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viernes, noviembre 22, 2024

La unidad es como una mazorca de maíz: la historia del Movimiento Indígena frente a las falacias

Por Leonidas Iza Salazar*

Hay personas malintencionadas que con su odio intentan dividir al Movimiento Indígena (MI). Pierden su tiempo. Pues estamos prestos/as a defender el sagrado principio de la unidad, como nos enseñaron nuestros mayores. Y cuyas máximas expresiones se condensan en los levantamientos, desde el primero, y en las gloriosas jornadas de Octubre 2019. Las luchas sostenidas en el transcurso de los siglos por los pueblos del Abya-Yala nos enseñan que por encima de los intereses individuales y de las vanidades de escritorio, debe prevalecer lo comunitario, lo colectivo, que de tiempo en tiempo reinventa el mundo y permite aprender y madurar al movimiento popular en general.

No aceptamos el intervencionismo colonialista de personas malintencionadas que desde sus privilegios pretenden darnos lecciones del qué hacer, sin jamás haber asumido una sola responsabilidad en las organizaciones de base, en las dirigencias, en la conducción de las luchas, sin haber estado en Octubre, sin participar cotidianamente en mingas, sin ser parte del MI, sin siquiera ser fraternos. Lo único que les queda es la especulación teorética, en varios casos, con plagio incluido. A ellos les recordamos que el Movimiento Indígena y su resistencia no es para nada nueva, ya se enfrentó a los gamonales en las haciendas, al Estado latifundista y los extractivismos en los territorios. Hay una historia política de lucha y de maduración. Al final hay un sustrato colectivo que perdura mientras ciertas individualidades trepadoras desaparecen.

Los esfuerzos por construir organización colectiva han llevado décadas y generaciones. La unidad es la estrategia más importante que nos dejaron nuestros taytas y mamas. No en vano Mama Dolores Cacuango nos ha enseñado que: “Nosotros somos como los granos de quinua, si estamos solos, el viento lleva lejos. Pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento. Bamboleará, pero no nos hará caer. Somos como la paja de páramo que se arranca y vuelve a crecer… y de paja de páramo sembraremos el mundo”.

Personas malintencionadas intentan desfigurar el espíritu de Octubre, que fue una muestra de cómo después de siglos de ser arrancados tenemos la terquedad de volver a crecer y seguir germinando. Durante 11 días las mayorías construyeron una sociedad desde abajo, con profundo sentido de solidaridad y mancomunidad. Fue uno de los acontecimientos de mayor trascendencia en la historia de la lucha social en el último siglo. Fue producto de un acumulado de batallas desarrolladas por varias organizaciones populares y el pueblo ecuatoriano. Se nutrió de variopintas experiencias en levantamientos previos, recogió la lucha del Paro del Pueblo de 2015, de los diferentes focos de resistencia antiminera, de las marchas de 2012 y 2010, que se desarrollaron en el marco de la crisis sistémica del capitalismo que arranca en el 2008 y se agudiza en el 2014 cuando caen los precios del petróleo. No se puede desarmar la lucha del pueblo ecuatoriano en dos párrafos y a partir de calumnias. Nuevamente, pierden su tiempo.

Estas personas malintencionadas inventan supuestas ‘teorías’ de la traición que no explican nada y empobrecen los fenómenos de naturaleza política, para evitarse la molestia de discutir los problemas de fondo. Llenan sus muros de Facebook de adjetivos y descalificaciones especulativos. Desfiguran la realidad y la historia que la ven con distancia astronómica.

En el contexto de las definiciones acerca de las candidaturas en las elecciones pasadas, la dirigencia de Pachakutik (PK) irrespetó la democracia comunitaria. No tomó en cuenta la decisión de las bases: comunidades, comunas, centros, barrios, asociaciones y uniones que se trasladan a las Organizaciones de Segundo Grado (OSG) y después a los movimientos y federaciones provinciales. De ahí a las regionales (Ecuarunari-Sierra, Confeniae-Amazonia, Conaice-Costa), y finalmente, a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). En definitiva, no hubo primarias.

Las candidaturas nacionales se designaron por fuera de la dinámica orgánica, como siempre ha sucedido. Sin embargo, y a pesar de tan grave error, nos hemos sostenido en la línea orgánica del MI.

Las desviaciones y errores en que algunos compañeros/as han caído deben ser subsanadas con la crítica y autocrítica constructiva, hasta que desaparezca todo tipo de resentimiento, base de la Justicia Indígena, que evidentemente estas personas ignoran. Eso sí, los proyectos personalistas y pactos con la derecha deben ser sancionados. No podemos permitir la derechización de PK y el MI y menos aún, tolerar que nuestras banderas de lucha sean puestas en duda.

Dichas personas malintencionadas se escandalizan por una agenda de lucha que articula el tema étnico/cultural con el económico/social, tachándola de “colonialista”. Nuestro vínculo como sociedad indígena, entre el mundo mágico religioso, las plantas mágicas y de poder, la interacción simbólica y el conocimiento ancestral, la defensa del territorio y de las instituciones comunitarias, se amalgama en nuestra necesidad diaria como campesinos, proletarios, trabajadores precarizados, mujeres cabezas de hogar y profesionales, de llevar el pan diario a nuestras familias en una estructura explotadora, opresora, patriarcal, colonialista y adultocéntrica como es el capitalismo y que se sostiene en el proceso de expansión del capital y la conquista permanente de territorios. Nuevamente, una realidad que ignoran. En nuestra cotidianidad está entretejida la clase y la trama sígnico cultural: nuestro ser runa y trabajador. La anulación del problema económico de la agenda del MI proviene de sujetos acomodados en sus privilegios de clase y en el ‘misterioso’ oficio del pensar.

Dicen que construyen la “tercera vía”. ¿La socialdemócrata, el ambientalismo neoliberal, el capitalismo verde? Nuestra vía es luchar de manera situada en Latinoamérica, comprendiendo las variaciones que el desarrollo del capitalismo moderno tiene en estas latitudes y en el mundo, atendiendo a las formas de opresión preexistentes a dicho modo de producción, integrándonos a esta tierra andina, amazónica y costeña; haciéndonos de toda la sabia, los saberes y de la magia que contiene este país, centro del mundo y Tierra del Sol

Recto. La vía es luchar consecuentemente, más allá de binarismo correismo/anticorresimo, fortalecer las organizaciones de base, enfrentar a la derecha de corte fascista de Guillermo Lasso (CREO) y ser humildes en el avance.

Voces malintencionadas dicen que provengo de una familia “privilegiada”. Mi padre fue José María Iza Virakucha y mi madre Rosa Elvira Salazar Llano. Lamentablemente no aprendieron a leer y escribir. Fueron partidarios dentro de los huasipungos de la hacienda Cotopilaló, la cual liberaron y construyeron la Cooperativa del mismo nombre con setenta compañeros. Se constituyó en la piedra angular, junto a la Cooperativa Razu Yaku-Corazón- Chiguanto, para la formación de la Unión de Organizaciones Campesinas del Norte de Cotopaxi (UNOCANC) en la década del sesenta. Fermento que permitió años más tarde construir el Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC). Instancias a las que orgullosamente pertenezco. Soy el único miembro de mi familia nuclear con educación superior, obtuve una Ingeniería Ambiental en la Universidad Técnica de Cotopaxi. Lo demás he aprendido en la lucha, en mi encuentro con mi compañera Sisa Lozano del Pueblo Saraguro, en mis búsquedas autodidactas, en la fascinación por los libros, la música y la escritura, en el estudio de la crítica de la economía política y en el contacto sagrado con taytas y mamas. Ese es Leonidas Iza Salazar. Las personas que destilan odio deben saber que las calumnias se somatizan y convierten en enfermedad, no se las autogeneren.

A estas personas les recordamos: en su gran mayoría los pueblos y nacionalidades indígenas estamos atravesados por una condición socio-económica desfavorable, engrosamos los quintiles más pobres de la población. La racialización de la explotación es un problema material.

El MI históricamente ha tenido una posición de izquierda. Ha tomado los problemas por la raíz, no por las ramas, en ese sentido ha sido radical. La vida de Mama Tránsito Amaguaña es fiel testimonio.

Reconocemos los aportes de la intelectualidad orgánica del MI, así como los que provienen de fuera de las estructuras orgánicas. Más aún cuando sus contribuciones han estado acompañadas de un profundo respeto a la autonomía de las organizaciones indígenas. Sin embargo, la petulancia de algunos, poquitos, imbuidos de un espíritu arribista y colonialista, intentan desde la distancia decir lo que se tienen que hacer. Caprichos evanescentes de almas frustradas.

Compañeros y compañeras, no caigamos en las fábulas de estas personas, especuladores de oficio. Su rol de agentes es caldo de cultivo de la derecha. Lo real y concreto es la lucha en las calles, las asambleas, las mingas, espacios donde estas personas nunca están ni estarán.

“Nosotros somos como los granos de quinua, si estamos solos, el viento lleva lejos. Pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento. Bamboleará, pero no nos hará caer. Somos como la paja de páramo que se arranca y vuelve a crecer… y de paja de páramo sembraremos el mundo”

–Mama Dolores Cacuango

*Leonidas Iza Salazar es presidente del MICC

Fotografía principal: cortesía Radio La Calle

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