En lugar  de ridiculizar la denuncia de la ecologista Esperanza Martínez  sobre las vías que se abren en el Parque Nacional Yasuní -con la muy mala broma de enviarle un metro para que aprenda a medir- el vicepresidente de la República, Jorge Glas, pudo haber sido un poco más elegante y cortés en su respuesta: permitir una vista a la zona para verificar si lo que se construye son senderos de cuatro metros, como afirma él, o si son autopistas, como sostiene Martínez.

El tema del Yasuní es muy sensible para la ciudadanía como para hacer mofa de las denuncias de los ambientalistas. Cuando Esperanza Martínez fue al Yasuní para usar el instrumento de trabajo enviado por el chistoso Glas, se encontró con que la zona está militarizada, que nadie puede entrar allí  –asumo- sin permiso oficial. Entonces la broma de Glas se volvió de muy mal gusto, una broma –para decirlo de algún modo- autoritaria, abusiva, prepotente, arrogante.

La política del Gobierno frente a los grupos ambientales vulnera los derechos ciudadanos, es el punto donde la revolución se vuelve una peligrosa maquinaria reaccionaria. Algunos ejemplos. El pueblo de Íntag, con una larga tradición de lucha antiminera, se encuentra desde hace meses bajo control policial. Un dirigente campesino de la zona, Javier Ramírez, fue detenido en abril bajo acusaciones de terrorismo, sabotaje y rebelión. La movilización de Yasunidos, que convocó a los ciudadanos para exigir con sus firmas una consulta sobre la explotación del Yasuní, fue aplastada sin contemplación desde el poder institucional creado por la revolución. Un reciente derrame petrolero en la Amazonía fue impedido de ser filmado por canales de televisión. Hace unos días, un integrante de la fundación Pachamama, clausurada por el Gobierno, fue expulsado del país con argumentos pueriles sobre su visado. Y ahora viene la broma de Glas en contra de Esperanza Martínez.

La pregunta sigue en pie: ¿Por qué no permite el Vicepresidente una visita al parque? Glas cree que es suficiente mostrar unos videos fabricados por el Gobierno para zanjar la polémica con unos mentirosos. Lo mismo piensa la Ministra de Ambiente cuando presenta un sitio web llamado “Yasuní Transparente” –donde se publicitan las acciones del Ministerio- como ejemplo de apertura gubernamental.

Detrás de los cuestionamientos de Esperanza Martínez hay trabajos académicos serios de investigadores de la Universidad de Padova. Ella, de modo incansable, admirable, mantiene viva una sensibilidad ambiental ampliamente extendida en la sociedad. La única y reiterada respuesta del Gobierno a los ambientalistas es la burla, la mofa, el uso de un inmenso poder institucional en su contra, la restricción de sus derechos, y ahora el mal sentido del humor, todo para encubrir la poca transparencia. ¡Muestren el parque!