LA MONTONERA RADICAL, ELOY ALFARO Y LA REVOLUCIÓN.
Por: Eloy Alfaro
Para entender la radicalidad de la lucha en la que se encuentran los revolucionarios de la época, es importante pensar como se conforma una organización desde los desposeídos, el carácter de esa organización, la profundidad de sus reivindicaciones. Siempre en toda organización revolucionaria hay tres aspectos que la caracterizan, una es la ideología que la acompaña (la cual ayuda a configurar el horizonte a donde se apunta o la Utopía) la siguiente es el sujeto que la conforma, que en este caso son los más pobres de los pobres, la montubiada que desarrolló un nivel muy alto de organización social, sí como los sectores medios urbanos representados por sociedades de artesanos y la tercera el territorio donde se expresa el sujeto y la ideología.
En el caso que nos compete, la convergencia de los tres aspectos es fundamental para entender al sujeto que lucha “la montonera”. No se lo puede entender fuera de su territorio y separada de la ideología. Leyendo casos de otras geografías como la lucha de Espartaco, Zapatta, Tupac Amaru, Daquilema, vemos que los cambios que estos buscaban no eran solo de fachada, van incluso hasta la posibilidad de un cambio sistémico y por eso mismo resultan peligrosos para el estatus. En todos esos casos los tres factores están presentes de manera consistente. El sujeto que lucha es aquel que se cansó de agachar la cabeza, aquel que fue despojado de todo, menos de su dignidad y por ello lucha con todas las ganas que tiene de vivir. Las ganas de vivir entonces es lo que lleva a que las acciones vayan siempre orientadas a la búsqueda de transformaciones reales y concretas, en este tipo de lucha no hay puntos medios.
Ese era el espíritu de esta propuesta Radical que nació entre la montubiada de una costa ecuatoriana con grandes contrastes sociales, por un lado la opulencia del auge cacaotero y por otro la miseria de importantes segmentos de la sociedad, que a penas, tenían su fuerza de trabajo para sobre vivir. Es por ello fundamental mirar con profundidad al sujeto que lucha, intentaremos un breve vistazo.
Montoneros
“Las montoneras fueron probablemente el más importante fenómeno de movilización social del siglo XIX republicano. Surgidas en el agro costeño a partir de 1825, tuvieron desde sus comienzos un carácter marcadamente reivindicativo y de resistencia popular frente a las violencias y actos de despojo cometidas por hacendados o autoridades del nuevo poder republicano. Posteriormente, a partir de la “Revolución de los Chiguaguas” (1833-1837) adquirieron un creciente carácter político, de tinte nacionalista y liberal, que se acentuaría durante la “Revolución Marcista” (1845) y asumiría plena identidad en la segunda mitad del siglo XIX. La base social de las montoneras estaba generalmente constituida por una heterogénea mezcla de campesinos montubios, que incluía a peones de las haciendas, pequeños propietarios y trabajadores sueltos, como los “desmonteros” y “sembradores”, que hacían desmontes o formaban nuevas plantaciones para venderlos a las haciendas próximas.
A partir de la época garciana, el surgimiento de las montoneras adquirió una connotación plenamente política, de carácter liberal militante, y aun asumió nuevas formas, como la formación de montoneras por parte de los mismos hacendados o “caciques” locales, que se lanzaban a la lucha a la cabeza de sus peones y casi siempre con el rango de “coronel”. Toda la tropa montonera o al menos gran parte de ella andaba a caballo. Estas particulares circunstancias daban a las montoneras una notable influencia y capacidad de acción en su área y les garantizaban fácil avituallamiento, gran movilidad operativa y rápida desmovilización” (Nuñez 1995).
Los luchadores son campesinos que venden su fuerza de trabajo y “trabajadores sueltos” es decir que personas que no están adscritos a una hacienda. En la Sierra, ligado al régimen de hacienda se encuentran los indios libres, es decir aquellos individuos que no pertenecen a ninguna hacienda, pero que venden su fuerza de trabajo. En todas las insurgencias populares del continente la conformación del sujeto que lucha es la misma, indios, negros o en este caso, montubios libres que su condición de excluidos les lleva a asumir una conciencia de clase. Tanto los que están dentro como los que están fuera del régimen de hacienda, tienen algo en común, no son poseedores de los medios de producción y para su reproducción familiar venden su fuerza de trabajo. Son los indios libres los que encabezan la lucha por la tierra.
En un primer momento los montoneros son campesinos costeños que como pago de las deudas contraídas con el patrón se ven obligados a ir a la lucha, con el objeto de descargar sus deudas (Ayala 1994). La Montonera para estos campesinos era la posibilidad de acabar con sus deudas y a la vez convertirse en campesinos autónomos, por tanto sin sujeción a la hacienda y al patrón. Son pueblos que se arman para la lucha, no es un ejército que lucha por el pueblo, sino un pueblo que decide luchar por si mismo, nadie va a poner los muertos por ellos.
El viejo luchador reconoce las dificultades que enfrenta su ejército conformado por personal cargado de buenas intenciones.
“las fuerzas que están a mis órdenes se componen de artesanos propietarios, agricultores, etc, gente toda difícil de sujetarse a una vida dilatada de cuartel y marchas y contra marchas” “Puse atención en disciplinarlos lo mejor posible, ¡improba labor es organizar voluntarios! (Alfaro; 1992, 78).
La Montonera entrañable.
Los luchadores que son parte del pueblo que los eligió, no se rinden, no se olvidan de sus soldados, los tienen presentes, se acompañan en su dolor y en sus victorias. De esa época se conocen una serie de coplas, cantos, amorfinos, arrullos y otros tipos de expresiones populares que se transmiten de generación a generación y que cuentan las glorias de los y las luchadoras que salidos del corazón del pueblo daban sus vidas por un mejor futuro. Solo así se entiende como a pesar de los largos períodos en los que el Viejo Luchador estaba fuera del país ese pueblo lo tenía presente. No se olvidan de él y cada vez que regresaba, estaban listos para en su nombre o con él disponerse al combate.
Una característica especial de la Montonera es ser entrañable entre sus líderes y el pueblo que la compone, de ahí que una vez cumplida la tarea para la que se formó la Montonera, se debe disolver. Unas veces se disolvían con una victoria, en otras ocasiones cargaban con la derrota. Las despedidas deben haber sido difíciles, en ocasiones no había tiempo para ello, a continuación las palabras del viejo luchador al despedirse de sus combatientes esmeraldeños, él continúa con los montoneros manabitas en la lucha…
“Regresais a vuestros hogares después de quince meses de heroica lucha. Dos nombres habeís escrito en la historia, Seis de Abril y Nueve de Julio. Desde las bocas del Mira (río) hasta las márgenes del Guayas, vuestra sangre se ha ofrendado con abnegación en aras de la República; la santidad de nuestra causa ha traído a nuestras banderas no solo a los buenos hijos del Ecuador sino a muchos de nuestros hermanos de Colombia, campeones generosos que han compartido fraternalmente vuestros sacrificios y vuestras glorias. Soldados, me honro en tributarlos el homenaje de mi gratitud y en declarar que habeís merecido bien de vuestra Patria. Estad seguros que si las libertades peligran, estará siempre con vosotros vuestro compañero y amigo, Eloy Alfaro” (Alfaro 1992; 51)
Se nota que quién habla no se ubica desde un pedestal para hacerlo, no les habla desde una superioridad, les habla desde la firmeza de combatientes, de soldados, pero sobre todo de compañeros, les habla mirándoles a los ojos, les habla sinceramente. La guerra y los combates vividos genera una unión inseparable. El calor del combate los hermana. Para ejemplificar esto es necesario un relato…
En Noviembre de 2007, en Montecristi se instaló la Asamblea Constituyente y con ese motivo se llevaron parte de los restos de Eloy Alfaro a su tierra natal, para ello el gobierno organizó un acto impresionante que incluía la entrada de los restos del General en una urna especial de piedra ubicada en una carreta arrastrada por caballos, esta urna se ubicaría al interior del Parque Central de la ciudad de Portoviejo, al cual sólo “algunas personas con invitación podían entrar”.
El pueblo que había bajado de las montañas por sus propios medios, caminando horas, a caballo, a pie o por otros medios, que no había comido, que espero bajo el sol, ese pueblo no podía entrar, estaba exlcuído del acto. Sin embargo al acercarse la carreta hasta el parque, ese pueblo gritaba a su general, ¡viva Alfaro!, ¡viva mi general!, ¡Alfaro Vive, la Lucha sigue!, y lanzaban flores cantos, lágrimas, alegrías al paso de la caravana… le recibían de vuelta. “Volvió” decía un anciano que necesitaba ayuda para permanecer de pie.
100 años después de su muerte, el pueblo no olvidó a su general. Aún lo esperaban, le cantaban. Alfaro estaba de vuelta y el pueblo estaba ahí esperándolo. Los montubio sabían que a Alfaro no lo quemaron, lo encendieron. Igual de conmovedor resultaron las lágrimas derramadas por los Kadetes de las Fuerzas Armadas, que custodiaban el parque, cuando la urna – subida en andas – pasaba junto a ellos. Era su general el que estaba ahí y por eso a pesar de la formación de hombres duros que recibían, las lágrimas y el afecto al general podían más.
En varios momentos de la lucha radical montonera, la historia registra hechos entrañables entre los revolucionarios, así:
• Cuando Vargas Torres recibe su condena a muerte en Loja, sus coidearios planean su fuga, de hecho el plan resulta. Pero Vargas Torres retrocede en su intención pues cree que “o salen todos o no sale nadie”. No podía dejar a sus compañeros de combate presos mientras él tenía la posibilidad de huír de la muerte. Poco tiempo después fue fusilado (Pérez Concha, 2008).
• En la toma de Guayaquil mientras el fragor del combate, la cárcel fue tomada por los revolucionarios, no había otra intención del viejo luchador que liberar a su compañero Miguel Valverde (hecho prisionero en un combate anterior), a quién él personalmente abrió la puerta de la celda y luego le ofreció un abrazo. Los combates continuaban afuera, esta acción eran tan importante como toda la operación de toma del puerto en su conjunto. Había que hacerla, pues no se pude dejar a nadie detrás (Alfaro 1992).
• Cuando el tren que conducía a los 6 radicales hacia Quito desde Guayaquil para Consumar la hoguera Bárbara llegó a Alausí, algunos de sus coidearios prepararon la fuga del viejo Luchador, así fue que todo estaba listo. El poco tiempo para preparar la arriesgada acción no permitía más que escapar a uno. Al respecto Eloy dijo NO, o salimos todos o no sale nadie. Al día siguiente fueron arrastrados por las calles de Quito (Bravo 2008).
Coroneles gritados
La montonera al ser un ejército popular, tiene sus propias formas de acción, de lucha y de jerarquías. Así por ejemplo, se deduce, que el ejercicio de la lucha era un aspecto socialmente reconocido, es decir toda la comunidad avalaba a los luchadores y luchadoras y por ello mismo los protegía, apoyaba y acompañaba. No era un ejército o guerrilla que se creaba por fuera del pueblo, era el pueblo. Por ello desde el interior del mismo se escogía quien luchaba. Se escogía a los mandos por méritos propios a quienes se los proclamaba públicamente, para que se reconozca su liderazgo y se lo legitime.
“A estos “coroneles-hacendados” se los calificaba popularmente como “coroneles gritados”, tanto para destacar el hecho de que el rango les había sido conferido por sus propias tropas, al grito de ¡Viva mi coronel!, como para diferenciarlos de los “coroneles graduados”, es decir, de aquellos que habían recibido su grado de las autoridades correspondientes”. (Núñez 1995)
Es importante ver que a lo largo de la historia, los pueblos han tenido como herramienta primigenia de acción y resistencia su propia voz y el grito como parte de ella. Es por ello que el grito no es solo el grito como proclama, sino sobre todo como llamado de atención, de decir presente y de existir. Es también hacerse oír y sentir. Hay que mirar al grito-la voz como un arma de creación y destrucción (son las palabras que hacen que algo exista, “Dios dijo hágase la luz”). El grito, la voz, crea pero también apaga.
Alfaro sin duda fue un líder gritado. De otra manera como entender esa fidelidad entre el pueblo y su liderazgo. Al líder, el pueblo le sigue, al jefe le obedecen. Un aspecto particular de la Montonera eran estos Coroneles gritados, a los que la población es fiel. Cuando la lucha del partido radical crece y cobra mayores adeptos, no es de sorprenderse entonces que surja el periódico “el grito del pueblo” como el órgano, la voz del partido y los militantes, dirigido por otro coronel gritado, Luciano Coral. Posteriormente a estos líderes nacidos así se los llama de manera peyorativa como “coroneles macheteros” por dos razones, la primera porque sus ejércitos están conformados por combatientes cuya principal arma es el machete, la segunda busca desacreditarlos, insinuando que resalta de estos coroneles el uso del machete, más que las ideas.
Comunidades libres, liberales y liberadas:
Otra característica de la montonera, era precisamente la generación de comunidades liberadas, de territorios donde se proclama y construye la nación soñada, la sociedad de las múltiples libertades. No se luchaba por una sociedad futura que vendría una vez conseguido el triunfo y la revolución, la lucha montonera llevaba a crear de hecho espacios liberados y libertarios. El mejor ejemplo de ello es la lucha de los Chapulos encabezada por un coronel gritado, Nicolás Infante, que encabezó la revuelta en lo que hoy es la Provincia de los Ríos. Esta revuelta es particularmente importante, pues no sólo que el objetivo de la lucha es derrotar al ejército regular, sino crear una sociedad con una administración que se la construye desde abajo.
En el marco de una guerra, no hay que desconocer que o se gana o se pierde y que mientras el enemigo no sea derrotado, no se puede estar tranquilo, los montoneros sabían eso. Por ello también no se puede volver al régimen anterior, no se puede expulsar al gobierno y seguir con la misma administración, es decir el ejercicio de la guerra montonera, era también un ejercicio que crea sociedad. Y aquello creado de esa manera hay que defenderlo, para eso las armas.
La Montonera se desarrolla y crece no por construir una revolución futura, sino para defender la revolución lograda, que puede ser muy localizada, “limitada” “pequeñita” (en una comunidad o pueblo), pero que esa fuerza originaria ya marca la pauta de un futuro nuevo. Entonces hay que guerrear para defender lo conseguido, contra aquello que lo amenaza, usando las herramientas que sea necesarias.
Alfaro Delgado, Eloy: Narraciones Históricas. Corporación Editora Nacional
1992.
Ayala, Enrique: Historia de la Revolución Liberal Ecuatoriana. Corporación
1994. Editoria Nacional.
Bravo, Klever: La campaña revolucionaria del general Eloy Alfaro y la modernización
2008 del ejército ecuatoriano. CCE
Núñez, Jorge: la revolución Alfarista de 1895 hacia el 2000. Colección Ecuador,
1995 Quito.
Pérez Concha, Jorge: colección Biografías: Ministerio de Cultura
2008 Luis Vargas Torres
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