“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.”
Camus, Albert
La reacción de los profesionales de la salud al COIP y su programa de castigos debe observarse desde un enfoque ideológico. La moda del “trabajo a presión” estructural en los planes de calidad del post modernismo, pretende ser aplicada al ámbito sanitario, desconociendo que los profesionales de la salud no deben ni pueden trabajar a presión porque el trabajo implícitamente ya tiene su carga agregada de presión interna. El sumar presión-represión; esquema de la lógica de la “calidad” capitalista, afecta la esencia del acto médico y desprotege al operador y su “producto”. El pensamiento rector es burgués empresarial.
Pero además, al asumir una lógica moral, la reparación a los afectados por supuesta negligencia, la misma debe ser vigilada monopólica y diligentemente por el estado. La espesa burocracia gendarme negligente y mal practicante con poder insalubre, asume la guardianía severa del buen proceder. La conducta profesional es puesta en sospecha, la excepción, el error probable y probado, pasa a ser definido con reglas generales como dolo y no como culpa y el tema ubicado en el código penal totaliza injustamente a todos los profesionales asignándoles conductas de riesgo atribuible.
En doctrina, no existiendo intención de provocar consecuencias, el delito o es inexistente o no debe recibir sentencia carcelaria (mas en los médicos) pues no se representa mentalmente como el resultado de su accionar (buena fe) la naturaleza del acto de reparación bastaría ser observada en el código civil. Pero el código arma es el código de la intimidación y el sistema panóptico requiere posicionar lo “penal” por lo que la figura del dolo es una necesidad de poder. Lo doloso es intención de cometer el acto de daño (mala fe) y causar mal intencionado, en la práctica médica no es este el factor común porque la representación mental o premeditación de lesionar no puede estar calculada. El jugar a encontrar en los médicos a muchos Hannibel Lecter es una estupidez y si los hubiese ya existen normas no solo jurídicas sino éticas, bioéticas y filosóficas para sancionarlos (el código de Núremberg nació castigando los actos de involucramiento de médicos nazis )
Cosa curiosa, en la historia, los sadismos clínicos, todos nacieron de las castas del poder político y económico. Ejemplos al canto: El proyecto 4.1 en 1954, realizado con los habitantes de las islas Marshall expuestos intencionalmente a radiación para test nucleares en. El experimento MK-Ultra estudio de la CIA sobre control de la mente en la década de 1950 que administro LSD y otras drogas para estudiar su efecto, a diversos tipos de gente. El Proyecto Aversión del apartheid en África del Sur aplicados a militares gays y lesbianas que fueron obligados a someterse a electrochoques, castraciones químicas para erradicar la homosexualidad en el ejército. O el Estudio Tuskegee sobre la sífilis 1932 y 1972 en Tuskegee, Alabama, donde la sífilis no fue tratada en hombres negros, que afectó a 399 afroamericanos cuyo objetivo era comprobar si la falta de tratamiento producía los mismos efectos que el tratamiento existente contra la sífilis. En todos estos casos la complicidad de los médicos fue resultado de la sumisión al poder y de su falta de rebeldía para actuar con objeción de conciencia
La actuación por sospecha y el imperio del temor imponen como norma castigar y vigilar. La mala práctica médica como delito no es una inocente advertencia, es intimidación, posibilidad de encarcelamiento y privación que afecta el derecho al trabajo, aun si no ocurriese sentencia, pues mientras el caso se ventila, ya acontece un daño moral irreparable que por judicialización del acto clínico o quirúrgico desgasta y perjudica.
La axiología de la practica medica tiene particularidades, el enfrentar diariamente el dolor, la enfermedad y la muerte, hace que los profesionales de la salud tengan una visión que difiere del que fabrica zapatos o maneja un bus, la “infracción al deber objetivo de cuidado” no es una constante, es una variable sin los esquemas canónicos del poder y está sujeta a las más diversas expresiones de uso de recursos para salvar resucitar y prolongar la vida. Una pediatra un día colocó una tabla sobre el pecho de una niña en paro cardiorespiratorio y saltó sobre la tabla logrando resucitarla. Esto no lo entienden los jueces y menos los políticos.
Las profesiones médicas son altamente probabilísticas no solo porque toman decisiones diagnósticas o pronosticas altamente frágiles sino porque juegan con probabilidades en negativo, al recibir sujetos enfermos y no sanos, pacientes socialmente desprotegidos en peligro de perder la vida, accidentados y violentados que hacen que pronostico no sea siempre alentador (aunque los familiares quisiera que lo fuesen). A esto se suma una realidad lamentable: el poder se ha esmerado en que los pacientes vean a los profesionales de la salud como escatimadores de un derecho conferido por el estado, creando una franca ruptura de la alianza médico paciente. El código y su artículo aportan a la sospecha de los pacientes con sus familias y los buscapleitos que quieran judicializarlo todo estarán al acecho.
El pre juicio, se instala, el paciente que llega vivo no solo busca su diagnóstico sino que insiste en el buen pronostico (otro efecto de la cultura política mesiánica) La ruptura natural reactiva por efecto de la mala noticia medica, llevará a considerar la eventualidad de “una mala práctica” en todo mal diagnostico o mal pronostico y esta valoración emocional subjetiva resultado de la no aceptación del dolor o la fatalidad puede saturar el ambiente y derivarlo a la palestra jurídica donde el juez penal o los encamadores en libre ejercicio transformaran lo subjetivo en objetivo . Se abrirán procesos kafkianos donde la sanción no siempre será justa, en tanto el peso de la ley hará que se sienta el silencio de los inocentes procesados.
Además, hoy por hoy normas, reglas y herramientas a ser utilizados son aun invitados de piedra a la judicialización, porque las normas son precarias, las reglas insuficientes y las herramientas escasas en el ejercicio de la práctica médica. La burocracia sanitaria que gobierna los hospitales y centros de atención primaria, mayoritariamente no médicos retardan la compra de insumos e instrumental que hacen que la respuesta sea vulnerable y de altamente peligrosa, es decir son los burócratas administrativos posicionados políticamente, los inductores de la infracción al deber objetivo de cuidado.
Entonces digamos, la estrategia del gremio es buena: dialogar sin deponer la lucha porque no son factores excluyentes. La estrategia del estado panóptico es mala y encuentra su primer gran escollo en la falta de razón.
Hipócrates, mago de estirpe, emparentado con Esculapio, dios griego de la medicina, entendía a la enfermedad como la consecuencia de un desequilibrio entre los humores líquidos del cuerpo; y para enfrentarla propone recurrir al bisturí, al empleo de plantas medicinales y recomienda aire puro y una alimentación sana y equilibrada.
Su juramento hipocrático es una declaración deontológica tradicional en la práctica médica, que obliga a quien lo pronuncia a cuidar y curar a los enfermos, a no abusar de la confianza de los pacientes, en especial de las mujeres y a mantener el secreto de lo que crea que debe mantenerse reservado.
Tengo 56 años, provengo de una familia pobre y los médicos que han asistido a mis familiares en casos de enfermedad son y siguen siendo respetables.
Mi solidaridad total con la lucha de los médicos para que este gobierno no los criminalice.
Hipócrates, si pudieras regresar… no vengas a Ecuador
Magistral exposición, permítame complementarla con un ejemplo de la vida real:
Una familiar del joven que fue infectado con el virus del Sida en una clínica guayaquileña afirmaba en síntesis, que ahora sí había posibilidades de justicia, Analicemos la expresión con el instrumental que nos ha dado el Sr. Presidente en algunas cadenas, sabatinas incluidas, en que palabra más, palabra menos, afirma: “deben ser las tres causales juntas (peligrosas, innecesarias e ilegales) las que dan paso a la pena”. Veamos:
1.- PELIGROSO.- ¿Fue esa diálisis peligrosa? Pues si, al igual que cualquier acto de medicina, que al menos de lo que conozco, no es una ciencia exacta, como la matemática, ni se practica mecánicamente como el manejo de un vehículo, ni se ejerce con la certeza de un constructor de obras calculadas al milímetro; caso contrario no habrían muerto infinidad de personas y personajes y estuviéramos rozando la inmortalidad, pero no,, el ser humano sigue siendo mortal; Resultado: es un argumento que criminalizaría a todos los profesionales, no solo de medicina, pues hasta respirar puede ser peligroso.
2.- INNECESARIO.- Aquí me encuentro en un grave problema semántico, el Sr. Presidente pone el ejemplo de un constructor que en vez de poner una varilla suficientemente gruesa, pone una que es más delgada, lo que da por consecuencia que la edificación se caiga. El ejemplo es claro, pero no es aplicable, la palabra “innecesario” no tiene magnitud, habla sobre algo que no se debe hacer, ni mucho ni poco, simplemente no se debe hacer porque NO ES NECESARIO”. En el ejemplo que pone la varilla ES NECESARIA, pero más gruesa, lo que nos arroja el adjetivo de INSUFICIENTE, que es diferente, indica que hay cosas que son necesarias, pero que si no se hace en medida suficiente, puede causar daños, para lo cual no solo hay que identificar el corpus, sino también el ánimus, dentro de los cuales no se encuentra el error de cálculo..
Puestos al caso analizado, la pregunta es “¿era o no necesaria la diálisis? La respuesta es inmediata: ¡Si!, caso contrario el paciente no habría concurrido a la clínica. Consecuencia: A los tratantes de la clínica se les debería confirmar su estado de inocencia, así, sin más.
3.- ILEGAL.- Hay varios rangos de ilegalidad: falta de capacidad para intervenir, falta de la firma de autorización del paciente o algún allegado, engaño, entre otros. pongámonos al caso: ¿tenía la Clínica la capacidad para realizar la diálisis? Si; ¿Había el consentimiento del paciente? Si; Fue inducido con engaños a realizarse la intervención? No. Resultado: la sentencia que merecería ese caso si fuera cometido bajo el imperio del nuevo Código Penal Integral: Cualquier juez debería confirmar el estado de inocencia casi de cualquier encausado, inclusive de aquellos casos tan bullados de implantes, que son realizados con argumento cosmético, no médico.
Mientras tanto, profesionales de buena fe, con capacidades manifiestas, que ejercen su profesión sometiéndose a los riesgos de la profesión y a muchas increíbles deficiencias institucionales, pueden ser encausados generándose un daño moral IRREPARABLE, pues siempre habrá cualquier ciudadano dolido por la pérdida de algún familiar que pensará: “si le acusaron debe ser por algo”.
Dejo abierta la imaginación para el problema de los ciudadanos que al obtener sentencias negativas en casos de mala práctica profesional, sean reconvenidos o reenjuiciados por daños y perjuicios acusados de malicia y temeridad.
En síntesis, la redacción de ese artículo de la Ley, aunque no haya sido esa la intención, se presta a generar lo contrario de lo que se supone que busca: impunidad para quienes efectivamente realicen una mala práctica profesional a costa del terror para todo ciudadano que tenga la desgracia de haberse ganado un título universitario.