El Telégrafo <www.telegrafo.comec>
13 Julio 2014
Un militante de CREO volvía a Quito tras el taller con el exjefe del Gobierno español José María Aznar, del pasado jueves, en Guayaquil. Estaba entusiasmado, pletórico de emoción, como si hubiese recibido el título de cuadro político, en grado uno, de la derecha mundial.
Al parecer, este militante, que fue candidato en las pasadas elecciones, recibía por primera vez una charla de esa altura y con esos contenidos. Lo que más le gustó y sobre lo cual giraba la conversación del tema fue la necesidad de partidos políticos para el sostenimiento, fortalecimiento y desarrollo de la democracia ecuatoriana. Para él, Aznar tiene la sabiduría y la experiencia para forjar una organización que lleve al poder a un candidato que reúna sus condiciones.
Y para un asambleísta de CREO, que venga un ‘extranjero’ a dictar línea política no es intromisión. Incluso, eufórico como su coideario, decía que prefiere a Aznar a Raúl Castro o Daniel Ortega. ¿Qué diría ese mismo asambleísta si esos dos mandatarios llegasen al Ecuador a dar clases al estilo Aznar? Según este legislador, la charla recibida constituyó un aporte fundamental en la construcción de la candidatura de su organización para 2017. Al pedir una mejor explicación ante tremenda afirmación dijo, palabras más palabras menos, lo siguiente: “El ciclo del correísmo está por concluir y corresponde ahora a la derecha ecuatoriana tomar la posta y para eso nos estamos preparando con la formación y el aporte de los mayores líderes mundiales”.
¿Quién gobierna en España estos días? ¿No es el partido del señor Aznar? ¿Por qué hay alrededor de cinco mil ciudadanos españoles viviendo en Ecuador y otras decenas de miles en México, Argentina o Chile? ¿Porque la derecha española les garantiza las mejores condiciones para vivir en su propia tierra? ¿No ocurre con ellos lo que pasó en nuestro país con el Gobierno del que fue ministro el líder de CREO?
Los militantes entusiastas de la organización de derecha del Ecuador no le han preguntado o quizá no han leído la transcripción del diálogo entre Aznar y Bush cuando decidían la intervención en Irak, y mucho menos cuando inició la burbuja inmobiliaria de España, o quiénes fueron los grandes beneficiarios de la privatización de los sectores estratégicos, y menos aún por qué perdió las elecciones cuando le ganó Rodríguez Zapatero.
Por lo pronto está a la vista la construcción de la explanada para el arribo de la ‘inteligencia’ de la derecha mundial. No hay duda de que se prepara con todas las baterías, una de las cuales (Aznar) constituye esa punta de lanza para asentar el edificio ideológico para lo que Rafael Correa llama la ‘restauración conservadora’. Y eso no es malo ni bueno, es parte de la democracia que vive el Ecuador, que muchos niegan.
Lo escenificado el jueves pasado en Guayaquil es sintomático y configura cuál es el verdadero origen ideológico de la derecha ecuatoriana y quiénes son sus auténticos conductores. Las reuniones de Guillermo Lasso, en España, con Mario Vargas Llosa, Yoani Sánchez o Sebastián Piñera, nadie puede decir que son las del ‘eje del mal’, pero sí van en la línea de una estrategia continental para imponer la idea de que en América Latina no pueden gobernar otros partidos ni organizaciones que no estén a favor del libre mercado.
Creo que la derecha aprendió estos años: no tiene formación, carece de argumentos ideológicos sólidos, actúa con la mira en el mercado y no en la sociedad y solo aparece en tiempos electorales reclutando a los que dejaron la Izquierda Democrática, la Democracia Popular y algunos que, siendo de izquierda revolucionaria, se descubrieron amantes de las absolutas libertades y de la democracia liberal.
La duda que queda flotando es si el señor Aznar es el mejor ingrediente para la derecha ecuatoriana, que sí requiere su propia construcción teórica y prácticas políticas criollas.
Contar con este Aznar como referente para su estrategia política es síntoma de la estulticia o el cinismo de la derecha neoliberal. Un energúmeno, al servicio del imperio, causante más o menos remoto de la crisis por la que atraviesa el pueblo español, partidario de la agresión yanqui y colaborador para la agresión a la mártir nación iraquí, fundamentalista de la filosofía neoliberal, sólo debería quedar en la Historia como ejemplo de la infamia. No entiendo, sin embargo, por qué el señor Orlando Pérez -el mismo que acusa sistemáticamente a la oposición de rebuscar todo para oponerse al gobierno de la RC- hace lo propio con la izquierda revolucionaria. Pregunto ¿Cómo es posible que la estigmatice diciendo que “se descubrieron amantes de las absolutas libertades y de la democracia liberal”? La democracia liberal es nefasta en cuanto pone toda la monta en la libertad de emrpresa. No lo es en cuanto defensora de la libertad de expresión, de conciencia, de pensamiento, de asociación. De la Revolución Francesa hay que rescatar esos valores libertarios, degradados inmediatamente por la burguesía que de revolucionaria se tornó reaccionaria, al prviegiar la “libertad” del capital, de comercio, de empresa para oprimir a los trabajadores. Las libertades verdaderas, aquéllas que defendió Rosa Luxemburgo, han sido vulneradas por el fascismo pero también por la degradación estalinista del socialismo. Si se ha de caminar por la senda del socialismo, se ha de atacar al capitalismo y a los capitalistas, suprimiendo sus privilegios, no coartando las libertades ciudadanas. Por eso no se puede callar cuando el líder dice que el “desarrollo” (eufemismo por reencauchaje y modernización del capitalismo) no ataca a los ricos. Imposible redistribuir la riqueza dejando intocados a los acumuladores de riqueza. Pero en vez de ello, ya está diseñado un proyecto de código laboral que vulnera los derechos de los trabajadores, derechos conquistados a través de decenios de luchas.