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LA BANALIDAD DEL FEMINICIDIO: Cuando el papel aguanta todo. Por Paulina Mogrovejo*

03 de enero 2018

Hace exactamente un año, Geoconda, de 29 años, muere en Guayaquil asesinada a puñaladas por su pareja. El 4 de enero de ese mismo año, dos mujeres más corrieron con igual suerte. En ese mes, cada 32 horas se reportó un femicidio.

Según datos de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), las cifras alcanzaron 151 víctimas al final de 2017, un incremento del 132% desde 2014. Cada 50 horas una mujer fue asesinada en Ecuador el año pasado.

Apuñaladas, a machetazos, con disparos, estranguladas, degolladas, quemadas, violadas, golpeadas, ahorcadas o envenenadas, entre otras formas de violencia física o sexual. En algunos casos, ante los ojos impotentes de sus hijos. Los responsables fueron en su mayoría convivientes, ex parejas, parientes, novios, amigos, pretendientes, vecinos, compañeros o ex compañeros de trabajo.

Pero ¿por qué nos matan? Es una pregunta que nos hacemos a diario.

La banalidad del femicidio

Andrés Montero Gómez, Psicólogo y Director del Instituto de Psicología de la Violencia de España, atribuye el problema del femicidio al modelo patriarcal de masculinidad dominante; es decir, los roles sociales atribuidos al hombre que lo facultan a “corregir” la conducta de las mujeres cuando esta se “desvía” del modelo de femineidad socialmente aceptado. Para imponer su voluntad –según Montero- algunos hombres recurren a la violencia, y en un buen número de casos, con consecuencias letales.

En esa línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su informe 2013, explica que las mujeres corren más riesgo de ser víctimas de violencia y femicidio, cuando han decidido abandonar una relación, cuando recién dejaron a su agresor, durante el embarazo o cuando anteriormente fueron víctimas de abuso sexual. Como menciona Marcela Lagarde en su artículo sobre Femicidio-Feminicidio realizado en 2011; en esos conflictos, las mujeres pierden su condición de “humanas” para convertirse en objetos, cuya propiedad le corresponde al hombre. Este, al ver amenazado su derecho, recurre a extremos para controlar a SU mujer.

Hanna Arentd, en su Informe sobre Eichmann en Jerusalem, realizado en 1961, intenta explicar por qué personas aparentemente normales atentan contra la vida de otros. Para la autora, estas personas actúan convencidas de que es necesario incluso matar, con el fin de preservar el sistema. En el caso de los femicidios, los agresores actúan convencidos de que es lo correcto, conforme las reglas del sistema machista/patriarcal.

“Los femicidios entonces se convierten en “crímenes por convicción”, igual que lo es el terrorismo.” (Montero, 2008)

Por tanto, para erradicar el problema es fundamental derribar las creencias y estructuras machistas que mantienen a la mitad de la población subordinada y en riesgo de ser atacada, cuando sus reivindicaciones amenazan las reglas del patriarcado y el mercado.

En este proceso de cambio, agentes socializadores como los medios de comunicación tienen un rol clave, por su alcance a amplios sectores de la población. Sin embargo, en su mayoría, han optado por mantener las relaciones de sumisión, a través de formas sutiles en los contenidos comunicacionales, porque en un sistema patriarcal, la desigualdad de género evidentemente le es útil al negocio.

El papel aguanta todo

El cuerpo femenino presentado como un objeto de consumo, servidumbre, placer e incluso amenaza, por años ha sido una ventaja muy lucrativa para la prensa y la publicidad. De igual forma, los contenidos de este tipo han cumplido la función de sostener el modelo patriarcal, reforzando la creencia de que la mujer está naturalmente supeditada a la voluntad del hombre y a satisfacer sus necesidades, incluso las más básicas, sin ninguna objeción. Claro está, para satisfacer estas expectativas, la mujer además debe cumplir con un estándar de juventud y belleza que la valida en la sociedad.

El tabloide, en su condición amarillista, es un formato cuya finalidad es desarrollar un contenido que “venda” a toda costa la mayor cantidad de ejemplares, siendo la combinación muerte y cuerpo de mujeres desnudas, su elección más recurrente.

En Ecuador, un ejemplo de esto es Diario Extra, el  rotativo de mayor circulación, cuya estrategia es desarrollar una portada y contraportada con noticias sobre crímenes y violencia, relatados de forma excesivamente gráfica y con titulares que causan impresión, acompañados con fotografías de mujeres con poca ropa y mensajes de doble sentido, los cuales buscan provocar emociones en el público masculino.

Sin embargo, tal parece que hoy en día la estrategia va más allá.  En su portada del 20 de diciembre de 2017, este tabloide toma como gancho de ventas, el femicidio y la violencia de género, temáticas que, como vimos, presentan cifras alarmantes, pero que son presentadas por el medio de forma muy superficial.

La mencionada portada muestra cinco noticias, de las cuales tres se refieren a posibles casos de femicidio, la cuarta podría ser un publirreportaje sobre venta de encebollado; y, abajo, la foto del Director Técnico del Emelec jugando billar, destaca el triunfo de este equipo de fútbol en el campeonato nacional.

Para generar interés en sus lectores masculinos, a la izquierda de la Portada, el Extra coloca la foto de una supuesta sobreviviente de intento de femicidio: Luana, en cuya imagen predomina su trasero desnudo y en mallas, acompañada de la frase “Luana le dice NO al Femicidio” y en letras mucho más pequeñas, información sobre una campaña que la modelo realiza, contradictoriamente, para hacer conciencia sobre la violencia de género.

En la parte superior derecha, el tabloide exhibe el cuerpo inerte de una mujer, con el titular “La acribilló y luego se suicidó” y una pestaña que relata el episodio violento. Cabe destacar que a diferencia de la foto de Luana, esta mención es casi un chisme de farándula que invisibiliza y banaliza el femicidio como tal.

Finalmente, en la parte derecha central, en grandes letras rojas, se despliega una noticia sobre el caso de la niña lojana víctima de trata,  presentada con la frase “Confesó donde estaba Emilia”, y una fotografía más pequeña. La noticia de la menor, destaca igual que la foto sexy de “Luana”, en un esfuerzo por usar los dos temas ‘virales’, como ancla para una venta segura.

Sin duda, un manejo cuestionable del periodismo y de temas tan sensibles para la sociedad.

Sin embargo, la portada del Extra no es el único caso.

En la misma semana, el programa de farándula De Boca en Boca de TC Televisión, trató el tema de Emilia como gancho para promover un concurso. La estrategia radicó en hablar del tema hasta lograr picos de audiencia e interrumpir cuando haya más rating, para promocionar o hacer mención de un concurso,  y luego seguir con la temática.

Aparece por tanto en el país una práctica poco ética de usar temas de gran impacto social como el femicidio y convertirlos en estrategias para vender periódicos, promocionar la lotería o cualquier otra oferta. Más grave aún, minimizando hechos  que han cobrado la vida de más de un centenar de mujeres en un solo año, dejando niños en la orfandad y familias destruidas. Un tema que más bien merecería grandes esfuerzos de todos, en especial de la prensa, para su erradicación.

Impunidad = Feminicidio de Estado

Usar temáticas tan delicadas para comercializar “como sea” un periódico, un programa de farándula, una lotería, un concurso o cualquier otro producto, igual que el uso comercial del cuerpo de las mujeres para vender llantas, tubos de plástico, hamburguesas o carne, da cuenta de una crisis profunda en las prácticas informativas, publicitarias y del propio entretenimiento en el Ecuador.

No se escatima en presentar una mujer víctima de violencia como Luana, exhibiendo su trasero desnudo, como principal valor de su femineidad, independientemente de que la temática sea el femicidio, ni aprovechar cualquier otro hecho “viral”, aunque atente contra los derechos o la dignidad de las personas.

Estas prácticas, prohibidas por la Ley Orgánica de Comunicación, no pueden ser toleradas de ninguna manera por los órganos de regulación. Como explica Lagarde, la diferencia entre el femicidio y el feminicidio está en la impunidad, garantizada cuando el Estado tolera y permite prácticas de violencia simbólica, física o psicológica, así como formas de discriminación y sexismo.

La impunidad se expresa tanto en la falta de investigación y sanción por las muertes, como en el silencio cómplice sobre prácticas que refuerzan el machismo y el patriarcado, tales como la portada de Diario Extra o el programa De Boca en Boca. Un Estado que camina ciego frente a la cosificación del cuerpo femenino, y calla mientras cada día una mujer o una niña es agredida de forma física y simbólica, también debe asumirse como responsable de feminicidio.

Por ello, ante una sociedad que mira a las mujeres como una mercancía, el Estado y los medios deben asumir su responsabilidad de promover la transformación en las relaciones entre hombres y mujeres, hacia formas de convivencia pacífica, democrática, con solidaridad y reconocimiento.

Cuando lucrar con el sistema de creencias patriarcal prevalece, en un juego brutal donde todo vale, porque el papel aguanta, la banalidad del feminicidio solo se interrumpe por nuestra capacidad de recuperar la empatía.

* Doctora en Jurisprudencia, Abogada experta en Derechos Humanos, asesora en temas de comunicación, género, y ciencias políticas.

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