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JORGE BERGOGLIO EN ECUADOR: ¿Qué papa se ha aventurado a decir tales cosas? Por Jaime Muñoz Mantilla

21 de julio 2015

Que haya decidido venir a estos pagos el papa, jefe universal de la Iglesia Católica, puede tener varias explicaciones:

  1. Latinoamericano que es, quería venir a su espacio natural.
  2. Estos territorios son los más adecuados para reposicionar a la iglesia, venida a menos tras los escándalos de corrupción, pederastia, narcolavado, prostitución y más.
  3. Neutralizar a los gobiernos díscolos con el imperio del Norte, llamando a la calma, el amor, el perdón, valores que el cristianismo promueve.
  4. Calmar a los pueblos, hartos de la explotación, la enfermedad, la pobreza extrema, la violencia de los estados, y encaminados a tomar la senda de la insurrección.
  5. Elevar la voz, clamando por salvar al planeta, cuya Naturaleza agredida, no da más. Salvar la vida amenazada por el capitalismo insaciable.

En verdad, puede estimarse que por todo ello viene el papa a las tierras del sur empobrecido, inequitativo, inconforme y rebelde; pero viene, sobre todo, a reposicionar a la iglesia, cuyos feligreses desertaban hacia otras profesiones de fe, o al agnosticismo y el ateísmo.

Tiene, el papa, en los pueblos del mundo, un excelente caldo de cultivo, atormentados como están: por las crisis, por el hambre, por la pérdida de horizontes, por los valores de la modernidad venidos a menos, por el derrumbe del sueño socialista, quebrado tras los desvíos, las aberraciones y, por supuesto, el accionar incansable de la CIA – fábrica de la insidia y del crimen; por los signos medio apocalípticos, surgidos del descalabro del ambiente, el envenenamiento de aire, agua y suelo; por la sed insaciable de consumo, por el afán imparable de acumulación de unas élites con rasgos de monstruos inhumanos y soberbios.

Entonces, Jorge Bergoglio parece ir más allá de las hipótesis propuestas. Dice, convincente, en su encíclica Laudato sí, y en sus misas y entrevistas, un discurso en contra de la explotación del trabajo humano, en contra de la depredación de la Naturaleza, en contra de la corrupción desatada y desenfrenada en todas las latitudes del planeta. Y llama a sus propios pastores a renunciar a los afanes materiales, a “no cobrar por la gracia”, a alinear a la iglesia con los pobres, digno discípulo que se considera, del poverello de Asís.

Decíamos que el momento le resulta propicio a la iglesia: por el desconcierto de un mundo desorientado y sin horizonte. Buscando, por lo mismo, opciones, alternativas. Y es la religiosidad, ese varias veces milenario constructo cultural de la humanidad, el que se torna el asidero más fácil para un ser humano sediento de espiritualidad en medio, aun, de tanta banalidad que le circunscribe. Tiene, para ello el ser humano, inserto en su mente y en su corazón, el concepto de lo sagrado (herencia del miedo ancestral y de la búsqueda de explicación a lo desconocido). Lo sagrado que puede ser su dios, pero también los iconos que lo representan y aun el mismo papa.

Por eso, no basta lamentarnos por la afectación al laicismo – ciertamente herido, lesionado y traicionado – sino que hay que entender el fenómeno en su connotación sociológica, histórica: tras el desastre producido por unos políticos endebles, corruptibles y corrompidos, el poder ha encontrado el fácil camino de estigmatizar a la política, sin discriminar lo legítimo de lo falaz, tesis acogida sin beneficio de inventario por amplios sectores. Y, en reemplazo de la política desechada por el conjunto social, bienvenido, para unos y otros, para el poder hegemónico, para la iglesia lesionada, el resurgir de esa religiosidad venida a menos, y, luego, resucitada.

Es, entonces, también, necesario esforzarnos por explicar el discurso del papa. Y, con todo y las consideraciones anteriores, entender las connotaciones posibles de ese discurso.

He aquí algunos dichos del papa en su peregrinar por Ecuador, Bolivia y Paraguay:

“En nuestra región eclesiástica hay presbíteros que no bautizan a los chicos de las madres solteras porque no fueron concebidos en la santidad del matrimonio. Estos son los hipócritas de hoy. Los que clericalizaron a la Iglesia. Los que apartan al pueblo de Dios de la salvación”.

“Los derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los asesinatos sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades”.

“Debe exigirse la distribución de la riqueza”.

“Podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones”

“Los pobres son la deuda que todavía toda América Latina tiene”.

“Es necesario luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración”.

“Donándose, el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución. Porque nuestra fe siempre es revolucionaria“.

“La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más   en un inmenso depósito de porquería”.

“Se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente”.

“no se pueden ignorar los enormes intereses económicos internacionales que, bajo pretexto de cuidarlos, pueden atentar contra las soberanías nacionales”.

“De hecho, existen propuestas de internacionalización de la Amazonia que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones trasnacionales”

“el deterioro del ambiente y de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta”.

Cabe preguntarnos: ¿Qué papa se ha aventurado a decir tantas cosas, hasta hace poco, exclusivas de un discurso contestatario de los movimientos sociales, de la tendencia política de izquierda? Y es importante destacar la furibunda reacción de los católicos conservadores, particularmente de los EE.UU., cuyo candidato republicano a la presidencia descalifica las declaraciones de Francisco, y obispos llegan a desconocer su autoridad; muchos a calificarlo de papa comunista.

Y entonces, conscientes de lo inevitable de estas reacciones, arribamos a los necesarios interrogantes más importantes:

  1. ¿Va la iglesia en su conjunto a acoger los consejos de su superior, consejos que, en rigor, deberían constituirse en mandatos? ¿Van, por ejemplo, a dejar de “cobrar por la gracia” los frailes que casan, bautizan o dan misas de muerto? ¿Va, así, la iglesia, a cesar su acumulación de riqueza material? Más allá: ¿Va el Vaticano a sentar el ejemplo, repartiendo sus cuantiosos bienes entre los pobres del mundo? ¿Y va a hacerlo sin que importen las creencias religiosas de los desvalidos? ¿Va el pontífice a destinar esas riquezas para la creación de comunidades productivas, sin fines de lucro y acumulación? Puesto que su mensaje critica duramente la exclusión ¿Va la iglesia a ordenar mujeres para el sacerdocio? ¿Va, en otro ámbito, a entender la justa demanda de la mujer de que se respete la soberanía de su cuerpo? ¿Va a entenderse que el aborto es legítimo y necesario, al menos en situaciones de defensa de la vida misma de la madre? ¿Qué la sana sexualidad no es pecaminosa y que el goce del sexo es don del dios en el que creen? Y, si todo ello ocurre ¿va a sobrevivir unida la iglesia católica, o va a escindirse entre aquéllos que seguirían las enseñanzas de un Jesús lejano y medio olvidado en su filosofía de amor y justicia, y los conservadores sempiternos que no renuncian al poder temporal, a los bienes materiales, sin que les importe el descalabro del mundo, el fin de la civilización y de la vida misma, para perseverar en su vida doble, su hipocresía y la tergiversación que hacen –siempre lo han hecho, desde el propio Saulo de Tarso- de la doctrina de un hombre que respondió a la filosofía de su comunidad esenia, filosofía comunitaria, enemiga de la propiedad privada?
  2. Del otro lado, del lado de fuera de la iglesia ¿Van los poderosos, las corporaciones que gobiernan el mundo a escuchar de veras la voz que clama por repartir los bienes de los ricos, por cesar la acumulación y la concentración? ¿Va a sensibilizarse la irresponsable codicia que envenena el ambiente, a dejar de arrojar la mierda que dejan las fábricas por millones de toneladas, infectando a la “hermana” –como la llama el papa invocando a San Francisco- madre tierra? ¿Van a entender esos engendros invisibles que si siguen descargando CO2 por millones de toneladas, va a destaparse ese otro estiércol de la Naturaleza, el metano acumulado en el subsuelo de la Antártida, tras lo cual, a decir de Avaaz, “nos iremos al carajo”? Y en esta pequeña ínsula de la Mitad del Mundo ¿Escuchará el líder que gobierna Ecuador, a su “Vicario de Cristo” y renunciará a explotar el Yasuní, las tierras del Íntag, las cordilleras del Oriente mancilladas por las mineras transnacionales que arrinconan a los pueblos originarios y les privan de sus territorios ancestrales? ¿Parará la corrupción desatada en las esferas del Estado? ¿Escuchará la voz de los desheredados, de los indios, de los trabajadores despojados de sus derechos? ¿Va a persistir en firmar ese írrito Tratado Comercial con la UE y permitir así una reconquista imperial, desoyendo el perdón que su papa pidió a los pueblos del Abya Yala, por el despojo y el genocidio de los conquistadores?

Son interrogantes que formulamos, independientemente del legítimo escepticismo de un pueblo dispuesto a dar batalla, con o sin los mensajes del jefe de los católicos del mundo.

Quisiéramos escuchar respuestas a estos interrogantes. Desde nuestro reducto de viejo jubilado, seguiremos esperando, hablando. Y escuchando. Por hoy, desde nuestra irreductible filosofía atea, nuestra defensa inclaudicable del laicismo, no podemos dejar de acoger con agrado los llamados, por ahora, sólo desde la teoría y el discurso, del jefe de los católicos del mundo, más próximo a la Teología de la Liberación, al ejemplo de monseñor Romero y Leonidas Proaño que a la iglesia clásica del jesuitismo y el opus dei, tan acogido este último por ese señor Wojtyla, el papa Juan Pablo II, irónicamente elevado a los altares, amigo de dictadores, del poder económico y la CIA.

Quito, julio de 2015

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