14 mayo 2014
Nada nuevo bajo el sol de AP. En Esmeraldas se ratificó que su prioridad era ganar votos sin miramientos sobre los medios y que el centralismo o verticalismo era su tipo de dirección. Las decisiones ya estuvieron anunciadas; de hecho desde semanas antes por el presidente, sus cercanos las ahondaron. La Asamblea sirvió de ritual de aprobación y legitimación de todo. ¿Cómo debatir con cerca de 2000 personas, en pocas horas, si antes no hubo debates ni textos para ello tratados por tanto militante? Las visitas previas de “evaluación” de D. Solíz a diferentes provincias mal podrían ser asambleas de debate real para definir la asamblea. No es la democracia participativa, ni la democracia interna las predominantes en AP.
Contrariamente a lo que algunos militantes pensaban, la asamblea no era espacio para el debate ni menos para una redefinición del sentido de la organización pensando “revolucionarla” o llevarla a sus inspiraciones “originales”.
AP no es espacio para esto. Desde su inicio hay confusión sobre el sentido de su acción. Mientras la minoría de militantes orgánicos y de izquierda creen hacer la revolución y dotarse en consecuencia de una organización en serio, la cúpula que en realidad decide, dirige, piensa en votos y busca todos los apoyos sin ver el color. Maquinaria electoral que por lo demás ya está captada por otras tendencias que la del grupo original, para quienes el “líder” es su razón de ser. La derrota de la izquierda orgánica y de la que busca innovación social ya fue anunciada y ratificada. Pero esta pretensión de creer que está en el poder y que su proyecto es el gubernamental le lleva a confundir la realidad con sus proyecciones.
La emergencia de ideas, críticas y autocríticas que por primera vez se dio luego de la derrota electoral ha sido interesante y vivificante pero es de minorías y sobre todo de excluidas.
Las primeras decisiones de la nueva ejecutiva de AP ha sido la de disciplinar. Hipotéticamente abajo funcionaron mal, primarían intereses personales ¿y arriba?. Correa y sus próximos evalúan las elecciones como un problema de técnica, tal un mal enfoque de la propaganda, un candidato mal escogido.. Nada de fenómenos sociales. La cabeza del elector, simplemente podría ser mejor seducida con mejor propaganda o con un candidato más atrayente. Artilugio que libera de toda responsabilidad a Correa que hizo de la campaña la suya, a sus directrices y aún más a políticas gubernamentales que, como bien apuntaron las valientes autocríticas de Barrera, incidieron en los resultados. Esta pasión electoralista que todo define y obnubila, conllevará así limpieza, exclusiones, marginados y otros que se autoexcluirán. Gana la línea electoralista para la cual que mejor tener un candidato vendedor, con la reelección que todo define. Los convencidos de izquierda que piensan en proyecto de sociedad o en un partido construido con la sociedad no tienen espacio. Pero no aparecen en el discurso pues todos juran por Correa. Es la contradicción de fondo.
La opción caudillista de AP le integra a la dinámica electoralista de masas, con su lado clientelar y demagógico, pero le separa de la sociedad con su diversidad de ideas y organización. Lo uno es muy efímero lo otro perdura pero exige otra óptica de poder. La visión caudillista y electoralista es triunfo de hoy para derrota de largo plazo, pues los gobiernos de caudillos tienen organización política y acción que no les sobreviven. Sin el caudillo dejan de ser, se vuelven secundarios y sus acciones son revisadas. Si Correa quisiera la continuidad de AP y de sus políticas, podría demostrar que su meta es esa y no su persona, quedándose como consejero de AP y promoviendo su organización una vez terminado este período. Sería, eso sí, trabajo de militante. Ahora debería hacer una transición de su persona a la organización política y contribuir a prepararla a que compita sin que él sea su candidato irremediable.
Si AP optase por un sistema político no personalista sino organizado y pensando en la sociedad, debería competir en las elecciones sin Correa. No perdería necesariamente, como es común pensar. Pero debe prepararse desde ya, foguear sus posibles candidatos. Al frente, no hay contrincantes muy elaborados. El ciclo favorable a AP todavía tiene vida. A pesar de su aceptación, tampoco es seguro que Correa gane si persiste en su autoritarismo y propaganda sin fin y que se multiplica dentro y fuera del país (viajes al exterior, sábados, promesas dispendiosas ..). La lección evidente de la derrota electoral de las secciónales ha sido para la cúpula de AP, más de lo mismo, más propaganda, más promesas .. ¿dará eso más triunfos inmediatos?