08 julio 2013
El Comercio <www.elcomercio.ec>
Imposible no solidarizarse con Evo Morales ante los vejámenes impensables de Portugal, Francia, Italia y España, al negarle que su avión sobrevuele sus territorios, y no pueda salir de Austria durante 13 horas. El rumor de que Morales partió de Moscú con el tan solicitado ‘informante’ Snowden, por parte de EE.UU., es aparentemente la razón. Pero es difícil no captar que los argumentos de un diplomático español en Viena, así como la brusca cancelación del derecho de sobrevuelo previamente acordado por los otros países, mostraron un trato inusual para un Presidente. La condena latinoamericana era indispensable y con otras posiciones prácticas debería marcar un precedente.
Llama la atención que los europeos hayan tenido este comportamiento. La explicación primera es el peso de los Estados Unidos. Algunos países, tal Francia y Alemania, condenaron que Estados Unidos les vigile, pero ante el caso de Snowden terminan aceptando la posición de la gran potencia. La aceptación del peso de EE.UU. se acompaña así de la construcción por todos de un precedente para que algún futuro ‘filtrador’ en cualquier país sepa que no tiene salida. Es la sanción colectiva y al parecer Snowden ya está entre la espada y la pared, entre otros por las apresuradas declaraciones de Assange y Ecuador. Ahora, nadie quiere de él, EE.UU. ha ganado con su causa, incluido con Rusia.
Además, en el fondo, los Estados, los implicados con el caso Snowden o no, ante la inseguridad, en todas sus dimensiones, les ha llevado a la misma práctica de vigilancia y espionaje. Ello desde hace muchos años. El problema que ahora suscita EE.UU. es que los “buenos” también son espiados y que la vigilancia concierne cualquier tema incluido va de sí, y con creces, temas económicos. La izquierda siempre fue espiada aquí y en todas partes.
Los límites son tenues entre espiar al crimen y por “razones de seguridad de Estado” hacer el seguimiento de los contrincantes políticos, aún más en el caso de los gobiernos que se ven de víctimas y de perseguidos, al autodefinirse antisistema, lo que les pone en una posición paranoica de ver complots a conveniencia.
Todos pretenden, desde luego, que siguen la ley y que no practican nada malo contra los contrincantes políticos. Es el reino del doble discurso. Aún más cuando en la sociedad muchos aprecian muros de protección a su alrededor y tener una gran hermano protector. El fenómeno es aún más fuerte cuando la sociedad se embelesa con la idea de orden y sanción, así como de la redención social. Los redentores y creadores de orden tienen la conservadora idea de que la acción activa de la ciudadanía es innecesaria, ellos saben lo que conviene y les resulta molesto. ¿Cómo no estar tentados en ver supremas “razones de seguridad de Estado” para jugar al gran hermano y todo vigilar? Si hubiera Snowdens al sur, a lo mejor no llegarían a estar entre la espada y la pared.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.ec/jorge_g-_leon_trujillo/Evo-Morales-vejamen-seguridad_0_952104846.html.