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martes, noviembre 5, 2024

LA FIESTA DEL CHIVO. Por Jaime Chuchuca Serrano

La novela Fiesta del Chivo (2000) quizá es la obra más lúcida de Mario Vargas Llosa. Tres historias se entretejen como hilos cinematográficos y dibujan la República Dominicana del dictador Rafael Trujillo, “El chivo” y sucesos posteriores a su asesinato.

Urania Cabral a su retorno después de varios años, mira hacia atrás y recuerda el régimen dictatorial, sus torturas y miserias. Aunque el chivo era impotente, la violentó sexualmente, y como hacía con otras tantas muchachas, rompió su himen con los dedos.

El régimen de Trujillo se conformó como una central de intimidación permanente. Los terratenientes aristocráticos, la burguesía hacendataria, militares, profesores, médicos, periodistas y casi todo profesional dependían de la administración. La disidencia era criticada, maniatada y desaparecida. Trujillo escapó varias veces del asesinato, hasta que uno de los planes cuajó con la muerte del dictador.

Después de Trujillo, asumió el gobierno un tipo de cariz apocado: Joaquín Balaguer; parecía que estaba condenado a desaparecer en pocos días. Aunque Vargas Llosa ya no arriba casi a este asunto, Balaguer se convirtió en el nuevo caudillo (1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996), en una era donde nunca se salió de la dictadura y jamás se olió la democracia. En el año 2000 Balaguer se postuló por novena y última vez a la presidencia con nada menos que 94 años de edad y ciego, quedando en tercer lugar.

Las ciencias políticas poco han hablado del “balaguerismo” como fenómeno político, pero es un elemento central de la configuración institucional de los Estados latinoamericanos, donde después de las dictaduras o gobiernos fuertes de larga data, se juzgaría que a la muerte del caudillo como “el chivo” (o cualquier otro Rafael), no vendría más que su fin. Sin embargo, aparece en escena un tipo frágil, de aspecto pusilánime, que sin saberlo se ve empujado por todo un mecanismo burocrático, militar e institucional que lo sostiene en la tempestad.

Saque el lector sus conclusiones y símiles respecto de Rafael Correa y Lenín Minero, que digo, Moreno. En un solo día el Estado ecuatoriano niega la confiscación de los bienes a corruptos, la despenalización del aborto por violación y la consulta popular para decidir sobre la minería metálica. ¿Desapareció el correísmo o se institucionalizó en el Estado?

*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.

 

 

 

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