29 Ene 2015
El lunes 19 de enero, en el homenaje a los héroes del Cenepa realizado en Parcayacu, Quito, el presidente Rafael Correa denunció enérgicamente la campaña desestabilizadora de rumores y mentiras, encaminada especialmente a sublevar contra el régimen al sector militar, criminal aventura de quienes sueñan con otro 30-S, ojalá esta vez con un ilustre muerto. Todo para volver al pasado dominado por el neoliberalismo generado por el imperio y apoyado por la oligarquía canibalesca del Ecuador.
El Mandatario tiene toda la razón del mundo en su previsión. Basta oír la ola de infundios que se agita en los cuarteles, incluso con discursos de algún coronel que habla a las tropas de lo bien que estaban las Fuerzas Armadas con el apoyo del Grupo Militar Norteamericano, expulsado por el presidente Correa. Se les dice a los soldados: “Figúrense que ahora ustedes no tienen sino un par de balas para las prácticas de tiro, mientras los norteamericanos nos regalaban proyectiles a montones”.
De modo que la conspiración es cierta y puede prosperar en la medida que existe un marcado desencanto en buena parte de la ciudadanía que apoyó fervientemente los postulados de la Revolución Ciudadana. Las derrotas que sufrió Alianza PAIS en febrero de 2014 fueron retumbantes campanazos que anunciaban esta verdad y que solo los sordos de conveniencia no escucharon.
Pero además el complot, ahora escondido, puede ir cobrando fuerza por cierto olor a olla podrida que despiden algunas entidades públicas a causa de la corrupción, que es ya una crónica anunciada. Naturalmente, los niveles de corrupción actual resultan pequeños si los comparamos con ese tsunami de podredumbre que vivimos con los gobiernos de Osvaldo Hurtado, Febres-Cordero, Sixto Durán-Ballén, Lucio Gutiérrez y otros, pero no por ello son minúsculos ni deben ser disimulados ni perdonados. Hay casos abrumadores, como los costos de producción en materia petrolera o las raterías y compraventa de puestos en algunos gobiernos seccionales adictos al régimen, o en empresas eléctricas del Estado. Pero esto se oculta, se calla por negligencia, complicidad o encubrimiento, mientras los hechores de tales actos tienen buen cuidado de que no llegue la información a la Presidencia de la República, en lo que hay responsabilidad de ciertos mandos medios que callan por temor a ser desplazados de los cargos burocráticos. Muestra evidente de ello es lo que acaba de descubrirse en el hospital Teodoro Maldonado Carbo, de Guayaquil, propiedad del IESS, donde se ha dado un verdadero festín de la salud pública, como podría probarse con un dato de muestra: de 547 millones de dólares pagados por el IESS a clínicas privadas en todo el país, 350 millones se pagaron en Guayaquil, es decir el 65 por ciento de todo ese gasto, cuando Guayaquil tiene solo el 20 por ciento de la población nacional. En este festín danzan algunos médicos y personal paramédico, pero no se explica si no hubiera complicidad administrativa. ¿Quiénes son, dónde están los culpables?
Alianza PAIS, más que preocuparse de una campaña de carnetización de pobres resultados, debería encargarse, a través de sus numerosos adherentes ubicados en las entidades públicas y en los gobiernos seccionales, de ubicar este problema grave de descomposición política y encaminar las sanciones y correctivos que fueren menester.
Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/la-olla-podrida.html