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domingo, diciembre 22, 2024

ESPECIAL: Recuperación de la quebrada Ortega, una experiencia que sirve de ejemplo

Por Ela Zambrano y Jorge Basilago*

Hace 22 años, los socios de la Cooperativa de Vivienda Alianza Solidaria empezaron el sueño de construir sus casas en el sur de Quito. Como parte del proyecto Ciudad Quitumbe, adquirieron una parcela municipal lotizable de la que fuera la casa-hacienda Ortega, propiedad que fue declarada de utilidad pública durante la alcaldía de Rodrigo Paz.

El terreno adquirido por la Cooperativa está atravesado por la quebrada Ortega (que debe su nombre a la hacienda), una depresión 50 metros de ancho y 30m de profundidad, que viene desde el volcán Atacazo y se convierte en afluente del río Machángara. Ante semejante hendidura, los futuros habitantes y socios de la cooperativa se enfrentaron a un dilema: ¿qué hacer con ese espacio?

“¿Quién querría vivir junto a una quebrada donde el agua era sucia y botaban basura, escombros y desechos?”, recuerda Sandra López, actual gerente de la cooperativa y una de las socias antiguas. “En medio de las discusiones, hubo un visionario, don Fabián Melo Benítez, entonces presidente de la cooperativa, quien nos propuso: ¿y si le recuperamos? La idea nos quedó picoteando en las cabezas y luego se volvió un proyecto”, afirma Sandra.

Trabajo quebrada Ortega/La Línea de Fuego
Gráfica de cómo empezaron los trabajos en la quebrada Ortega, esta forma parte de la exposición permanente del Centro de Interpretación de la quebrada Ortega. Fotografía: Archivos de la Cooperativa Alianza Solidaria

La quebrada Ortega lucía como la mayoría de las quebradas en Quito actualmente. Desde una visión mercantilista y considerando el valor del metro cuadrado, la solución más práctica habría sido rellenarla. No obstante, en la discusión entre vecinos ganó la perspectiva consciente con el entorno, entendiendo que la quebrada es un microsistema que además puede recuperar su estatus histórico como  lugar de esparcimiento. Fue una decisión política a contracorriente de lo que venía sucediendo en esta ciudad andina con necesidades de vivienda y de expansión urbana.

Quebrada Ortega/La Línea de Fuego
En el interior de la quebrada Ortega hay puentes, zonas de playa y lugares para hacer picnic. Fotografía: La Cigarra

Imaginar a una quebrada como un espacio de recreación actualmente es poco menos que imposible para la mayoría de residentes en la capital. Pero tras el aluvión de La Comuna y La Gasca, el fotógrafo Rafael Racines Cuesta realizó una “arqueología fotográfica” de su propio archivo para recordar, a través de imágenes, que las quebradas de Quito fueron alguna vez espacios llenos de verdor, donde las familias se iban de excursión para disfrutar de su riqueza en flora y fauna.

En una charla virtual convocada bajo el título “Las quebradas quiteñas, la otra visión”, llevada a cabo a inicios de marzo, Racines rememoró a la quebrada de los Chochos, que nacía en el Ungüí y atravesaba parte del sur de Quito (los barrios de Chilibulo, Magdalena Alta, Puente del Señor, San José y Villaflora) hasta desembocar en el río Machángara. “El nombre de la quebrada se debía a que aquí se desaguaban los chochos (soya andina), legumbre característica  de este sector”, destaca Racines, tras demostrar que alrededor de las quebradas había también una lógica económica. El relleno de esta empezó en 1970, para dar paso a la Av. Mariscal Sucre.

Entre esas quebradas que añoran los quiteños como un lugar para escapar de la urbe, es recordada La Chorrera del Pichincha, situada por sobre el barrio céntrico de San Roque. El actor capitalino, Fernando Zambrano Esquivel, fue vecino de las calles Loja y Calicuchima, comenta que desde allí, con su familia, subían a una zona denominada El Dique, donde hacían un primer descanso y luego ascendían a La Chorrera. “Era una caída de agua grande, potente y bonita, se la veía desde el centro de Quito”, menciona. “A este sitio, que bien podría haber sido muy turístico, íbamos una vez al mes, cuando era niño y era seguro, te hablo de la década de los sesenta”. La Chorrera fue encausada hacia la Planta de Tratamiento del sistema El Placer para la obtención de agua potable.

En el libro De la Hacienda al Quito Urbano. El caso del barrio La Concordia #1  se hacen varias referencias a las quebradas como zonas de vida y se incluyen diversos testimonios. Sobre todo uno de ellos, el de Blanca Inaquiza, resulta determinante pues en pocas palabras describe las alteraciones que sufrió Quito en su topografía: “Todo cambió. Se acabaron los potreros, el agua… tan bonitas que eran las vertientes. Era precioso. No sé qué hicieron, entubaron… Atrás de donde usted vive había una quebrada grande y bajaba cualquier cantidad de agua. A dónde se fue esa agua no sé. Fue desapareciendo y apareciendo casas”.

De esta manera, Inaquiza relata con nostalgia los efectos de la urbanización  en el sector de La Concordia (suroccidente de Quito), donde podían sentir el aire puro, recorrer los bosques, admirar los pájaros, y divertirse en las vertientes de agua.

Uno de los linderos de La Concordia #1 es la quebrada Ortega, donde aproximadamente 150 familias iniciaron el proceso de recuperación, que les tomó alrededor de 10 años y mingas todos los domingos desde las 09h00 hasta las 12h30, para lo cual se establecían turnos rigurosos. “Si faltabas no aplicábamos multas, pero tenías que venir el siguiente fin de semana con apoyo, para recuperar el trabajo perdido”, explica Sandra.

Sandra López, presidenta de la Cooperativa Alianza Solidaria/La Línea de Fuego
Sandra López, presidenta de la Cooperativa Alianza Solidaria, muestra uno de los reconocimientos recibidos por el cabildo quiteño. Fotografía: La Cigarra

Con sus manos, pico y pala, limpiaron el cauce de la quebrada, arborizaron el entorno, preservaron la flora y la fauna nativas, crearon un sendero ecológico y las primeras ciclovías de Quito y Quitumbe, de 2 kilómetros de extensión. Más tarde, el trabajo en la quebrada Ortega se extendió a la quebrada vecina, El Carmen. Con algo de astucia, en la zona donde la arrojaban basura y escombros (diagonal al Terminal Quitumbe)  diseñaron una jardinera, así  con el poder y el color de las flores detuvieron la constante e ilegal actividad de lanzar desechos sólidos.

Las mingas no terminaron allí. Ahora hacen labores de mantenimiento que se vieron truncadas por el confinamiento y las restricciones de la emergencia sanitaria por Covid-19. No obstante, a inicios del año retomaron los trabajos y si los nuevos socios de la cooperativa Alianza Solidaria quieren optar por una vivienda en las futuras etapas, no solo tienen que lograr los ahorros suficientes: deben acreditar 120 horas de mingas y 120 horas de capacitación en procesos sociales y comunitarios. Las mingas, explica Sandra, son multiestratégicas porque permiten mantener la quebrada cuidada, las personas se apropian -echan raíces- sobre un espacio común, aprecian el espacio verde junto a su casa y durante las jornadas se conocen con quienes serán sus futuros vecinos.

La lógica habitacional de Quito se evidencia en los conjuntos de casas vecinos de la quebrada. Por un lado está la cooperativa Alianza Solidaria, ubicada al oriente de la quebrada, que cuida y limpia la misma como si fuera su patio; en este sector, las casas miran hacia esta zona recuperada y aprovechan su microsistema como parte de una conexión con la naturaleza. Por el contrario, en la ladera occidental, el conjunto habitacional Sol del Sur ha levantado una cerca, las casas le dan la espalda a la quebrada y además incluyeron abusivamente a las luminarias –públicas– dentro de sus límites. Frente a esta diferencia, Sandra comenta que esos son los dos modelos inmobiliarios que se contraponen en Quito: quienes fueron capaces de trabajar 12 hectáreas de quebrada para el uso comunitario, deben convivir con aquellos que se adueñaron de las luminarias y no tienen ninguna puerta que les comunique con este espacio.

Quebrada Ortega en Quitumbe/ La Línea de Fuego
Perspectiva de la quebrada Ortega, a los costados se encuentran los senderos ecológicos que suman dos kilómetros de extensión. Fotografía: La Cigarra

“Yo en la mañana, me despierto y escucho los pajaritos, veo los árboles. A las 05h00, ya hay vecinos haciendo ejercicio en los senderos”, relata Sandra, quien enseguida parafrasea a don Fabián: “¿Qué sería de Venecia sin sus canales? Ahora imaginemos: ¿qué sería de Quito sin sus quebradas?”, increpa, tratando de explicar que no todos perciben como una ventaja la riqueza topográfica de la capital.

El trabajo de recuperación y actual mantenimiento de la quebrada Ortega ha recibido la visita de todos los alcaldes; distinciones ambientales del cabildo en 2015 y 2016; ha sido estudiado por varias universidades; e incluso, una delegación del Hábitat III (2016) recorrió sus senderos. Es un ejemplo que todos visitan, pero no replican. Al menos hasta este momento.

Ante procesos semejantes que acabaron abandonados –como el Parque Lineal, en la ribera del río Machángara, cerca de la Recoleta, donde la única apropiación fue de la inseguridad y de las personas en situación de calle, Sandra cree que el éxito –sin desconocer los problemas y los errores– en la quebrada Ortega no pasa por la recuperación, la conservación ni las mingas: “es la educación comunitaria”, remarca. Esto es lo que permite sostener el proyecto y que los mismos vecinos ayuden a cuidarlo, sin dejar de lado el necesario aporte del Municipio, para mantener la hierba cortada en la zona de playa junto al arroyo.

Francisco Tomalá, vecino de Quitumbe, suele pasear con su familia por los espacios de la quebrada Ortega, a la que cataloga como un “sitio genial”,  considerando que en el desarrollo urbanístico de  Quito “prevalecen el cemento y los edificios, por encima de los bosques o las áreas verdes”. Por la ubicación, en medio del ruido del terminal terrestre, la cercanía de la Plataforma Sur y un hospital, hasta lo siente como un remanso de paz. “Yo si creo que es posible que se puedan replicar estas experiencias y recuperar más zonas verdes para la capital: en la parte baja de Monjas lograron transformar también una zona de quebrada”,  recuerda.

Mientras paseamos por los tupidos senderos de la quebrada Ortega, comentamos sobre el aluvión de La Gasca y La Comuna. Sandra sentencia algo que es fruto de entender nuestra relación con el ambiente: “la naturaleza tiene memoria; los cauces están ahí y por más que les rellenen, los afluentes encontrarán su camino”. Por eso, cree que es mejor respetar la naturaleza y entender a la quebrada como parte de tu comunidad, como tu vecina.

“La naturaleza tiene memoria; los cauces están ahí y por más que les rellenen, los afluentes encontrarán su camino”.

-Sandra López, Gerente de la Cooperativa de Vivienda Alianza Solidaridad.


Te recomendamos la lectura: 

El aluvión y la débil gestión de riesgos en Quito


*Jorge Basilago, periodista y escritor. Ha publicado en varios medios del Ecuador y la región. Coautor de los libros “A la orilla del silencio (Vida y obra de Osiris Rodríguez Castillos-2015)” y “Grillo constante (Historia y vigencia de la poesía musicalizada de Mario Benedetti-2018)”.

*Ela Zambrano, comunicadora y periodista-feminista. Ha trabajado en los diarios Hoy, El Universo, Agencia EFE (Madrid), El Telégrafo y el Quincenario Tintají. Actual colaboradora de La Línea de Fuego. 

La Línea de FuegoFotografías: Fundación La Cigarra 


 

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