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IZQUIERDA Y DERECHA: APUNTANDO AL SUELO Por Tomas Rodríguez León

Marzo 23 de 2017

Las masas están cien veces más a la izquierda que el partido bolchevique y este más a la izquierda que su comité central” Lenin

El  discurso común es estridente: La pobreza, la inclusión de los excluidos, la obra pública para los necesitados. Desde los dos bandos se reproducen ofertas ajenas a la reflexión de las causas con promesas de  lejanas realizaciones, en el fondo revelan que todo es demagogia pura y orfandad ideológica, el verbo se nutre de reiterativos contenidos (miseria, ecología, migración) y la búsqueda del poder es la única brújula que define la intención de los discursos.

La izquierda antes utópica y sublime, pierde programa para quedar comprimida en un catecismo retorico, mientras más a la izquierda los revolucionarios anti sistema no terminan de desempolvar sus construcciones teóricas primigenias para leer la realidad y buscar el porvenir.

La política despojada de impulsos éticos, omite diálogos teóricos o debates serios, sobra el condumio filosófico o histórico porque al político micro cefálico le basta exhibir sonrisas fariseas o presentar el rostro demacrado de los pobres. Los recursos morales se degradan dejando atrás la grandilocuencia del verbo. El acontecimiento es mundial, no importa el donde ocurre, caudillos de enormes naciones o de aldeas dicen lo mismo: Trump, Correa, Putin o Maduro. La falta de intelecto se puso de moda.

El tercer mundismo populista huele a imperios. Las patrias de Lincon y Lenin enseñan el grosero rostro de Trump y del maligno Putin. Ambos, nos recuerdan que la idea kantiana de universalización moral no tiene vigencia. Ciertamente, una crisis hasta ecológica y estética muy profunda vive occidente cuando el pensar político, de pura contaminación da paso a la barbarie.

Entre  iguales, los de la diestra y la siniestra van forjando pirámides políticas;  en su eje se emiten los mensajes a ser distribuidos. En descenso subyace un continente que obliga a la sociedad a seguir uniformemente; quien no repita ni reparta su contenido será considerado un “otro” fuera de lugar. En el caso ecuatoriano se advierte un hecho fastidioso: Se obliga al ciudadano al sufragio, so pena de castigo y a continuación se le advierte que si vota nulo o blanco, su voto no sirve, es decir, se obliga a optar y se sataniza a quienes rechazan la mediocre acepción de la política.

Izquierda y derecha, ambas herederas del pensamiento liberal iluminista, universalizan la mediocridad, suceso de paupérrimas consecuencias que declina insolvente ante el efectivísimo oriental de china y su apetito voraz. Grave situación de mísera orfandad pues los que se pretenden como nueva izquierda en Latinoamérica, son solo una pléyade de imitadores del ideario difuso de Putin y de las monedas de China.

Los pueblos pobres del mundo que veían el cielo alcanzar con la oferta socialista, deben conformarse por invitación de la propia izquierda gobiernista a escoger entre los menos malos, los menos neoliberales, los rostros humanos de la explotación. Los llamados progresistas hasta reinventan el asqueroso culto a la personalidad. Pero la derecha es  más coherente porque su programa de desarrollo ha sido empoderado por los progresistas y la forma mercantil occidental de vida, es el estándar de calidad que los del siglo XXI lo han tomado a cabalidad.

Así…

Sinónimo de radicalidad, es la brutalidad. Para parecerse más radicales, gobernantes como los de Venezuela y Ecuador en particular, copian lo peor del socialismo real pero en el marco del propio estado burgués; el constructo jurídico represivo, el lenguaje procaz y agresivo, sintetizan una dual asimilación: del estalinismo adoptan textualmente el estigma de sabotaje contra quienes resisten sus políticas y de las dictaduras ultraderechistas el lenguaje de terroristas contra la rebelión juvenil.

La ética del discurso de la izquierda es también una estética o no lo es. Feos y ordinarios los mensajes de los icónicos gobernantes bolivarianos contrastan no obstante con gobernantes de izquierda que en el pasado tomaron las armas, es el caso de Mujica, Mandela, Sánchez, Ortega e incluso Dilma. El deterioro del discurso podría comprenderse que tiene una fuente común que es la falta de posicionamiento doctrinal o es casi siempre falta de cultura ideológica.

Si algo nos está demostrando la historia presente es que la izquierda cuando es auténtica tiene futuro y en ella no pueden ser admitidos los híbridos e incoloros alistados ensayistas, estos que hablan con energía radical pero que en la economía y en la ideología se demuestran a la derecha del padre. La China y su cola de naciones en reforma en la cual se incluyen Cuba y Vietnam retornan a la vertiente desarrollista del pensamiento de Marx a cualquier precio, mientras otros como Mujica y Mandela tratan de recuperar el imaginario democrático y libertario de una izquierda no autoritaria, aunque para ello prorroguen el ideal utópico. Los pueblos necesitan de la izquierda efectiva y eficiente pero sobre todo democrática y libre. A nadie más.

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