28 de noviembre 2016
Alexandra Suárez es la hermana mayor de Luzmila. Tiene 29 años y reside en la ciudad de Quevedo. El lunes, 10 de octubre de 2016, a las 23:50, sonó su teléfono y su tía política le dijo: ¡Luzmila no llega! ¡No sé en dónde se ha quedado!
“Me desesperé en el momento, pero pensé – dijo Alexandra- mañana llamó a las 06:00 y seguro que ya aparece. Llamé y nadie sabía dónde está”. Luzmila Elizabeth Ramírez Suárez, de 18 años, desapareció la mañana del 10 de octubre de 2016, mientras se dirigía de Huaquillas a la ciudad de Machala, provincia de El Oro, al sur del país.
Luzmila mide 1,65m., es de tez canela, contextura gruesa y cabello color negro, largo y ondulado. Ella rindió las pruebas del Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (ENES) y obtuvo 826 puntos. Logró ingresar a la Universidad Técnica de Machala para estudiar la carrera de Medicina, pero debía abandonar su natal ciudad, Quevedo ubicada en el centro del país, a 8 horas de Machala.
La joven dejó Quevedo, el 2 de octubre y se instaló en Huaquillas en la casa de un familiar lejano de su madre, doña Nelly Suárez Felicita, de 54 años. Allí iba a vivir durante un año para luego revalidar materias e ingresar a la Universidad de Guayaquil, pero todo se truncó.
El 11 de octubre, doña Nelly viajó a Machala. Llegó a las 22:00 a la Fiscalía de la ciudad y presentó la denuncia por la desaparición de su hija que tiene 52% de discapacidad visual: miopía, astigmatismo y distrofia de conos y bastones que es una enfermedad hereditaria que afecta al ojo y provoca la pérdida de visión. Luzmila nunca ha visto los colores, ella ve en blanco y negro.
El fiscal a cargo de investigar el paradero de la joven es Luis Alberto Morocho Caiminagua así consta en la denuncia pública del 11 de octubre, pero el funcionario conoció el caso 15 días después y eso porque la familia se contactó con una persona de una organización de desaparecidos que se comunicó con el fiscal, dice Alexandra con un tono molesto.
“La Policía piensa que mi hermana se ha ido por su propia voluntad. El señor policía que lleva el caso me dijo: “mija yo ya trabajé en Quevedo conozco a las chicas como son allá, se esconden o se van con sus novios”.
Esta respuesta es absurda. Mi hermana quería estudiar, su enfermedad era algo muy traumante porque los médicos que la revisaban le decían que iba a perder la visión en su totalidad. Luzmila decía: “yo tengo que encontrar la cura a esta dolencia”. Se pasaba horas y días descargando y leyendo libros, entonces mi hermana no desapareció voluntariamente, a ella algo malo le pasó”.
Del 1 de enero al 24 de julio de este año se han reportado 6.387 denuncias de desapariciones en el país. Según la Fiscalía General del Estado, el 67% de estas desapariciones corresponden a mujeres, así lo registra el reporte del 30 de agosto del año en curso.
Las desapariciones de mujeres tiene mayor incidencia entre las edades de 11 a 27 años y en las provincias de Guayas, Pichincha, Azuay, Los Ríos, Manabí y El Oro.
Diez días después de la desaparición de Luzmila, los postes y terminales de buses de la ciudad de Quito se llenaron de carteles con el rostro de Digna Angélica Paredes que la mañana del 19 de octubre acudió a la iglesia de San Francisco, en el centro histórico de Quito, para escuchar misa. Su rostro se registra en las cámaras de la iglesia, cuando Digna se levanta a recibir la ostia. Desde ese día nadie más la ha vuelto a ver.
Su hijo Gabriel Paredes viajó desde Guayaquil a Quito para buscar a su madre desaparecida desde hace un mes. Él reconstruye los hechos de ese día. Digna, de 79 años, salió de su casa ubicada en San Bartolo, en el sur de Quito, con una blusa color negro – verde y un terno plomo. Tomó el bus y se dirigió a la iglesia, escuchó misa y luego salió. Es el último dato comprobado que tiene de su progenitora.
El día de la desaparición, el agente provisional asignado al caso recorrió las calles del centro de Quito y sus albergues, pero no la encontró. La Fiscalía y la Policía han realizado dos barridos, uno en Chimbacalle y otro en San Roque, en la ciudad de Quito, para repartir volantes y levantar información. Sin embargo, no hay resultados, comenta Gabriel.
Digna tiene Alzheimer y un problema de salud que le limita articular las palabras. Por eso, ella no puede pronunciar su nombre, pero si puede escucharlo. Esta es la primera vez que Digna sale de su casa y no regresa. “Mi madre siempre se orientaba, ella iba y regresaba sola”.
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La desaparición de mujeres, por lo general, tiene un móvil diferente al de hombre, la mayoría de las veces hay la intencionalidad de la apropiación del cuerpo de la mujer, de hacer un uso y tener control sobre ese cuerpo. De ahí que existe un vínculo entre casos de desapariciones y trata de personas, explotación sexual, tráfico de drogas o víctimas de un feminicidio, así lo explicó Gayne Villagómez Weir, abogada y magíster en Género y Desarrollo de la Universidad Central del Ecuador, en el conversatorio “La mujer en el fenómeno social de la desaparición en Ecuador” que se realizó el pasado mes de julio, en homenaje a la joven quiteña Juliana Lizbeth Campoverde Rodríguez que desapareció el sábado 7 de julio de 2012, a las 09:30 aproximadamente, en la calle Ajaví y Mariscal Sucre, en el sur de la ciudad capitalina.
Juliana es la primogénita de la familia Campoverde Rodríguez y, al igual que a su padre, le encanta la música. Sus artistas favoritos son Alex Campos, Marcos Witt y Rojo, una banda de música cristiana. El teatro, el cine, los conciertos y la opera le deslumbran. Ante esta pasión quería estudiar música en Argentina, pero postergó su viaje y decidió realizar su segundo sueño: estudiar Ciencias Biológicas en la Universidad Católica. Sus estudios los cubriría con su negocio de medicina natural, pero aquel 7 de julio todo cambió, la joven de 19 años de edad junto a su madre Elizabeth Rodríguez se dirigían cada una a su trabajo, Elizabeth llegó, pero Juliana no.
Un mes y medio, antes de la desaparición, Juliana junto a su familia decidieron abandonar la iglesia evangélica a la que asistieron durante 10 años porque un Pastor intentó convencer a Juliana de su obligación de comprometerse en matrimonio con uno de los miembros de la comunidad religiosa. Estas sugerencias, la joven también las recibió en la red social Facebook cuando comenzó a chatear con ´Juan Solano´ quien se presentó como consejero de jóvenes. “Él le dijo que tenía que casarse con un hermano de la congregación evangélica, porque Dios se lo había revelado”. Juliana no hizo caso a sus consejos y Solano le escribió una cita bíblica del libro de Proverbios 1:28 que dice: “Entonces me llamarán, y yo no responderé, me buscarán ansiosamente, y no me encontrarán”.
Juan Solano fue el nombre ficticio que uso el pastor para acercarse a Juliana. Para Elizabeth, el principal sospechoso de la desaparición de su hija es el pastor, pero hasta el momento no se lo ha podido sancionar ni se conoce el paradero de la joven quiteña. Onces fiscales ha tenido el caso, pese a que el 14 de diciembre de 2013, el presidente Rafael Correa anunció en su Enlace Ciudadano número 352, realizado en el cantón Atacames, provincia de Esmeraldas, que: “la Fiscalía crearan unidades especializadas para dar un seguimiento puntual a las denuncias y procesos de los desaparecidos, con la diferencia de que ya no habrá rotación de fiscales”.
Elizabeth ya no cree en la justicia ecuatoriana. Los primeros fiscales no investigaron el caso. Dijeron que “Juliana se fue con el enamorado, que está embarazada o se fue con sus amigos y en 8 meses una vez que nazca el bebé ha de regresar”. Han pasado 4 años, 4 meses y 22 días y Juliana continúa desaparecida. Mientras que los siguientes fiscales no han tenido las agallas para formular cargos contra el pastor, presunto responsable de que la joven no esté en casa.
Por eso Elizabeth, junto a otros familiares de personas desaparecidas apuesta a los organismos internacionales. El pasado 10 de octubre, la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec) y la Fundación Regional de Asesoría de Derechos Humanos (Inredh) presentaron el Informe Alternativo sobre la situación de las personas desaparecidas en preparación para el Examen Periódico Universal (EPU) de Ecuador ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. El próximo mayo de 2017, el Estado ecuatoriano será examinado sobre su labor en este tema.
También el año anterior, presentaron un Informe sombra sobre la situación de personas desaparecidas y sus familiares ante el Comité de Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada. En el informe se refleja como el Estado ecuatoriano no ha dado cumplimiento a las obligaciones del Artículo 3 contraídas por la ratificación de la Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.
Los familiares solicitan la intervención del Comité para que el Estado ecuatoriano tome medidas oportunas, efectivas y eficaces para investigar, sancionar y reparar los hechos de desaparición de personas. Así consta en el informe.
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Este fin de semana, 26 de noviembre de 2016, en el parque El Arbolito, ciudad de Quito, se concentraron miles de personas bajo un solo grito: ¡Vivas nos queremos! Ni una menos. Mujeres, hombres, niñas y niños con pitos, carteles, banderas y bombos marcharon por las calles de Quito para denunciar todo tipo de violencia contra la mujer.
La marcha fue encabezada por Rosa Ortega, prima hermana de Vanessa Landínez que fue encontrada sin vida el 19 de octubre de 2013, en un hotel de la ciudad de Ambato, provincia de Tungurahua, luego de que saliera de casa a pasear con unos amigos, entre ellos el sospechoso de su muerte.
En la siguiente fila estuvo Yadira Labanda con el cartel de su hija Angie Carrillo que desapareció el 28 de enero de 2014, en la ciudad de Riobamba. Ese día, la joven había viajado a Quito para terminar la relación con su exnovio, quien la recogió en el terminal y la llevó a una casa. Angie le pidió que ya no la busque. Él se enojó, la estranguló y la golpeó con una piedra en la cabeza. 27 meses después fue encontrado su cuerpo. Yadira dejó Riobamba para buscar a su hija. Ahora reside en Quito con sus tres hijos exigiendo justicia.
En la marcha, también se alzó una bandera color hueso con letras color negro y naranja con la leyenda el “67% de personas desaparecidas son mujeres”.
Un cartel lleva el rostro de Carolina Garzón que desapareció cuando ingresó al cuarto del baño, sector Paluco – Monjas, en la ciudad de Quito, el 28 de abril de 2012. Carolina es una joven periodistas, militante, artista y soñadora de un mundo mejor que desapareció en Quito, lugar que visitaba por cuarta ocasión.
Otros rostros de mujeres que se reflejan en el recorrido es el de Leonor Ramírez Ramírez, de 73 años, salió con su balde de cuatro litros desde la calle 5 de Junio hacia La Tola, donde María, su primera hija, en la ciudad de Quito. Casi todos los días hacía esta rutina: se levantaba, lavaba la ropa y cogía su balde con dirección a La Tola. Allí colocaba los residuos de los alimentos para llevarlos como comida para su perrito, y a eso de las tres o cuatro de la tarde siempre regresaba a casa, pero aquel 29 abril de 2011 no lo hizo.
Giovanna Paulina Pérez Constante, de 19 años, desapareció el 4 de diciembre de 2010, en la ciudadela El Dorado, en Ambato. Cursaba el tercer semestre de auditoría en la Universidad Técnica de Ambato.
En el Fanpage de Asfadec también se busca a Nathaly Isabel Aguilar Pérez que desapareció el 28 de octubre de 2016, a las 22:30, en el sector de Selva Alegre, Sangolquí, provincia de Pichincha. La foto de la joven de 13 años de cabello largo castaño y claro. Tez blanca y de 1. 33 m circula en las redes sociales: 1.866 personas han compartido y 99 dieron clic en el ícono me enoja.
Gladys Estefanía Rengel Acosta desapareció el 2 de marzo del 2004 en Pasaje, El Oro, Ecuador cuando salió a la parada de bus para viajar a Machala. Edad: 17 años.
María del Cisne Conde Guamán desapareció en Loja, el miércoles 22 de enero de 2014 cuando se dirigía a comprar un helado. Edad: 7 años.
Nahomy Vivar Zambrano desapareció el sábado, 21 de julio del 2007, a las 11:00, en la parroquia Galera del cantón Muisne, provincia Esmeralda. Edad: 1 año 11 meses.
Viviana Patricia Yanza Freire desapareció el 17 de septiembre de 2009, luego de salir de clases en la Universidad Técnica de Ambato. Edad: 21 años.
María Luisa Sellán Salazar desapareció el 22 de enero de 2007, en la ciudad de Guayaquil, en la provincia de Guayas. Edad: 53 años.
Shasha Cristina Tonzo Balseca desapareció marzo de 2011, en la ciudad de Baños, provincia Tungurahua. Edad: 30 años
Isabel Tamara Aguirre Barrionuevo desapareció el 25 de junio de 2012, en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. Edad: 31 años
Nelly de Jesús Oviedo Valdez desapareció el 7 de abril de 2007, en Ambato, en la provincia de Tungurahua. Edad: 18 años
Para enfrentar el fenómeno de la desaparición, el Estado ecuatoriano estableció protocolos de búsqueda y creó la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased) y la Unidad Especializada en Investigación de Personas Desaparecidas.
Estas dos entidades empezaron a funcionar desde el año 2014, aunque fueron constituidas en el segundo semestre de 2013. Cinco fiscalías son parte de esta Unidad que solo se encuentra en Pichincha, en las otras provincias, las denuncias de desapariciones se registran en una Fiscalía cualquiera.
Según el fiscal general del Estado, Galo Chiriboga, para el año 2017 está previsto implementar 10 unidades especializadas más en el país, considerando el número de denuncias receptadas por provincia, así lo recoge el portal web de la Fiscalía.
Juan Pablo Albán, defensor de derechos humanos y uno de los abogados que lleva el caso de Francisco Cajigas, víctima de desaparición forzada y ejecución extrajudicial en el país, el incremento de unidades para atender casos de desapariciones no es suficiente.
No es cuestión solamente de incrementar funcionarios dedicados a la investigación porque el número de desapariciones están en aumento, sino que estos fiscales deben contar con los recursos materiales; por ejemplo, con los equipos de pericias presentes en los procesos de identificación de restos humanos.
En Ecuador estás pericias antropológicas no se hacen porque no tenemos antropólogos forenses. El doctor Michelle Santoro es uno de los peritos de Fiscalía que de manera recurrente es designado para la identificación de restos, pero él es un odontólogo; sin embargo, lo tienen haciendo pericias antropológicas. No solo es cuestión de aumentos de fiscales, es necesaria una mejora de recursos y capacidades técnicas.
También el jurista considera que es necesario un proceso de selección que no sea solo de formación en lo teórico, sino que sea una sensibilización de cómo deben tratar con las familias de las personas que están desaparecidas, personas que están desesperadas por no saber el paradero de sus seres queridos.
Los desaparecidos que no son buscados
Su nombre, su edad, el lugar de la desaparición, las condiciones, la fecha y las características físicas de la persona que desaparece son una parte de los datos básicos que requiere Fiscalía para iniciar la búsqueda, pero qué pasa cuándo se desconoce la edad de la persona, cómo buscarla si no sabemos si es un niño, un adolescente, un joven, un adulto o una persona de tercera edad.
En Ecuador, hay 180 denuncias de personas desaparecidas en estos siete meses del año en curso que no registran edad. Para Albán, este hecho significa tres cosas: una, la ineficiencia del mecanismo que Fiscalía emplea al momento de receptar una denuncia de desaparición; dos, la ineficiencia de las investigaciones y tres, que Fiscalía no está buscando a estas 180 personas desaparecidas.
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[…] Contenido publicado originalmente en Línea de Fuego, 28 de noviembre de 2016. […]