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domingo, diciembre 22, 2024

JUAN GOYTISOLO: DIEZ POSTALES ÁRABES. Por Willy McKey

JUAN GOYTISOLO: DIEZ POSTALES ÁRABES

Por Willy McKey Prodavinci <www.prodavinci.com>

0. La palabra voladora. Los caraqueños que no se acercaron a escuchar a Juan Goytisolo un jueves en la noche quizás tendrían una excusa poderosa. Fue una lástima que tantos se perdieran la aparición de términos como “cleptocracia”, enterarse de que muchos árabes le van al Barcelona, saber que en Egipto aún se duerme entre muertos, oír de viva voz a un hombre que le dijo que no a Gaddafi, compartir la vez que no quiso salir en una foto con Arafat, saber que se negó dos veces a ir al Irak de Saddam Hussein y hasta aprender cómo se dice “hipócritas” en árabe.

Ante esos que suelen tratar el “asunto” árabe como una sola cosa, un escritor que ha vivido en casi todos sus paisajes posibles demarcaba claramente lo importante que es atender la singularidad, la diferencia, el contraste.

Es la ventaja que da tener respeto por las millas recorridas.

Goytisolo es un posible Ibn Battuta, aquel trotamundos del Islam nacido en 1304. Durante más de dos décadas recorrió Oriente y todos esos viajes fueron registrados por Ibn Yuzayy en la Rihla de Ibn Battuta. Todo cuanto se sabe de Battuta es gracias a este largo relato. Su vida es su leyenda y así se desplaza hasta territorios de lo fantástico que nos hacen creer que así eran las naciones del Islam de entonces. Sus viajes sumaron más leguas que los de Marco Polo.

Creo que el homenaje más hermoso al viajero árabe es otro: el aeropuerto internacional de Tánger se llama Ibn Battuta.

Las postales que se venden en las tiendas de los aeropuertos no reflexionan. Sólo acompañan a aquellos ausentes y a sus excusas, tomando un paisaje y repasándolo de nuevo.

La vida escrita de un viajero es una línea sobre otra.

El Prat, en Barcelona, podría llamarse “Aeropuerto Internacional Juan Goytisolo”.

1. El volumen de la verdad. Nada hace mejor la verdad que aparecer. “Si la información es un poder, la ausencia de información es un poder mucho mayor”, dice Juan Goytisolo en el segundo tercio de su no-conferencia en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. El aforo no está tan lleno como merece la frase. A estas alturas nos ha hablado de Argelia, Egipto, Irán, Siria, Túnez, Yemen, Israel, Palestina, Irak, Libia…

Se enteró de que Ibn Khaldoun ha sido traducido en Venezuela y subraya que eso lo alegra. “En España es un completo desconocido”. Pero Goytisolo no se deja llevar por impresiones inmediatas. Ha aprendido en su biografía –porque su vida es más que ese enorme periplo árabe– que la duda es una enseña eficaz. Y lo contagia cuando escribe. Cuando habla. Cuando calla. Nada hace mejor la palabra que ausentarse. “Si la información es un poder, la ausencia de información es un poder mucho mayor”, repite Goytisolo en el último tercio de su no-conferencia en Caracas.

Para todos nosotros, la Primavera Árabe se convirtió en una realidad cercana. Virtual, pero cercana. Todos los perfiles de Facebook y las cuentas de Twitter tenían alguna manera de anudarse a ese fenómeno y, al mismo tiempo, cada quien empezó a animarse a soltar en la red imágenes y palabras capaces de denunciar la injusticia que tuvieran más a la mano.

Pero la distancia cultural era otra cosa, algo más grande que los nexos invisibles con CNN y Al Jazzerah. Un asunto casi infranqueable.

2. El “asunto” árabe. Goytisolo ya no es un europeo insolándose en lo exótico de un paisaje ajeno, sino el intérprete necesario. Goytisolo ya no es el autor de España y los españoles, sino el primer teléfono que levantan los editores que quieren saber “de qué van ahora los árabes”. Goytisolo es más que un conferencista: es el referente real, gestionado por sí mismo, para esta parte del planeta donde la palabra empeñada necesita de la palabra escrita para ser legítima.

Eso le permite advertirnos que “en el mundo árabe, lo que descubrirán en un país no les sirve para otro. Es un patchwork, una colcha de retazos, un diagrama”. Su primera visita a Argelia fue en 1963, en el primer aniversario de la Independencia Argelina, donde empezó a sedimentar la experiencia que lleva a los escritores a articular enunciados infinitos con el tiempo: “La democracia es un camino largo, difícil y sembrado de trampas”.

Goytisolo nos recuerda que en Argelia se estaba ante el cambio de un modelo nacionalista, como los de Egipto, Irak y Siria, por una dictadura cuya otra opción era un Islamismo radical. “Argelia quería desafrancesarse sin entender que un país es una suma de las culturas que lo han conformado. Quisieron estimular el árabe clásico: el nivel del francés bajó, el del árabe no subió y el Islamismo radical se transformó en una guerra que no era una guerra civil, sino una guerra contra los civiles”.

En la extrema violencia los culpables ejercen sin rostro. Nos cuenta de una mujer a la que le habían matado su marido, pero ella no sabía decir ni quién lo había matado ni por qué. “Durante ese tiempo, la Asociación de Escritores de Lengua Árabe fue muy amable conmigo. No me afeité en todos esos días en los cuales nunca me crucé con europeos, porque los mataban”.

3. Alrededor de la media luna. “Túnez. Lo visité en dos ocasiones”. Recuerda a Habib Bourguiba, muerto el año 2000 y presidente durante tres décadas, entre 1957 y 1987, cuando fue derrocado por Zine El Abidine Ben Alí. Túnez, ese país que “no importaba mucho durante el protectorado francés” por no tener la riqueza de otras naciones y que tenía quizás la mejor situación de la mujer en la sociedad de todos los países árabes, también hasta que “el golpe militar de Ben Alí se convirtió en una dictadura y luego en una cleptocracia”. Y el término “cleptocracia” se convierte en otro nexo cercano. Virtual, pero cercano.

“Escribí algo poco amable sobre Ben Alí”, dice Goytisolo sin necesitar aclarar que la escritura en contra del poder es una dinámica natural. “Iba a dictar una conferencia, donde hablaría algo a propósito de los cuatro califas justos”. Según los sunníes, los cuatro primeros califas del mundo islámico constituyeron una edad de oro y de justicia, un período que no ha podido ser igualado. “Yendo a la conferencia me di cuenta de que me seguían dos individuos. Era casi ridículo, pues volteaba y los veía disimular. Incluso los invité a tomar el café. No aceptaron”. La conferencia iba a dictársela a líderes de oposición, una docena quizás. Le alegró ver que había venido más gente hasta que le aclararon que el resto del auditorio eran policías de civil.

Un estado paranoico, nervioso.

Quienes llegan al poder con la resolución de las armas pocas veces son depuestos por la inteligencia, pero siempre la vigilan.

En un exceso de mi parte, me pregunto si a tantas butacas vacías no le vendrían bien algunos policías de civil.

4. Libia, la incómoda. “Libia. Libia… conocía a gente que había estado allí”. La distancia es una estrategia de las ideas. “El cónsul de España una vez fue llamado porque un español estaba detenido, acusado de intento de violación en la Plaza Verde. Era absurdo. ‘¿Qué hiciste?’, le preguntó. ‘Le guiñé un ojo’. La mujer era de la Guardia Femenina de Gadaffi y quiso mostrar su poder”. La única manera de salir del entuerto era que el acusado declarara que era homosexual y que en ese guiño no había el más mínimo deseo. Así era Trípoli.

En una ocasión lo llamaron para felicitarlo por un premio que había ganado. Hay egos que no tienen resquicios. Preguntó y preguntó hasta dar con lo que sospechaba: rechazó un premio gordo al enterarse que era pagado por la Fundación Gadaffi. “Tuve el apoyo de todos los escritores, quienes me hicieron saber que era quizás el primero en haberle dicho que no”.

Libia y Marruecos firmaron un acuerdo en 1984 que establecía una unión entre ambas naciones, que fue roto por el rey Hassan II durante los conflictos recientes. “Durante los años de la unión con Marruecos, no encontré a alguien que no volviera horrorizado por la segregación. El particular humor marroquí tenía un chiste que decía que se hacía un concurso: el primer premio era tres días en Libia; el segundo era diez días; el tercer premio un mes”. Todo el auditorio reía cuando la palabra apareció: crímenes. Buena parte del público tenía la guarda baja y dejó de reír de un solo golpe. Así es el numen: una palabra basta. “Todos conocemos los crímenes cometidos por el señor Gadaffi, un hombre recibido con honores en Europa y capaz de gritar ‘Matad a las ratas. Yo soy la República Popular’. No derramé ninguna lágrima cuando…”

5. Ciudades de los muertos. “Empecé a ir a Egipto desde joven y lo conozco prácticamente todo”. Arafa, ese cementerio habitado del cual ya ha escrito donde la gente lleva su cotidianidad entre los mausoleos y visitar a los muertos incluye pasar el fin de semana junto a las tumbas. “Tuve que dormir en un cementerio, algo que fue como una cura psicoanalítica, aunque allí estén enterrados los grandes poetas”. El auditorio ríe de nuevo, pero con más cuidado. Pronto hablará de Mubarak.

“Allí pude ver que la pobreza de los barrios de El Cairo es inhumana. Volví en 2008. Pensé que habría mejoras, pero la situación había empeorado. Los guardias de porra ganaban unos sesenta euros al mes. Quien ganara cien debía considerarse muy afortunado. La situación económica era inaguantable. Y entre las redes, los teléfonos móviles y Wikileaks… cuando me afirmaban que después de Siria se levantaría Argelia, yo les decía que sería Egipto”.

Entender al otro no consiste en adivinarlo a él, sino en prestarle suficiente atención como para poder adivinarse en él.

“Cuando los jóvenes estaban en la Plaza de Tahari manifestaban su descontento porque las elecciones se decantaron a favor de los Hermanos Musulmanes, pero además de segundos quedaron los salafistas. Los laicos habían quedado relegados”. En Egipto se habló de excesos como demoler el edificio de la radiodifusora por su forma fálica, temiendo que las mujeres se excitaran al verlo. Este tipo de tópicos alarmó a los coptos y a los sufíes. Pero los musulmanes mediaron. “Es obvio que el poder se decantará hacia ellos: estaban presentes, hacían…”.

Ahora el Concejo Militar Supremo, se ha instalado en el poder. “La dictadura es muy fácil. Basta con dar un golpe militar. Pero la democracia es un camino largo lleno de trampas. Miren España. El rey felón, Fernando VII. Derogación de la Constitución. Cortes Constituyentes. Primera República. La Restauración. El Golpe de Estado de Primo de Rivera. Segunda República. Guerra Civil y Franco. No hay que tener prisa: hay que educar a la población”.

El déficit educativo de los países árabes, señala, marca que el 48% de la población es analfabeta. “Los saudís invierten en mezquitas, no en escuelas ni universidades”. En Egipto las cosas no han seguido el curso que parecía que iban a tomar. “Pero no desespero. Hay una frase de Kant sobre la Revolución Francesa que dice que el año 93 no abolirá el año 89”.

6. La franja. Goytisolo hizo un seriado cultural de TV y uno de los temas fue la primera intifada. En árabe, esa palabra que tanto repetían las anclas de los noticieros a finales de los ochenta y principios de los noventa significa “levantar la cabeza”. Los miembros del equipo de técnicos del seriado, con Goytisolo a la cabeza, eran detenidos y expulsados de pueblos donde no les permitían filmar, pero cuando llegaban a esos poblados “incursionados” por los israelitas la gente se emocionaba. Sin embargo “sabíamos que afuera nos esperaban los israelitas”.

Es duro sospechar de quien está dispuesto a escucharte.

“Fuimos a parar a un cuartel. Ahí tuve un diálogo con un coronel que me preguntó ‘You are the Godfather of the group?’ y le respondí ‘Is not the mafia. Is a TV team”. No dijo cuándo sucedió, pero parecía ser antes de 1993. En ese año Yasir Arafat, líder de la Organización por la Liberación Palestina, reconoció el Estado de Israel en una carta a Isaac Rabin, el primer ministro israelí. Israel reconoció a la OLP como “representante legítimo del pueblo palestino” y así empezaron los Acuerdos de Oslo. “Yo pensaba que Eduard Said exageraba en su crítica, pero en efecto le habían dado un virreinato a la OLP. En el entorno de Arafat se construían villas lujosas en medio de chozas. Vino Palestina (Ni guerra ni paz) y le escribí a Said para darle la razón”.

La espada y la pared: “¿Política de Israel y Teocracia Saudí? No sé cuál de los dos es peor”.

Quizás esto ilustre mejor la posición de Goytisolo. “Volví con el Parlamento Internacional de Escritores. Arafat nos quería recibir. Manifesté mis reservas, pero el resto quería ir y fuimos. Le dije que lo saludaba no como presidente de Palestina sino como a un palestino más privado de libertad de movimiento. Él se extrañó. En el momento de tomar la foto, me hice a un lado manifestando alguna indisposición. Tuvo que tomarme de la mano y así me llevó hasta el grupo”.

Puesto en medio, con la duda como estrategia, escuchando antes de creer.

“No habrá paz hasta que no haya dos naciones. No se puede imponer una razón religiosa ante la política internacional”.

A favor de sus convicciones individuales, entendiendo la dimensión macro pero habitándola de un modo menor.

7. Mosaico ausente: Irak, Afganistán y Yemen (más brevísima pakistaní). “No conozco Irak. Fui invitado dos veces y no quise ir. No quería hacerme cómplice de una dictadura tan brutal como la de Sadam Hussein. Pero las invasiones americanas son ir de Guatemala a Guatepeor”. // “Nunca he estado en Afganistán, pero es el único país que los británicos no pudieron ocupar. Luego del fiasco que fue la URSS, estos de ahora saldrán con el rabo entre las piernas”. //  “Yemen es un país maravilloso. Pude ver la fragmentación en la zona norte, pero su arquitectura… hay casas de ocho pisos en medio del desierto. En un pueblo donde todos iban armados con kalashnikov me habían prevenido que raptaban a los turistas como negocio, pero sé dialogar. Les dije: ‘Soy del extremo occidente y allá hay un dicho que dice que la Fe es del Yemen y la Ciencia es del Yemen’. Nadie se metió conmigo”. // “Pakistán ya tuvo una presidenta y Francia no. Es algo para reflexionar, ¿no?”

8. El culto Irán y las cabezas de Siria. “Estuve en el periodo de apertura de Jatami. Me sorprendió verlos a todos leyendo. Chicas leyendo filosofía occidental y Simone de Beauvoir”.

El recuerdo de su estadía en Irán lleva a hablar de una rama del chiismo que, como siempre sufrieron el domino del poder y entienden que es fácil que el poderoso tienda a comportarse como un opresor, saben que mientras más fragmentado esté el Poder puede ser mejor utilizado. Justo el día antes, en Irán, el diputado Alí Motahari, ultraconservador islámico que se opone al presidente Mahmoud Ahmadinejad, conducía una suerte de interpelación en la cámara legisladora dirigida a la persona del mandatario. Es lo bueno de las ideas bien enunciadas: cada oyente se consigue los ejemplos en el bolsillo.

Pero hoy, a pesar del ruido iraní, el tema álgido es Siria. “En 1968 terminé de corregir Reivindicación del conde don Julián en Palmira”, dice Goytisolo trazando otra distancia. En esa época, en Siria ya gobernaba el Partido del Renacimiento Árabe Socialista bajo la figura de un estado de emergencia, pero aún no se había instaurado la hegemonía de la familia Assad. Aun así no tarda en afirmar que cuando la invasión de EE.UU. a Irak “ir a Siria era un alivio”.

En la llamada Mezquita de los Omeyas, en Damasco, dicen que está la cabeza de San Juan El Bautista, una figura reconocida por islamitas y cristianos. Allí, donde se resguarda la cabeza, estuvo un templo a Júpiter que, mucho antes, fue del dios sirio Hadad. “Allí están los hombres dándose fuertes golpes en el pecho. Los sunís, los chiís y los cristianos viviendo en paz, pero bajo una dictadura. Como en ningún otro lugar del mundo, imágenes de la Virgen María y escudos del Barca”

Dibuja un territorio en el cual las diferencias sostenidas durante siglos se supeditan a un poder enorme que impone sus caprichos desde el exceso, como las caderas de Salomé cuando la cabeza aún estaba unida al cuello de Juan El Bautista.

“Con treinta años de diferencia nada ha cambiado: se ha repetido una matanza como la de Hama en 1982”.

9. La Salomé de Homs, que estuvo en España y Sarajevo. “El peligro que hay ahora es que no hay una posibilidad militar de intervención exterior, como la que se hizo en Libia, que sabemos bien se hizo por razones poco santas”. La mención del extravío del presidente francés Nicolás Sarkozy se vio venir: “Francia tenía que lavar la vergüenza de aquellas vacaciones de su ministra, invitada por Mubarak y Ben Alí”.

Pero la no-intervención a veces…

“Sarajevo es un ejemplo de la no-intervención. Salvo la ayuda a la República de México y URSS, la no-intervención en la Guerra Civil Española sólo ayudó a los franquistas. Ésa puede ser una forma de intervención más brutal”. Goytisolo se sorprende al ver en Sarajevo se repetía un grito que España había soltado décadas atrás: “Defiéndannos o dejen que nos defendamos”. Lo hace mientras fabula las memorias de un dictador apedreado por quienes antes lo besaban.

10. El viajero que escribe vs. Los hipócritas. Goytisolo tuvo noticia de un texto escrito por moriscos españoles que en el siglo XVI viajaban escondidos hasta La Meca. Llevó el material al Presidente del Consejo Europeo de Mezquitas, quien le dio el visto bueno. Tocaba emprender ahora con la embajada Saudí, quienes empezaron a darle largas al asunto. Goytisolo quería investigar los recorridos. “No me autorizaron porque no soy musulmán”. Entonces les recordó cómo durante un levantamiento de peregrinos chiís, junto a la piedra negra, llamaron a gendarmes franceses para que los apalearan. Y a ninguno de esos gendarmes se le plantearon problemas de conciencia.

Cerró la conversación diciéndoles “Munâfiq”, que es como los musulmanes llaman a los hipócritas.

En la mitad de nuestro encandilamiento, muchos se preguntaban qué vendría a decir Goytisolo, como si hubiera otra manera de saberlo que yendo a oírlo.

Pocos se acercaron.

Parte de los grandes aportes de Ibn Khaldoun, el autor que a Goytisolo sorprendió ver traducido en Venezuela, es haber instalado una noción de Historia, precursado la dinámica de los mercados e identificado un conflicto central en la relación ciudad versus desierto. No fue descubierto por Occidente sino mucho tiempo después.

En las más feroces polarizaciones de la historia del hombre, la única sensatez de Occidente ha estado en poner por escrito la experiencia para que se pueda volver a ella hasta que todo lo necesario alcance a coincidir con lo oportuno.

Goytisolo vino a decir que mucha gente en el mundo ha perdido el miedo a hablar. “Hay protestas todos los días y la gente planta cara. La semilla de la primavera árabe ha quedado ahí”, pero el lugar que ha conseguido para germinar no ha sido producto de una voz única, sino de colectivos en los cuales el rostro que lo identifica no está obligado a tener un solo nombre.

Antes de que el Mundo fuese redondo para todos, en los mapas las cosas no se regían por el norte cardinal, sino por el Oriente.

Por eso orientarse significa lo que significa.

 

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