HACIA UN NUEVO MODELO DE VIDA Y DE DESARROLLO
Edgar Isch L.
La existencia de las sociedades humanas ha sido el resultante de largos y complejos procesos de adaptación a la vida en comunidad y como parte de la naturaleza. Los entramados de relaciones que se presentan tienen un carácter histórico, es decir momentos en que surgen, se fortalecen y mueren dando paso a sociedades nuevas. Esto, por supuesto comprendiendo que lo permanente y transhistórico es la relación de trabajo, mediante la cual los seres humanos nos relacionamos con la naturaleza de una manera permanente.
Las sociedades pueden cambiar y, en determinados momentos de su historia, están obligadas a hacerlo. Ello sucede con el capitalismo de nuestros días. La gran explotación de recursos naturales para producir en fábricas contaminantes una enorme cantidad de productos no necesarios y un mercado desenfrenado que logra la venta de cosas que rápidamente suponen gigantescos excedentes de desechos, hacen que el sistema capitalista sea ambientalmente insostenible, así como son insostenibles los grados de explotación de la fuerza laboral, el crecimiento de las contradicciones entre pobres y ricos y la degradación que implica que todo, incluyendo los genes humanos, el agua o el carbono en el aire, pueden ser considerados como mercancía.
Cuando hablamos de nuevos modelos de vida y desarrollo, estamos hablando de que el cambio en la sociedad actual es necesario, oportuno, pero que además es preciso diseñarlo y proyectarlo. ¿Cómo debe ser la nueva sociedad? Aprendiendo del pasado y del presente, y sabiendo que la fuerza de la transformación está en manos de los trabajadores, sin importar su nacionalidad, sexo u otras diferencias, todas las proyecciones plantean la necesidad de imponer la solidaridad por encima del mercado, poner el derecho a la diferencia junto al derecho a la igualdad, rescatar el sentido de lo colectivo para acabar con el egoísmo y la codicia que beneficia a pocos, reinterpretar nuestra relación con la naturaleza como una simbiosis inseparable y emancipar a los seres humanos para humanizarnos.
El Sumak Kawsay que se plantea en nuestra Constitución, recoge esas líneas, así como lo hacen los planteamientos socialistas desde el marxismo, ecologistas y feministas de izquierda. Se abre así la posibilidad de sumar a la mayoría que, de una u otra forma, se encuentra oprimida, para avanzar en dirección a un futuro no solo distinto, sino superior al capitalismo.
¿Qué pasará con el extractivismo en una sociedad así? Pues que tendrá que cambiarse para una relación de uso de lo realmente necesario y con prioridad en las necesidades locales y nacionales, rompiendo la dependencia al mercado internacional. Es decir, que deberá dejar de existir el extractivismo y se pasará a usar solo los recursos necesarios, procurando no alterar la naturaleza.
¿Es eso posible? Las evidencias demuestran que sí. Pongamos el ejemplo del oro. Más del 75% se usa en joyería que puede dejar de producirse. Nadie se muere por no tener un anillo de oro, pero muchos mueren por la contaminación de la minera y el agotamiento de recursos hídricos que esta genera. Pero para obtener el 25% restante, es posible reciclar oro de determinados productos (esto ya se hace) y utilizar oro ya extraído que se encuentra en los bancos centrales. Por poner un ejemplo, en la reserva de Estados Unidos en Fort Knox, están 5.040 toneladas, más del doble de toda la producción mundial de 2010 cuando se llegó al record de 2.652 toneladas. Es decir que solo con ese oro que ya está procesado y guardado, se podría cubrir las supuestas necesidades reales del mundo, si no se sacara ni un gramo más de las minas existentes, por unos 8 años como mínimo; y eso sin considerar las reservas de oro de otros países. Preguntas válidas entonces son: ¿Por qué buscan más minas y más oro? ¿Por qué a cambio de la riqueza de algunos, deben empobrecerse millones? ¿Por qué preferir el oro, destruyendo tierras agrícolas?
El extractivismo presente es una manera de apropiación en pocas manos de los recursos comunes. Al patrimonio natural le llaman “capital natural” y a las funciones de las especies y ecosistemas le dan el nombre de “servicios ambientales” y, a partir de allí, todo se convertirá en mercancía o, como dice el principio de la oficina de patentes de Estados Unidos: “todo lo que está bajo el Sol, es patentable”, apropiable, explotable. Los genes de quien lee estas líneas también son patentables. No se salva nada ni nadie de la codicia del capital, que no es un fenómeno que responda a la sicología humana sino que es un resultado de la lógica de acumulación del capital.
La necesidad de fortalecer mercados locales y nacionales es otro aspecto importante con miras a un futuro diferente. Por ello la agroecología, el uso de semillas propias y la diversificación de la producción local se enfrentan a la agricultura intensiva destinada a exportación. Esta es otra forma de extractivismo que empobrece a la tierra y a la gente, llegando al colmo que en zonas ganaderas se consumen productos lácteos de fábricas instaladas en otros países. Eso para poner un solo ejemplo de tantos que señalan, una vez más, la irracionalidad que estamos viviendo.
El nuevo modelo deberá también poner a la realidad de la vida por encima del mito actual del desarrollo. Se trata de un Vivir Bien colectivo, a largo plazo, orientado por el respeto a la dignidad humana y a la naturaleza, muy distinto a que no importen ni las personas ni la naturaleza bajo anuncios de desarrollo que nunca se cumplen. Y para imponer esa mentira de “desarrollo”, nos dicen que lo que hay que hacer es induscutible (“la minería va porque va”) y cargan de insultos a los que piensan diferente (indios incultos, ecologistas infantiles, izquierdistas dogmáticos, etc.). Pero a la hora de ver los resultados, el desarrollo y la modernización capitalista benefician a pocos y afectan a la mayoría. La batalla del 99% contra el 1% dirían los indignados de Nueva York.
Mucho hay que pensar y decidir en colectivo para logar la nueva sociedad. Pero estamos caminando y eso es lo que importa. La lucha y acción colectiva, en todos los terrenos, es condición indispensable para que los cambios necesarios puedan darse. Por ello, el conocernos, intercambiar saberes, unirnos, es necesario y urgente. Ese es un gran valor del Encuentro de Abya Yala por el Agua y la Pachamama, sentar en la misma mesa a debatir y abrir brecha en el camino hacia un futuro diferente. Ese es el valor de la unidad y acercamiento de todos los sectores populares y las izquierdas en el país.
(Publicado en: Minka por la Vida: Encuentro Continental de los Pueblos de la Abya Yala por el Agua y la Pachamama. Cuneca de Guapondelig, Ecuador)
La existencia de las sociedades humanas ha sido el resultante de largos y complejos procesos de adaptación a la vida en comunidad y como parte de la naturaleza. Los entramados de relaciones que se presentan tienen un carácter histórico, es decir momentos en que surgen, se fortalecen y mueren dando paso a sociedades nuevas. Esto, por supuesto comprendiendo que lo permanente y transhistórico es la relación de trabajo, mediante la cual los seres humanos nos relacionamos con la naturaleza de una manera permanente.