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LAS PENAS DE LOS PENALES Y EL MIEDO A LA LIBERTAD. por Tomas Rodríguez león

28 julio 2014

 

A Carlos Figueroa un valiente en el pantano

 

La prisión es una tremenda educación en la paciencia y la perseverancia.

Nelson Mandela

La prisión acaba, la prisión de hierro, pero continúa la prisión del sueño, del sueño.

Silvio Rodríguez

 

En una sociedad carcelaria la libertad  es una forma antisocial,  porque   la limitación  a su ejercicio  es su esencia restrictiva.  El gobierno,  el  derecho   y la norma acontecen contra los “antisociales” con  rostro de enérgico  orden,   orden que se elabora  entre el encierro y el silencio  en unísonos discursos  dominantes que consagran el terror monopólico del estado.  La política central  reitera la  oferta  de la cárcel a los que piensan diferente,  y multiplica formas de miedo en  sensación de  claustro que  toda la sociedad debe aceptar para edificar  la disciplina del buen vivir

El cerco se evidencia:   marcar,  domar,  someter a suplicio.  Los tres son multitud…el médico abandona la selva y los sabuesos dan la certera caza, es simbólico someter a suplicio al activista que sana a los dolientes,  tiene su gracia. El código penal ya se ensaya con saña en el revolucionario peregrino,  que cesa su marcha ante una madre enferma, ahí mismo le cae el rencor que no está herido por la insolencia del verbo, sino por la necedad de la acción. Carlos Figueroa  está en la primera fila de  los consecuentes.  

Pena, penal, disciplina  impuesta con el cepo del poder político-punitivo. Así estamos. El delito ya no es daño, sino oportunidad para el ejercicio de la fuerza bruta; ya no se busca reparar algo, ni siquiera asoman  visos de venganza. Todo es una construcción depurada de un modelo de sistema totalitario-disciplinado que quiere acallar las voces disidentes con una pedagogía del escarnio. Y las voces  libertarias surgen de la izquierda insumisa y con la aquiescencia de la derecha clásica ¿Quién hablo de revolución?

El concepto  de penas, tanto lícitas como ilícitas, traspasa lo jurídico y llega a lo emocional. Se tiene que causar dolor, esta será la función principal punitiva contra la libertad, para que el estado gendarme pueda encerrar con algo más que la cárcel. El volumen de conflictos se pretende invisibilizar, silenciar o dominar  para que emerja  el  indicador  de paz social. Ahora como antes, los revolucionarios son señalados como alteradores de la paz social y la seguridad interna del  estado ¿Quién hablo de izquierda?

El proceso selectivo de criminalización espera no contar con deficiencias operativas,  por ello se trata de que la masa no intervenga,  pues si lo hace, la lesión al individuo  crea imaginarios de resistencia y por eso se trata de despolitizar la criminalización, arrimándolo todo a la arena jurídica. Por ello El MPD es un estorbo histórico, porque esta tienda alimentó una metodología de defensa grupal. Una de las  pocas herencias de sus ancestros maoístas.

Y cuando para el poder  los estereotipos del delincuente le son atribuibles a los revolucionarios, con sus desvaloraciones, cargas negativas e  imputaciones , nos toca a los libertarios,  libres (aun) ,  asumir  el entrenamiento diferencial  de la  pertenencia ,  ponernos la casaca de la solidaridad y decir:  son revolucionarios buenos, y criminal es la  acusación de los perversos.

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