05 mayo 2015
Orlando Pérez argumenta en un editorial en El Telégrafo que la izquierda ética, pura y radical estaba confundida con la derecha en la plaza de San Francisco, sirviendo inocentemente a sus turbios propósitos de desestabilizar la revolución ciudadana y arrebatarle el poder perdido. A favor de ese argumento invoca que gente como yo reconoce que las izquierdas no tienen una estrategia para disputar el poder a Alianza País. Se infiere que como falta estrategia, nos acomodamos a la estrategia inteligente de la derecha oligárquica.
Debemos inferir del artículo de Orlando Pérez que la izquierda sin ética, moderada e impura estuvo en Santo Domingo. La que se mancha en el barro del poder real. No la que conserva su castidad en el fango de las comunidades que resisten el acoso de las inversiones chinas o canadienses, o las que siempre han tomado las calles, y desbancado las piedras de las plazas para tirarlas contra los defensores del orden constituido y gritar que bajo los adoquines está la playa. En un giro inesperado del destino ahora es de izquierda acusarnos de “tirapiedras”. ¿Qué izquierda ha enarbolado jamás, en cualquier circunstancia, un lenguaje y una práctica semejantes?
La derecha está muy acostumbrada a negociar con el poder gubernamental incluso cuando no lo controla directamente. Velasco Ibarra y Lucio Gutiérrez fueron presidentes que nunca gozaron del favor oligárquico. Pero el pragmatismo obliga. ¿Puedes acaso, estimado Orlando, asegurarnos que la derecha no está detrás de los acuerdos con Goldman Sachs, de la firma de la adhesión al Tratado de Libre Comercio con Europa, de la declaratoria de ilegitimidad de la deuda estatal con el IESS, de los contratos mineros y de las inversiones chinas en el país? La ingenuidad es ver progresismo donde cada nueva decisión política y económica confirma la vuelta de tuerca conservadora de un gobierno que ya no tiene casi nada que ofrecer que valga la pena rescatar.
Creo que las izquierdas no somos por el momento una opción electoral. Pero tampoco lo fuimos durante la mayor parte de la resistencia al neoliberalismo. En muchos países latinoamericanos las izquierdas nunca lo fueron, como en Colombia, en Perú, en Argentina o en Chile. ¿Significa que no hubo una estrategia de resistencia heroica, eficaz, que dejó sus huellas en la lucha política y en los resultados de la lucha? Nosotros tenemos esa tradicional e irrenunciable estrategia ¿Acaso las izquierdas dentro de Alianza País tienen alguna? ¿Quizás la mostraron en la designación del vicepresidente en 2013? Recordemos que la izquierda de Alianza País es la que ha sepultado cualquier veleidad redistributiva en la Ley de Tierras (Miguel Carvajal), que firmó la expulsión de la CONAIE de su local (Betty Tola) y que lideró la criminalización de la protesta social en los últimos años (José Serrano y Galo Chiriboga). ¿Es eso una estrategia de lucha? Se parece mucho a una pura y radical capitulación.
Las izquierdas resistiremos en la calle las políticas de ajuste que se diseñan en Carondelet. Una estrategia de resistencia y de repliegue en un tiempo en que las derechas se disfrazan de todos los colores. La estrategia consiste en ganar fuerza abajo, en la organización y la movilización independiente, alejados del correísmo y del socialcristianismo. De la lucha quizás no emerja una opción electoral viable, pero quizás sí. Cuando lo electoral esté a la orden del día, más tarde, puede aparecer algo más decente que la devaluación de la palabra y la desvergüenza a las que nos retrotrajo el discurso cada vez más vacío de Alianza País.
Que forma de torear las responsabilidades con un largo texto. Simplemente, la izquierda de San Francisco está cumpliendo en rol de “Tonto útil” dentro del juego político y sobre todo electoral. No supieron transitar por la trocha que hábilmente abrió Correa, logrando que la izquierda sea opción electoral y llevando a la práctica aspiraciones que dormían el sueño de los justos.
Ahora, haciendo de burro pie de la derecha, lo único que van a conseguir es aquello que esa misma derecha e incluso los “Amigos” del norte han programado, supongo, gracias a una eficiente infiltración, que sean nuevamente partidos utópicos del ancestral 1% como lo fueron en períodos pre Correa. Eso no se puede explicar de otra manera, que esa izquierda haga exactamente lo que menos le conviene. Insólito.
Pablo Ospina lo ha dicho clarito: “las izquierdas no somos por el momento una opción electoral”. Y en esas reflexiones, que saltan en medio de otros argumentos para explicar dónde estuvo la derecha el 1 de mayo (https://lalineadefuego.info2015/05/05/la-derecha-tambien-estuvo-en-santo-domingo-por-pablo-ospina-peralta/), también dice sobre esa concepción de poder que caracteriza a las ‘izquierdas’ por fuera del gobierno: “La estrategia consiste en ganar fuerza abajo, en la organización y la movilización independiente, alejados del correísmo y del socialcristianismo. De la lucha quizás no emerja una opción electoral viable, pero quizás sí”.
Y si fue un desliz al no señalar a la derecha de Guillermo Lasso, se entiende por qué Pachakutik y Ruptura hacen causa común con el ex banquero.
Él como otros activistas de las izquierdas supuestamente éticas, puras y radicales están convencidos de que todo tiempo pasado fue mejor: Gutiérrez nos sacó de la pobreza; Mahuad nos llevó a la dolarización y por eso le agradeceremos eternamente junto a Joyce de Ginatta; Bucaram nos llenó de orgullo por la eficiente administración del Estado; Febres Cordero fue un niño de teta a lado del actual presidente en la defensa de los derechos humanos; y, Osvaldo Hurtado no pudo ser mejor porque no tuvo todo el tiempo para gobernar para las comunidades campesinas, los obreros del FUT y la inexistente clase media de entonces.
Solo hoy estamos mal, caminamos al capitalismo más extremo y tenemos todas las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución más revolucionaria de todos los tiempos. Solo les falta algo: ser opción electoral.
¿Entonces? ¿Será por medio de la lucha armada? ¿Por una infinita acumulación de fuerzas? ¿O por una fuerte alianza con quienes supuestamente ya no son de derecha sino unos banqueros, camaroneros y hacendados generosos, caritativos y muy comprometidos por la defensa de nuestras soberanías, incluida la monetaria, regional y cultural?
Pero claro, no es una cuestión de ingenuidades todo ello. Ospina y quienes le acolitan en esta línea de pensamiento consideran el ejercicio del poder como un camino libre de espinas, lleno de rosas y con una fórmula ideal bajo el brazo para cada decisión, ley o decreto. Por eso es posible entender todas las armonías y felicidades construidas en cada sindicato o asociación campesina, porque ahí no hay disputas, derechas o izquierdas, jamás contradicciones y en la toma de decisiones (como dicen que ocurre en la Conaie y en el FUT) todo es por consenso, mayoría absoluta o unanimidad indiscutible.
Si en la larga lista de agravios que habría cometido el actual gobierno habría uno por culpa de quienes se instalan en el altar de la pureza -para no enlodarse en el barro del poder- quizá tendríamos del otro lado (ahora en alianza con SUMA, PSC, CREO y la ex DP) un gramo de sensatez para entender de qué modo lo que hacen es para botar (¿ingenuamente?) a la basura todo lo conquistado estos ocho años por el simple hecho de que no soportan el carácter, el estilo y el modelo del ‘correísmo’. Claro, sin ser, para nada, una opción electoral, ‘por ahora’.
Orlando Pérez escamotea, siempre, lo esencial. Recurrente, pretende que la izquierda “pura” -a la que ignora en su columna de El Telégrafo- se colude con la derecha neoliberal. Y la pureza -término con el que pretende ironizar, y que es copia del discurso presidencial- es, para él, la crítica a toda la descrita derechización del correísmo, sobre lo cual nada comenta. Sería más honesto de su parte explicar el por qué el TLC con la UE, tras todo el discurso y los libros escritos por Correa Codenándolo. Pero hay más: no sé cómo podrá defender -que no sea con el dogma de la “transición al socialismo”, la defensa que el líder hace de la gran empresa, de cuyas filas ha partido la financiación de su campaña. Que explique la lógica para que se torne aceptable afirmar que no se es antiimperiaista, ni anteempresario ni anti nada; que aclare bien la causa por la cual se militariza al país en las zonas en que se empieza, vía extractivismo minero, a destruir la naturaleza y a afectar a los pueblos originarios, confiscando, virtualmente, sus territorios ancestrales.