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martes, mayo 7, 2024

LA HISTORIA COMO ARMA DE LA VERDAD. Por Jorge Oviedo Rueda

 

Testimonio de un socialista revolucionario

En los años setenta del siglo pasado yo era estudiante del colegio Montufar en Quito. La celebridad estudiantil que me dio la medalla de oro obtenida en el Concurso del Libro Leído que promovía ese maestro de juventudes que fue Luis Romo Dávila, hizo que los grupos de izquierda pusieran sus ojos en mí.

El Partido Comunista Marxista y Leninista (PCML) que estaba despuntando, el partido comunista y el socialismo revolucionario, un día por alguna razón que no me acuerdo, fui a parar en la Federación de Trabajadores de Pichincha (FTP).

Ahí conocí a un dirigente de terno y corbata que hablaba casi en silencio, echando el brazo sobre los hombros de su contertulio y diciendo cosas que invitaban a soñar. Se llamaba Telmo Hidalgo. Él, después de mi maestro de Historia Manuel Oña Silva, fue el primero que me habló del socialismo. Yo solía ir los martes a la FTP a una especie de audiencia que los dirigentes de la Federación tenían con sus afiliados, sindicatos, comités de empresa y otras formas de organización popular. Se me hizo familiar la figura de Telmo y terminó sugiriéndome que formara una célula del PSR. Tres compañeros del colegio y dos más terminamos conformando una célula de la Juventud Socialista Revolucionaria. Ese es mi origen en la política de izquierda. No había cumplido todavía los veinte años y, desde entonces, el activismo político contra José María Velasco Ibarra fue una constante.

Comencé a trabajar desde muy temprana edad para ayudar a mi madre. Uno de esos trabajos iniciales fue de reportero en el recién inaugurado Canal 8 de TV que se inició con una alianza empresarial del grupo de El Comercio con Xavier Alvarado Roca, de Guayaquil. Fui el primer reportero del noticiero de esa empresa y mi jefe fue un periodista de Radio Quito llamado Jorge Zaldumbide.

Entre compañeros de ese trabajo recuerdo a Freddy Ehlers Zurita y al escritor Rodrigo Villacís Molina. En mi trabajo entrevisté, en dos ocasiones, al doctor Manuel Agustín Aguirre, entonces rector de la Universidad Central.

La primera fue una entrevista de análisis coyuntural del gobierno de Velasco y la segunda después que explotó una bomba terrorista en la Editorial Universitaria. Yo protestaba en las calles a escondidas de mis jefes. El doctor Aguirre sabía de mi vinculación al PSR. Me concedió la entrevista y, entonces, todo se derrumbó.

Nada de lo que me dijo salió al aire. Zaldumbide manipuló la entrevista y le hizo decir negro donde Aguirre había dicho rojo.  Aguirre sólo me perdonó diez años después, cuando regresé de Cuba. Lo hizo también porque ya se había publicado el libro de Felip Agge en el que cuenta que Zaldumbide trabajaba para la CIA. En toda esta febril actividad de militante jamás vi en la calle al doctor Enrique Ayala Mora, que ahora dice haber sido militante del socialismo desde las aulas colegiales.[i] En la católica había un núcleo democristiano que apoyaba a Hernán Malo Gonzáles, entre cuyos fervorosos integrantes estaba Ayala Mora ¿Socialista?

Bueno, pero sigamos. Diez años estuve fuera del Ecuador, estudiando. A mi regreso, lo primero que se me ocurrió fue ir a la FTP. Como la primera vez, volví a encontrar al maestro de corbata y sombrerito chagra, Telmo Hidalgo. Me puse a sus órdenes y, de inmediato, comenzó mi militancia. El compañero Hidalgo me dijo que había que hacer algunos cambios en el partido, pero que por nada podíamos descuidar la construcción del Tercer Frente. Admirado le pregunté que qué cosa era. “El brazo armado del partido”, me dijo. Me fui feliz ese día a mi casa. Creí que la revolución en el Ecuador iba por buen camino.

El mismo compañero Hidalgo días antes del XXXV Congreso del PSR habló conmigo y me dijo que se estaba pensando en el nombre de un compañero del Azuay para la dirección del PSRE. -¿En quién? -pregunté. -En el doctor Víctor Granda Aguilar -me respondió. -¿Le conoce? –me dijo -No, -le respondí. -Creo que es la mejor opción, por el momento –afirmó-. Tenemos que proyectarnos a la sociedad, compañero. Estamos muy enclaustrados en los gremios sindicales. -¿Cree usted que el compañero Granda garantiza la dirección revolucionaria del partido? –pregunté-. –Me parece que si –me dijo y yo le respondí: -Habrá que ver.

Han pasado casi cuarenta años desde entonces. El PSRE ha desaparecido en su estructura y en sus concepciones. Ha prevalecido una corriente reformista, electoralista e inorgánica que nunca fue protagonista de nada importante en el plano político, siempre de furgón de cola del centro político y de figuras individuales que lejos estuvieron de representar la doctrina y el pensamiento del socialismo revolucionario. Veamos este proceso a grosso modo.

El frente socialista

Después del XXXV Congreso del PSRE una reflexión colectiva dentro del partido fue la reagrupación de la tendencia socialista en el Ecuador. Se hizo contacto con los dirigentes de todos los movimientos socialistas o cercanos al socialismo para explicarles la necesidad de la unidad socialista. Concurrieron la Izquierda Cristiana en su versión de la Tendencia Socialista, cuyos dirigentes principales eran, en ese tiempo, Pablo Suarez y Gerardo Venegas, se habló con la fracción del MIR dirigida por Patricio Icaza, con José Chávez, de la CEOLS, y otras expresiones sindicales que estaban cerca del socialismo. La iniciativa del PSRE tuvo buena acogida y la corriente socialista tendía a unificarse.

En ese proceso apareció una figura del viejo PSE que para entonces ostentaba la dirección del mismo. Se trataba de Alberto Cabeza de Vaca quién planteó la conveniencia de volver a la legalidad al PSE. Sin previo aviso, ni antecedentes conocidos, en el preciso momento que surgió la posibilidad de legalizar el PSE, apareció la figura de Enrique Ayala Mora, convirtiéndose, con Víctor Granda, Hernán Rivadeneira, Manuel Salgado y otras figuras en los entusiastas promotores de la integración del PSRE al PSE.

La militancia de Azuay, Imbabura, Loja y Guayas encabezada por Jorge Reinols, advertimos, en sucesivos Comités Centrales del Partido, lo peligroso de la propuesta dado que el PSRE podía ser subsumido por el viejo PSE y desaparecer. Desde entonces se configuraron dos posiciones al interior del socialismo: una que defendía la existencia del PSRE como una estructura selectiva, de centralismo democrático, concebida bajo los principios del marxismo-leninismo y la otra que abogaba por un partido abierto de masas al que había que prepararlo para la confrontación electoral.[ii]

El triunfo de Edelberto Bonilla a la diputación por Chimborazo anuló toda polémica en torno a la naturaleza del partido. La corriente revolucionaria, que sintetizaba toda la tradición de lucha del socialismo desde su fundación, incluida su ruptura ideológica en el año 63, fue de inmediato anulada por los dirigentes agrupados alrededor de la secretaría de Víctor Granda, siendo uno de los que mayor peso tenía el doctor Ayala Mora. Con la acusación de infantilismo de izquierda y con la tesis de “avanzar sin discutir” impusieron la línea electorera en el socialismo ecuatoriano. Granda Aguilar, Ayala Mora, Rivadeneira y, posteriormente, Germán Rodas y otras figuras, ahogaron al socialismo revolucionario en aras de una participación electoral que, según ellos, terminaría llevando al socialismo al poder. Diego Delgado en el Azuay, Jorge Reinols en el Guayas, yo en Pichincha y muchos otros compañeros en todo el país, dimos la batalla por preservar las concepciones revolucionarias del PSRE y su estructura orgánica. Entre 1984 y 1995 produje muchos documentos que así lo demuestran.[iii]

En 1984 el PSE candidatizó a Manuel Salgado Tamayo a la presidencia de la República con lo cual estuvo de acuerdo la militancia del socialismo revolucionario, porque era una oportunidad de proyectar, a nivel nacional, la imagen y las tesis del socialismo, que la corriente revolucionaria pensó siempre serían las suyas. Nada de eso sucedió. Ayala Mora y la camarilla socialdemócrata que se había tomado la dirección del partido anularon lo que ellos llamaban infantilismo de izquierda y dieron rienda suelta al entusiasmo electoral. Dos años después de la candidatura de Salgado Tamayo el socialismo llevó ocho diputados al Congreso Nacional. Figuras como la de Fernando Guerrero, el propio Ayala Mora, Segundo Serrano, Diego Delgado, Raúl Patiño y otros aparecían como una muestra palpable del triunfo de la corriente electoralista. El socialismo revolucionario quiso sacar provecho del éxito electoral momentáneo y planteó un agresivo plan de organización partidaria y educación política a su militancia. Yo era su secretario nacional de organización.[iv]

Ayala Mora, candidato a la vicepresidencia

En 1988 esta corriente electoralista, a la que nada le importaba la preparación ideológica de la militancia ni su estructura orgánica, hizo un pacto con el APRE del General Frank Vargas Pasos para presentarse a las elecciones presidenciales, siendo el militar el candidato a la presidencia y Ayala Mora a la vicepresidencia. El fracaso fue rotundo, pero, después de esta triste aventura electoral, Ayala Mora se convirtió en entusiasta partidario de fusionar al socialismo ecuatoriano con el APRE, demostrando con ello, no sólo desprecio por la teoría revolucionaria, sino una descarada conducta electorera.

Los socialistas revolucionarios nos opusimos, como puede verse en este documento que yo hice circular entre la militancia nacional[v]. La posición liquidacionista de Ayala Mora hacía mayoría en el Comité Central del partido, pese a lo cual, la militancia histórica del PSRE no permitió su liquidación.

El triunfo de Diego Delgado a la secretaría general del PSE

El triunfo de Diego Delgado a la Secretaría General del Partido Socialista Ecuatoriano en el año 1991 fue el triunfo de la corriente revolucionaria. Lastimosamente, a nivel de dirección, el doctor Delgado estuvo secuestrado por la corriente electoralista que seguía haciendo mayoría en el Comité Ejecutivo y el CC del partido.

Una muestra de esto fue que ese Comité Central resolvió la candidatura de León Roldós Aguilera para las elecciones presidenciales de 1992. La corriente de izquierda logró que se aceptara como binomio de Roldós el nombre de Santiago Pérez Romolerux. Roldós no estuvo de acuerdo y, en un Comité Central realizado en Quito, impuso, con amenazas de renuncia a la candidatura, el nombre de Alejandro Carrión Pérez. Yo era el Secretario Administrativo del CEN, había sido nombrado secretario ad hoc de ese Comité Central y también coordinador nacional de la campaña electoral. Tenía derecho a voz en ese Comité Central pero cuando quise intervenir para protestar por el proceder grosero y autoritario de Roldós el doctor Granda, por pedido de Ayala, me lo impidió, aduciendo mi condición de empleado del partido. Nunca antes se habían violado de forma tan flagrante los derechos de un militante histórico y destacado. Ayala Mora lo hizo, con lo cual le estaba quitando la voz a la militancia revolucionaria que nunca estuvo de acuerdo con la candidatura de León Roldós Aguilera.

En esa misma línea estos dirigentes se aliaron a Sociedad Patriótica y apoyaron la candidatura del Lucio Gutierrez en 1996, dejando de lado todo desarrollo teórico y de formación política de la militancia para aprovecharse de las ventajas que da una diputación y mover influencias para sacar provecho personal como fue la creación de la Universidad Andina que, en el colmo de la ironía, Ayala Mora dijo, en algún momento, sería la escuela de cuadros del partido. Los sueldos y las prebendas personales obtenidas, así como haberse convertido en el refugio pagado de todos sus aduladores, demuestran las santas intenciones del “brillante académico” Ayala Mora.

Roldós se comportó como un capataz en esa campaña[vi] y el socialismo “patiamarillo” que lo apoyó quedó apaleado por el fracasó electoral. La militancia histórica de izquierda decidió reagrupar sus fuerzas. Desde la secretaría provincial de Pichincha, Fernando Maldonado y yo, tratamos de hacerlo.

El XXXIV congreso del PSE

La gestión de Diego Delgado Jara en la dirección nacional del PSE no permitió tampoco avanzar en el proceso de construcción partidaria. El mismo doctor Delgado parecía no tener mucha conciencia de la importancia de consolidar orgánica e ideológicamente el partido, pero su gestión como diputado socialista en el Congreso Nacional ubicaba su figura como uno de los más destacados dirigentes de la izquierda nacional.

El intento de asesinato que el régimen febrescorderista hizo con él, le había convertido en un referente de honestidad y consecuencia del pensamiento socialista. Al final de su período la corriente revolucionaria trató de mantener la dirección del partido lanzando mi candidatura a la secretaria general. Hice una campaña nacional, recorriendo provincia por provincia, incentivando a los compañeros a dar la batalla por conservar el pensamiento socialista y combatir la corriente electoralista.  En cada provincia de la Costa, Sierra y Oriente encontré núcleos de compañeros revolucionarios dispuestos a dar la batalla. Al fin se realizó el Congreso.

Diego Delgado confió la conformación de las delegaciones a Rubén Andrade, quién para entonces fungía de secretario de organización del PSE. El resultado fue que en casi todas las provincias se inflaron las delegaciones con nombres, muchas veces ni siquiera militantes, partidarios de Granda y Ayala Mora. A tal nivel de descaro llevaron las cosas que a mí me negaron el derecho de ser delegado por Pichincha, donde había militado y luchado por más de treinta años.

Las delegaciones de Pichincha, Manabí y Esmeraldas fueron descaradamente manipuladas por Andrade para favorecer la candidatura de Víctor Granda Aguilar que era mi contrincante. Pese a todo, Granda ganó esas elecciones con apenas cuarenta votos por arriba de mi candidatura, como puede verse en el acta de escrutinios que estoy adjuntando.[vii]

A partir de este Congreso el Partido Socialista Ecuatoriano quedó en manos de la corriente electoralista. Granda Aguilar promovió mi expulsión del partido valiéndose de Tartufos como Eduardo Paredes, Jorge Granda o Germán Rodas. Por salud mental y corporal decidí alejarme de la militancia partidista, convencido de que una vez más la corriente “patiamarilla”, presente en el socialismo desde su sesión fundacional en 1926, se había blindado en la dirección del partido por otro largo período.

La irrupción del progresismo latinoamericano en el Ecuador

A comienzos del presente siglo la ola del progresismo se extendía por todo el continente. El chavismo en Venezuela, el krishnerismo en Argentina, el PT en Brasil, el MAS en Bolivia, en Uruguay, Paraguay.

El Ecuador estaba asfixiado por los gases tóxicos de casi dos décadas de partidocracia. Habíamos sufrido el duro golpe del feriado bancario, la corrupción reinaba en el sector público y privado, la inestabilidad política nos había hecho padecer siete presidentes en menos de una década y, en fin, el Ecuador estaba comido por la deuda externa y al borde de la disolución.

El nombre de Rafael Correa Delgado comienza a oírse como propuesta para sacar las castañas del fuego. Su discurso, prestado a la izquierda revolucionaria, llamó pronto la atención. Todos los sectores, políticos y sociales, del centro a la izquierda, le brindaron su apoyo, incluido el FADI-Socialismo que no era otra cosa que la fusión orgánica e ideológica del Partido Socialista Ecuatoriano con el Partido Comunista. Lo que no había sucedido en más de 90 años, Ayala Mora y su camarilla, juntándose con el reformismo comunista, lo habían logrado. “Es la unidad natural de la izquierda” declaraba el académico.

La reflexión de esa izquierda, a la que yo he denominado boba, era que, estando adentro, ellos tenían “gobierno propio”. Correa les resultó blando por fuera, duro por dentro. “Los que vinieron con agenda propia” –les advirtió en su primer discurso-, “pueden tomar el camino y regresar por donde vinieron”.

Parece que Correa no consideró el nombre de Ayala Mora para un ministerio o la cancillería y, desde entonces, comenzaron a combatirlo, por odio, ahora con el insólito argumento de que ellos representaban la corriente revolucionaria dentro del Fadi-Socialismo.

Ellos que tenían una agenda reformista coincidente con las del comunismo tradicional y ahora con el correísmo, se amparaban en el membrete del PSRE al que habían hecho desaparecer y combatido de forma inmisericorde por “infantil y radical”.

Los sepultureros del SR ahora se proclamaban sus salvadores. ¡Jamás se ha visto un nivel de desvergüenza política como la que tienen Ayala Mora y su camarilla! La fracción comunista, encabezada por Rafael Quintero, se quedó dentro del correísmo, sumisa al caudillo y siendo corresponsable de la actual situación que tiene el Ecuador. El socialismo “patiamarillo” ha tomado distancia del correísmo amparándose en el membrete del Socialismo Revolucionario, pero sin aportar ni una sola idea de cambio y enriquecimiento de la teoría revolucionaria, suscribiendo las mismas tesis del correísmo pero advirtiendo que, para que sean válidas, tienen que estar dirigidas por ellos, es decir, con otro estilo, mas laigh y rosadito, con chaleco y leontina, importados desde Inglaterra, probablemente. Una forma de fraude ideológico que tiene engañadas a las nuevas generaciones de socialistas.

Casi medio siglo de historia de la izquierda socialista en el Ecuador culmina ahora con la elección inducida a la secretaría general del PSE -que ahora ellos reivindican revolucionario-, del académico Enrique Ayala Mora al que no se cansa de echar flores y mieles ese estentóreo político socialista llamado Manuel Salgado al que en nuestra época llamábamos “Trucutú” por ser muy ruidoso y no hacer nada. Esa es la historia. Veamos ahora sus consecuencias.

¿Puede el socialismo “Patiamarillo” ser la izquierda en el Ecuador?

La izquierda boba que nació con el pecado original de ser de clase media y de clara tendencia arribista nunca pudo, ni puede ahora, ni podrá mañana, definirse como la izquierda auténtica del Ecuador. Para hacerlo tendría que demostrar estar a la izquierda de Correa. Pero eso es imposible por dos razones:

1.- Su historia les condena. Telmo Hidalgo, Laura Almeida, Manuel Agustín Aguirre, que son los referentes del Socialismo Revolucionario, deben revolcarse en sus tumbas cada vez que los actuales dirigentes “patiamarillos” reivindican sus nombres. Esos dirigentes sepultaron el Socialismo Revolucionario y han definido, por cerca de cuarenta años, una línea política socialdemócrata, reformista, claramente de centro, coincidente, en lo esencial de lo teórico, con el pensamiento de líderes reformistas como Rafael Correa al cual denostan y combaten únicamente por animadversión personal. Una especie de envidia histórica porque ven en su figura lo que ellos jamás podrán ser ni hacer.

Dirigentes como Ayala Mora demuestran menos honestidad que dirigentes como Rafael Quintero que se identificó de manera abierta con el correísmo en la equivocada idea que, desde adentro, ellos podrían llevar adelante el proceso con más éxito y menos ex abruptos que Correa. Ayala vuelve a cometer un crimen político al membretarse Socialista Revolucionario para diferenciarse de Correa y el correísmo a sabiendas de que nunca, en estos últimos cuarenta años, ha aportado con una línea de definición teórica para hacer avanzar la teoría revolucionaria. Y es esa, precisamente, la segunda razón por la cual el socialismo “patiamarillo” de Ayala Mora, Granda y compañía, jamás llegará a ser la izquierda auténtica en el Ecuador.

2.- En la línea “patiamarilla” del socialismo ecuatoriano todo es falso. Que tienen una línea propia y creadora del socialismo en el Ecuador, en ellos sólo es una fraseología vacía. Ninguno de estos dirigentes se ha acercado siquiera al arduo trabajo teórico de conceptualizar una posición propia del pensamiento socialista. Tienen el descaro de definirse marxistas y, muchos de ellos, leninistas, cuando en su práctica política desprecian esa teoría y apenas llegan a la socialdemocracia.

Por estas dos razones, jamás esta izquierda boba y “patiamarilla” llegará a ser la izquierda auténtica del Ecuador

¿Dónde está esa izquierda auténtica?

La línea mariateguista de peruanizar al Perú, define la corriente revolucionaria del socialismo ecuatoriano. Belisario Quevedo nos enseñó a pensar en lo nuestro. Nombres como el de Manuel Agustín Aguirre nos recordaron siempre la importancia de ser fieles a los instrumentos teóricos del marxismo y dirigentes como Telmo Hidalgo nos han servido de ejemplo para mantenernos junto al pueblo.

La irrupción de Rafael Correa en el ámbito político nacional no es un hecho intrascendente como la izquierda boba nos quiere hacer creer. Correa y el correísmo marcan un antes y un después en la política nacional. La acción de Correa abarcó dos niveles, el material y el ideológico.

En lo material su accionar se ve en la construcción de una red vial sin precedentes, en la generación eléctrica, en la construcción de puentes, multi propósitos, aeropuertos, puertos, una reforma del Estado, de la educación y del sector de la salud que nunca fueron tocados por el poder de la partidocracia, dando con ello término a la trunca revolución alfarista y consolidando la creación del Estado-nación.

En el nivel ideológico Correa se ocupó de elevar el nivel político del pueblo a través de sus discursos y las comparecencias de alcance nacional que cada sábado hacía. Tampoco es un mérito menor su defensa de la soberanía nacional y su enfrentamiento con los organismos internacionales de crédito y el poder norteamericano. Su defensa de bloques económicos y políticos como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y su acercamiento a procesos revolucionarios como el venezolano son, qué duda cabe, méritos de este líder que, sin ser revolucionario, hizo lo que nunca los dirigentes de izquierda llegaron a hacer.

Lástima que Correa no tuvo una oposición de izquierda que con respaldo popular le obligara a radicalizar paulatinamente el proceso. Ahora está claro que el progresismo sin dirección revolucionaria sólo sirve para fortalecer el desarrollo y modernización del capitalismo. En las condiciones económico-sociales en que se desenvuelven los pueblos latinoamericanos, entre ellos Ecuador, ya no es suficiente sacar de la pobreza a unos cuantos millones de seres humanos, sino que va siendo necesaria una verdadera transformación revolucionaria.

Ayala Mora, Rafael Quintero y toda esa izquierda oficial jamás comprendieron la necesidad de construir una oposición pro activa desde afuera, capaz de obligar al correísmo a depurarse sobre la marcha y radicalizar, cada vez más, sus acciones, pero si fueron capaces de sumarse a la campaña de odio orquestada por la derecha con lo cual se convirtieron en responsables directos del fracaso de un proyecto que, de haber sido llevado con sabiduría, podía haber llegado a ser irreversible.

Si podemos interpretar correctamente la Historia, es posible avanzar. La dialéctica marxista lo hace posible. El abandono de las concepciones revolucionarias y la obstinada negación que la corriente “patiamarilla” hizo de la discusión teórica, obligó a la corriente revolucionaria a replegarse sobre sus propias concepciones como único recurso para conservarlas y desarrollarlas.

Una concepción socialista, enraizada en el pensamiento ancestral y la forma de vida de los pueblos y nacionalidades aborígenes que comprende la importancia del aporte marxista en la teoría de la lucha social de los pueblos, está en proceso de formación. Esa corriente se esfuerza por integrar una nueva visión epistemológica de la realidad y asume, con frontalidad, los errores cometidos por el socialismo del Siglo XX para superarlos y avanzar al cambio. Son justamente esas concepciones las que ubican a esta corriente de pensamiento a la izquierda de procesos reformistas como los que representa Rafael Correa Delgado y cuyos contenidos le dan pleno derecho para reclamarse parte integrante de la verdadera izquierda revolucionaria en el Ecuador y América Latina.[viii]

Ñukanchik Socialismo es la expresión de la corriente revolucionaria que nació en 1926 en el seno del PSE y durante noventa años ha sido asfixiada por el socialismo “patiamarillo” en todas sus versiones. Recoge, en sus concepciones, el acumulado histórico de la teoría y la lucha del socialismo revolucionario; plantea, como una necesidad histórica, una alianza político-programática que vaya de la izquierda al centro con el progresismo correísta, con independencia absoluta y libertad para aportar, criticar y conducir el proceso de cambio revolucionario que el Ecuador necesita.

*Ensayista, historiador, profesor universitario y editorialista.

[i] El mismo cuenta, en una nota en la que detalla sus méritos, haber sido miembro del club “Domingo Sabio”.

[ii] Entonces, como un aporte a la discusión teórica yo puse a consideración de la militancia del partido un Documento titulado: Nuestro partido de cuadros es nuestro partido de masas que fue leído con interés por la militancia nacional e ignorado olímpicamente por la camarilla patiamarilla de Granda, Ayala y companía.

[iii] Véase: La teoría leninista del partido, mimeo, agosto de 1985; Socialismo revolucionario, mimeo, Quito, octubre 1986; Partido Socialista Ecuatoriano, proceso y construcción, mimeo, Quito, junio 1988 y muchos otros documentos coyunturales sobre la construcción del Partido, que reposan en mi archivo.

[iv] Véase: El carácter y los objetivos del PSE, documento de discusión, mimeo, Quito, abril de 1989; Sobre la construcción partidaria, mimeo, Quito, noviembre de 1992 y mucho más material que demuestra el afán que el socialismo revolucionario tenía de discutir cuestiones teóricas de vital importancia.

[v] Oviedo Rueda, Jorge: Defendamos nuestro partido! Digámosle no a la fusión con el APRE, mimeo, Quito, marzo de 1995.

[vi] En carta dirigida al doctor Delgado Jara para renunciar a mi cargo de Coordinador Nacional de la Campaña electoral, entre otras cosas decía: “Y por último (renuncio), porque todavía creo en la dignidad. No soy de aquellos que piensan que la dignidad se la puede guardar en un cajón para usarla sólo cuando el peligro haya pasado. Me es imposible trabajar con y para un hombre que es incapaz de distinguir la diferencia que hay entre los términos compañero y sirviente. Si Roldós no acepta ser nuestro compañero, mal haríamos nosotros en aceptar ser sus sirvientes.”

[vii] Archivo JOR.

[viii] Véase otros documentos como: Proyecto Ecuador, una propuesta socialista, mimeo, Quito, 1993-documentos sobre la discusión teórica necesaria para levantar una propuesta socialista ligada a nuestras raíces ancestrales, pueden verse en mi blog: nucanchisocialismo.com

 

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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4 COMENTARIOS

  1. (Espero que no me censuren este comentario)
    El correato ha sido una banda delincuencial y no como lo dice Ud. un “gobierno reformista”, por tanto lo único posible tanto para la derecha como para la izquierda era una oposición radical al proceso delincuencial.

  2. @@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@
    (Espero que no me censuren este comentario)
    El correato ha sido una banda delincuencial y no como lo dice Ud. un “gobierno reformista”, por tanto lo único posible tanto para la derecha como para la izquierda era una oposición radical al proceso delincuencial.

  3. Carrera de caballos parada de burros: Las loas que hace del correísmo desmerecen toda la tradición de su época estudiantil y de sus vínculos con Thelmo Hidalgo, pues evidentemente, no alcanza a ver los efectos sistémicos de la tragedia nacional lograda en la década perdida para el pueblo y ganada por los nuevos multi millonarios

  4. David Grimm; ¿cuales loas? Si la lupa con la que ves el correismo es el odio, seguirás aplaudiendo a esa izquierda enana que nunca pudo salir de su parcela, permitiendo que la derecha nos de haciendo la política.

    Dime las “loas” que has encontrado para darte la razón. Si no las encuentras creo que tu capacidad comprensora es deficiente.

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