Acá llegó el desorientado Cristobal Colón en 1492. Mientras el genovés daba cuenta de sus navegaciones a los Reyes en España. Los indios taínos, esclavizados, se rebelaron contra los españoles y los incineraron donde lo habían hecho con su pueblo.
Al regreso de Colón a la isla en 1493, la hubo que reconquistar de nuevo. Aparte del cañón y el arcabuz, de la daga y la espada, de la biblia y la cruz, los españoles trajeron, sin saberlo, enfermedades con las que extinguieron a los pueblos ancestrales haitianos. Los hermanos africanos esclavizados reemplazaron a los indígenas aniquilados. La modernidad capitalista se asentó en la isla y la acumulación del capital se logró con despojo, sangre y genocidio.
Haití se convirtió en el principal puerto de conexión entre Europa y las “Indias Orientales”. Con la expansión de la producción azucarera y de la conquista francesa, la isla se dividió en dos partes, la española y la francesa. Hasta que esta última se hizo con toda la isla. Los haitianos fueron los primeros en recibir la invasión y los primeros en desarmarla. Mientras los franceses luchaban contra el Antiguo Régimen y guillotinaban al Rey y la aristocracia, los esclavos haitianos arrinconaron a franceses, españoles y británicos.
A dos años de la Revolución Francesa (1789), en 1791 los esclavos haitianos generaron una sublevación total. El gobierno francés en pánico no tuvo otra opción que otorgarles ciudadanía y libertad en 1792-94. Sin embargo, los franceses al mando de Napoleón Bonaparte recuperaron la isla. El gran general independentista, Louverture, fue capturado y asesinado en 1803, dejando escrito con sangre: “arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud”. Con Dessalines al mando de las tropas esclavas, lograron la independencia en 1804. Haití envió armas y recursos económicos para las independencias de Colombia y Venezuela con la consigna de emancipación esclava. El pueblo haitiano formó la primera República moderna de Latinoamérica.
Hoy, el 60% de Haití está bajo la línea de la pobreza, es el país más pobre de América y con uno de los presidentes más autoritarios. Acá no hay “Grupo de Lima” ni “Ayuda Humanitaria” ni conciertos grandilocuentes. La irracionalidad de la modernidad.
*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.