Tapa y contratapa: Louise Glück (Nueva York ,1943), poeta con 77 años, lleva una trayectoria de premios importantes como el Pulitzer de poesía 1993; Premio Nacional del Libro 2014; Medalla Nacional de Humanidades 2015; y, el Nobel de Literatura de 2020. Se ha ganado varias becas como la del Fondo Nacional de las Artes 1970 y la Guggenheim de Artes Creativas 1975. Ha publicado alrededor de una docena de libros de poesía, la mayoría han sido traducidos al español por la editorial española PRE-TEXTOS.
Es un paseo por un pueblo, y en un pueblo los personajes centrales también son la plaza, las calles, la luna y el río, donde ocurre, por ejemplo, el amor o el hastío. Cada poema es una historia, novela o película incluso, por su trabajo visual y descriptivo que crea una atmósfera en la que podemos habitar para aprehender su ritmo y cotidianidad.
La idea que tenemos de un pueblo, comúnmente, es que está lejos, no es el aquí, se ubica allá, en las afueras de las ciudades; y, esa idea en Una vida de pueblo es recuperada por la voz, en el tono de los poemas, hay una lejanía, casi un abandono, que refleja una falta, un deseo, pero también una esperanza. Es decir una de esas voces que retumban en el silencio y habitan los vacíos, como un pueblo a las 6h00 de la tarde.
En este libro de poesía vemos la claridad del cielo y el letargo de las horas, Glück no tiene prisa, la vida de pueblo es lenta. Sin embargo, hay unos fulgores cuando suceden cosas de manera ruda, pues en el pueblo no hay espacio para los refinamientos, es todo muy rudimentario y elemental, hasta los rostros de algunos personajes revelan facciones y gestos ásperos.
Hay unos elementos centrales dentro del libro que articulan su núcleo poético. El amor como la forma más universal de existir y tan diversa como los lugares y formas de descubrirlo o perpetuarlo; en el pueblo, el amor recupera espacios, tareas y actividades que están muy bien compartimentadas y que se friccionan pero conviven; desde los chicos que se juntan en el río en verano y experimentan el amor, hasta los padres que comparten una cama y otro amor.
La ironía como música que atraviesa sus líneas, en la narrativa del poema se puede ver debajo sosteniéndolo a los mitos; a los ritos humanos más antiguos; a las ideas preconcebidas como la del matrimonio o la familia; y, en un giro nada sencillo, que corta la levedad como un hacha en un tronco, aparece la ironía, no sola ni de manera superficial sino acompañada de la nostalgia o tristeza de los personajes.
Y está la naturaleza para acompañar la desolación de las historias y los personajes, como para señalar que no todo es calma en el pueblo, sino destino y misterio a los que responden los árboles, los atardeceres y las hojas que caen y que no dependen de nuestra voluntad. Estos poemas logran un equilibrio sobre los prejuicios y los designios, se graban como fotos con las que nos quedaremos al salir de Una vida de pueblo.
Puesta de sol
“En el mismo instante en que se pone el sol,
un granjero quema hojas secas.
No es nada, este fuego.
Es cosa pequeña, controlada,
como una familia gobernada por un dictador.
Aun así, cuando arde,
el granjero desaparece;
es invisible desde el camino.
Comparados con el sol, aquí todos los fuegos
son breves, cosa de aficionados;
se acaban cuando se consumen las hojas.
Entonces reaparece el granjero, rastrillando cenizas.
Pero la muerte es real.
Como si el sol hubiera terminado lo que vino a hacer,
hubiera hecho crecer el campo y entonces
hubiera inspirado la quema de la tierra.
Así que ahora puede ponerse”
Louise Glück, Una vida de pueblo, Editorial Pretextos, 2020, 169 págs.
*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción.