cuenta del sistema, (burocracia descompuesta que, vinculada con las formas lumpescas de la sociedad tomó las riendas, tras el colapso del sistema, de un narco-estado que, trabajosamente, con la gestión del gobierno ruso actual, va saliendo de esa patología social, aunque dentro del esquema capitalista).

El autor concluye afirmando que “Es un sistema de capitalismo social y Estado popular, a la vez que una oportunidad histórica en América Latina, que no la han sabido comprender las izquierdas ortodoxas, aunque este “socialismo” resulta absolutamente repudiable para las burguesías y para los intereses imperialistas”. Dos reflexiones sobre esta consideración:

1. El repudio de la burguesía mundial, las corporaciones y su correlato político-militar, el imperialismo, a estos gobiernos progresistas, se produce porque el capitalismo de hogaño es la forma más degenerada de ese sistema, empeñado en la acumulación más despiadada, que busca, incluso, la desaparición de buena parte de la humanidad, para disfrutar a sus anchas de los bienes de la Naturaleza; y, de otro lado, se funda en el capital financiero especulativo, en las burbujas que, de cuando en cuando estallan, generando las crisis, caracterizadas por el paro laboral de millones de asalariados en la propia metrópoli norteamericana y europea.  Burguesía neoliberal que decide resolver sus carencias manu militari, con guerras de conquista y genocidios de algún modo inéditos. Contrariar el “libre mercado”, la “libre circulación de mercancías y capitales”, que es el principio toral de esta visión neoliberal y que, para aplicarla persisten en sus propuestas de Tratados de Libre Comercio, con los cuales se pretende acaparar 100% los mercados del mundo, destruyendo, de paso, las economías nacionales, sobre todo de los campesinos y los pequeños productores, es para estos “ideólogos” de la economía neoliberal un pecado imperdonable. Cualquier alternativa dentro del mismo sistema capitalista es, para ellos, inaceptable.  Y lo es, pese a que las crisis de comienzos del siglo pasado, se resolvieron con políticas similares a las de los gobiernos progresistas, como la puesta en práctica del keynesianismo, política económica con participación activa del Estado, que sacó al mundo de la crisis.

2. En cuanto a las “izquierdas ortodoxas”, a diferencia de lo afirmado por el columnista, éstas sí han sabido comprender la naturaleza de este “socialismo del siglo XXI” = “capitalismo social” y considero que, más bien, francotiradores de esa izquierda la vienen analizando y encuentran, entre otras cosas, que una de las características de este modelo no es otra que la de una modernización a rajatabla del capitalismo, para lo cual, el Estado no trepida en usar la represión contra quienes se oponen al modelo.  Y aunque es evidente que la nueva burguesía que se estaría gestando, crece y florece a base de sospechosas formas de enriquecimiento. La corrupción es evidente, es criticada aun desde dentro de los espacios gubernamentales y algunos voceros. Modernización que entra en contradicción con el neoliberalismo del primer mundo y de algunos países pro imperialistas, como Méjico, Colombia  y Perú, pues atenta contra los intereses imperiales. Pero no es despreciable, en este punto, destacar el sesgo que, para el efecto, toma la política económica del gobierno, cuando cede a las normas impuestas por el naciente imperialismo chino. Nos referimos a los negocios del petróleo y a la presencia de empresas chinas estatales en nuestro país que, incluso violan los derechos de los trabajadores ecuatorianos. (Nada de esto justifica, por cierto, el silencio de las organizaciones populares y de lo que queda de los partidos de izquierda, respecto a la campaña de Chevron, ese monstruo petrolero transnacional, en contra del Estado ecuatoriano y de los pueblos y la naturaleza afectados por su rapacidad. Silencio, también, respecto de la solidaridad que se demanda de todos los progresistas, izquierdistas y revolucionarios con el pueblo y el gobierno venezolanos, agredidos por el imperio, la CIA y la oligarquía fascista venezolana).

Esa izquierda que sí entiende la naturaleza del socialismo del siglo XXI = capitalismo social, carece, de otro lado, de una propuesta estratégica alternativa seria, porque lo lógico sería que, junto con las tímidas propuestas para mejorar la economía del país, vía turismo ecológico, por ejemplo, debería profundizar en propuestas estructurales radicales, como una Reforma Agraria bien estructurada, cuya base debería ser la propiedad comunitaria de la tierra; y el estímulo vigoroso a la conformación de empresas industriales, comerciales y de servicios, de propiedad comunitaria, sin fines de acumulación. Base, quizá incipiente, pero firme del verdadero socialismo.

Izquierda que debería estar presta, también, a defender nuestra autodeterminación contra cualquier intento golpista gestado desde el imperio, con la complicidad de la vieja y la nueva derecha, cuyo repunte se manifestó en el último proceso electoral, entre otras razones por las torpezas y por la propia derechización –en lugar de la radicalización de la llamada RC- junto con las violaciones de los derechos humanos que, no por ser denunciados por esa misma derecha, dejan de ser reales. 

* El artículo original de Juan J. Paz y Miño Cepeda se encuentra aquí: https://lalineadefuego.info2014/04/07/el-presidente-y-el-socialismo-final-por-juan-j-paz-y-mino-cepeda/

 

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1 COMENTARIO

  1. Claro que también hay que identificar con claridad que la afirmación de una “mejor distribución del ingreso” se verifica en su mayor polarización, que ya está lanzada a la reducción de las remuneraciones nominales de los trabajadores; y que el Keynesianismo se demostró como un espejismo, pues no pudo impedir que la crisis del capitalismo desemboque en la segunda guerra mundial

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