Te bombardean a ti y es como que si nos hubieran robado la infancia de un solo plumazo.
Te bombardean a ti, y es como si tus niños fueran nuestros hijos. ¿A qué ser humano se le ocurrió que un niño debe pagar las consecuencias de los errores de los adultos, ¿a qué mente perversa se le ocurrió la idea de dejar sin agua, sin alimentos, sin luz, sin escuela a miles de pequeños, que crecerán con el horror en sus tiernos ojos?
Te bombardean a ti y nosotros nos preguntamos qué le pasó al mundo, en qué momento se desquició? ¿En qué momento prefirió la sangre inocente que el abrazo fraterno?
Te bombardean a ti y uno siente que la piel se quiebra en pedazos con cada humano que muere destrozado sin saber porqué, con cada niña que grita de espanto, de dolor, al verse sin un brazo, sin una pierna, con su casita pobre reducida a escombros.
Te bombardean a ti y uno se pregunta si ellos, los que deciden la barbarie se acordarán del genocidio hacia los suyos? ¿Harán memoria de los campos de exterminio, de los miles y miles de muertos que el odio hacia el otro engendró? ¿Se volvieron pequeños Hitlers sin darse cuenta? ¿Se recortaron el bigote y sin querer les quedó una marca en forma de esvástica?
Te bombardean a ti y uno tiene que llorar de rabia, de impotencia, porque los que huelen a azufre están llenos de poder, de dólares y de ojivas.
Te bombardean a ti de una manera criminal y ellos dicen que es por defensa propia, que es exactamente lo mismo que afirmar que el torturado debe ser destrozado por resistir tercamente a las vejaciones impuestas.
Te bombardean a ti para asegurarse una reelección, para seguir imaginando terroristas que los quieren destruir con palos y piedras.
Estamos contigo, hermano palestino, porque aunque la estupidez disfrazada de razón quiera imponerse a sangre y fuego, ustedes han sabido hacer de la palabra resistencia su pedacito de dignidad. Estamos contigo, estamos con ustedes.