15 Diciembre 2014
¿CUAL ES LA VERDADERA IZQUIERDA EN EL ECUADOR?
>Después del colapso del llamado “socialismo real” una parte de la humanidad se quedó sin voz. Las fuerzas de la izquierda mundial perdieron credibilidad, no ante los representantes del capital, sino ante los humildes, los desheredados de la tierra. Ninguna experiencia de construcción del socialismo había tenido éxito, ni tan siquiera aquellas que fueron capaces de tomar distancia del modelo soviético. Los países de detrás de “la cortina de hierro” se derrumbaron junto a la ex Unión Soviética. China y Vietnam tuvieron que ceder a la arremetida del capitalismo mundial para preservar las bases de sus sistemas conquistados a sangre y fuego.
En América Latina, Cuba siguió siendo la reserva moral de los revolucionarios, pero desde la caída de la URSS pocos apostaban a su modelo. Los pobres de la tierra tenían la sensación de estar a la deriva, en espera de algo que pudiera rescatarlos.
Hugo Chávez, después de pasar dos años en prisión, en 1998 ganó holgadamente las elecciones presidenciales en Venezuela. Siete años más tarde, en la tribuna del V Foro Social Mundial, anunciaba al mundo su intención de pasar a construir en Venezuela lo que él llamó el “socialismo del siglo XXI”. Su trayectoria en el poder, su victoria (2002), sobre los golpistas manejados por la CIA, su cercanía con la ya mítica figura de Fidel Castro, le convirtieron, paulatinamente, en la nueva imagen de la revolución latinoamericana. Esa parte de la humanidad que se había quedado sin voz, comenzaba a recuperarla. Chávez se fue convirtiendo en su portaestandarte.
La experiencia fallida del socialismo real dejó huellas en un amplio sector de la población soviética que siempre creyó que el socialismo se pudo construir de otra manera. Alexander Buzgalin era un profesor ruso que así pensaba. Vinculado a la academia, en Cuba publicó un libro al que tituló El Socialismo del Futuro. En él están los gérmenes de lo que Chávez definió como el Socialismo del siglo XXI.
Más tarde, otro profesor, esta vez un alemán, Heinz Dieterich, definió los principales pilares del llamado socialismo del siglo XXI (Dieterich, 2005). La reflexión de mayores alcances sobre el tema se debe al profesor canadiense Michael Lobowitz (Lobowitz, 2006) y así, sucesivamente, se fueron publicando y publicitando obras sobre el nuevo socialismo. Atilio Boron, viejo comunista argentino, publicó en el 2008 Socialismo del siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo (Boron, 2008).[i]
¿Cómo definen todos estos autores al socialismo del siglo XXI? Están de acuerdo en algunos puntos, pero no en todos, lo que convierte a la nueva “teoría” en un laberinto con entrada y sin salida. El punto de coincidencia más sobresaliente es quizás su crítica al socialismo del siglo XX, sobre el cual existe el consenso de enterrarlo para siempre. Los otros puntos de coincidencia se derivan de este y tienen que ver con los errores cometidos en el proceso de construcción del socialismo: el Estado faraónico, la falta de transparencia en la información, la democracia encapsulada, la economía centralmente planificada, el unipartidismo, la burocracia y etc., etc., etc.
Sectorizando el análisis al socialismo latinoamericano, basándose en la experiencia cubana, Dieterich, por ejemplo, sostiene que una de las causas más importantes de la caída del socialismo del siglo XX fue “la romántica noción del hombre nuevo”, o la “antinomia entre servicios públicos y consumo privado” o la “ahistórica idea de sustituir las libertades individuales por derechos de seguridad social”, con lo cual dibujan un mapa aproximado de lo que no debería ser el socialismo del siglo XXI (Dieterich, 2009).
Estos novedosos planteamientos críticos a la experiencia histórica mundial del fracaso del proceso de construcción de la sociedad socialista real, fueron tomando cuerpo político desde mediados de la primera década del siglo XXI. En Brasil, en Argentina, en Chile, en Uruguay triunfaron gobiernos “progresistas” que volvieron a dar voz a esa parte de la humanidad que había quedado desamparada después del fracaso del “socialismo real”.
Para los ecuatorianos, la primera década del siglo XXI fue de capital importancia. Más de treinta años de dominio neoliberal habían convertido a la “partidocracia” en un desprestigiado y gastado engranaje que ya no tenía aliento para sostenerse. La reacción popular crecía en las calles y se hacía cada vez más necesaria una salida política a la situación. Como hemos explicado en líneas anteriores, la izquierda tradicional carecía de imaginación para montarse en la cresta de la ola y canalizar hacia la izquierda la protesta. Carente de planteamientos programáticos, sin líderes de alcance nacional y nulo andamiaje orgánico, tuvo que plegar a una figura joven que prometía una salida en el marco de la nueva corriente política que despuntaba en América Latina. Con el discurso de la izquierda y, con el empuje de la protesta popular, Rafael Correa triunfó en las elecciones presidenciales de 2007.
Al triunfo político de Rafael Correa le vino como anillo al dedo la nueva “teoría” del socialismo del siglo XXI. Después de haber subsumido en su proyecto a la izquierda histórica y liquidado prácticamente a la oposición de derecha, Correa se cubrió con el manto de la nueva teoría para irradiar hacia el exterior una imagen progresista e, incluso, revolucionaria. La crítica a los errores del socialismo del siglo XX es lo que crea esa ilusión.
Pero es una crítica carente de propuesta revolucionaria, lo que no es privativo de Correa, sino de toda la tendencia a nivel latinoamericano. Se trata de una crítica escatológica, que se ocupa de los residuos de un sistema muerto y con el cual ahora nadie se quiere identificar, que no llega a ser una autocrítica constructiva cuyo alcance histórico sea la superación de los errores. Es una crítica desde afuera que todo lo demuele y pretende arrancar desde cero, negando el acumulado histórico de la corriente revolucionaria mundial. Líderes como Correa se apropian de la ética socialista y niegan sus fundamentos teóricos, al decir que son partidarios de un socialismo católico para el cual no existe ni el materialismo histórico, ni el dialéctico, ni la lucha de clases, ni la violencia revolucionaria. Una versión del socialismo que se sustenta en el prestigio personal de sus líderes y no en la tendencia histórica de los pueblos.
Las consecuencias prácticas de semejantes concepciones inciden en el reforzamiento del capitalismo como sistema, nunca en su debilitamiento ni en el avance de la tendencia histórica transformadora de la civilización del capital, convirtiendo al llamado socialismo del siglo XXI en una teoría reaccionaria cuyo objetivo final es retrasar el cambio revolucionario y mantener la inequitativa sociedad capitalista.
¿Puede, en estas circunstancias, la “izquierda correista” ser la auténtica izquierda en el Ecuador? No, por supuesto. Tampoco la izquierda tradicional porque aceptó ser furgón de cola del correismo y no cuenta y, la izquierda estalinista, no supera las viejas tesis que hicieron fracasar el socialismo del siglo XX.
Frente a esta ofensiva generalizada de las fuerzas camufladas de la reacción es que el pensamiento revolucionario tiene que fortalecerse. Si estamos comprobando que el capitalismo agoniza globalmente, nuestra conciencia revolucionaria nos dice que tenemos que ayudarle a morir, no suministrarle oxígeno. Esa es la diferencia entre el socialismo del siglo XXI y el Sumak Kawsay Revolucionario, la nueva teoría de la revolución popular.
UNA NUEVA TEORIA PARA SEGUIR SOÑANDO CON UNA NUEVA REALIDAD
Crisis es la palabra que mejor define la situación del mundo actual. No es una crisis cíclica, esta está incluida en la crisis general de la civilización capitalista. Esa civilización que Marx pronosticó con pasmosa claridad a mediados del siglo XIX: “Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes…”( Marx, 1975) Durante tres siglos puso a anidar sus huevos a lo largo y ancho del planeta y ha llegado a uniformar, no sólo la economía, sino la forma de vida de toda la humanidad, borrando las diferencias vitales entre los pueblos y dentro de los pueblos. Esa civilización es la que está en crisis, una crisis total e irreversible (Véase: Diereckxsens, Win (Editor), 2011).
A estas alturas es evidente que el liberalismo y todas sus variantes no han podido resolver con éxito, no sólo los temas del desarrollo, sino los asuntos atinentes a otra forma de vida. El individualismo y el lucro son los pilares que sostienen al régimen actual y, ningún revolucionario, puede desviar la vista de estos problemas si tiene la honesta convicción de transformar el mundo de raíz. Los líderes reformistas de la corriente “progresista” actúan para mejorar el mundo, no para cambiarlo, ignorando conscientemente que paliar los males del capitalismo, es profundizar las lacras de la actual civilización.
Una “izquierda reflexiva” es ahora imprescindible si no queremos marchar sobre el mismo terreno y permitir que el enemigo avance en su demencial propósito de seguir alimentando la voraz criatura del capitalismo. “En los últimos cincuenta años, las izquierdas (todas) han contribuido a que la democracia liberal disponga de una cierta credibilidad entre las clases populares y a que los conflictos sociales se puedan resolver en paz. Como a la derecha solo le interesa la democracia en la medida en que sirve a sus intereses, las izquierdas son hoy garantía de su rescate. ¿Estarán a la altura del reto? ¿Tendrán el coraje de refundar la democracia más allá del liberalismo? (Oviedo, 2014) ¿Defenderán una democracia sólida contra la antidemocracia, que combine la democracia representativa con la democracia participativa y la directa? ¿Abogarán por una democracia anticapitalista frente a un capitalismo cada vez más antidemocrático?” increpa y pregunta el profesor brasileño Boaventura de Sousa Santos ( Coraggio, José Luis (compilador), 2014).
Es en este espíritu que hemos enfocado críticamente el papel de la izquierda en el Ecuador desde su fundación hasta nuestros días, rescatando esa línea imperceptible que, a pesar de su debilidad, estuvo siempre presente y jamás se rompió, esa línea que apostaba por un socialismo nacional, heroico y creador, pensado con cabeza propia, pero receptivo de lo mejor del pensamiento revolucionario mundial. Esa línea es la que ahora se fortalece en las concepciones del Sumak Kawsay Revolucionario y en la plataforma programática de Ñucanchi Socialismo.
MARXISMO Y PENSAMIENTO ANCESTRAL, LAS DOS PARTES INTEGRADAS DE UNA MISMA TEORIA REVOLUCIONARIA: EL SUMAK KAWSAY REVOLUCIONARIO (SKR).
Cuando digo que la crítica al socialismo del siglo XX se la hace desde afuera, me refiero a ese sentimiento vergonzante que le quedó a la izquierda mundial después de la debacle del socialismo real. Nadie quiso cargar con el muerto. Inclusive el trotskismo, al que la historia terminó dándole razón, perdió la perspectiva de la crítica. La reacción mundial aprovechó el fracaso del socialismo real para condenar, junto a los crasos errores cometidos en el proceso mismo de la construcción del socialismo, el acto revolucionario válido de la toma del poder por parte del pueblo, con lo cual se pretende arrojar el agua sucia junto con la criatura. No es así. Lo realmente válido de la teoría marxista radica en su crítica demoledora del capitalismo, incluida la teoría del poder, no en los métodos o fórmulas de construcción del socialismo, sobre lo cual, en estricto sentido, nada, o muy poco, nos dejaron los autores clásicos. Si se ignora uno de estos dos aspectos (crítica del capitalismo o teoría del poder), nada se está haciendo por la transformación verdadera de la sociedad capitalista. Este es el caso de la seudo “teoría” del llamado “socialismo del siglo XXI”.
Una autocrítica honesta del socialismo del siglo XX tiene que excluir el acto mismo de la toma del poder por parte de los explotados y la inmediata expropiación de los expropiadores, porque en eso consiste la esencia de toda revolución auténtica, no sólo la socialista.[ii] Sin la violencia jacobina en la revolución francesa nunca se habría derrotado a la monarquía feudal, ni habrían triunfado los soviets, ni Mao, ni Fidel Castro.[iii] La habilidad de los líderes “progresistas” de nuestra época radica en que, a pretexto de condenar los métodos de construcción de la nueva sociedad -en lo cual si tienen razón-, han satanizado la violencia revolucionaria, sin la cual no existe revolución verdadera. Hay que parar el tren de la Historia, como aconsejaba Walter Benjamin, si no queremos ir gradualmente al desastre.
A partir de este postulado teórico marxista de validez universal comienzan las coincidencias con el pensamiento ancestral andino, principalmente.
LA PIEDRA ANGULAR DEL PENSAMIENTO ANCESTRAL
La versión light del Sumak Kawsay hace de la armonía del ser humano con la naturaleza el centro de sus concepciones. Esto no es exactamente así. La piedra angular de las concepciones ancestrales está en la noción de equilibrio: equilibrio en la producción, en la distribución, en el consumo, en la relación del ser con la naturaleza. La falta de equilibrio altera el flujo normal de energías entre los múltiples sistemas que conforman el sistema general de la vida. Un sistema social pierde el equilibrio cuando se ha permitido la acumulación de la riqueza social en pocas manos. Eso es justamente lo que sucedió en América después de la llegada de los europeos. La solución es volver al equilibrio.
Pero esa situación anormal puede eternizarse si no interviene la voluntad consiente del ser humano que sufre las consecuencias negativas del desequilibrio, intervención que implica el uso de la fuerza. La fuerza pone en su sitio las cosas, siempre y cuando el ciclo del desequilibrio haya llegado a su fin. De no ser así, esa fuerza no se justifica, es una fuerza destructiva. La fuerza restauradora es una fuerza necesaria. Restaurado el equilibrio la sociedad comienza a vivir en un nivel superior al anterior en un proceso cíclico eterno que va siempre de menos a más.
Esa “fuerza restauradora” del pensamiento ancestral andino coincide con la noción de “violencia revolucionaria” de Marx, porque es ella la que se encarga de volver a causes equilibrados los excesos de la acumulación, con lo que se demuestra que la dialéctica de la historia existe independientemente de la voluntad de los hombres y que éstos, igual como sucede con las leyes naturales, no pueden sino valerse de ellas para alcanzar sus metas trascendentes.[iv]
Por eso sostenemos que el acto fundacional de una nueva civilización será un acto revolucionario de restauración del equilibrio perdido hace más de quinientos años (Oviedo Rueda, 2013a). Sólo a partir de aquí adquiere sentido imaginar las fórmulas o métodos, reglas o normas que el proceso de construcción de una nueva sociedad tendrá. En esto radica el desafío intelectual y teórico mayor para los revolucionarios actuales. La teoría de la democracia burguesa se gestó durante un siglo y ninguno de esos teóricos detalló las formas de construcción de la nueva sociedad, si así hubiera sido, no se habría dado el 18 Brumario.
De igual manera, en este cambio de época, muy poco es lo que tenemos establecido para la construcción de lo que será la antípoda de la sociedad capitalista, apenas unos cuantos alcances de Marx, el estudio inteligente de los errores del fracasado “socialismo real” y lo que el pensamiento ancestral aporta desde la historia, dándonos luces para acertar ahora y no repetir los errores del pasado.
Si la toma del poder y la restauración del equilibrio es el primer punto de coincidencia entre el marxismo y el pensamiento ancestral, el segundo es el régimen de propiedad.
UN NUEVO RÉGIMEN DE PROPIEDAD ES NECESARIO
Las sociedades americanas pre colombinas se edificaron sobre un régimen de propiedad comunitaria. Ninguna parcialidad indígena, no importa si llegó a constituirse como un imperio o no, conocieron alguna forma de propiedad privada. La tierra era un bien común, de igual forma como es ahora el aire que respiramos. Sin esclavitud individual ni propiedad privada construyeron imperios como el Tahuantinsuyo o el azteca. La civilización americana pre colombina sorprendió a los europeos por la perfección de sus obras materiales y, para ellos, lo insólito de su sistema productivo.
La sevicia europea no pudo destruir la obra material, pero fueron prolijos en destruir el sistema productivo y satanizar sus creencias y su sabiduría, con lo cual condenaron a la esclavitud y la servidumbre a los pueblos americanos sobrevivientes. Toda esa grandiosidad civilizatoria se hizo en base a la propiedad comunitaria de la tierra.
Estudiando el régimen capitalista Marx llegó a la conclusión de que se debía abolir la propiedad privada sobre los medios de producción, incluida la gran propiedad territorial. En un sentido traslaticio Marx entendió que la humanidad debía volver al régimen de propiedad comunitaria en un momento superior del desarrollo de las fuerzas productivas, lo que engarza dialécticamente con los fundamentos civilizatorios de las sociedades del Sumak Kawsay.
He aquí los puntos principales de fusión del pensamiento ancestral con el marxismo revolucionario: fuerza restauradora e inmediata abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, incluida la tierra. Este acto revolucionario trae como consecuencia un período de transición durante el cual se irá restableciendo el equilibrio de todos los elementos que constituyen la base real de la nueva civilización.
No es necesario insistir en que la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción no significa la abolición de la propiedad individual, ni tan siquiera de la pequeña y mediana propiedad, cosa que jamás se le ocurrió a Marx y que no está en los fundamentos del pensamiento ancestral andino, para el cual, la circulación de la riqueza social garantiza el equilibrio. El equilibrio preserva la libertad individual porque exige de cada individuo la competencia leal con sus iguales. No hay competencia cuando unos tienen inconmensurablemente más que otros, lo que determina, en la práctica, la subordinación.
La noción de transición se la entiende a partir de la restauración revolucionaria, no antes, porque eso nos lleva al absurdo de pensar una transición dentro del desequilibrio, lo que sólo significa ahondarlo; la transición es pos restauración, lo que permitirá el flujo armónico de los elementos. No hay, desde esta perspectiva, sociedad pos neoliberal, como sostiene el régimen correista, peor socialismo de mercado, ni biosocialismo, todo lo cual se convierte en discurso vano, en una nueva forma de consolidar la dominación de las actuales fuerzas del desequilibrio (Oviedo Rueda, 2013b). La sociedad del Sumak Kawsay Revolucionario sentará, en la etapa de transición, las bases sólidas de la nueva civilización a partir de un nuevo régimen de propiedad. A eso le llamamos Ñucanchi Socialismo, nuestro socialismo, pensado con nuestra cabeza e insertado en el mundo.
LAS LINEAS TEORICAS A DESARROLLAR: TAREA IDEOLÓGICA DE LOS ACTUALES REVOLUCIONARIOS
Nunca un carpintero podrá hacer una mesa sin antes haberla imaginado en su cabeza, lo que no quiere decir que la saca de ella, sino que la imagina en base a su experiencia práctica y a los elementos que surgen de la realidad circundante, porque el camino de la dialéctica siempre va de la práctica a la teoría y vuelve a la práctica. Igual, toda teoría revolucionaria surge de la realidad, de ella se nutre y a ella la modifica.
De la teoría revolucionaria del siglo veinte, quedan sus principios esenciales, así como de la física newtoniana también quedan sus principios. Así como la cuántica no puede prescindir de la física mecánica, la nueva teoría revolucionaria no puede prescindir del marxismo. Los socialdemócratas camuflados de revolucionarios, no pueden entender esto. Usan y abusan de viejas teorías que ya no dan cuenta de la realidad.
Otro peligro que últimamente ha surgido es el de los chamanes “pachamamistas” que ahora pretenden pontificar el pensamiento ancestral, sin darse cuenta que no puede existir si no se abre a lo mejor del pensamiento revolucionario de occidente, que en este caso, es el marxismo.
Esta nueva teoría está en proceso de surgimiento y parte, como hemos visto, de asimilar la herencia válida del marxismo revolucionario y del pensamiento ancestral andino, de donde creemos es urgente teorizar sobre aspectos fundamentales de la Nueva Civilización del Sumak Kawsay Revolucionario, como el régimen de propiedad, el dinero, el mercado, el consumo, la familia, la religión y muchos otros aspectos sobre los cuales el ser humano debe tener una posición.
El sujeto histórico de estos cambios radicales no será ni el proletariado, ni el campesinado, ni los sectores medios, ni las minorías, serán todos los que acepten la idea revolucionaria de que la sociedad capitalista, de seguir desarrollándose, nos precipitará en el abismo. No el ciudadano amorfo, puntal electoral de cualquier aventurero, sino el ciudadano consiente que acepte la idea básica de la necesidad de la transformación revolucionaria, de su papel personal en esa transformación y de su compromiso en las tareas de construcción de una nueva sociedad y de una nueva civilización.
NUEVE PREMISAS PARA CONSTRUIR LA SOCIEDAD DEL SUMAK KAWSAY REVOLUCIONARIO
- Volver al equilibrio por medio de la fuerza restauradora o la violencia revolucionaria. Significa estar en contra de las bases civilizatorias del Buen Vivir: el industrialismo, el extractivismo, el desarrollismo, la quema de combustibles fósiles y todas sus consecuencias. Al rescatar esta premisa de las sociedades ancestrales hacemos de ella el punto de partida de la nueva civilización.
- Respetar al individuo como portador de su libertad que se convierte en libertad colectiva cuando el individuo toma conciencia de los objetivos que la sociedad persigue. El colectivismo sólo es real cuando se anula, no al individuo, sino al individualismo. La libertad individual, que está en la base de las sociedades occidentales, tiene que ser respetada.
- Cambiar las bases gnoseológicas del conocimiento. El método cartesiano se ha vuelto obsoleto, tiene que ser sustituido por otro. Las nociones ancestrales del conocimiento integran la unidad, no la desintegran. Es un sistema de sistemas, en el que uno existe en función de otro y así sucesivamente hasta el infinito. Dañar uno, significa afectar el todo. Si el sistema educativo no prepara al ser en estas concepciones, no hay esperanza. La nueva civilización tiene que acercar al ser humano a la naturaleza. Los niños tienen que volver a recordar que la leche viene de la vaca y no de la funda.
- La civilización del Sumak Kawsay debe sustentarse en la agricultura. Los bienes industriales, en última instancia, son prescindibles; los que nos da la tierra, no. La lucha por la seguridad alimentaria a nivel mundial se sustenta en esta premisa. La humanidad tiene que recuperar la memoria de que su esencia es la tierra, el agua, el viento y el fuego. Para un ciudadano de Nueva York, o de Hong Kong, será difícil aceptarlo, pero al fin, la realidad les impondrá esta verdad.
- La lucha más efectiva contra el capital es controlarlo desde el Estado, lo que no quiere decir eliminarlo. Si no es posible eliminar al individuo, tampoco es posible eliminar la iniciativa individual. El emprendimiento no puede desaparecer, pero debe dar para vivir. Dar calidad, bienes perdurables. La plusvalía de su producción debe tener un límite, cuyo estándar debe ser la dignidad humana, tanto para el capitalista, como para el trabajador, así como para la naturaleza y el medio ambiente
- Reducción de la plusvalía. La reducción de la plusvalía crea más oportunidades para todos los individuos, porque evita la mega concentración de la riqueza. Esto hace posible el equilibrio ancestral, superando el error del socialismo del siglo XX de la igualdad absoluta entre los seres humanos y del antagonismo irreconciliable de las clases sociales. Hoy sí existen clases diferenciadas, como una muestra monstruosa de la inequidad. Debido a la concentración de la riqueza los seres humanos han perdido hasta la esperanza. El SKR estimula la superación individual porque el ser humano recupera la confianza en su esfuerzo. El trabajo deja de ser una esclavitud, pasa a ser la base de la libertad en el marco de una competencia creadora y estimulante.
- Un Estado popular que lleve adelante el SKR es necesario, pero para hacerlo tiene que estar en manos de quienes así piensan. En este nivel de desarrollo de la sociedad humana, sin ser la única, la forma más adecuada de disputar el poder es la participación política en el sistema vigente, sin descartar cualquier forma de lucha. Las concepciones del SKR, donde mejor se pueden concretar, son en una estructura partidaria. De su ideología surgirá su organicidad.
- Todos podremos participar de esta cruzada civilizatoria, menos los que defienden y representan el viejo capitalismo. El nuevo amanecer es obra de todos. La nave en que viajamos siete mil millones de seres humanos, más todas las especies animales y vegetales y todos los recursos naturales que tenemos para sobrevivir, no puede seguir en manos de pequeñas minorías voraces a las que poco importa la suerte de las mayorías.
- Dar por superada la discusión al interior de la izquierda como requisito para avanzar en la lucha por una nueva civilización. La izquierda correista no es sino la derecha reencauchada y la izquierda estalinista, en todas sus variantes, es un lastre que impide el avance. El SKR es otra izquierda, la nueva izquierda que comienza a construirse sin los vicios de la vieja (Oviedo Rueda, 2013c).
NOTAS
[i] Isabel Rauber y Martha Harnecker, que alcanzaron notoriedad defendiendo la línea fidelista de la revolución cubana, han publicado libros en los que ahora descubren sus fallas y apuestan por el nuevo socialismo.
[ii] Líderes como Rafael Correa no pueden distinguir estos dos momentos. Su corte epistemológico los ancla al liberalismo burgués, para el cual todo es posible si no se amenaza la estructura del poder. Estos “líderes” ocultan sus limitaciones proclamando a los cuatro vientos que están pensando con “cabeza propia”. Sólo es una cortina de humo. La verdad, monda y lironda, es que sin violencia revolucionaria no hay revolución verdadera. Y eso, siendo un principio universal, no nos impide pensar con cabeza propia.
[iii] Una auténtica posición revolucionaria se identifica con la validez de todos los métodos para la toma del poder. Otra cosa es si se está o no de acuerdo con los métodos de construcción de la nueva sociedad.
[iv] ¿Determinismo histórico? Si, en tanto no interviene la voluntad humana; pero si ella está de por medio, se trata de un acto inteligente del ser humano en busca de su destino, aprovechando el curso inexorable de las leyes de la Historia.
BIBLIOGRAFIA
Boron, Atilio: Socialismo del siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo, 2008.
Coraggio, José Luis (compilador): Reinventar la izquierda en el siglo XXI, hacia un diálogo Norte-Sur. IAEN, Quito, 2014. En: De Sousa Santos, Boaventura: ¿Reinventar las izquierdas? Pg. 160.
Diereckxsens, Win (Editor): Siglo XXI: Crisis de una civilización, IAEN, Imprenta Mariscal, 2011.
Dieterich, Heinz: Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI, 2005.
-Tres ilusiones antropológicas fatales del socialismo del siglo XX, Rebelión, 2009¿?
Harnecker, Martha: Un mundo a construir. Nuevos caminos y otros, siempre en la línea de explicar qué es el socialismo del siglo XXI.
Lobowitz, Michael: ¿Qué es el socialismo del siglo XXI?, 2006.
Marx y Engels: Manifiesto del partido Comunista, Edit. Progreso, Moscú, 1975.
Oviedo Rueda, Jorge: Caracterización del proyecto correista y análisis de coyuntura, 2014. Véase versión electrónica: http://forosocialistaecuador.com/index.php?option=com_content&view=article&id=186:caracterizacion-del-proyecto-correista-y-analisis-de-coyuntura&catid=9:nuestra-america-mestiza&Itemid=16
– El Sumak Kawsay revolucionario (SKR), base conceptual de una nueva civilización, 2013a. http://forosocialistaecuador.com/index.php?option=com_content&view=article&id=117:el-sumaw-kawsay-revolucionario-skr-base-conceptual-de-una-nueva-civilizacion&catid=9:nuestra-america-mestiza&Itemid=16
. El Sumak Kawsay revolucionario (SKR), el Estado liberal burgués y la plurinacionalidad, 2013b. Véase versión electrónica: http://forosocialistaecuador.com/index.php?option=com_content&view=article&id=143:algunas-reflexiones-sobre-el-sumak-kawsay-y-el-socialismo&catid=9:nuestra-america-mestiza&Itemid=16
–Una izquierda sin pecado original es necesaria en el Ecuador, 2013c.
http://forosocialistaecuador.com/index.php?option=com_content&view=article&id=99:una-izquierda-sin-pecado-original-es-necesaria-en-el-ecuador&catid=1:conocer-el-socialismo&Itemid=2
Rauber, Isabel: Poder y socialismo en el siglo XX, 2006.