por Neirlay Andrade AVN
19 Feb.
En 2006 con el triunfo de Rafael Correa, en Ecuador se produjo una ruptura con la tiranía bancaria, subordinada a los intereses del Fondo Monetario internacional (FMI). La apuesta fue por la redirección no solamente económica sino de todos los aspectos de la vida política y social.
En un primer momento se diseña un Plan Nacional de Desarrollo, la nomenclatura aunque tradicional “en ese momento trataba de recuperar la planificación como herramienta básica del quehacer del Estado”, explicó la economista Magdalena León, coordinadora del Grupo Nacional sobre la Deuda de Ecuador.
Con el referendo constitucional de 2008 y la identificación de intereses comunes como país, se elabora un nuevo plan de gobierno para el período 2009-2013 con la noción de Buen Vivir como horizonte.
“Esta es una noción que tiene sus raíces en la cultura ancestral, pero que tiene muchas coincidencias con otras propuestas, con otros idearios, con otras prácticas. Básicamente, postula la idea de vivir en el marco de unos equilibrios de viva entre los seres humanos y la naturaleza”, detalló la economista.
El objetivo es generar de manera sostenible condiciones regidas por “una lógica de reproducción ampliada de la vida y no de reproducción ampliada del capital”.
La categoría producción de la vida es clave, apuntó León, pues se trata de interrelacionar elementos culturales, espirituales, rituales, materiales y simbólicos. El gran reto era construir un correlato económico para esta idea.
“Había que profundizar una agenda pública heredada, pero también estaban las novedades: los derechos de la naturaleza y la nueva agenda ambiental”, surgida con la reforma de la Carta Magna.
Además se dio un giro ideológico decisivo: Ecuador pasó a ser un Estado de derecho. El plural garantizaba que aspectos básicos como la alimentación, la salud y la educación fueran centro de las políticas de planificación.
“El plan abordó estos puntos desde la territorialización: cómo darle al conjunto de derechos, decisiones, procesos políticos, administrativos, una visión de territorio donde están ocurriendo esos procesos”.
Los ejercicios de territorialización contribuyeron al levantamiento de un atlas de las desigualdades. “En este nuevo período se trabajará en cerrar esas brechas de desigualdad que ya tienen una ubicación”.
El cambio de la matriz productiva
Identificadas las desigualdades la apuesta económica de la Revolución Ciudadana es el cambio de la matriz productiva, “atendiendo a una ubicación más clara de donde están en este momento las capacidades productivas; dónde están esos puntos críticos y dónde una especialización productiva está generando degradación”.
La racionalización aparece aquí no como “ajuste”, sino de definir las políticas públicas por el contraste “entre las necesidades y la satisfacción de esas necesidades”.
Mientras que el plan de transición de 2007 había rezagos neoliberales, como por ejemplo el desarrollo de una economía de mercado para satisfacer las necesidades de la población, posteriormente Ecuador se enrumbó a “la democratización de los medios de producción para una economía social y solidaria”.
Este nuevo modelo económico reencuentra dos elementos divididos por las directrices de mercado, producción y trabajo. El primero reducido a una visión empresarial y el segundo relegado a lo social.
“Aquí la idea era juntar trabajo y producción. Ir creando mecanismos para abordar las distintas formas de trabajo que fueron reconocidas por la Constitución”, como el trabajo por cuenta propia (anteriormente denominado informal), el autosustento y el trabajo de cuidado.
“El Buen Vivir sólo puede construirse si fortalece aquellas prácticas, aquellos principios que están presentes en nuestra realidad pero que no han sido vistos, ni valorizados, sino que han sido elementos negados y hasta perseguidos”.
Convertir estas prácticas en germen de otra economía, que ganen terreno en la economía hegemonizada por la lógica del capital es la línea trazada.
Cambiar la matriz productiva es preguntarse qué se produce, por qué y para qué. “Hay rubros de producción que si bien pueden haber devenido en una especialización no son necesariamente los más convenientes”.
“La diversidad productiva no se reduce a cambio de producto sino que es diversidad de formas de organizar la producción, el trabajo, incluso de formas de tomar decisiones sobre qué producir”.
A un Estado forjado históricamente por la corporativización, el Buen Vivir contrapone el empoderamiento: las personas no son simplemente actores sociales “beneficiados” por las políticas públicas, sino los actores políticos que las definen.
Neirlay Andrade AVN 19/02/2013 09:07