23 de febrero 2016
Luego de 9 años de Revolución Ciudadana la sociedad ecuatoriana parece resistirse a cambiar, muy a pesar del eslogan del régimen “el Ecuador ya cambió”. El correísmo ha apostado todo su capital político y su propia imaginería para transformar la sociedad ecuatoriana en una sociedad moderna y transparente, sin ataduras a un pasado tradicional, mítico y premoderno, en el que primaban los caciquismos, los corporativismos que tanto han incomodado a esta nueva ideología modernizadora de la sociedad ecuatoriana que es el correísmo. Ha querido modernizar la política, a través de convertirnos en ciudadanos universales, sin diferencias, y que expresemos nuestras preferencias exclusivamente en las urnas. Ha querido modernizar la economía, a través de convertirnos en consumidores en un mercado competitivo con suficiente poder adquisitivo para elegir; es por ello y no por otras razones, que ha querido reducir o acabar con la pobreza. Ha querido modernizar la sociedad, a través de constituirnos en individuos sin ataduras, pertenencias, ni lealtades a gremios, a etnias, a culturas, a movimientos. El correísmo ha imaginado una sociedad plana y transparente en la que todos – bajo una matriz liberal de igualdad – tengamos los mismos derechos y deberes. Una sociedad en la que seamos la sumatoria de individuos: catorce millones de ecuatorianos cobijados por un Estado vigilante, disciplinario, quizás protector si se requiere, pero que está ubicado por encima de esa sociedad y que la tutela desde bien arriba. La astucia de la modernidad correísta se ha desplegado a lo largo de estos años para realizarse de forma inexorable.
Pero el correísmo se da con la piedra en los dientes cada día, vive en una continua zozobra porque sus objetivos, luego de casi una década en el poder, no se concretan. En la esfera política imaginó un país civilizado en el cual disputen el poder banqueros y tecnócratas, por eso reconoció tempranamente a un banquero como una oposición legítima, porque era moderna y racional. Nunca dijo que iba a eliminar a todos los partidos, solo a aquellos que los percibe como premodernos. No obstante, los grupos políticos se resisten a desaparecer o a modernizarse, ahí encontramos a los “tirapiedras” con un nuevo membrete político metiendo bulla, ahí encontramos a los “indios de ponchos dorados” que no son capaces de llegar a consensos ni entre ellos mismos; ahí encontramos a un populismo remozado con el propio hijo de Abdalá que vuelve a la escena; ahí encontramos a una derecha que tampoco se ha modernizado y se desgaja en varias expresiones caudillistas. El correísmo aspiraba a poner orden en esa gran dispersión política y no lo ha logrado, aunque de eso finalmente pueda beneficiarse, no parece agradarle del todo.
En la esfera social la situación quizás es peor que en el espacio político, puesto que aparecen en escena los estudiantes revoltosos que con sus manifestaciones, destrozos y violencia le recuerdan al régimen que casi de nada han valido las represiones, los juicios, las expulsiones y amenazas. Los muchachos siguen en las calles y se niegan a ser disciplinados. Ahí aparecen las mujeres ecuatorianas, malcriadas, relajosas, que no meditan en los impactos de sus acciones, que pueden causar enormes pérdidas económicas y aún conflictos diplomáticos con sus actitudes irreverentes y poco meditadas. Ahí aparecen las universidades y hasta los académicos, que en lugar de valorar reflexivamente todo el gran paso modernizador que intenta dar el correísmo, se resiste a cambiar, lucha por imponer sus propias reglas, por funcionar con autonomía que realmente es anarquía, y que provoca una terrible frustración a los cuadros expertos en disciplinamiento que se han ido especializando en el régimen. Ahí aparecen los jubilados con sus demandas de último momento, con peticiones que en sí mismas desbordan cualquier cálculo actuarial, y que no entienden de la importancia de estos estudios. Ahí aparecen los ecologistas infantiles, que en lugar de valorar el gran cambio de la matriz productiva que el régimen ha querido impulsar, el dominio sobre la naturaleza, se solazan con criticar lo que ellos denominan extractivismo, en zonas ínfimas y de poca importancia. Ahí acaban de aparecer los militares, una casta que siempre se ha beneficiado de las prerrogativas de poseer las armas, y que ahora se atreve a contestar a un régimen que lo único que aspira es a poner orden. Y ahí siempre, persistentemente, aparecen los indios, los cholos, los afros, los mulatos, los montubios, ese sinfín de gentes que llegaron a empoderarse tanto que incluso plantearon las novelerías de la interculturalidad y la plurinacionalidad, a la cual el correísmo, preocupado por la unidad de nuestro gran Estado-nación, nunca ha querido dar paso ¿por qué iba a hacerlo? Si todos podemos resumirnos en una gran nación blanco-mestiza. A fin de cuentas, unos más morenitos y otros más blanquitos, todos para el correísmo nos cobijamos en la gran patria que nos dicen, ya volvimos a tenerla y es de todos.
En fin, todas estas gentes, grupos, movimientos, partidos y expresiones constituyen una verdadera rémora para el correísmo. Todos ellos nunca han entendido las reales pretensiones de la revolución ciudadana, su afán de cambiar al país, de desarrollarlo, de ponerlo en la senda del orden y progreso. Si el correísmo para venderse tuvo que recurrir a la expropiación de luchas, discursos, imaginarios y estrategias de los grupos sociales; a manipular, cooptar, dividir, todo eso fue parte de una táctica indispensable para llegar al poder del Estado y desde ahí modernizar la sociedad. No se le puede acusar de traición a sus proclamas, eso era parte de una estrategia legítima. Estos actores no valoran nada lo que la Revolución Ciudadana ha pretendido hacer con ellos: modernizarlos, desencantarlos, desatarlos de cualquier lazo social, desnudarlos de sus adscripciones, lealtades y falsas identidades, que es lo que nos ha llevado a un fracaso como país y nación.
Pero, realmente, es el correísmo quien nunca entendió este país, nunca lo vivió y sintió en su complejidad, en su diversidad, en su historia de colonialismo, de patriarcado, de explotación y de humillación. Nunca asimiló aquello que Echeverría denominó el “ethos barroco”, una forma constitutiva de nuestro modo de afrontar la modernidad capitalista, ni mejor ni peor que las otras, simplemente esa ha sido nuestra forma de vivir estas profundas contradicciones y violencias que históricamente hemos enfrentado. Esta estética barroca, que tanto molesta al correísmo, constituida por esta diversidad que se niega a diluirse, probablemente va a lograr la desaparición del propio correísmo, y con ello de su astucia de modernización.
Avance habría con una verdadera participación ciudadana, apertura decente para la voluntad ciudadana y el talento colectivo, en suma, para la democracia participativa, el resto es más de lo mismo anterior, imposición de criterios y voluntades, anulación de esfuerzos colectivos, en fin, la pérdida de la gran oportunidad de avanzar de una vez en lo que en algún momento como sociedad se habrá de avanzar. Cordiales saludos.
Hace unos cinco años, aproximadamente, desde dentro de la “acción política” e “ideológica” de la RC hablaban de que el gobierno estaba construyendo una burguesía. Esta tenía la peculiaridad de que era construida en un proceso revolucionario y, como tal, esta población, gracias a la bonanza económica y la alianza de clases (al estilo leninista) configuraría una clase comprometida que fácil y lealmente apoyarían a la RC, es decir, un grupo modelado por el régimen que podía pasar de un pensamiento y acción burguesa a una convicción proletaria, en el puro dogma del materialismo histórico (tipo Plejanov). La construcción de la burguesía era un proceso lleno de arrogancia, pues se reiteraba “que al fin iba a existir una VERDADERA burguesía en el Ecuador”.
En este sentido, el autoritarismo de RC cuajaba perfectamente en el proyecto ideológico de este segmento de AP y de la RC… Sin embargo, esa izquierda, de linea moscovita con experiencia de barricada, formada al calor de la oposición a TODOS los gobiernos que precedieron a RC, con estrategias de guerra/propaganda aprendidas (o mal aprendidas) en Nicaragua, Colombia y Libia, ellos olvidaron de la construcción de ciudadanía o de elementos de apoyo fundamentados en la concienciación y trabajo político, sino que fue realizado de manera clientelar y prebendal. El supuesto brazo ideológico del socialismo del s. XXI se convirtió en el brazo izquierdo de la derecha ecuatoriana (parafraseando a Mauge, cuando hace un par décadas se refería al MPD).
Cuando se dieron cuenta de ello era tarde, en el último periodo atinaron es a reclutar a los Latin Kings (afiliados a AP con pompa y circunstancia) quienes debían representar la primera fila de la Resistencia al Conservadurismo, porque eran pueblo con conciencia para si y de si, pues ellos mutaron de lumpenproletariado a proletariado en los años de la RC (hasta les hicieron hacer ejercicio con un entrenamiento de corte militaroide)
Volviendo al tema de la construcción de la burguesía, se consideraba al trabajo NO desde la óptica marxista (Marx decía que el trabajo no es una fuerza histórica, sino una fuerza natural, que sirve para Reproducir la especie), sin embargo de ello, utilizaron el clientelismo y el prebendalismo para generar empleo. El régimen (izquierdas y derecha, aunque dominado por el lucro dirigido desde la derecha) utilizó el patrimonio del estado como el motor de una mal entendida revolución (en términos epistémicos y como tal ideológicos), pues, sobre todo, el trabajador tenía que agradecer a la majestad del empleador (RC).
En suma, al gobierno facho, al del maridaje perfecto entre las izquierdas y las derechas reaccionarias, se le desborda la crisis, que a propósito, como lo dijo el asambleísta Cayambe (otro de los muñecos del ventrílocuo que gobierna), solo temporalmente se va a bajar el sueldo, a los que tengan la suerte de seguir con trabajo, pero crisis no hay, la crisis es del mundo no del Ecuador, menos por los errores del gobernante y si corte.
Hace unos cinco años, aproximadamente, desde dentro de la “acción política” e “ideológica” de la RC hablaban de que el gobierno estaba construyendo una burguesía. Esta tenía la peculiaridad de que era construida en un proceso revolucionario y, como tal, esta población, gracias a la bonanza económica y la alianza de clases (al estilo leninista) configuraría una clase comprometida que fácil y lealmente apoyarían a la RC, es decir, un grupo modelado por el régimen que podía pasar de un pensamiento y acción burguesa a una convicción proletaria, en el puro dogma del materialismo histórico (tipo Plejanov). La construcción de la burguesía era un proceso lleno de arrogancia, pues se reiteraba “que al fin iba a existir una VERDADERA burguesía en el Ecuador”.
En este sentido, el autoritarismo de RC cuajaba perfectamente en el proyecto ideológico de este segmento de AP y de la RC… Sin embargo, esa izquierda, de linea moscovita con experiencia de barricada, formada al calor de la oposición a TODOS los gobiernos que precedieron a RC, con estrategias de guerra/propaganda aprendidas (o mal aprendidas) en Nicaragua, Colombia y Libia, ellos olvidaron de la construcción de ciudadanía o de elementos de apoyo fundamentados en la concienciación y trabajo político, sino que fue realizado de manera clientelar y prebendal. El supuesto brazo ideológico del socialismo del s. XXI se convirtió en el brazo izquierdo de la derecha ecuatoriana (parafraseando a Mauge, cuando hace un par décadas se refería al MPD).
Cuando se dieron cuenta de ello era tarde, en el último periodo atinaron es a reclutar a los Latin Kings (afiliados a AP con pompa y circunstancia) quienes debían representar la primera fila de la Resistencia al Conservadurismo, porque eran pueblo con conciencia para si y de si, pues ellos mutaron de lumpenproletariado a proletariado en los años de la RC (hasta les hicieron hacer ejercicio con un entrenamiento de corte militaroide)
Volviendo al tema de la construcción de la burguesía, se consideraba al trabajo NO desde la óptica marxista (Marx decía que el trabajo no es una fuerza histórica, sino una fuerza natural, que sirve para Reproducir la especie), sin embargo de ello, utilizaron el clientelismo y el prebendalismo para generar empleo. El régimen (izquierdas y derecha, aunque dominado por el lucro dirigido desde la derecha) utilizó el patrimonio del estado como el motor de una mal entendida revolución (en términos epistémicos y como tal ideológicos), pues, sobre todo, el trabajador tenía que agradecer a la majestad del empleador (RC).
En suma, al gobierno facho, al del maridaje perfecto entre las izquierdas y las derechas reaccionarias, se le desborda la crisis, que a propósito, como lo dijo ahora Cayambe (otro de los muñecos del ventrílocuo que gobierna), solo temporalmente se va a bajar el sueldo, a los que tengan la suerte de seguir con trabajo, pero crisis no hay, la crisis es del mundo no del Ecuador, menos por los errores del gobernante y si corte.
Monica: excelente reflexión sobre el correismo. Una revolución tiene la obligación histórica de ser auténtica. El correismo es la modernidad de los mismos espejos y lentejuelas que trajeron los europeos, lástima que todavía hay quienes se dejan engañar. En Ñucanchic Socialismo hacemos esfuerzos por ser auténticos. Un abrazo.
LA REVOLUCIÓN ENTENDIDA COMO TAL ES UN PROCESO DE CAMBIO Y TRANSFORMACIÓN RADICAL VENIDA DE LAS PROPUESTAS DEL ABSOLUTISMO PARA SOMETER A LOS PUEBLOS; Y LA LÓGICA E INMANENTE REACCIÓN DE LOS “DOMINADOS” A OPONERSE AL ABSOLUTISMO DENEGADOR DE DERECHOS Y HENCHIDO DE SOBERRBIA , OPOSICIÓN EJERCIDA COMO REACCIÓN VIOLENTA A LAS IMPOSICIONES PRACTICADAS POR EL RENOVADO PREDOMINIO BURGUÉS.- LA REVOLUCIÓN SE LA HACE DESDE LAS CONCIENCIAS INDIVIDUALES HASTA LA “TOMA DE LAS ARMAS” COLECTIVA.-