A propósito del CONGRESO NACIONAL DE SOCIOLOGÍA “Pensamientos y retos del s. XXI” que acaba de concluir en la ciudad de Cuenca, queremos referirnos a algunos temas que han surgido a lo largo de estos días de reflexión.
Primero señalar que el evento fue realizado por “iniciativa de los estudiantes”. Sí, fueron los jóvenes los que propusieron el congreso, los que organizaron la temática, los que invitaron a los ponentes, los que gestionaron los patrocinios, los que se encargaron de la comunicación y la logística. Y son los únicos que merecen el crédito de haber desarrollado un encuentro con rigurosidad académica y pertinencia social; lo cual habla de la calidad de personas que constituyen el nuevo núcleo de las Ciencias Sociales en la Universidad de Cuenca, y siendo justos, le obliga a la propia Universidad, a fortalecer los mecanismos de apoyo a la formación en Ciencias Sociales y Humanas, y a invertir con mayor decisión en sus procesos de investigación social.
En Segundo lugar es motivo de profundo análisis el que algunos altos funcionarios del gobierno, ligados a las Ciencias Sociales, no hayan asistido al Congreso. Coincidencia o no, de pronto aparecen ciertas inquietudes ¿El gobierno cuenta con intelectuales capaces de debatir académicamente? ¿En una teoría de juegos el gobierno saldría ganando más al no asistir a un evento académico que al debatir temas de coyuntura?
Finalmente, habría que indicar que el debate ciertamente no fue a-político. Pero lejos de que con ello se haya afectado la rigurosidad académica, lo que se pudo apreciar es el renacimiento de un profundo compromiso de la Sociología y las Ciencias Sociales con la actualidad, nacional, latinoamericana y global. Es una actualidad traspasada por las mismas lógicas de acumulación, explotación, exclusión, e inmovilización propias del sistema capitalista, que ha adoptado en nuestros países una variante post-neoliberalista marcada por la disputa de nuestras territorialidades, a partir de lógicas corporativistas transnacionales. Para sorpresa de todos esta variante del capitalismo impulsadas y sostenidas por los propios gobiernos progresistas que en muchos casos han dado saltos inconcebibles, desde propuestas antineoliberales a prácticas neodesarrollistas, desde posturas redistributivas a lógicas asistencialistas y clientelares, y desde maneras democratizadoras a fórmulas autoritarias de organización política.
La respuesta a este sistema estaría en volver a las verdaderas luchas y resistencias sociales contra las lógicas del capital, el rescate de la ética y de la solidaridad frente al individualismo y la competencia, y la recuperación de la conciencia social crítica en procesos que respondan a una identidad política, basada no tanto en la pertenencia a determinado grupo, sino en el ejercicio de nuestros derechos políticos como auténticos ciudadanos.
