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jueves, noviembre 21, 2024

LA IMPASIBLE AGONÍA DE LENÍN MORENO. Por Juan Cuvi*

Bien hace el presidente Lenín Moreno en reconocer los límites de su administración. Por ejemplo, cuando anuncia que no logrará construir las viviendas prometidas en su campaña; o cuando decide reinstalar únicamente dos mil de las siete mil escuelas rurales que irresponsablemente se cerraron durante el correato.

Aunque su mensaje puede ser leído desde la honestidad o la resignación, en política solamente cabe la suspicacia. En este caso, toca suponer que Moreno no está interesado en preservar su imagen a costa de mentirle al país. Ergo, no piensa ser candidato a la reelección en 2021.

Esta posibilidad es coherente con algunas de las condiciones y decisiones que venimos observando en lo últimos tiempos. Rectificaciones, inercia, improvisaciones, desaliento… La lista es extensa y denota una ausencia insalvable de proyección política.

Que Moreno –como varias veces lo ha insinuado– quiera salir del berenjenal al que su gelatinosa personalidad lo empujó es entendible. Más aún con el desgaste físico, emocional y político que está experimentando. Pero que lo haga desde la inoperancia es condenable. El país no se lo merece.

Muchos nunca entendimos por qué aceptó el papel de síndico de una quiebra, títere de un caudillo delirante o reparador de una feroz demolición institucional, a menos que quisiera proyectarse como el artífice equilibrado de una transición democrática. Advertido de la calamitosa situación en que le dejaban el país siempre estuvo. Por eso mismo, aceptar el encargo implicaba una mínima dosis de visión histórica y una elevada dosis de realismo.

El problema es que, tal como van las cosas, difícilmente logre acercarse a la idílica imagen de un restaurador de la democracia. Al contrario, ni su bonachonería ni su aparente buena voluntad le alcanzarán para compensar el estrepitoso fracaso que el oráculo presagia.

En efecto, el régimen se parece cada día más a un ejército en desbandada. Sin comandancia, cada quien busca salvar su pellejo y, de paso, sacar algún provecho. En lugar de transición asistimos a un desbarajuste del que puede surgir el más inimaginable esperpento político. (Las próximas elecciones seccionales parecen un monstruoso preludio de lo que vendrá. Con 80 mil candidatos completamente insustanciales, la política termina convertida en un engendro).

Es tan marcada la desidia del gobierno que ha terminado por contagiar a todo el país político. La elevada indecisión electoral refleja la apatía de la ciudadanía frente a los candidatos. La débil recuperación de los movimientos sociales tampoco augura –al menos en lo inmediato– una reacción que logre sacudir la inercia general. Únicamente la ambición empresarial –a contranota de Gardel– no descansa: los negocios que se anuncian y se hacen a costa del patrimonio nacional son impúdicos.

Mientras tanto, Lenín Moreno agoniza en medio de la más pegajosa indolencia.

*Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo. 

 

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