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domingo, diciembre 22, 2024

IZQUIERDA DESORIENTADA.por Jorge G. León Trujillo

IZQUIERDA DESORIENTADA
Jorge G. León Trujillo

¿Por qué la izquierda se empecina en defender la reacción?

Reacción es el rechazo al cambio o la simple reivindicación del pasado o de un orden conservador. Esto se repite claramente con Siria ahora. El camino está trazado, la represión del dictador da justificativos para que funcione el llamado “imperialismo humanitario” y para que luego lleguen al poder no las fuerzas renovadoras sino la reacción islámica y gane la geopolítica de las grandes potencias.

Los gobiernos llamados “progresistas” como numerosos grupos de izquierda en América Latina, siguen esa vía de derrota y adhesión a la reacción más no a los que, buscan un sistema alternativo y progresista. Cabe recordar que el clan Al-Asad llegó al poder hace 42 años y se impuso sobre derechas e izquierdas de los modos más autoritarios y sanguinarios, sin miramiento alguno. Desvió los principios claves del movimiento Baas, para en nombre de construir un Estado y tener independencia de las potencias hegemónicas considerar complotadores y traicioneros a todos los que no seguían lo que devino un clan familiar.

En Libia fue ya claro el panorama. Gadafi, con más de 40 años en el poder, ya envuelto en corrupción, bien relacionado con las empresas multinacionales, con un discurso en principio de izquierda pero no en los hechos sin nexo alguno y con la sistemática represión a todo oponente, siguió siendo defendido por los “progresistas” en nombre de un hipotético antiimperialismo. Pero estos defensores no supieron ofrecerle alternativas para que dé paso a la indispensable renovación. Habría podido ir a Venezuela o ser acogido en algún otro país de los que lo apoyaron, permitir una transición pacífica y no aferrarse al poder con una guerra y justificar la intervención internacional con intereses diferentes a los de quienes ofrecieron sus vidas en el terreno.

La construcción del conservadurismo y la reacción

Todo ello para que después  se impongan las fuerzas políticas afines al clero, que crecieron protegidas por el culto,  las cuales logran así diversos nexos con la población y se vuelven el referente visible frente al poder dictatorial. Mal puede uno sorprenderse que no sean estas fuerzas políticas conservadoras o de reacción que sepan ganar poder en una sociedad que, por las dictaduras, se volvió conservadora, desprovista de razones e ideologías identificables, sin organizaciones sociales y ni personal político alternativo.

Cuando hay concentración del poder y de suplemento se monopoliza el discurso, volviendo a la sociedad funcional al poder, las consecuencias en menos de media generación tienden a volver conservadoras a las sociedades; se idiotizan los que pensaban y antes luchaban. A la postre ese poder incorpora el sentido de un ejercicio de poder paranoico, todo es complot y su respuesta ante la indispensable oposición es la estructuración de la represión. Se conjuga cada día responder a los traidores hipotéticos y controlar al oponente.

Los que antes lucharon por las causas sociales pero que ya están cerca del poder se vuelven gerentes del nuevo orden y no sólo que pierden el sentido de la crítica, sino que se oponen a la misma en nombre del proyecto, pero éste  se vuelve cada vez más etéreo. En la sociedad prima el temor, reina el sentido de la gestión del poder y la ausencia de nexo con las poblaciones.

Cuando llegan los procesos de cambio, como los que la “primavera árabe” ha producido, simplemente no hay cuadros o dirigentes para asumir las nuevas circunstancias, ganan las fuerzas del pasado conservador que ya tienen buen nexo con una sociedad hecha conservadora por el poder que pretende saber lo que conviene y monopoliza la palabra. Tomará tiempo a que una sociedad rehaga sus medios de expresarse, manifestarse y de legitimar el sentido de lucha y crítica.

El desprecio por reconocer las dinámicas de los sistemas políticos, el economicismo y el imperialicismo

Desde luego que hay razones socioeconómicas que esto permiten o favorecen, pero los argumentos que asocian fácilmente esta situación a los diseños imperialistas o a las dinámicas del capitalismo no logran tener consistencia. Existen intereses y presiones de las grandes potencias va de sí, pero ni éstas ni la dinámica de un capitalismo que sigue las pautas de los rentistas o del mercantilismo pueden explicar estos proceso del poder mecánicamente como se lo hace. La dinámica política tiene su sentido y, los dictadores no por tener discursos en principio anti-poderes hegemónicos –generalmente a sus inicios- que las dictaduras se justifican ni debería considerárselas necesarias, inclusive propias a culturas diferentes, como terminan haciendo ciertos grupos de izquierda, al estar presos del maniqueísmo de considerar que los antiimperialistas hipotéticos encarnan el buen lado y merecen el apoyo. Que fácilmente esas izquierdas se vuelven amantes de la geopolítica y de olvidan de las sociedades, de sus luchas y grupos que algo deben encarnar de búsqueda de alternativa ante poderes tan represores y carentes de propuestas sociales o económicas alternativas. Pero la buena conciencia tiende a primar por encima de lo que ayer y ahora reivindican los proyectos de izquierda  o alternativos de construir un nuevo orden social. Estar contra los “malos” del mundo tiene mejor moneda para estos grupos.

¿Por qué no una tercera salida?.

Estos gobiernos y organizaciones latinoamericanas  han llegado así a la paradójica situación de defender al dictador contra los grupos alternativos árabes por privilegiar la simple condena a las potencias extranjeras. Pero ¿Una vez condenada la ingerencia externa, qué? Se centran en justificar a estas dictaduras las cuales no tienen otro proyecto que mantenerse en el poder y medrar de las rentas públicas.

Un modo no discursivo de no legitimar la intervención del “imperialismo humanitario” sería que esos gobiernos “progresistas” trabajen para una tercera salida a los dictadores, bien podrían ser mediadores con las fuerzas políticas para encontrar esa salida, pero asumir sin medias tintas el pluralismo como sistema político. A lo mejor, así, algo quedaría de lo que originalmente fueron los partidos Baas, que buscaban independencia y Estado. La alternativa al sistema imperial no se hace con simples rechazos o condenas cuando en el terreno mueren miles de personas buscando algo que nosotros no soportaríamos como es vivir sin libertad. ¿Acaso saben que el gobierno Sirio es de una minoría, Alauite, que controla el ejercito, las finanzas y puestos de poder, mientras la mayoría es sunita? ¿Qué todos los partidos de izquierda desde el inicio de Al-Afaz padre fueron condenados y sus dirigentes encarcelados (18-20 años), torturados, muertos, exiliados? ¿Que la matanza de Homs repite otra de hace 30 años en Hama con más de 20.000 muertos?

Esas izquierdas que se pierde en las primarias definiciones antiimperiales y ausencia de proyecto de sistema político.

Esta desorientación de ciertas izquierdas tiene relación con su ausencia de visión sobre las instituciones y la importancia de éstas para el convivir, por eso reivindican pluralismo y democracia en la oposición y no en el poder, en lugar de mejorarlos como patrimonio propio, pues la lucha por el pluralismo y contra los gobiernos autoritarios han costado miles de muertes a los pobres.

Esta desorientación de ciertas izquierdas así, nos reenvía a la carencia actual de proyecto de izquierda que no sea el de polarizar u oponerse al sistema financiero o a las potencias hegemónicas y eso no con todas, pues en el caso de Siria el peso de Rusia con su base naval en ese país, no es necesariamente “progresista”. Una de las herencias del pasado, del XX, cuando la mayoría de izquierda se casó con la Unión Soviética y actúo para ser funcional a los designios de la gran potencia del Este, fue la de volver sin legitimidad a la utopía y proyecto de izquierda al convertirlos en propios de las dictaduras.

El tiempo lo mostró cuando cayó el muro de Berlín, no hubo más proyecto para esta mayoría de las izquierdas. Ahora, los gobiernos llamados “progresistas”  en América Latina, persisten precisamente en los mismos implícitos que se traducen claramente en que asocian ser de izquierda con el simple hecho de estar contra los imperialismos o el sistema financiero o en distribuir las rentas públicas y por no darle importancia a alguno de los varios tipos de democracia o, al menos, al convivir sin dictadura o sin concentración del poder, con todo lo que eso implica para la vida colectiva y el respeto a las personas. Estar contra EEUU da buena conciencia y permite mezclar todo, abandonando principios y proyectos, pero no resuelve dictaduras sin proyecto ni ausencia de proyecto popular.

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