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LA MISOGINIA QUE SOSTIENE LA POLÍTICA DEL ESTADO EN EL ECUADOR: El golpe del 30 de septiembre. por Andrea Aguirre

Flor del Guanto No 4  

Quito, 1 de octubre de 2010

“Pedí una pistola para defenderme”, se titula la entrevista a Rafael Correa, Presidente del Ecuador, hecha por Ignacio Ramonet para Le Monde Diplomatique, periódico de izquierda europeo , en donde hace referencia a la necesidad de defenderse, frente a la violencia conque los policías amotinados lo recibieron en el Regimiento Quito, la mañana del 30 de septiembre pasado, donde quedó aislado hasta el anochecer, cuando fuerzas militares y policiales especializadas emprendieron un operativo de rescate exitoso.

Algunos decían alarmados, por la falta de control sobre la situación que mostró el Presidente: Primero se metió en la boca del lobo y después gritaba descontrolado “¡Señores, si quieren matar al Presidente aquí está, mátenlo pues si les da la gana, mátenlo si tienen poder, mátenlo si tienen valor!” , arrancándose la corbata, descubriéndose el pecho para recibir las balas ofensivas. ¡Imagínese, intentaron matar al presidente!, repetía alarmado Rafael Correa, una vez que se hizo público el contenido de los intercambios de elementos de la Policía Nacional a través de la radio patrulla aquel día por la tarde. A nosotras lo que nos alarmó es cómo aquel día se hizo explícito el profundo desprecio y el odio hacia las mujeres que sostiene el sentido común y la violencia conque los hombres, grandes y pequeños, vienen gobernando el mundo:

A medida que avanzaba la tarde de aquel 30 de septiembre, la situación para los elementos de la Policía Nacional amotinados, iba siendo cada vez más desesperada: fuerzas especiales de la Policía (del Grupo de Intervención y Rescate, GIR) y militares, que no habían plegado al paro de actividades, iniciaban un operativo de rescate del Presidente que resolvería la situación entre fuerzas armadas, por la violencia armada. A través de la radio patrulla, los amotinados trataban de coordinar acciones sin demasiado éxito, hablaban angustiados entre si con la certeza de que el momento definitivo estaba llegando, de que se estaban jugando demasiado, al punto de que matar al Presidente aparecía como una alternativa desesperada. Angustiados, maldecían a los sectores de las fuerzas armadas que, según ellos, traicionaron el paro de actividades, una y mil veces “¡hijos de puta!” , de mujer que no pertenece a un solo varón, aquella sobre la que cualquier hombre tira sin ningún sentido del amor, “¡longo hijo de puta!”. Los amotinados despotricaban contra aquellos “traidores”, una y mil veces: “¡mama vergas!”, que arrodillados como mujerzuelas chupan dócilmente el miembro duro que distingue a los varones, el miembro dador de placer orgánico a la posesión efectiva de otro cuerpo, femenino por definición, que se entrega voluntariamente o es forzado, “¡maricones!”. ¿Qué es la virilidad para el hombre del común, sino la calidad de varón, de ser capaz de poseer a otro, de obligarle a la docilidad, ejercicio históricamente repetido sobre las más diversas mujeres?

De pronto, alguien no identificado entró en la frecuencia y criticó lo que a su juicio eran reclamos injustos al Gobierno Nacional. “Muy bien sabes que yo le culeo a la puta de tu mujer”, le respondió uno de los amotinados, entre otras agresiones similares por parte de otros, haciendo nuevamente explícito lo que decimos: para los varones del común sigue siendo fundamental poseer a una mujer que se entrega voluntariamente, y humillante hasta el infinito que otro la posea. La relación de posesión con las mujeres todavía define la identidad masculina. “La Policía les da de comer a tu mamá, a la puta de tu mujer y a tus hijos.”

“La puta de tu mami te ha hecho cobarde, hijo de puta”, le dedicó uno a cualquiera del GIR. Para cualquier varón del común, el vínculo amoroso con la madre debilita al niño, avergüenza al varón; haber sido amado entorpece la capacidad del adulto de ejercer y resistir la violencia que, en última instancia, define los gobiernos desde los pequeños hogares hasta las grandes naciones. Los que “tienen miedo, son amamantados”, porque tanto el reconocimiento del miedo como el disfrute del amor, son actos de afirmación de la propia vulnerabilidad humana, cuya primera fuente de aprendizaje es la relación amorosa con la madre. Eso no quiere decir que las madres patriarcales no sacrifiquen a sus hijos e hijas al gobierno de los hombres adultos, sino que el sentido común reconoce el amor materno como amor entrañable, y en lugar de valorarlo como principio de las relaciones sociales basadas en la ayuda mutua, lo desprecia porque debilita. Si no estás dispuesto al recurso a la violencia en última instancia, “anda tira con tu madre, la puta de tu madre”.

Pocas veces como en situaciones de angustia, la gente habla sin reprimirse por cuestiones de corrección social o sometimiento a la autoridad respectiva, por eso la memoria de aquel 30 de septiembre que nos ofrece la radio patrulla, está literalmente plagada de alegatos contra nosotras, plagada al punto de que prácticamente no se habla de otra cosa que de putas, esposas y madres, tal como ellos las consideran para saberse varones. Sin duda, en la dominación histórica de las mujeres, reposa la sociedad contemporánea.

Aquel 30 de septiembre nos puso ante una falsa alternativa: gobiernistas y golpistas. En realidad ambos comparten el mismo sentido común masculino que se levanta sobre el desprecio y el odio contra nosotras, sentimientos que fundan esta sociedad organizada por la violencia y la violencia armada en última instancia, sino ¿por qué ambos bandos reconocen la necesidad de que existan las fuerzas armadas?

 

Andrea Aguirre
Mujeres de Frente

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